Un significante insiste en la actualidad argentina: maldita. Maldita Policía, maldita cocaína, maldita reforma laboral... maldita, maldita, maldita. Insiste en la boca o la pluma de periodistas, dirigentes políticos y sindicales. Hasta el Presidente en su inauguración de las sesiones parlamentarias se tentó a usarlo. O sea, insiste en los líderes que hegemonizan y homogeinizan actualmente, a esta gran organización artificial de masas que es la Argentina. O sea insiste, en los objetos de identificación de las mayorías nacionales, según aprendimos de Freud[1].
¿Qué trasmite? Recordemos el aforismo fundante de Lacan: Un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante. Nuevamente, ¿qué trasmite? Un significante produce su efecto de sentido en articulación al contexto significante en el que es enunciado. La atracción de éste, proviene del título de una excelente película norteamericana: Maldito Policía. Cuenta la historia de un ambiguo marginal, adicto a la cocaína, policía violento, de métodos ilegales (torturas, gatillo fácil), a la vez que socio de una banda de narcotraficantes. También hay un contexto etimológico que suele latir en la historia de todo significante y teñir sus efectos de sentido. Maldita, proviene del latín y alude a mal dicha.
La insistencia de este significante trasmite una verdad de la que las mayorías no quieren saber nada: la mal-dición argentina proviene de que está mal-dicha, por sus cuadros dirigentes a los que se identifican sus mayorías.
La insistencia de ese significante y el jolgorio con que a él se identifican los que lo promueven, deja al descubierto nuestro síntoma social de actualidad: ambigüedad, marginalidad, violencia, ineficacia de la legalidad, condiciones de posibilidad a las grandes corporaciones delictivas (no hay porqué olvidar el pacto Rico/Ruckauf/De la Rúa que también forma parte del contexto discursivo).
[1] Ver el capítulo Enamoramiento e Hipnosis en su trabajo Pscología de las masas y análisis del yo.