Psyche Navegante Nº 61
Sección: Última Hora
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Tema: Las marchas del 1º de abril encabezadas por Juan Carlos Blumberg y el petitorio reclamando justicia, nuevas leyes, derogación de otras y endurecimiento de algunas, reivindican la civilización contra a las mafias de dentro y fuera del estado.
Sin aparatos partidarios ni sindicales, sin otro apoyo que el que brindaron algunos medios masivos de comunicación de acuerdo a sus intereses de “rating”, centenares de miles de personas en todo el país respondieron al llamado conmovedor del padre de Axel Blumberg portando velas encendidas, llenaron la plaza de los Dos Congresos y aledaños. Se concentraron también en muchos otros puntos del país. Se hicieron cargo del deseo de cada uno de decir basta al crimen organizado desde bolsones enquistados en las que deberían ser fuerzas de seguridad. Bolsones que utilizan como tropa “mano de obra desocupada y ocupada”. Reclutada entre aquellas franjas de la sociedad que se despeñan de la articulación entre los tres registros (Real, Simbólico e Imaginario) y quedan agarradas entre lo real y lo imaginario, repitiendo el goce Otro (no limitado por lo simbólico) que no debería haber. No cesan de asesinar hasta que son muertos, terminan con sus huesos en alguna cárcel o mueren de muerte natural.
Juan Carlos Blumberg, de luto, blanco en canas, contrito de dolor, con su mano en el corazón, dijo: “Axel me ilumina para exigir cosas que son de toda la sociedad. Gracias por acompañar esta convocatoria. Todos los que estamos hoy aquí nos convocamos para decir basta de injusticia, para que nos den seguridad y velen por la vida de nuestros seres queridos. Hay jueces que están mucho más cerca de los delincuentes y de los asesinos que de nosotros, la sociedad. No hablo con rencor, sino con el corazón. El gobernador Solá debe sacar a las manzanas podridas de la policía. La fuerza de los ciudadanos obligará a los funcionarios a proteger a la sociedad” Cuando algunos sectores abuchearon a legisladores y políticos, los paró diciendo: “No, no, no, siempre en democracia.” Algunos quisieron imponer una consigna pidiendo pena de muerte y la multitud no la aceptó.
El Presidente de la Nación contestó: “si la situación de la Policía Bonaerense y la seguridad no se toman en serio, se hace difícil luchar solos; hay que limpiar.” Blumberg presentó peticiones muy concretas: que se pene la portación de armas, que se eliminen las leyes que acortan las penas sancionadas por la justicia, que se amplíen las penas cuando los delincuentes revisten en las fuerzas de seguridad, que las penas sean acumulativas según la cantidad de delitos cometidos, que los presos trabajen y se paguen el alojamiento.
En cambio Felipe Solá dijo en un reportaje en Clarín del 4-IV.2004:
Periodista—Pero esa Policía que se suma a las calles es la misma a la que la gente le tiene desconfianza y la cree sospechosa de delitos.
Solá: —Lo primero que quiere la gente es ver más patrulleros en las calles. Otra cosa es que haya sospechas. Pero la gente quiere más policías en la calle.
Se delinean dos políticas. Mientras Kirchner pone el acento en que hay que limpiar de mafias a la “Bonaerense”, Solá busca fortalecerla para caerle simpático a la gente. Lo menos que se puede decir objetivamente del gobierno de la provincia de Buenos Aires es, que se propone reforzar con reclutas nuevos a dichas mafias.
¿Hay que aumentar el número de efectivos policiales? Sí, pero no así como así, sino con gente dispuesta a apoyar la limpieza de esa institución que propone el gobierno nacional. La podredumbre de la policía provincial se remonta cuando menos a más de 70 años cuando en la década infame de los años 30 del siglo XX, bajo el gobierno del conservador Manuel Fresco, se urdieron fuertes ligazones entre dicha fuerza de seguridad y las mafias del juego y la prostitución que debía reprimir. Para limpiarla, probablemente harán falta decisiones muy pesadas, como intervenirla y limpiarla a través de la acción de otra fuerza armada.
Con motivo de esta situación y de las palabras de Blumberg, se ha desatado nuevamente un debate entre los llamados “garantistas” y los que proponen reforzar las penalidades, hacerlas cumplir, y poner a los condenados a trabajar. Creo que está mal plantear estas posiciones en confrontación. Es cierto que la represión por si sola no resuelve las raíces del problema. Es imprescindible la reanimación estructural de la economía con un criterio centrado en estimular las industrias multiplicadoras para impulsar recuperar empleos y redistribuir la renta. Se estimularía así la prevención quitándole al delito la base de desesperación social. También debe afilarse el espionaje policial en los tejidos que entraman delincuentes.
Pero ahora, hay que sumar una fuerte intolerancia a las actividades delictivas y que refuerce las penas y las multipliquen, cuando los implicados sean componentes de las fuerzas represivas. Las cárceles están superpobladas es cierto, pero este problema no se resuelve liberando delincuentes, sino haciéndolos trabajar en producciones dignas, con horarios acorde a los de los trabajadores en general y con sueldos razonables, con los que se paguen la estadía en prisión y para que con el remanente puedan cumplir los deberes correspondientes con sus familiares.
Los psicoanalistas sabemos que muchos delincuentes delinquen como efecto de una gran labilidad en la articulación de los tres registros en que se sostienen, labilidad que afecta particularmente la articulación de lo simbólico con lo imaginario para el tratamiento de lo real con que la vida los va confrontando. El trabajo y la educación en la vida carcelaria pueden funcionar como un cuarto nudo que re-anude dicho cruce de un modo que los haga menos vulnerables. Claro que eso exige dominar a los perversos “capos” de pabellones y sus cómplices en los servicios penitenciarios, que no quieren renunciar a la mano de obra delincuencial que usan habitualmente. También sabemos que hay delincuentes irrecuperables a los que lo mejor que les puede pasar es estar presos toda la vida para pilotear la angustia, que sino, los desborda y los lleva actuaciones y pasajes al acto[1]. También sabemos que el funcionamiento de la Justicia aplicando las sanciones que las leyes indican, vehiculiza la venganza inconsciente de la sociedad, que de lo contrario tiende a tomar las formas intencionalmente conscientes y bárbaras de la ley de Lynch[2].
En las marchas del 1º de abril la ciudadanía salió a reclamar justicia, es mejor que se escuche el reclamo si se quiere evitar caer en la anomia y la anarquía. El llamado de un radical, intendente de pueblo, a que las familias se armen y metan bala a los cuatreros y ladrones en general, es el primer brote de ese estado. Las organizaciones barriales que afloran para hacerse cargo de la seguridad de los chicos en su concurrencia a las escuelas pueden volcarse de la respuesta civilizada que es, a explosiones incontroladas e incontrolables de venganza.
La Argentina ha respondido a partir de 1983 con el reclamo de justicia y no de la “justicia por mano propia”, particularmente por la influencia de las diferentes vertientes de las Madres de Plaza de Mayo y demás organismos de derechos humanos. Nuevamente, y en buena medida gracias a la invalorable serenidad y civilidad de un padre de la calidad de Juan Carlos Blumberg, ha vuelto a responder de la misma manera. Hay que apoyar esta reacción firmando el petitorio que lanzó a la circulación, aprobando las leyes que se reclaman a los parlamentarios. Los poderes ejecutivos, imitando la resolución del PE nacional al intervenir Santiago de Estero y mandado al frente de dicha intervención a Pablo Lanusse hombre más que probado en la intransigencia frente al delito, deben dejar de negociar con las mafias, de conciliar con ellas. Si no lo hacen así, querrá decir que son parte de ellas como se evidenció con los Sadi en Catamarca y con los Juarez en Santiago del Estero y será necesario destituirlos, enjuiciarlos y condenarlos para barrer de los aparatos estatales el serpentario que anidan.
[1] Ver: Deprivación y delincuencia de Donald Winnicott
[2] Ibidem