Tema: Con Irak y Atocha, las “guerras preventivas” de Bush, los asesinatos indiscriminados de Bin Laden y los selectivos de Sharon; los fundamentalismos empujan al mundo al Apocalipsis.
Estada, Lueiro y Droppelman, en sus respectivos artículos de este número de Psyche Navegante trabajan los efectos sobre la subjetividad de quienes no estuvimos en el lugar del atentado de Al Qaeda en Madrid. En el interior de la redacción de Psyche Navegante se ha iniciado un intercambio de ideas buscando elaborar este espantoso trauma.
Con ese fondo, trataré de analizar las grandes líneas que se están tensando en la escena de “la aldea global”.
Han tomado el centro del escenario, promoviendo guerras muertes y destrucción: fundamentalistas del cristianismo, el islamismo y el judaísmo. Sus jefes tienen nombres propios: George W. Bush, Bin Laden, Ariel Sharon. Los tres, desde su “lalengua” particular, trazan un “eje del mal”, nominan al otro como Satán y reducen a la eliminación del oponente a través de la guerra preventiva o la Jihad (guerra santa retaliativa), la solución de las dificultades del malestar en la Cultura. Los fundamentalismos reducen el uso del lenguaje al recurso imaginario, queriendo aplastar con él, a lo simbólico y lo real. Tras ese malestar, como siempre, aparecen la economía (en este caso del petróleo) y el dominio de territorios, grandes reales que no cesan de no inscribirse en la Cultura, produciendo síntomas que no cesan de escribirse: guerras, terrorismo, levantamientos populares, decadencias de culturas, etc. Los fundamentalismos consideran necesario el precio a pagar en vidas humanas, incluidas las de las que proviniendo de la misma etnia no comparten sus puntos de vista. Estamos ante la repetición de formas conocidas desde lo inicios de la mito-historia bíblica (Abel y Caín), sabemos que para su final presupusieron el Apocalipsis. Siniestramente se manifiesta una gran diferencia: con otras vueltas de la misma: el desarrollo tecnológico y la disposición a morir para matar de los fundamentalistas dentro del Islam. Se suponía que aquél, podía ser controlado y manipulado por los estados. Pero aparecieron dos novedades. Una, que por elecciones fueron promovidos al poder de estados como Norteamérica o Rusia con capacidad para utilizarlo, movimientos fundamentalistas aventureros como los de Bush, Putin, Sharon y sus respectivas cortes. Dos: que tienen acceso de diversas maneras, -contrabando de armas y fabricación artesanal utilizando químicos con alto potencial explosivo, de fácil adquisición y manipulación, movimientos fundamentalistas marginales en variantes islámicas y no islámicas. Utilizando las mismas y cuando es necesario voluntarios suicidas, han introducido por la vía de los hechos un nuevo fantasma, una nueva realidad: extorsionar a los aventureros fundamentalistas cristiano-israelíes, con la masacre de masas de ciudadanos pertenecientes a los países que conducen.
El desarrollo tecnológico había generado en los líderes de las grandes potencias la idea de que las nuevas guerras que desataran les iban a resultar fáciles. No fue ni es así. A franceses y norteamericanos en Vietnam y en Afganistán a los rusos, les recordaron que cualquier guerra se torna compleja a partir de ocupar suelo enemigo. Es el punto en el que la relación cuerpo a cuerpo, disminuye la ventaja que dan las nuevas tecnologías por su eficacia desde grandes distancias. La respuesta de dady Bush en la 1ª guerra del Golfo, fue arrasar con aviones y misiles sin ocupar terreno. Recordemos los “video game” que ilustraron esa guerra en los televisores de cualquier hogar. George W. junior, no aprendió la lección y metió a sus tropas y las de sus aliados en “camisa de once varas”. Pero no sólo, también metió a los civiles de sus países bajo el mismo corsé. Atocha fue el espantoso recordatorio de que la guerra llega no solamente a las ciudades abiertas de los países invadidos por la coalición anglo norteamericana. Cayó sobre los mismos madrileños que en un 91% se habían opuesto a la guerra y marchado contra ella, sin lograr que el aventurerismo irresponsable de Aznar no los llevara al desastre. En un mismo pandemonio quedaron unido en el recuerdo los cuerpos destrozados y volando por los aires o aprisionados bajo escombros retorcidos de niños y trabajadores de Gaza, Argentina, Nueva York, Afganistán, Irak, España. De un lado la informática, la electrónica, los rayos láser e infrarrojos; del otro los explosivos por centenares de kilos y hombres dispuestos a morir para matar, ejecutando la ley del Talión.
Lo peligroso de esta situación está en que ambos contendientes, quedan obligados por su lógica a no negociar y mucho menos retroceder. Se lo dice Bush a Zapatero pidiéndole que no retire las tropas españolas y también John F. Kerry el virtual candidato demócrata a la presidencia de EE.UU. Éste en un comunicado que desnuda el encierro, explica que aunque la guerra fue “errónea” no están en condiciones de retirarse por las implicancias que ese acto tendría. Efectivamente, si se quedan, azuzan la locura terrorista y si se retiran también. Mientras, los militares polacos, ofendidos por haber sido engañados con el cuento de las armas de destrucción masiva amagaron con apartar de la tierra iraquí sus 15.000 soldados. Si los gobiernos norteamericano, inglés e israelí, acompañados por aliados menores se mantienen en la lógica fundamentalista sólo se puede esperar como final, la profecía bíblica apocalíptica, autocumplida.
Pero la respuesta española en las elecciones, el apurado escarceo polaco, la probable derrota en las urnas de Bush y de Blair, más pueblos y gobiernos musulmanes que presionan para encarar negociaciones, insertan una nueva contingencia, abren otra perspectiva. En ella el malestar en la cultura podría ser tratado sin el recurso al Apocalipsis, liberándose de los deseos “puros” que no encuentran otra salida que la de sacrificar masas humanas en el altar “del Dios oscuro”[1]
Hay un giro que busca hacer entrar los deseos en la lógica discursiva. Lógica que no sin pérdidas para cada participante, genera posibilidades de intercambio, de vínculo social y de evitar destrucciones masivas. O sea, de no quedar aplastado por el goce del Otro y de apartarse “del goce Otro que no debería haber”[2] para, acotados por lo simbólico, soportar el escaso pero posible goce que ordena la función fálica, a través de las articulaciones significantes tramitadas en discurso.
[1] Leer “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” de Jacques Lacan
[2] Seminario “El sínthoma” de Jacque Lacan