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El análisis de razones de la pérdida de credibilidad en los grupos dirigentes, de la sujeción de la masa a las opiniones de medios masivos de comunicación y su efecto de pasividad, genera en el autor la hipótesis de estar en presencia de una Cultura en decadencia.
La incredulidad, la falta de ilusiones de la masa en los poderes del estado, en la mayoría de las organizaciones políticas y sindicales, y en si misma como potencial factor de modificaciones, marcan al fin del milenio. Una lectura mínima del acontecer internacional indica que este fenómeno no afecta sólo a nuestro país. Son excepción, los hegemonizados por el sector fundamentalista del Islam y algún otro. Peligroso pues causa anomia, empuja al sálvese quien pueda, a la ley de la selva, al todos contra todos.
Probablemente asistimos al principal síntoma de decadencia de una Cultura.
La pérdida, en sus estratos dirigentes, de la capacidad de aparecer como quienes detentan el saber hacer necesario para regir los destinos de sus dirigidos. Lo que facilita condiciones de posibilidad para la anarquización de las relaciones sociales. Uno de los huevos de la serpiente es la inseguridad urbana. Mostrada no sólo por el aumento de la cantidad y la ferocidad del accionar de delincuentes y policías, sino también, por episodios de chicos bien alimentados como los del nacional Buenos Aires.
¿En que me apoyo para plantear esta lectura?. Podría ser en argumentos de diferente índole (sociales, políticos, económicos). Desde el psicoanálisis, me limitaré a hacerlo con algunas interpretaciones sobre el discurso en los medios y en voces de la calle.
1) Ha adquirido fuerte insistencia el significante volatilización. De los mercados, de los votantes, de diversos índices, etc. La Nación del 9 de julio trae los resultados de una encuesta Gallup sobre las tendencias del electorado (parecidos a los que encontró el CEOP, publicados por Clarín del 12 de julio). Según los mismos, retomó la punta la Alianza, seguida a pocos puntos por Duhalde. Se revirtió así, la tendencia desatada a posteriori del efecto caipirinha. Dato a tener en cuenta. Puede estar indicando que la mayoría supone al peronismo, más capacitado para pilotear crisis que los radicales y sus compañeros de ruta del FREPASO. Pero lo que La Nación destaca es que “...hay una volatilidad alta entre los electores” ya que el 30% de los ciudadanos podrían cambiar su voto.
2) Dicha volatilización en los electorados, fuera de casos excepcionales como el del Chavez en Venezuela o de los fundamentalismos antedichos, se produce sin entusiasmo. Ni siquiera toma la forma de la década del 80, con lo que dio en llamarse voto castigo. En Europa, los mismos que inclinaron la balanza electoral a favor del Olivo en Italia o de los Socialdemócratas en Alemania, muy pocos meses después volvían al redil conservador cristiano, o al casi fascista de Berlusconi. Vivimos un periodo en que no logran afirmarse convicciones, ni ideales.
3) ¿Será un dato menor, que Chavez, generando la sensación de poder llevar adelante un programa nacionalista y populista haya alcanzado en ancas del entusiasmo de la masa, el arrasamiento electoral de las otras opciones? O que el Partido de los Trabajadores en Brasil, sosteniendo una plataforma renovadora y defensora de intereses nacionales y populares, mantenga un crecimiento sostenido y nada volátil desde que se presenta a elecciones. En nuestro país, según las encuestas citadas el 51% manifestó sus preferencias porque se encauce el país en otra dirección, para bajar el desempleo y la pobreza, mejorar la educación, operar contra la corrupción, mejorar la seguridad. A contrario sensu de esta clara mayoría de la opinión pública, tanto el duhaldismo como la Alianza predican sostener el modelo de privatizaciones, libertad absoluta para las grandes corporaciones capitalistas, apertura irrestricta de las importaciones, convertibilidad atada al dólar que ha generado exclusión social y pobreza
4) Entonces, la volatilidad del electorado pareciera deberse a que no encuentra referentes confiables, que se propongan ponerle tope a la voracidad del gran capital financiero. A diferencia de lo que cree la masa que apoya al PT brasilero, a Chavez en Venezuela, o a los chiitas iraníes.
5) Si bien en lo antedicho están, a mi modo de leer, las razones principales de este peligroso fenómeno de incredulidad ciudadana, no debemos perder de vista que otras devienen de como se posiciona la ciudadanía. Los primeros días de julio sacudieron al país con un paro de camioneros. Se negaban a pagar el impuesto destinado a solventar un aumento escaso a los docentes. Detrás de ellos estaba el impuesto también impago por las líneas aéreas y otras grandes corporaciones. Lo subrayable no estuvo en la habitual actitud corporativa de las grandes compañías de camiones, que utilizaron como mascarón de proa para sus fines a los camioneros pequeños, sino en la reacción de la población. Según una encuesta del CEOP, el 81,7% creyó que los camioneros no podían pagar el impuesto. Esa mayoría no distinguió, al pequeño, -de las grandes compañías. El 76,5 % estaba por la anulación del impuesto.[1] El 54, 4% opinó que el gobierno no debería hacer nada para evitar que los piquetes de huelga paralicen al país. O sea que la paralización en la producción y circulación de mercancías les pareció secundaria (¿?) Una serie de opiniones personales destacadas por Clarín en la misma nota muestran las siguientes facetas. Todas se oponen al impuesto o proponen rebajar su monto. En varias de ellas aparece la desconfianza sobre el destino de la recaudación. Sostienen la creencia, estimulada por la Alianza y algunos medios, de que ahorrando en las jubilaciones de privilegio y los fondos especiales, se podría arreglar todo. Posiciones condicionadas por un imaginario que como todo imaginario simplifica, en esta ocasión, las posibilidades de salida para la crisis que azota al país. Me interesa tensar el análisis de dos opiniones, una de un joven estudiante (20 años) que dice: “Deberían sacar la guita de otro lado, de la que recibe la SIDE o de un impuesto a la riqueza”. Otra de una empleada de 37 años: “Desconfío de que la plata vaya a los maestros y creo que es el estado, y no nosotros, el que tiene que encargarse de la educación, la salud y la seguridad”. Ambas trasmiten la impotencia de una posición que espera pasivamente que las soluciones vengan de un Otro generalizado (Estado, riqueza) del que se auto- excluyen, sin advertir que esa posición refuerza las de goce de los responsables de la mala distribución de la riqueza. No es el estado en general, el que se debe ocupar de las funciones que plantea la empleada, sino como recaudador y redistribuidor de parte de lo producido. No es la riqueza en general la que problematiza, sino la de los que la obtienen voraz y parasitariamente (como algunas grandes empresas de camioneros).
6) Finalmente. La reducción del poder, estatal, político y corporativo económico, a su perversión bulímica, y la posición pasiva de una masa, que cede la posibilidad de pensar a los amos de los que se queja, al tensar a los extremos, rasgos habituales y básicos de toda Cultura, caracterizan lo que probablemente sea -la decadencia de un modo de producción y de manejo del poder.
7) En los días del lock-out camionero la ciudad se llenó de carteles en los que el menemismo se ufanaba diciendo: 10 años de gobierno que cambiaron la historia. Una elisión resultó evidente. Lo reprimido por ella hubiera dicho: ...cambiaron la historia que le había contado a sus votantes.
8) En estas elisiones, clásicas en el actual período de la historia en los que han tenido posiciones de poder en la Argentina, se haya otra de las razones que sostiene la falta de credibilidad. Las inversiones de promesas, en la práctica de nuestros gobiernos, son sostenidas desde la argumentación de que la ruptura de la bipolaridad y la globalización instalada no dejan otra alternativa que bajar la cabeza. El imperio de Wall Street se ocupa en mantener esa creencia, destruyendo países con cobardes guerras a distancia sostenidas con misiles y aviación, y juzgando a tirios y troyanos a través de sus tribunales super- nacionales.
9) Políticos interesados en el poder, no por el poder mismo, sino para subvertir el orden actual favorable sólo a estrechas minorías, pueden encontrar en las inconsistencias del mismo, el lugar por donde transformar la queja en síntoma que permita intervenir para generar un cambio de posición en la masa. De tal manera que, como decía un general olvidado por su mejor discípulo, "el pueblo haga tronar el escarmiento"... aunque sea por un tiempo. Claro que para ello, no hay que estar apurados por llegar al gobierno. Estarlo, sólo sirve para operar atado a las corporaciones hegemónicas de la hora actual. Si verdaderamente se quieren cambiar las cosas, hace falta fuerza propia con ideas nuevas, -no sólo votos (lo que exige tiempo).
[1] Hago notar aquí una falla metodológica de estas encuestas: combinar una pregunta particular, con otra alternativa, de carácter absolutamente general –“¿Debería el gobierno anular el impuesto para todos los sectores y buscar otra solución para los maestros?”. Es como preguntar si se está por la supresión de la muerte de los seres queridos y su remplazo por alguna otra cosa.