¿Vuelta de Lacan o vuelta a la psicología?

27 de febrero de 1998


Estuve entre los iniciadores de lo que provisoriamente se llama: “Convergencia Lacaniana de Psicoanálisis”. Por eso, leí con interés a Roberto Harari el 26 de febrero de 1998. Sorprendido, polemizo.

Lo que origina más resistencia al psicoanálisis, es su descubrimiento de que lo que causa el accionar de los seres parlantes, encuentra mucho más raíces en lo inconsciente y en la producción del Inconsciente, que en la conciencia. Para las otras disciplinas “sociales”, esta comprobación es difícilmente aceptable. Hacerlo, exige soportar que la conciencia, lejos de iluminar, oscurece. Para aceptar esto, es condición necesaria, no siempre suficiente, haber transcurrido la experiencia del análisis sobre si mismo. Aceptado, se producen condiciones muy importantes para re-ubicar, el punto de mira de las “ciencias sociales”. En esta exterioridad radical del psicoanálisis con respecto a otras prácticas teóricas, incluida la psicología, está la principal dificultad para que sea tomado por ellas. Por eso, debemos leerlas en su letra y no “comprensivamente”.

Harari encabeza su artículo con un epígrafe extraído de un reconocido sociólogo argentino: José Nun. Cauteloso, como lo es habitualmente, Nun dice: “creo que la política contemporánea, para construir consensos, necesita de un diálogo muy activo.” 1) Para Harari no hay creo, hay una certidumbre: un mandato implícito (?) de Lacan, “sigan a mi familia o, si no, disuelvánse infinitamente”. Reniega de que este disolvió a la Escuela Freudiana de Paris, para que no acabe en “grupo consolidado, a expensas del efecto de discurso que de la experiencia se espera, cuando ésta es freudiana”[i] 2) No toma en cuenta que la política, “es el arte de lo posible”[ii]. No así el psicoanálisis. Que es el arte de acompañar al sujeto en el trabajo con su Inconsciente, para que no soslaye lo imposible. De ahí, dos éticas diversas. Ni mejores, ni peores. Diferentes en función de sus fines, reconocen como supremos, bienes diferentes. El psicoanálisis (en intensión y extensión) el “bien decir” del Inconsciente. La política: el “bien consensuar”: para dominar. En consecuencia, no debemos centrar la construcción de nuestro movimiento en la ética política. Cuando así ocurre, se producen goces contrarios a su ética y que distorsionan los fines de su praxis. Testimonian de ello, el “shopping” Asociación Psicoanalítica Internacional y su socio reciente, la “legión” milleriana, a los que Harari critica. Ellas evidencian en su política, como el “consenso” es construido a partir del dominio del más fuerte y no de las razones. El consenso puede ser camino para la paz social, pero resulta contrario a reubicar al sujeto en función de sus deseos inconcientes y de sus más genuinas posiciones de goce.

Por otra parte, si busca consenso ¿por qué dice que Lacan está reprimido en Francés? Eso es incorrecto y ofensivo. Reniega de que en Francia, tal como en muchos otros países incluido el nuestro, hay muchísimos psicoanalistas que despliegan la enorme herencia teórica y práctica que dejó Lacan. Como muestra Parisina, nombro a cuatro: Melman, Safouan, Alain Didier Weil, Colette Soler. Pertenecientes cada uno a diferentes agrupamientos. Podría nombrar muchos más. El porque, está en la letra de Harari cuando dice: “Consecuentemente nuestro castellano ¿será la lengua del retorno de Lacan...?” Que no es lo mismo (más allá de racionalizaciones sobre el retorno de lo reprimido) que a Lacan. Así se lo planteó este con respecto a Freud. Según dicha enunciación ¿es difícil imaginar, a quien estará imaginando como Lacan vuelto en castellano?

Si se desea verdaderamente generar lazos de intercambio con psicoanalistas de otros países, no hay que proponerse políticas de dominio, por más agradables que les resulten a las ambiciones del yo. Dejemos eso, para políticos y/o psicólogos.
Por cuestiones de espacio, sólo me referí, a lo que creo más nodular. El resto, queda pendiente.

SERGIO RODRÍGUEZ



[i] De la Carta de Jacques Lacan del 5 de enero de 1980, disolviendo la Escuela freudiana de Paris.
[ii] Ver “El Príncipe” de Maquiavelo