Buenos Aires entre la desconfianza y la fascinación

Sección: Última hora


Tema
: Captar dilemas de las masas es necesario para sacar a la Argentina del desastre en que la sumieron gobernantes y esperanzas, desde mitad de los 60 hasta hoy.


La ciudad de Buenos Aires fue centro de la protesta social desde finales del 2001. Pero esta también recorrió y recorre las principales ciudades y pueblos del país. Está causada por factores diversos y toma formas diferentes.
Los piqueteros defienden y piden ampliación de los subsidios con que el estado los ayuda a paliar el hambre a que los condena el desempleo. En ese movimiento fueron organizándose y disciplinando, desarrollando no sólo cortes de rutas, sino también experiencias de cultivos y producciones comunitarias muy ligadas a la alimentación pero también a la educación y la salud. Junto a los hornos de barro para hacer pan y los comedores infantiles germinaron bibliotecas, centros de enseñanza de computación, centros de salud, etc.

También logró impulso el movimiento de trabajadores desempleados que tomaron fábricas paradas y las relanzaron a producir. Han aparecido los primeros brotes de reivindicación salarial por parte de algunos sectores de trabajadores.
Los ahorristas entrampados en “corralitos” y “corralones” hicieron sentir sus cacerolazos, especialmente en las zonas de concentración bancaria. En buena medida fueron los impulsores de las primigenias asambleas barriales. Muchas de ellas cayeron por el cansancio, la dificultad para establecer objetivos claros y consensuados, y el sectarismo de algunos grupos ultra izquierdistas. En ese movimiento tomó fuerza en su momento culmine la consigna: ¡Qué se vayan todos! De la cual se aprovechó Macri presentándose en la campaña electoral como “lo nuevo”, como hombre sin pasado político.

También suman y recrean fuerza, las movilizaciones vecinales contra la inseguridad urbana, la pasividad y a veces hasta complicidad policial en episodios de violencia a los que los medios hacen trascender, utilizando la conmoción que previamente tuvieron en el lugar.
En las cúspides de los poderes políticos, judicial, económico, reina el desconcierto. Las medidas que ha ido tomando el Presidente Kirchner, que en la mayoría de la población se están viviendo como una agradable sorpresa, en dichas cúspides resultan alarmantes. Asombrados, no saben aún como reaccionar. La única excepción fue el tímido, por ahora, intento Scioli. Dicha indecisión no proviene sólo del estupor. También se debe a que no solamente la población quedó escaldada con el despeñe de la ilusión cavallista (no olvidemos que Cavallo fue ministro tanto de Menem como de De La Rua), también buena parte de los capitalistas argentinos vieron esfumarse capitales propios en las volutas de dicha elación. Pero además, los nubarrones de la recesión y la depresión económica se mudan “caprichosamente” no sólo por los territorios del tercer mundo, sino que visitan, se retiran y vuelven a visitar, Estados Unidos de Norteamérica y países europeos. La guerra contra Irak no ha modificado esta situación sino que sumada a las dificultades del proceso de paz en medio oriente, la ha acomplejado. El “pensamiento único neoliberal” acuñado por profesores de Harvard y proyectado a la “aldea global” por Margaret Thatcher, Ronald Reagan y sus sucesores, está en dificultades. Dos líneas se disputan presente y futuro. Un la de los que sostienen la teoría de que llenada la olla de las ganancias corporativas el plus se derramará a favor de los trabajadores. Estos impulsan la baja de impuestos para favorecer dichas ganancias y apurar el derrame. EE.UU, país en el que su presidente ha empujado dicha política con esa argumentación, es prueba palpable que la cacerola de las grandes corporaciones no tiene fondo y no derrama nunca. La otra línea estimula el tejido de redes de contención a través de que la actividad reguladora del estado mantenga con dinero extraído de los impuestos que no se rebajen, los dineros necesarios para mantener funcionando mínimamente planes sociales de contención del desastre social y de la protesta. Los votantes de los países donde estas posiciones se confrontan, experimentan. Hoy votan “terceras vías”, mañana conservadores y luego vuelven a cambiar. Es uno de los síntomas políticos principales en los países con regímenes democráticos: la fluctuación de sus electorados. También en el nuestro. Índice evidente del sostenimiento de la disconformidad ciudadana. No alcanza para imprimirle un rumbo más adecuado a dichos países. Recordemos la renovación judicial y partidaria en Italia después del “mani pulite”, que no logró protegerla de un Berlusconi. Un Macri peninsular mucho más poderoso y... ¿tan corrupto? como nuestro reciente primera minoría en las elecciones porteñas.

Quienes no comulgan con ninguna de las líneas del neoliberalismo y han aceptado que las viejas propuestas del anarquismo, el socialismo, y el comunismo fracasaron por efecto de sus propias contradicciones lógicas y de su evaluación idealista del alma humana, no logran aún estructurar propuestas alternativas. Lo que reconoce al menos tres razones. La primera: el peso que alcanzó “el pensamiento único” en el imaginario social, como resultado del estrepitoso fracaso de las ideologías contrarias. En segundo lugar: porque para elaborarla es imprescindible liberarse de dicho imaginario y sus prejuicios, generados por las ideologías fracasadas. Fundamentalmente de la idea de la centralización estatal de la actividad productora, y en la otra punta, del igualitarismo anárquico que supone posible sociedades complejas sin jefes. En tercer lugar: estas elaboraciones hay que llevarlas a cabo y ponerlas a prueba en una “aldea global” en la que el poder económico y militar se haya sumamente concentrado en manos de los campeones de cualquiera de las dos variantes neoliberales.

Es en este contexto que se está llevando adelante un nuevo proceso electoral en nuestro país. Un primer dato tranquilizante está en que lo más negro fue derrotado en una Catamarca atada a una modalidad de vínculo social sostenida en el paternalismo y la fuerza económica de grandes delincuentes. En la Ciudad de Buenos Aires el resultado vuelve a mostrar la tensión, entre lo más oscuro del país, representado en su momento por el menemismo y ahora por Macri, vs. intentos de tomar un camino distinto.

También en nuestra Nación las dificultades que señalé se presentan en el plano significante para estructurar un imaginario diferente. Ellas se hicieron manifiestas en éste proceso electoral. Por ejemplo: Un grupo de intelectuales sacó una solicitada de apoyo a Ibarra Telerman (no a Fuerza Porteña) centrada en la consigna: LA CULTURA ES EL ALMA DE LA NACIÓN. Consigna que simplifica absolutamente la compleja trama real, simbólica e imaginaria que constituye el alma de una nación. Pero que además puede estimular la vuelta de viejas antinomias destructivas como la de ¡alpargatas sí, libros no!. En otra, esta vez de apoyo a Fuerza Porteña, en aras de la simplificación se prefirió no explicitar cómo, aún en las actuales dificultades económicas que atraviesa el país hay condiciones suficientes para eliminar la pobreza extrema, la indigencia y morigerar progresivamente el desempleo. Esas condiciones fueron explicitadas en la consulta no vinculante impulsada en su momento por el FRENAPO, y en los trabajos del Instituto de Estudios de Estado y Participación de la Central de Trabajadores Argentinos que se pueden encontrar en www.cta.org.ar . Sobre ellos me basé, para proponer una más programática que la que finalmente salió.

El análisis de la ubicación social y generacional de los votantes y de porque votaron a cada uno, nos permite arribar a algunas interpretaciones interesantes. La supuesta capacidad empresarial de Macri incidió en casi un 80 % de sus votantes. En consecuencia ellos han quedado capturados en el ideal neo liberal de que un estado debe ser dirigido con mentalidad empresaria, que como sabemos calcula la eficiencia según la relación costo beneficio dejando de lado cualquier consideración que tenga relación con el bien común. Macri, Cavallo, Lopez Murphy, Menem: un solo corazón. A Ibarra lo votaron por su gestión cerca de un 70 % de quienes lo hicieron. Un 70 % de los que votaron a Zamora lo hicieron por la creencia moral de que es honesto y transparente. El 60 %[1] de los que lo hicieron por Patricia Bullrich tuvieron en cuenta su fuerza y empuje. Entre los que votaron a Ibarra, el apoyo de Kirchner no fue tan importante como lo predecían analistas políticos, ya que rondó el 22 %.

Una aproximación que se puede hacer sobre esta primera vuelta es que como es habitual, una gran parte de la masa procedió por fascinación (capacidad empresaria, fuerza, transparencia, empuje) Otra parte votó más por resignación a lo que supone lo posible y por expectativas aún reticentes, en la gestión presidencial. Reticencia lógica, en tanto la experiencia ha escaldado a los argentinos desde hace más de 40 años. No está demás destacar que entre los votantes a Macri, también hay un porcentaje que votó a Kirchner (35 %) incluso mayor que el de los que votaron a Ibarra por suponerlo cercano a la política de éste (22 %)

Es llamativo y digno de conjetura el vuelco mayoritario del electorado más joven a votar a Macri. Electorado sin o con poco pasado, no se ha entretejido su voluntad ciudadana con las experiencias de antaño, sino con las promesas de futuro del “pensamiento único”. Promesas que empiezan a “hacer agua” en nuestro país en sus efectos prácticos, recién en los finales de los 90. Evidentemente para esa muchachada todavía tiene peso la simplificación imaginaria introducida por Bernardo Neustad y Marianito Grondona cuando cantaban a dúo, de que nadie sabe gerenciar mejor que un capitalista exitoso. Es una idea que se les curará con el paso del tiempo y, lamentablemente, el dolor de la experiencia.

Un dato que deberán tomar en cuenta los candidatos es que excepto el vuelco absoluto de los votos menemistas a Macri, el resto de los votantes se cruzaron jaspeados a ambos candidatos mayoritarios, lo que deja ver que el electorado ha elegido mucho más por la opinión que le merecía cada candidato que por lo que fueron sus preferencias en las elecciones presidenciales.



[1] Las estadísticas fueron tomadas de una encuesta de IBOPE publicada por Clarín del 25 de Agosto 2003