Sobre la guerra

El entontecimiento de la masa, habitual cuando se identifica a líderes con escaso coeficiente mental, cometió y está por volver a cometer una gran tontería. Uno de esos líderes opera en nombre del fundamentalismo dentro del Islam, su religión verdadera. El otro en el de la suya, el u$s bendecido "democráticamente" por centenares de sectas protestantes, la iglesia católica y el gran rabinato. Ambos, se aprestan a acometer una tercer guerra planetaria de incalculables consecuencias.

Se tensa lo peor de la humanidad. Unos y otros claman venganza (algunos advierten el despropósito y barnizan su grito con justicia). Bush, desde la lejana historia del far west cuelga el cartel de: Buscado -vivo o muerto-. Y dispara la guerra por "La justicia infinita". Cualquiera que curse la escuela secundaria y no carezca desmedidamente de neuronas, sabe donde termina el infinito. En volver al inicio. En este caso, la injusticia.

Como en las peleas de chicos, cada uno dice que el otro empezó primero. Pero de lo que se trata es del malestar en la Cultura. Y sabemos que éste es consecuencia de la necesaria inhibición de la anarquía pulsional. Sin embargo, la "civilización" monoteísta vive el malestar como causado por la pérdida del paraíso. Que según el Génesis[1], habría ocurrido porque Eva tentó a Adán a comer de la manzana de la sabiduría. Por lo que la cadena puede remontarse hasta echarle la culpa de todo a las mujeres, justificando hacerlas objeto de violencias, en la que son tan expertos muchos cowboys y talibanes. Pero es preferible imaginar la castración en el otro sexo, que hacerse cargo de que todos somos insuficientes.

Claro que ese relato bíblico encubre que si eso ocurrió así, fue porque el omnisciente, omnipresente y todopoderoso lo permitió. Y si no fue así, quiere decir que vino omnifallado. Encubrimiento y falla que se repitieron cuando mandó a su hijo a la cruz para lavar el pecado cometido por las criaturas que él creó, todas falladas. Que se trató de una falla del padre se tornó evidente por la última frase de Jesús a punto de expirar: "¡Padre! ¿Por qué me has abandonado?" Nuevamente estos padres están mandando sus hijos a la cruz.

Padres de pacotilla por no dejar de ser: hijos malcriados. Típicos dueños de la pelota. Siendo los peores jugadores, deciden como se juega y con quien. Basta mirar las caras de resentidos por no saber jugar, de "No os ama bin Laden" y de "chiquitito Bush". Este, con sonrisa de costado, comisuras caídas, ojos de inseguridad, chuequera de mal jinete, manos prestas para ir a las cartucheras. Uno millonario escondido entre famélicos, el otro hablando tras un escritorio en un refugio antiatómico y gritándole cobardes a los que ofrendaron su vida en su pasaje al acto. Cuatro pilotos y pocos acompañantes, volvieron a mostrar que hay quienes están dispuestos a llevar hasta sus últimas consecuencias la máxima cristiana: ama a tu prójimo como a ti mismo. Se amaron, hasta morir para matar. Vueltas moebianas del narcisismo.

En todas las guerras se mata para no ser muerto. En ésta están quienes mueren para matar. A diferencia de los Kamikazes japoneses no usan uniformes ni aviones de guerra. Se aparecen como uno más entre nosotros. Y a no confiar, que también pueden ser blancos y hablar inglés, como aquellos muchachitos del IRA irlandés que prefirieron morir ayunando que dar su brazo a torcer ante Margaret Thacher. Lo familiar, se torna extraño. Por eso un fuerte sentimiento de siniestro recorre a la especie. Se ha producido un profundo cambio de concepto en la práctica de la guerra. Mientras USA desarrolla armas para que sus soldados maten sin correr el peligro de ser muertos, los "otros" logran hombres dispuestos a morir para matar. Y esto ocurre en parte de una población que está desparramada por el planeta como efecto de la miseria que diseminaron los cow boys para hacer negocios, según lo proclamó cínicamente el tío Tom de hoy, que algunos llaman Colin Powell. Por efecto migratorio, los suicidas mortíferos se tornan invisibles en la "aldea global". Efecto que con cuatro aviones secuestrados con algunos cuchillitos, llevó la "aldea" al corazón de Nueva York: sus torres de hacer negocios.

La decisión de esas 12 personas que secuestraron los aviones, y sus cuchillitos, que podrían haber sido simples golpes de algún arte marcial, producen una sorpresiva y violenta inflexión, en el momento en que en la Cultura se había instalado una nueva creencia religiosa: la de que la tecnología podía ser omnipresente, omnisciente y omnipotente. O sea: un nuevo dios. Dicha inflexión mostró al mundo, que el nuevo dios puede ser derrotado por el suicidio de su oponente.
La humanidad siempre necesitó creer en la omnipotencia de algún imperio. Que en algún Otro lugar había garantías. Era creer que había algún sitio sobre la tierra que era invulnerable, algún posible refugio hacia donde emigrar de tanta desgracia. El 11 de septiembre junto con las torres, colapsó en la sociedad pos industrial el blasón principal en que se había asentado tal necesidad de creer. Esto puede derivar en terror, o en sabiduría. La sabiduría de saber (valga la redundancia) que el falo, no es más que un muñeco de aserrín.

Mientras, estos dos fanáticos irresponsables, -representantes de grandes corporaciones capitalistas- disputan por "quien mea más lejos"; miles de historias de amor y de traiciones, pero en el campo libidinal, puede ocurrir que dejen de escribirse. Que se tornen imposibles, aplastadas por esta cara mortífera de la pulsión de muerte.



Sergio Rodríguez Psicoanalista, autor de "En la trastienda de los análisis"
[1] Primer libro del Antiguo Testamento en la Biblia