Mejor puta, que limpia baños de las señoras

Psyche Navegante Nº 82
Sección: Práctica


Algo que me enseñó una hermosa “villera”. La prostitución no tiende el mismo valor para todas las que la ejercen.

El Inconsciente entre lo inconsciente de analizante y de analista

Cuando se trabaja en casos extremos muy parecidos a las neurosis normales, no psicosis o melancolías, sino los llamados “border line” o en lacanés patologías de borde, es conmovida fuertemente la subjetividad del psicoanalista en función de historias propias.
Se trata de una jovencita habitante de una de las villas grandes del conurbano. Ahí la conocí y trabajé con ella. Tenía 14 años y ya era una belleza, una de esas chicas que no se puede dejar de mirar cuando pasan. Parecía de 19-20 años.

Cuando la presenté en un relato de la práctica en Psyche Anudamientos, la llame Fermina debido a una historia familiar. Mi padre tenia una prima, Fermina, con un hijo homosexual. Un muchacho brillante, le propuso a mi padre un negocio inteligente que después de devaneos éste no aceptó. Hablo de una época en que recién surgía el material plástico, años 1944-45. Ese muchacho era químico, se entusiasmó con el material plástico y le propuso a mi padre que era técnico constructor: “fabricar casas con material plástico”. Uno de los caseríos mas grandes en el barrio Brooklin (NY) es de material plástico. Mi padre se hecho atrás. El muchacho no era homosexual porque si. No conocía al padre y su mamá, Fermina, era corista del Maipo y prostituta de alto nivel. Me acuerdo una de las visitas a la casa de ella, era un departamento bien puesto en el centro, vivía con Marcial, que era un señor imponente. No era el esposo, ni el padre del primo de mi papá. Era el amante de turno. Me llamaba la atención, yo tenia 5-6 años, que en mi casa donde todos eran gente muy moral fueran a la casa de ella a reuniones era muy cordiales, había una amistad, a veces venia ella a visitarnos a la pensión en que vivíamos. Para mi no existía el oficio mas antiguo, no tenia idea, para mi era una bailarina del Maipo que nunca había visto bailar y que vivía con ese Sr. que nadie decía que fuera el esposo. Era todo un enigma para mi. Es por mi tía segunda que le puse Fermina a esta chica.

Por otro lado, Fermina era hija de una tía de mi papá hermana de mi abuela, que se llamaba Teresa, pero que en mi familia le decíamos la Tía Vinagre. Era muy amarga, como la recuerdo yo, pero supongo que si la viera ahora como psicoanalista diría q es una melancólica-ansiosa. Ahora ¿por que me surgió toda esta idea? Porque cuando quería escribir sobre esta chica que la llamé Fermina, no podía acordarme del nombre verdadero. Y eso que estuve en relación con ella un año entero, el año pasado. Además no era una muchacha que pasaba desapercibida ante mis ojos. Entonces me pregunté, ¿por que no me puedo acordar? Me acorde que tiene el mismo nombre, que una familiar jovencita también, 16 años, muy querida por mi. Al mismo tiempo pensaba sobre otro caso con el que trabaje en la villa, un muchacho con el que yo me había encariñado mucho, un muchacho que esta tomado por el paco, de vez en cuando roba, pero es un buen pibe. Y con él, también me paso lo mismo, no podía acordarme de su nombre. Cuando estuve a punto de preguntar, me acordé. Se llama Mariano. Mi hija se llama Mariana. Me di cuenta cuanto me cuesta soportar que chicos muy queridos por mí, tengan el mismo nombre que estos chicos con destinos tan tristes. Me parece algo importante a tener presente siempre, cómo nos conmueven estos casos, para observar qué nos facilita y dificulta, trabajar.

Cómo la conocí

Mi encuentro con Fermina ocurrió la primera vez que fui a la villa a una reunión con su familia, en la que supuestamente hubiera estado ella. Estuvo de un modo muy particular nos pasamos toda la reunión entre un griterío infernal en la calle. Los hermanos, cuñados y la madre también, a cada rato salían, a separar gente que se estaba peleando. Era novato y no tenía la más peregrina idea de lo que estaba pasando. Le pregunté a mi compañero el pastor. Al pastor le habían dicho que Fermina, la hermana menor se estaba peleando.

Fermina no entró a la casa. La única explicación que dieron fue que era muy peleadora. Que habían pasado unas chicas por la vereda de enfrente y le habían gritado algo que nadie sabia. Muy probablemente: puta. En encuentros posteriores, ella no se incorporaba al grupo, pero sí entraba y salía de la casa una y otra vez, era su forma de hacerse ver. Era soberbiamente altiva y despreciativa, desde su reciente belleza adolescente. Un detalle: es una casa donde la mayor parte de las aberturas no tienen marco, ni que decir puertas, alguna tienen cortina, otras ni eso La única puerta era la del baño y la de calle, el resto, agujeros. Paredes descascaradas, manchas a la vista de implementos que alguna vez había habido. Pegadas, láminas de River, algún santo, algunas vírgenes. El detalle consistía en que había una sola foto, la de esta chica. Una bella foto, pero desteñida. Tiempo después en una reunión, la madre quejándose amargamente decía, sin que eso sorprendiera a los otros hermanos, que había sido la única de los 4 que había querido tener. También decía que a los 6 años, o sea 1 año antes que empezara a cartonear, como Fermina le reclamaba que quería conocer al padre, ella le había dicho quien era. El padre vivía a una cuadra de la casa, y Fermina se había presentado ante él, buscando que la reconociera como hija, sin apelar a legalidades. Él le había dicho que no tenia interés en ser padre de ella y que además tampoco estaba seguro si lo era o no de ella. Lo que tenía registrado la madre era que el rechazo del padre le había producido a la piba una herida terrible. Y que desde ahí, se había hecho tan cocorita y peleadora. En las reuniones de familia siempre mucho giraba alrededor de acusarla. Lo hacían todos, la madre, los hermanos, hermanas, cuñados. Que no era colaboradora, que no cocinaba nunca, que no lavaba, que era egoísta, que les robaba algún peso para tarjetas de celular, que se había ido de la primaria sin terminarla. Los hermanos decían que era la protegida de la madre. Ésta decía que el problema residía en que ella andaba en malas compañías. Otra de las acusaciones era que se quedaba a dormir en la casa del novio, pero no era una acusación moral, sino que les molestaba que se quedaba a dormir ahí para eludir las tareas de la casa. Los códigos de la villa no son los mismos que los nuestros. El novio de Fermina, era estudiante en una UTN, originario de una familia de capas medias pobre, marginal a la villa.

Su “confesión”, el incesto y después...

Un día me pidió de venir al confesionario. “El confesionario” era el auto del pastor, donde yo los atendía de a uno. Vino después de un día que la habían “gastado”[1] mucho, y tanto el pastor como yo intervinimos para parar la cuestión. Fermina participó de esa reunión que era muy grande, ya que estaba muy acongojada porque el novio la había dejado, ergo, había llegado la hora de la venganza para los hermanos y hermanas que ahora podían burlarse y hostigarla. La categoría de “malos y buenos” no sirve, en el intento de entender que sucede en las villas. Tampoco lo de justo e injusto. Se evidenciaba que en la familia todos la envidiaban, ya que se mantenía rebelde, linda y tenía un montón de muchachos cortejándola. Incluido el hermano mayor, evidentemente el preferido de la madre que a ojos vistas de quien sepa leer en esas aguas, arrastraba deseos eróticos hacia la reciente ex-niña. Esa familia está fundada en una historia de incesto. La madre no tiene claro si la hija mayor fue fruto de un incesto con el padre, o con el hermano. Ya que en el campo donde vivía, abusaban sexualmente de ella, tanto el padre como el hermano. Para hablar de esa hija dice: “me la traje de…” y nombraba la provincia de donde vino. Nunca nombraba al progenitor. Dicho hermano mayor, a sabiendas de Fermina, le mete los cuernos a Bruma su compañera embarazada, con la cual sigue la pareja por el hijo que viene y no porque esté enamorado. Él también fue al confesionario algunas veces, y explicando porque no abortar, decía: “porque soy el padre y me voy a hacer cargo de mi hijo”. Claro, el padre de él y de otro hermano, nunca se había hecho cargo de ellos.

Después... el valor fálico

Fermina en esa entrevista en el confesionario, en medio de llantos me cuenta que la vuelven loca los hermanos con sus acusaciones y burlas. Casi no toca el tema del novio. Cuando lo hace, cuenta que ella le buscaba pelea todo el tiempo a él, tal como hace con los hermanos y el resto de la gente del barrio. Se puede reconocer peleadora, cuando habla de la ruptura con el novio. Después, se reafirma siempre inocente. Se hace evidente y se lo digo que tras la parada de que castiga, busca permanentemente hacerse castigar. Le recuerdo las quejas de la familia sobre su falta de solidaridad familiar y me dice que no es cierto, que ella trabaja de niñera por 150$ por mes por cuidar 9hs diarias a los hijos de una vecina que sale a trabajar de mucama.

En ese punto vino la sorpresa. Me dice que esta cansada, que la familia la acusa que sale a putear, o sea a trabajar de prostituta. Defendiéndose, me dice: -“¡prefiero putear que ir a limpiar los baños de las señoras”. Entonces me acordé, del dicho del hermano mayor en una discusión del grupo, en un momento en que el pastor les decía que ellos trabajaban, que los otros salían a robar, etc. Entonces el muchacho dijo: -sí, ¿sabes como nos dicen en la villa a nosotros? Que somos los giles que laburan[2]. Irá advirtiendo el lector, la relación entre las que van a limpiar baños, los giles que laburan por un lado y por otro los delincuentes y las prostitutas. Ahí caí en cuenta que hacia un blasón de “putear”.

En ella, no es, no sería, un oficio como en las prostitutas que trabajan en la calle o en prostíbulos. Tampoco es, básicamente una cuestión de dinero. Le gusta el dinero, pero se trata otra cosa. Se trata que prefiere ser puta que ir a lavar los baños de las señoras. Para ella, todos eran giles[3], ella no, ya que se animaba a ser puta vez de limpiar baños.

Le señalé que entre mucama y puta había otras alternativas, mesera, empleada en una tienda, supermercado, etc. Me replicó que no la tomaban por menor de edad, cosa cierta. Ahí terminé la única sesión personal, nos separamos muy amistosamente. Siguió manteniendo conmigo un vinculo vínculo amable. Pasaba a mi lado y no me miraba con desprecio, me saludaba amable y respetuosamente. Pero no volvió nunca al confesionario, a pesar de algunas sugerencias mías y de la madre, para que lo haga. Luego pidió entrevista con otra colega que me reemplaza.

Tratando de conceptualizar

Hagamos un ejercicio de lectura conceptual de lo que se manifestó. Ese dicho y hecho, ser puta, le daba valor fálico, a diferencia de las otras, que quedaban en el lugar de restos, de la mierda de los baños que limpiaban, de objetos a pero en su función de desechos. Para ella es un signo de distinción cuando otra le dice: -“sos una puta. Es descifrado a través de que ella no quiere ser, un resto como las demás. Por eso pelean. En la villa, algo que aparece muy evidente como rasgo fálico y de virilidad, es ser capaz, como ellos dicen: de bancársela[4]. Si les quieren pegar hay que defenderse, sino en la villa se “deja de existir, se pasa a ser el maricón del lugar Dicho de otra manera, donde las mercancías escasean para atribuirse valores fálicos, estos provienen de como se ponga en funciones y en riesgo el cuerpo propio. Las zapatillas, las gorras de marca, etc. son blasones, valores fálicos secundarios, cuando se contraponen a otros valores fálicos: por ejemplo “si tenés o no huevos”. Y en esta piba si se anima a “putear” o no. Cuando “putea”, el cuerpo de ella no es un simple resto, es algo que los hombres desean y pagan. Completamente distinto al de las otras, que lo ponen para limpiar la mierda de las señoras y cobrar unos “pesitos”. En consecuencia, no es loco sino tributario de la razón del fálica. Esto no es así en todas las prostitutas, Una sobre la que estos pibes contaron había parido una criatura, estando totalmente adicta al paco. Andaba por las casillas ofreciendo en venta al bebé por 5$. Lo ofrecía para comprarse paco. Para esa chica la prostitución no tiene el mismo valor que para Fermina. Ella es un desecho y el bebe es otro. Nada tiene valor. Otro caso sufría, no por su profesión sino porque le iba mal con la familia. Se había enamorado perdidamente de ella un Rey de una Tribu africana, una persona de mucha plata de algún país petrolero. Este hombre se quería casar con ella a toda costa, ella no. Quería seguir trabajando con él, pero no casarse. Su papá se enojaba porque no se casaba con ese hombre, ya que la consideraba la oportunidad de su vida (la de él). Me dijo: -“¿se da cuenta? a mi padre lo único que le interesa es la plata”. Le dije, demasiado prematuramente: -“¿a vos te interesa alguna otra cosa?” Creo que eso lo ofendió muchísimo. Mi error fue creerme que ella trabajaba sólo por dinero, ella también se restituía fálicamente haciéndose pagar para gozar con ella, cadenas de hombres que la deseaban.
Las mujeres desecho, gozadas por el goce del Otro que no debería haber[5]
Las Ferminas, identificadas al goce fálico




[1] Argentinismo significando que había sido muy ironizada peyorativamente, Suele usarse también “gozado”.
[2] Argentinismo proveniente de una deformación del italiano laborar, trabajar
[3] Argentinismo equivalente a: ser tomado por tanto y usado.
[4] Argentinismo que va en lugar de: soportar
[5] Seminario del Sinthôme