La guerra de Irak

Analizar desde el ángulo psicoanalítico la probablemente inminente guerra contra Irak, no niega las causalidades económicas, sociales y políticas, pero al ir a la “razón” de los sujetos ubicados en posición amo, encuentra su vertiente más siniestra y amenazante.

En La parte maldita[1], Georges Bataille dijo: “El mundo del sujeto es la noche, esa noche agitada, infinitamente sospechosa, en la que el sueño de la razón engendra monstruos. Sostengo en principio, que del “sujeto” libre, no subordinado en absoluto al orden “real” y que no se ocupa más que del presente, la misma locura da una idea edulcorada. El sujeto abandona su propio terreno y se subordina a los objetos de orden real a partir del momento en el que se preocupa por el futuro. Y es que el sujeto es consumo en la medida en la que no está obligado al trabajo. Si yo no[2] me preocupo más por “lo que será” sino por “lo que es” ¿qué necesidad tengo de conservar nada? Puedo, pues, desordenadamente, hacer de todo los bienes que poseo un consumo instantáneo. Una vez que ha desaparecido la preocupación por el mañana, lo único que me gusta es este consumo inútil. Y cuando consumo sin medida descubro a mis semejantes lo que soy íntimamente.[3]

Un profesor norteamericano en un mail que echó a circular se preguntaba: ¿Por qué, si los norteamericanos nos hemos conmovido tanto por la muerte de los 7 tripulantes del Columbia, gente que había decidido asumir un oficio de riesgo, no nos conmovemos cuando nuestro gobierno está por mandar a nuestros soldados a asesinar a 800.000 civiles irakíes?. Por suerte pocos días después (15 de febrero del 2003) a pesar del frío y los cordones policiales, miles de manifestantes en New York y otras ciudades norteamericanas indicaron que muchos de ellos, repudian la matanza que prepara George Bush Jr. y sus muchachos conservadores fundamentalistas.

Las razones de la guerra, del lado de sus dos impulsores –Bush y Saddam- son económicas y geopolíticas: quien dominará medio oriente y con él el 80 % de las reservas petrolíferas. Pero esa explicación, siendo cierta, no alcanza. Ambos saben que es una guerra que puede llevar a un desastre del ecosistema mundial con resultados incalculables. Sin embargo igual presionan. El futuro como construcción no les interesa, como los jugadores compulsivos apuestan todo en una jugada. Y como “fulleros”[4] que son, lo propio y lo ajeno. Saddam tiene claro, porque ya ocurrió, que sus con-nacionales soportarán enormes pérdidas. Las producidas por Bush padre fueron de 1.000.000 de personas. Bush hijo sospecha que la confrontación total puede producir atentados con armas atómicas biológicas y tóxicas en su propia ciudadela, como ya ocurrió el 11 de septiembre del 2001 con el Centro de negocios del mundo que funcionaba en las torres gemelas.

Lo que no sabe, nadie lo sabe, es a cuantos norteamericanos se pueden llevar en esta ocasión los vientos de la muerte. Sí sabe, él y secuaces como Tony Blair, que eso puede abarcar también a los países que lo secunden. A ninguno de los tiranos nada de eso les importa. Sólo les importa su presente. Fueron hermanos en el genocidio contra los kurdos y conocieron allí la ferocidad que los anima, ya que los gases venenosos que usaron los soldados de Saddam fueron provistos por las fabricas y las fuerzas armadas de EE.UU.

Lo único que los hace gozar es culminar “el tour de sus pulsiones sádicas”. Dominar o matar. Pero como toda pulsión, también la oral canibalística y la anal sádica pueden por esa vuelta satisfacerse sobre el propio borde llevándolos a la vertiente auto mortífera de la pulsión. De devorar pueden terminar siendo devorados, de cagar pueden terminar siendo cagados. “Tour” homólogo al recorrido moebiano del narcisismo en el que se encierran y en el cual entrando a los sucesos por venir a través de una cara, pueden desembocar imperceptiblemente en la contraria.

¿Y las masas? Por ahora, mayoritariamente en una y otra nación (EEUU e Irak) han identificado ideal y objeto con cada uno de sus jefes. La atmósfera económico social está tensa y pone en tensión en muchas poblaciones las pulsiones antedichas en cada ser hablante. Así les ocurrió también con la guerra de Vietnam a los norteamericanos. Sólo cuando vieron volver 50.000 ataúdes dijeron ¡basta!, no queremos inmolar más hijos nuestros. Lamentablemente los suicidios de veteranos agregaron luego otros 50.000 ataúdes. ¿Hará falta que la muerte estalle en sus calles, para qué vuelvan a decir ¡basta!?

Justamente Vietnam les enseñó a los norteamericanos tanto como a los franceses que las guerras coloniales con ocupación de terreno, aunque al precio de desmesuradas diferencias en la cantidad de víctimas, borraban las ventajas tecnológicas al entremezclar a los ocupantes con la población de la nación ocupada. Es lo que actualmente le está ocurriendo a Israel. Si se bombardea al enemigo, se bombardea a las propias tropas. Además la desesperación lleva a los ocupados a preferir inmolarse. Los monjes budistas vietnamitas se prendían fuego ante los ojos horrorizados de los soldados norteamericanos y los palestinos se transforman en bombas humanas contra militares y civiles israelíes. Por eso la anterior guerra de Irak la llevaron adelante sin ocupar territorio, pero la experiencia les enseñó que entonces no logran el dominio. En la ex Yugoeslavia volvieron a la guerra con ocupación de territorio. Pero al utilizar proyectiles con uranio empobrecido, lo que antes habían hecho en Irak, no sólo produjeron daños degenerativos en las poblaciones ocupadas, sino también en sus propias tropas. “El perro se muerde la cola” y la estructura moebiana del narcisismo no perdona.

¿Y la gente de Bagdad, la de las Mil y una noches, seguirán escuchando los cuentos de Saddam como el mensaje de Scherezade la esposa que no quería morir, esta vez dirigido a sus amos de las corporaciones petrolíferas?. Pero ahora ocurre que esos cuentos son la antesala de la muerte que quisieran evitar. Pues, a diferencia de los Talibanes, ellos no ofrendarían su vida por Alá sino por el que usufructúa las regalías petroleras de las empresas petroleras no norteamericanas, pero sí de otras grandes corporaciones que explotan esa rica cuenca petrolífera que atesora el 40 % de las existencias mundiales.

Pero no todo se presenta negro. Las multitudinarias marchas del 15 de febrero y particularmente las que abarcaron a las grandes ciudades de los países que más se involucrarían en esta guerra, sumadas a la intensidad que han adquirido las contradicciones entre las corporaciones petroleras que tienen concesiones en Irak y las que no las tienen, pueden sobre determinar las condiciones necesarias para que la guerra sea detenida.
Esa es la razón por la que todo ciudadano que ame a sus hijos o sea al futuro, más que a su mezquino presente y todo joven que desee tener futuro, debe salir al cruce de los tambores que llaman a la guerra para imponerles la paz.



[1] En castellano, editorial Icaria, páginas 94/95
[2] Subrayado mío (SR)
[3] Las negritas son de George Bataille
[4] Argentinismo que alude a los jugadores tramposos.