Aumentar la eficacia del psicoanálisis

Sección: Boyando
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EL psicoanálisis es una practica en desarrollo. La intervención de psicoanalistas como Ferenczi, Winnicott y Lacan entre otros, ha ampliado sus herramientas mas allá del tesoro heredado de Freud. Por eso llama la atención que se nomine Convergencia Lacaniana para un Psicoanálisis Freudiano un agrupamiento cuyos integrantes se proclaman lacanianos. Dicha enunciación propone dar marcha atrás de lo conquistado. Por algo será. Según el autor, en coincidencia con Luis Horstein, hay caminos mejores.

El artículo de Luis Horstein publicado en la sección de Psicología de Página 12 del 9 de marzo genera condiciones favorables para llevar adelante públicamente, un intercambio de ideas que puede resultar útil a la práctica y la transmisión del psicoanálisis.
Encuentro en él posiciones diferentes, con efectos diversos. Estoy de acuerdo y le otorgo una gran importancia a la observación clínica y a las consecuencias que saca Luis cuando dice: “El progreso de los análisis siempre dependió de aquellos que pudieron seguir el juego con los analizandos que ‘no juegan el juego’. Los considerados inanalizables por sus beneficios secundarios, por sus modalidades transferenciales, por su ausencia de vida fantasmática, por su tendencia a la actuación y a la somatización.
Estamos en los “estados límites” de la analizabilidad. En ellos se le solicita al analista algo más que su disponibilidad afectiva y su escucha: se solicita su potencialidad simbolizante. Potencialidad que no sólo apunta a recuperar lo existente sino a producir lo que nunca estuvo. La actitud técnica del analista debe ser modificada. No está escuchando “la buena y leal neurosis”.
Entiendo que se refiere aquí a un tipo de pacientes que inquieta en estos últimos años a sectores del movimiento psicoanalítico que antes no los registraban, y a otros que registrándolos de antiguo, no encontraron las herramientas para su tratamiento en razón de ser tributarios de doctrinas que no captaron la función del lenguaje en la constitución y producción del Inconsciente. Pacientes que ya aparecían en los escritos de Freud sobre la histeria a fines del siglo XIX. Pacientes a los que la manía de clasificación disgregadora del DSM IV, rotula en función del síntoma más espectacular (nótese que no digo fundamental) implantándoles una etiqueta bajo la cual desaparecen como sujetos del inconsciente. Vg.: bulímicos, anoréxicos, adictos, alcohólicos, psicosomáticos. Se originan así servicios, -hospitalarios, de obras sociales, de prepagos, comunidades terapéuticas etc., supuestamente especializados en el tratamiento de la etiqueta. Sanadores por ejemplo de obesidades, al precio del desencadenamiento de psicosis y hasta de suicidios. Hay que tener claro que una cosa es establecer una apariencia (semblant) de especialista, para facilitar la instalación de una transferencia singular, y otra, iatrogénica, creer que hay especializaciones en síntomas.
Distinto es reconocer la necesidad de seguir los dichos del paciente según su posición en la transferencia, distinguiendo la de los de “las neurosis leales” transferidos básicamente a la letra y al significante, de la de los “que no juegan el juego” transferidos fundamentalmente al signo. De la distinción surgirán herramientas diferentes para el trabajo. En el orden de la apariencia, del “semblant” con que se presente el analista; en lo que se tome predominantemente en cuenta en el acto analítico: las formaciones del inconsciente en unos, las inconsistencias lógicas en otros (hasta que se hallen en condiciones de hacerse cargo de aquellas).
Coincido también cuando afirma: “Hay cierta tendencia a transformar el estudio de los textos –sean de Freud, sean de los autores posfreudianos- en un meticuloso estudio de sus detalles, sin poner jamás en tela de juicio los principios. Pero si retornamos sobre los fundamentos para problematizarlos y renovarlos, si dejamos que repercutan sobre la praxis y que esta impregne el abordaje de los fundamentos, el riesgo de una escolástica se atenúa, si no desaparece.
Un analista resulta de una trayectoria, esta designa un itinerario y condensa sus debates con la clínica, con los textos, con su propio análisis, con las mil facetas de su vida. Supone un trabajo histórico de la diferencia, se nutre del conflicto entre textos, entre autores, entre prácticas. Es lo opuesto al afiliarse a una línea (un alinearse que deviene muchas veces en alienarse). Mientras una línea se aplica desde una trayectoria se puede pensar la praxis”
Estimo que así como las histéricas le abrieron las puertas al psicoanálisis gracias a la permeabilidad de Freud al deseo de hablar del Inconsciente de sus pacientes, la neurosis obsesiva ha sido históricamente y lo sigue siendo, la gran resistencia en los analistas a su práctica. Sabemos desde Freud que la “meticulosidad” es uno de sus rasgos insistentes, y que como dice Horstein, obstaculiza la posición que debe distinguir permanentemente a los psicoanalistas, de “poner en tela de juicio” a los enunciados para hacer lugar a las enunciaciones y a las irrupciones de lo real.
Otra tendencia que suele dificultar a la práctica del psicoanálisis se instala sobre la base de renegar (desmentir), el descentramiento que significa para la lectura de los fenómenos de la Cultura y la sociedad el descubrimiento de la función del Inconsciente. Eso, que a los psicoanalistas de madera noble se nos hace evidente en la práctica de todos los días, que lo inconsciente es lo que decide la vida de la gente y no la conciencia como cree la inmensa mayoría, opera con el mismo peso y aún mayor, en los fenómenos sociales. De esto, las otras disciplinas que se ocupan de las dificultades de los hombres en su relación con los otros hombres, no quieren saber nada. Muchos de sus practicantes se analizan y usufructúan los beneficios que el reconocimiento del Inconsciente les produce, pero creen que eso se limita al individuo. A lo cual han contribuido corrientes psicoanalíticas que creen que el Inconsciente es individual, sin advertir que sólo se realiza en los vínculos sociales. De donde proviene la división del sujeto, entre lo que cree decir y lo que los otros le significan. Incluso algunos practicantes de esas otras disciplinas, aceptan que el Inconsciente pesa en los fenómenos sociales, pero no investigan de que manera, con que legalidad, etc., dejando en la bruma este hecho fundamental. Son pocos de ellos, entre nosotros en algunas oportunidades Oscar Landi, los que en la Argentina toman en cuenta al Inconsciente en sus producciones. Ese desconocimiento de la mayoría de los “cientistas sociales”, lleva a los de izquierda a creer que todo se reduce a una lógica de víctimas y victimarios, y a los de derecha a reducir todo al reinado de los números. Ambos terminan siendo sorprendidos por lo inesperado, por lo que expulsaron de sus lógicas y se les vuelve encima desde lo real.
No propicio el autismo del psicoanálisis, creo que mi trayectoria es prueba suficiente de ello, pero advierto sobre los condicionantes que se deben tener en cuenta en relación a la propuesta de Luis, de “... establecer fecundos intercambios con aportes procedentes de otras disciplinas...”.
Me parece que, en primer lugar, hay que calibrar lo ya ocurrido. Freud importó términos de otras prácticas y los utilizó metafóricamente –vg: cargas, de la física, investir de la política y la diplomacia, narcisismo y edipo de la mitología, fijación y regresión de la estrategia militar, comercio (sexual) transferencia -de la economía, etc. Cada uno fue transformado en su significación. Igual aconteció con Lacan y significante, matema, nudo, etc.
Quienes entendieron el uso de esos términos soldados al significado que tenían en el campo en el que fueron acuñados, terminaron alejándose del psicoanálisis, por ejemplo Wilhelm Reich. O enredados, inutilizados en la clínica. Por ejemplo, los que pierden de vista la primacía del significante y de la función de la letra como litoral entre lo simbólico y lo real, para terminar enredados en nudos Borromeos que los obsesionan. Primacía del significante, según como Lacan lo transformó luego de importado de la lingüística, hasta definirlo como “lo que representa a un sujeto para otro significante”.
Estoy planteando, tal vez en coincidencia con Horstein, tal vez con una cierta diferencia, que la relación del psicoanálisis con otras disciplinas científicas no pasa tanto por la utopía de la interdisciplina –saberes sumados que darían un (imposible) saber total sobre el objeto en abordado. Tampoco por la confrontación, ver cual es mejor. Ni por la modestia y el democratismo de ceder la función directiva en lo que hace a la praxis sobre el sujeto y su inserción en los vínculos sociales a los creyentes en la centralidad de la conciencia. La relación más bien pasa, por funcionar transdisciplinariamente, atentos a cuando el saber del Otro encuentra la falla (la castración) en el nuestro, y a cuando nuestra lectura de las enunciaciones del Otro, detecta lo que en él falla. Se facilita a través de esta modalidad de colaboración, que las carencias hagan trabajar a las conjeturas y a la prueba de la práctica.