Insistimos en mirar para otro lado

Insistimos en mirar para otro lado. Como dos de las principales religiones monoteístas, no así la tercera, la musulmana, sostienen como única legalidad la de la monogamia; insistimos en creer que ese es el “matrimonio verdadero”. Pues no es así, ni nunca fue así. ¿La razón? Que más allá y más acá de razones económicas, societarias y de creencias, deseos y goces inciden fuertemente en la sexualidad humana. Y tanto, deseos como goces, no se atienen a reglamentos ni estabilidades. El deseo desea, sin respetar al otro. El goce queda obligado a tomarlo en cuenta para no quedarse sin partenaire y dedicado a los placeres solitarios, como decía don Alfredo Zitarrosa. La poligamia y la poliandria funcionan encubiertas, a excepción de la cultura musulmana con respecto a la primera. ¿Bajo qué formas? La más común es la de tener amantes. Muchos, tienen tanta o más importancia que el consorte oficial. En América latina fue tradicional, la casa grande y la casa chica. En varias regiones aún lo es. En la chica, no sólo vive la amante, sino también los hijos tenidos con ella. Otra forma es el divorcio, que disfraza la cuestión a través de la sucesión temporal de esposas y esposos.
Los seres humanos somos intransmisiblemente singulares, lo que nos lleva a que las ilusiones de entendimiento no duren demasiado y recaigamos en la creencia de que con la nueva, el nuevo, sí va a llegar el entendimiento tan deseado. Poligamias y poliandrias, no dejan de repetir en el planeta, deseos desengañados.