El síndrome de la cáscara vacía

Psyche Navegante Nº 61 – www.psyche-navegante.com
Area: Actualidad
Sección: Última Hora


Tema: Un real, con palabras que predican la actualidad Argentina como inconsistente, vertiginosa, impredecible, indica que estamos ante una situación “que no tiene nombre”.

En lo que va de marzo, después de muchos tironeos con el FMI y de llegar al borde de no lograrlo, se acordó lo correspondiente a esta primera parte del año para no entrar en cesación de pagos. Inmediatamente se realizó el acto de Parque Norte en el cual el Presidente de la Nación hizo explícita su propuesta de transversalidad social y política que venía llevando a cabo en una serie de nombramientos previos para cargos de importancia en el aparato del estado. El atentado de Atocha y el inmediato cambio electoral en España, subrayaron una tendencia mundial a quitarle plafón a los sectores más fundamentalistas del campo cristiano judeo neoliberal. Esta tendencia provoca re alineamientos en el mapa de la aldea global que inciden fuertemente a la hora de mover piezas en el ajedrez nacional. Lo impactante del atentado, y las reservas de los grandes medios a la política del Presidente le quitaron a la propuesta de transversalidad de Néstor Kirchner, la primera plana. Ésta busca, en síntesis, una alianza entre los sectores que dentro y fuera del justicialismo defienden la afirmación de los derechos ciudadanos. Un pago de la deuda que no provoque más pobreza y que permita una cierta recuperación de niveles históricos de distribución de la renta nacional sobre la base de expandir la producción bajo regulación del estado. Para lo cual rechaza la política menemista y delarruista de “relaciones carnales” (poner el culo) con los grandes centros internacionales de poder. A esta propuesta concurre gente que siempre estuvo contra Cavallo y gente que se encandiló con su discurso universitario de Harvard.

Algunos reniegan de él porque advierten sus efectos destructivos sobre la economía nacional, otros para adecuarse a los nuevos vientos. También en los que siempre se opusieron, están los que lo hacían por advertir desde temprano cuales iban a ser las consecuencias, y otros porque nunca lograron revisar críticamente la experiencia de los 60/70 y siguen pegados a la utopía de una restauración melancólica de aquel drama, para encontrarle un final feliz en el que ganen ellos. La política y la constitución de sus vectores de fuerza resulta, como siempre, impura y compleja. En estos aires no ha tenido un valor menor el acuerdo con Brasil para coordinar estrategias para el pago de la deuda externa, reconociendo las diferencias de situación de cada país en lo referente al tema. En medio de esta aceleración de tiempos y de complejidad de situaciones se desembocó en la conmemoración del 28 aniversario del golpe criminal del auto llamado “proceso de reorganización nacional”. Criminal por los miles de argentinos que asesinó y por haber asesinado el estilo nacional de una economía con expansiones razonablemente re distributivas, por lo menos a partir del primer gobierno de Perón. De este asesinato, el país, aún no se recuperó. Para conmemorarlo merecedoramente, Kirchner impulsó la autocrítica de la Armada Nacional a través de su jefe el Almirante Godoy que cumplió la orden con dignidad. El Presidente también tomó la decisión de transformar a la ESMA en el Museo de la memoria.

Fueron resoluciones que tiñeron de fuerte contenido emocional dichos pasos. En esas circunstancias, Hebe de Bonafini reconocida batalladora por la recuperación de los desaparecidos y por el juicio y castigo a los culpables pero de escasa habilidad política, puso al Presidente en el brete de elegir entre su participación en el acto y la de los gobernadores. El silencio presidencial marcó su opción, lo que recibió una respuesta inmediata con la solicitada “Nunca Más” aparecida en los diarios del 23 de marzo y firmada por varios gobernadores de las provincias más populosas. El hiper izquierdismo egocéntrico jugó una vez más a favor de aislar un acto de las dimensiones del llevado a cabo por el Presidente de la Nación. En ese clima emocional cometió el siguiente “furcio”: "Las cosas hay que llamarlas por su nombre (...) Vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades".[1] Como es sabido, el estado no calló: juicio a las juntas, investigación y libro “Nunca más”. ¿Kirchner calló?. No queda claro. De la falta de claridad se aprovechó Alfonsín, autor de las leyes de Punto final y Obediencia debida, para tratar de recuperar “rating”.

Con ese mar de fondo y muchas escaramuzas previas, elecciones sucedidas con apoyos a candidatos diferentes por parte de Kirchner y Duhalde, se desembocó en el congreso del partido Justicialista. Se llegó a él con la evidencia de que ex menemistas, menemistas y duhaldistas, habían atado un acuerdo por el que el Presidente encontraría una reedición “duhaldizada” del partido que le había hecho el caldo gordo al discurso único neoliberal con su “teoría” del derrame y del sometimiento a los grandes centros de poder económico mundial o sea a las grandes corporaciones, especialmente las del capital financiero. El grito de guerra fue el maltrato a Cristina Fernández de Kirchner, esposa del Presidente. Rápido de reflejos éste, fue logrando la renuncia de parte importante de las nuevas autoridades electas y presionando para ir a elecciones internas a través del voto de los afiliados. Mientras escribo este artículo (29 de marzo del 2004) se está en ese punto.

Creo que lo más importante que se dijo en dicho congreso, fue enunciado en sus discursos contendientes por Cristina Kirchner y por Hilda Duhalde. El partido Justicialista es una cáscara vacía. No lo son menos el resto de los partidos políticos empezando por la Unión Cívica Radical. Diciembre del 2001 hizo entrar en crisis a todas las representaciones. La consigna nihilista “¡Que se vayan todos!” expresó esa crisis. Pero entraron en crisis las representaciones, no el sistema representativo. De su seno, y a través de elecciones sumamente complicadas surgieron el actual Presidente y su vicepresidente, que no ha renegado de representar lo fracasado. En cambio, se fortalecieron las organizaciones piqueteras y las asambleas barriales. Sin embargo estas últimas, representativas de las capas medias de la ciudad y de los con trabajo, fueron perdiendo fuerza rápidamente. Las pocas que subsisten, son cáscaras vacías sostenidas por algunas sectas de izquierda. Las organizaciones piqueteras mantienen parte de su fuerza, aunque la mejora económica para muchos de su integrantes debida a la moderada mejoría del empleo y la resistencia de los con trabajo a los cortes de calles y de rutas, también las debilitaron. Algunas se volcaron al apoyo al Presidente y su política, otras mantienen una oposición razonable y las encabezadas por Castells, Pitrola y algunos otros, se radicalizaron y aislaron.

En esta situación no hay que perder de vista que la mejoría económica ha sido el resultado de la salida de la convertibilidad, mejor o peor instrumentada durante el gobierno de Duhalde, el consiguiente efecto rebote desde las profundidades a que nos llevaron las políticas de Menem y de La Rua y medidas tomadas por el gobierno actual, particularmente su acertada tozudez en defender el superávit 3%. El arrimarnos a ritmos de producción que superen los de 1999 pone en cuestión las limitaciones a que someten la insuficiencia de insumos básicos (combustibles y en particular gas y energía eléctrica). Limitaciones que tienen como causa la voracidad de las grandes corporaciones que dominan dichos rubros y la necesidad de llevar a cabo inversiones de infraestructura de gran calibre. Para esas inversiones es necesaria la concurrencia de grandes capitales nacionales y extranjeros. Lo que arma un nuevo foco de presiones, forcejeos y negociaciones.

Lo que diferencia a este gobierno de los últimos, con excepción del de Duhalde, es la flexibilidad y amplitud de miras. La transversalidad es lo opuesto del encierro menemista y del autismo de De La Rua. Sus proyectos, adecuados a lo real de la situación mundial y del descalabro nacional o sea, a este momento y punto de la “castración argentina”, es no sólo lo diferente sino también lo contrario de los fundamentalismos de la izquierda rígida y del neoliberalismo cerril. Desde ese atalaya, dependerá de su habilidad para manejarse en las cambiantes correlaciones de fuerza que van y vienen en esta situación el éxito de los planes que se propone. En ese sentido será muy importante que no quede atrapado por arrebatos emocionales que lo capturen en imaginarios inapropiados. Las resignificaciones simbólicas exigen ese manejo de las pasiones para proceder adecuadamente según las circunstancias. Las masas son volubles. Así como hoy se enamoran, mañana odian. No tienen memoria y sólo les importa el presente. No debemos olvidar las enseñanzas que dejó la trágica experiencia de Salvador Allende. Los grandes proyectos exigen para ser llevados a cabo, grandes apoyos no solamente en números, también en disposición a su defensa.



[1] Ver en página principal de www.televerdades.com del 25 de marzo.