Cromañón: Lo más humanista de los humanos

Pasó un mes largo del desastre de Cromañón. Lamento decir que no es novedoso. Los más viejos recordamos aún, la avalancha de la puerta 12 en River Plate. Cuando la policía cerró dicha salida ante una estampida producida en las graderías, se llevó varias decenas de muertos por asfixia y aplastamiento. Los heridos pasaron el centenar. Hace treinta y pico de años un choque de trenes en General Pacheco dejó más de 200 muertos. En la estadística por episodios de este tipo, incendios y tumultos en Megadiscos, China recién ingresada a la “libertad de mercado” –no a la democracia política- acopia los dos primeros puestos del ranking mundial. Nosotros el cuarto. No nos van demasiado en zaga EE.UU. y algunos países europeos.
En Londres por ejemplo, hace pocos años se produjo un incendio en la estación de subte más concurrida por ser nudo para diversas combinaciones como lo es Carlos Pellegrini en Bs. As. Advertido con tiempo a las autoridades por un pasajero, eso no impidió el desastre que se llevó 32 muertos y muchos más afectados gravemente. Contribuyó al mismo, un diseño erróneo que incluyó materiales inflamables en las paredes, un defectuoso mantenimiento y errores humanos de los bomberos ante un incendio de características imprevistas e imprevisibles hasta que la retrosignificación las aclaró parcialmente (rasgos típicos de aquello que lo psicoanalistas llamamos lo real).
Recientemente Paraguay en un siniestro de género equiparable, el de un supermercado, escaló el centenar de decesos. Está fresca aún la sangre de los tres pibes matados por un compañero en Carmen de Patagones. Laura Lueiro nos recuerda en un artículo publicado en el dossier especial de http://www.psyche-navegante.com/, que en la Argentina se producen diariamente un promedio de 11 muertes jóvenes en hechos violentos –asesinatos, suicidios, accidentes-. También nos advierte sobre que, si recién nos conmovemos cuando el número de muertes violentas es grande (en esta ocasión cerca de 200), orillamos riberas cercanas a la perversión. Ya que comporta rasgos de renegación de la castración, no registrarlas cuando ocurren de a una o de a pocas. Pienso algo parecido, de que dicha conmoción aparezca como ocurrió con la de Alexis Blumberg, recién cuando un padre decidido y con disponibilidad de medios rompió las complicidades y los silencios de algunas minorías burocráticas, policiales y políticas. Y vía televisión, el de las mayorías que habitualmente miran para otro lado.
Entre las minorías con poder económico y de estado, ubico en los primeros lugares a las corporaciones empresarias que manejan los medios de comunicación masiva –canales de aire y cable, diarios, radios y peor aún los multimedia-, ya que dominan géneros diversos de dichos medios. Dedicados supuestamente a comunicar las novedades diarias a la sociedad, no escapan de su estructura de receptores y formadores de la opinión pública media afectada de medianía, en vez de atenerse al interés de la noticia. Pero además, lo hacen deformándola por acción u omisión a conveniencia de sus intereses empresariales. Estos, deben responder a la ley fundamental del capitalismo actual, la obtención de la mayor ganancia con la inversión del menor capital y tiempo posible, para optimizar la relación costo beneficio, tal como lo enseñó eficientemente Domingo Cavallo. A eso solía llamarle el brillante doctorado en Harvard: máxima eficiencia. A ese condicionante fundamental subordinan las interpretaciones sobre el rating, los niveles de audiencia, la venta de ejemplares y publicidad, y las relaciones con el poder económico y el político.
Por eso afirmo que forman parte del Poder, pues se hallan inmersos en los enredos de las mallas de estados y capitales corporativos. Con seguir las diferencias en la información y lectura que La Nación, Clarín y Página 12 fueron haciendo de los mismos hechos, que iniciativas impulsaron y cuales devaluaban o ninguneaban; podrá advertirse lo que hay de verdad en lo que enuncio. Para funcionar así, presionan mucho sobre sus periodistas. A modo de ejemplo, relato dos incidentes inesperados para mí. 1) La editora de una sección del gran diario argentino, que solía mantener conmigo interesantes diálogos sobre temas sociales y culturales, ni me contestó un mail que le envié criticándole un deplorable artículo de una colega sobre Cromañón. Artículo escrito con ideas proporcionales a las del diario y a las del sentido común el más engañoso de los sentidos, e inversamente proporcionales a la utilización de herramientas del psicoanálisis y del raciocinio político para leer los hechos. 2) Otro editor que siempre me trató correctamente, incluso cada vez que decidió no publicarme algunos artículos, y al que le hablé preguntándole sobre si podía interesar uno dirigido a criticar simplificaciones en lo relativo a Cromañón[1], me contestó irritado que no pensaba publicar algo así, que en todo caso hablara con los que en el diario estaban haciendo prensa para el gobierno de la ciudad.

Los seres queridos

Ricardo Estacolchic escribió en cierta oportunidad un cuento dolorosamente trágico teñido con un barniz irónico que le hizo llamarlo Los seres queridos. En él, desnudaba con el humorismo mordaz que le era característico, las paradojas que se van produciendo en las rutas de la relación con: los seres queridos.

En Cromañón todo quedó puesto a la vista, aunque el dolor de los familiares y amigos y su protesta hayan desdibujado algunas cosas. Desde posiciones sublimes como la del joven socorrista hijo de un oficial de policía retirado, que dejó su vida rescatando gente junto a muchos otros que habiendo huido del infierno, volvieron a buscar afectados (ver http://www.televerdades.com/). Pasando por una gran cantidad de familiares, amigos y concurrentes, que resultaron anonadados por el dolor. Se relata de uno que estaba en el balcón VIP y que cuando huyó pasó por la trampa mortal del baño de mujeres, encontrándose con los niños muertos. Quedó en estado catatónico. No puede eludirse por la pena, la evidencia de que esos niños habían sido dejados por sus padres en esa guardería improvisada, con el guiño cómplice de propietarios y cuidadores. Tampoco se los puede penar apresuradamente.
Seguramente ninguno de ellos concientemente, siquiera imaginó la catástrofe que estaba por ocurrir. Pero también es cierto que subidos a la moto del goce a que los incitan las publicidades habituales de la (TV “basura” como la llaman muchos periodistas españoles), así como algunas letras de Callejeros y por el dolor de existir en una sociedad cada vez más enloquecida, depositaron a sus hijos en el baño para no faltar al desenfreno gozoso del pogo, de la identificación histérica, de tóxicos, de los significantes en que se encontraban representados por las letras susodichas, y tras la búsqueda del récord de bengalas. Habría que conocer la singularidad de cada caso para conjeturar lo acontecido en cada uno de aquellos padres que no hayan muerto.

También están los otros padres, aquellos que perdieron hijos adolescentes o jóvenes. Acosados por frases del estilo de: ¿Cómo lo o la dejé ir? ¿Por qué no averigüé mejor de que se trataba? etc., etc., algunos siguen postrados, otros salieron a buscar culpables para que paguen esas muertes contranaturales. A todos, salieron a buscarlos rápidamente inescrupulosos abogados dispuestos a hacer negocio (económico, político, o una combinación) con la tragedia. Otros abogados por el contrario, siguen los dictados de su ética profesional en la orientación judicial a esos padres.

De lo que transcurre en la subjetividad de estos, algo dejó traslucir Mariana Márquez de 34 años, madre a los 15 de su hija perdida en este holocausto juvenil. Lo encaró a Ibarra[2] diciéndole: “Míreme a los ojos. Yo soy una madre ésta es mi hija de 17 años, a la que mataron. Mi hija es un cadáver, pero vos sos un cadáver político./.../ Vos sos una circunstancia. Esto le podría haber pasado a De la Rua, a Telerman, a cualquiera, pero te tocó a vos y sos el responsable político[3]”. En otro momento le dijo a La Nación: “Quiero ver preso a Ibarra y a todos los responsables. Es como si tuviera enfrente a Chabán. No puedo entender la pasividad de los familiares que estaban ahí ni la de los legisladores”. Al decir: Vos sos una circunstancia. Esto le podría haber pasado a De la Rua, a Telerman, a cualquiera, pero te tocó a vos y sos el responsable político...” articulado a “Quiero ver preso a Ibarra y a todos los responsables. Es como si tuviera enfrente a Chabán” hizo manifiesto que, a partir del dolor y otros sentimientos e ideas diversas que la embargan prefiere creer que a su hija la mataron, y toma la posición de: ojo por ojo y diente por diente contra cualquiera que se le pueda aparecer en el campo de los responsables del desastre, independientemente del grado de responsabilidad que le quepa a cada uno. Para ella es lo mismo Chabán dueño del lugar y responsable directo del cierre de las puertas de emergencias y de haber dejado que continúe el recital a pesar de advertir que resultaba peligroso que siguieran tirando bengalas, que el jefe comunal, que como ella indica es responsable político por no haberse asegurado a través de los jefes correspondientes sobre la idoneidad y honestidad del personal destinado a vigilar el cumplimiento de las normas.
En su decir: “Mi hija es un cadáver, pero vos sos un cadáver político”, el pero indica la dolorosa ilusión de que el castigo político al gobernante pueda traerle algo en equivalencia a la pérdida sufrida o por lo menos hacerle sufrir a él un dolor equivalente al de ella. El artículo de La Nación agrega que “Incluso algunos (familiares) creen que la mujer puede estar influida por algún sector político”. Sea cierto o no, es absolutamente secundario. Lo fundamental reside en el dolor y las reacciones que le provoca. Si algún sector político lo aprovecha, sólo indicaría la baja calaña de los aprovechadores.

Quiero agregar para analizarlo después, un comentario inverso que me trasmitió una colega, proveniente de una ex novia de Omar Chabán. Esa mujer dijo: que “Omar era muy buen muchacho, que no tomaba ni consumía nada raro, que sólo tomaba agua mineral. Que a pesar de todo estaba tentada de ir a visitarlo a la cárcel porque le daba mucha pena lo que le estaba pasando”

Entre culpas, deudas, responsabilidades, azares, destinos y política

Éste trágico episodio cruzó una vez más, variables diversas y reacciones dispares. Todo con un punto de partida: el ser parlante no soporta lo inexplicable. Ante eso, necesita encontrar culpables, de lo contrario los sentimientos de culpa se le caen encima. Toda relación entre seres humanos va siendo definida políticamente. Si entendemos a la política como: los giros diversos que se van produciendo en los vínculos entre los humanos, según que elemento de discurso agencie, como lo haga y como respondan los otros a dicho agenciamiento. Esto ocurre en toda familia, relaciones de pareja, amistosas, de estudio, laborales, de estado etc. Es lo que Lacan formalizó y abstrajo en fórmulas, con sus matemas de discurso. En la política, se expresan virtudes y miserias de los narcisismos al vincularse entre si desde sus recorridos moebianos. Eso hace de algunos los peores y de otros, los menos peores. Un político de los 50 del siglo XX decía: la política e porca, la nostra es la menos porca.

La desgracia de Cromañón nos sorprendió a todos. Ocurrió por violaciones a normas que de no haber ocurrido, tampoco ella hubiera sucedido. Responsables principales de eso son los gerenciadores del boliche y los inspectores que faltaron a sus deberes, seguramente a cambio de coimas. También los que irresponsablemente participaron del “torneo” de bengalas. También los que se prestaron como testaferros para las sociedades fantasmas asentadas en Uruguay[4]. En otra medida las letras y publicidades del grupo Callejeros. La cadena estatal, lleva a través de diversos funcionarios que faltaron a sus deberes hasta el Jefe de Gobierno de la Ciudad y su gabinete, más teniendo en cuenta las precedentes denuncias hechas por la Defensoría del pueblo. También el macrismo y sus socios de la izquierda traficando instituciones y Lilita Carrió continuando con su pose de Blanca Nieves para especular con la catástrofe.
Establecida la cadena y jerarquía de responsabilidades se debe proceder a las sanciones correspondientes. Pensar que todos equivalen a Chabán es equivalente a, desde la vereda de enfrente, pensar que Chabán es inocente porque es buen novio o amigo y toma agua mineral. No es un rasgo, el que debe decidir la suerte de cada uno de los involucrados, sino la resultante del conjunto de variables puestas en juego en lo que hace a la responsabilidades de cada uno.
No se deben dejar de tener en cuenta imponderables que se pusieron de manifiesto como coautores de la tragedia. El principal, un imaginario social juvenil privado de ilusiones de futuro y como consecuencia adherido a goces basados en tóxicos del cuerpo y del alma que los lleva a valorar la vida solamente como consecuencia de desafiar frecuentemente a la muerte.
En esta ocasión, a cerca de 200, la muerte les ganó la partida. Se extiende en Japón la frecuencia de muertes pactadas (suicidios colectivos). En mayores de 50 años por problemas económicos y de salud. En jóvenes, por tornárseles insoportable una competitividad social cada vez mayor[5]. Estamos ante una cultura en decadencia que ofrenda sus hijos “al dios oscuro”[6]

[1] Publicado luego en el dossier citado de Psyche Navegante
[2] Jefe del gobierno de la ciudad de Bs. As.
[3] Publicado en La Nación del miércoles 2 de febrero del 2005 página 10
[4] Página 12 3 de febrero del 2005, páginas 2 y 3
[5] Clarín: 6 de febrero del 2005, página 44
[6] Lacan en: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis