¿Una base universal del sufrimiento psíquico?

Psyche Navegante N° 51 – http://www.psyche-navegante.com/
Area: Psicoanálisis
Sección: Fatigando Conceptos


Toda la psicopatología estaría apoyada, no agotada ni reducida, a un condicionante universal: la imposibilidad de calcular el valor de cada ser parlante y como consecuencia su valor de cambio.

Mi pasaje por la práctica psiquiátrica y psicoanalítica me colocó muchas veces ante la dificultad de tener que distinguir una megalomanía paranoica de una puramente maníaca o entre una presentación paranoide en una Esquizofrenia y un delirio persecutorio en una Paranoia. Forma parte de la rutina ver pasar a una persona de una melancolización grave a una manía grave. Tan es de todos los días, que el DSMIV[1] “resolvió” el problema, inventando un nuevo rótulo: Enfermedad Bipolar, rótulo que se puso rápidamente de moda, de tal manera que es muy común que la burocracia hospitalaria o de los “pre-pagos” se lo cuelguen a Manías, Esquizofrenias megalómanas, Paranoias megalómanas, etc.

Pero lo más sorprendente, me ocurrió cuando encontré casos claramente melancólicos, que de golpe se “transformaban” en paranoicos.
Melanie Klein con su discriminación de una primer posición esquizoparanoide con disociación en objetos parciales buenos y objetos parciales malos seguida luego por la posición depresiva con la integración de un objeto total, más la concepción de que todos portamos “núcleos psicóticos de la personalidad”, planteó una base para diagnosticar los cuadros como: X de base paranoide, o X de base depresiva. Y una base también para proponer a las psicotizaciones como una de las vicisitudes posibles de las neurosis. Componentes de la Escuela Argentina de Psicoanálisis[2], -Fidias Cesio, Madeleine Baranger y José Bleger-, con sus descripciones sobre diferentes tipos de yo, de “núcleo granulado”, “glischcrocárico”, “aglutinado” “aletargado” y particularmente con las formulaciones sobre la ambigüedad por parte de Bleger, abrieron condiciones para pensar las esquizofrenias como entidades independientes de las Paranoias. Pichón Riviere planteó la hipótesis de una enfermedad única de base, que sería la melancolía. Allende los mares, Jean Allouch piensa a la paranoia como la enfermedad de base, teniendo en cuenta la tesis de Salvador Dalí retomada por Lacan sobre el conocimiento paranoico. Como podemos observar la temática es interesante y de un gran interés para la práctica de la cura.

Quiero hacer, aunque sea al modo de hipótesis las siguientes conjeturas. Hay tres ingredientes que exigen pensar la estructuración de la estructura en el ser humano de una forma muy particular. Además pueden ayudarnos a seguir conjeturando en estos terrenos.
1) Las observaciones de Lacan apoyado en comparar descubrimientos de la etología, con otros de la psicología y del psicoanálisis (particularmente Freud y Winnicott) que lo llevan a captar, la pérdida del instinto animal y su sustitución por las identificaciones, perturbadas por lo que reprimen - el deseo - que sin dejar de pasar por el Otro es lo más singular de cada ser parlante. 2) La perversión de la necesidad y su transformación en deseo y goce.
3) Qué, si la prematuración[3] nos obligó a eso; la letra y el significante, cruzados con la mano, que al poder contraponer el pulgar a todos los otros dedos toma una fineza de movimientos que permite operar con ella de una manera mucho más compleja[4], lo hicieron posible.

La especie ganó esa capacidad que la llevó a transformar el planeta, cosa que ninguna otra especie logró, pero también a arruinarlo, lo que tampoco hicieron los demás animales.
La pregunta que me hago y les hago a quienes estén leyendo esta nota es la siguiente: ¿Esto fue producto lineal de los instintos perdidos, las capacidades adquiridas y de los objetos logrados?
Es una pregunta importante porque está íntimamente ligada a la de constitución del sujeto. No formulada explícitamente hasta que el niño crece, pero implícitamente presente en todos los movimientos que va haciendo para desenvolver y ordenar su vida y que como insistió Lacan se puede formular así: ¿Qué quiere el Otro de mí? ¿Qué soy para el Otro?. A la vez creo que ambas podemos resumirla en una: ¿Qué valgo para el Otro?

Es una pregunta imposible de responder-se. Carlos Marx hizo un intento con su teoría del valor, pero por parcial resultó incorrecta. ¿Por qué parcial? Porque su cálculo lo centró en el gasto energético del trabajador para producir y en el producto producido por él. Por efecto de su ideal de que existiera una sociedad de iguales, de productores libres, creyó que el agente de la producción era desechable. Sin embargo el gran laboratorio social que fue el siglo XX, mostraría que eso es imposible. Y que justamente lo incalculable es el valor del agente. No es mensurable en horas de fuerza de trabajo ni de energía gastada. El valor del agente depende de su capacidad para dirigir y su disposición al riesgo. Ninguna de estas facultades se puede medir.

De aquí prosigo con las preguntas. La pregunta por el valor es imposible de responder pero no de hacerla y de que dirija toda la constitución subjetiva, porque la pérdida del instinto exige que para accionar se recurra al Otro no sólo para la colaboración manual cada vez más secundaria, sino porque es el significante con lo que podemos ir “negociando” la colaboración social. Claro que no me refiero a las negociaciones conscientes solamente, sino y principalmente a las inconscientes que se desenvuelven por la vía de las demandas cruzadas. Es en ese punto donde la pregunta se plantea desde la estructura, aunque no fuera formulada en palabras.
Partamos de una escena universal, absolutamente singular en cuanto a los actos con que se la tramite.

Una madre por primera vez se encuentra a solas con su bebé que se lanza a llorar angustiosa y desconsoladamente. ¿Qué hacer que tenga valor para calmar ese llanto? Mientras, en el bebé no hay ningún tipo de representación, sólo malestar. Ella reacciona de alguna manera, que resultará más o menos eficaz para resolver dicho malestar. De lo que haga y de sus resultados se producirá (míticamente) una primer significación para la criatura y para su madre. A partir de entonces se producirán una innumerable serie de acontecimientos cotidianos que tomarán hasta forma de rutina, pero que siempre transcurrirán con leves o fuertes diferencias. De ahí que como Lacan lo plantea en el Seminario IV De las relaciones de objeto, en esos primeros tiempos la madre será simbólica, y podemos precisar: la madre será el primer significante al que acceda el niño en función de los objetos, en ese entonces puramente reales. La presencia - ausencia de la madre informará al niño sobre la cercanía o la lejanía de la satisfacción que va siendo pulsional, que va tomando en su ausencia y en su presencia de satisfacción las características del goce. Podemos escribir este movimiento, con el discurso del amo:

bebé(significante 1 amo) Madre (S2 esclava)
$ (Sujeto por venir) a (plus de goce M)

Como podemos observar en este ejemplo fundacional, la posición del Significante amo en función agente es invalorable en los muchos sentidos del término. Acá tiene la particularidad que se va a transformar en significante amo S1, porque, en los mejores casos, así lo va a significar el S2 -la madre-. Pero también resulta invalorable la del trabajador (incluida la madre), en tanto en ambos se torna irrepresentable su gasto energético, su goce.

El neurótico se ilusiona con responder a la pregunta por su valor de cambio con valores de uso, lo que como sabemos mantiene siempre en el terreno de lo imposible no sólo a la relación sexual sino también a las relaciones sociales. La identificación al falo imaginario juega en la histeria y las obsesiones esa función. Las presiones, las recriminaciones y las negociaciones permanentes, con sus resultados transaccionales son los síntomas que necesariamente escriben algo, en lugar de lo que dicha imposibilidad de escritura de los valores y en consecuencia de los valores de cambio de los seres hablantes mantiene como soporte real de dichos síntomas.

Melancolías, manías, paranoias, esquizofrenias no logran articular dicha ilusión. En su lugar vuelven desde lo real las alucinaciones, los delirios y los pasajes al acto. Al no poder ilusionarse, se abrazan a la certeza de la alucinación y el delirio y por eso los aman más que a sí mismos. Sabemos que pueden preferir suicidarse que renunciar a lo que les “da certeza sobre su valor de cambio”. Mutatis mutandis, los neuróticos tienden más a re-trabajar, reacondicionar sus ilusiones sobre su valor de uso, para tratar de acercarse más al valor de cambio que se ilusionan podrían llegar a tener.



[1] Manual de enfermedades mentales del sistema de salud de los norteamericanos
[2] Así se nominaron en un Simposium de APA “Sobre las relaciones entre analistas” llevado a cabo en 1954
[3] Nacer antes de tiempo, con la mielinización inacabada
[4] Cuestión a la Carlos Marx y Federico Engels le dieron una importancia central