Sin Título

Porcentaje de boletas cortadas, de votaciones cruzadas. En los sobres, se encontraba a De La Rua junto a Ruckauf o Patti, Graciela Fernandez Meijide en tandem con Duhalde, De La Rua con Cavallo, etc., etc. Simplificaciones de encuestólogos, tratando de que se olvide lo más rápido posible el nuevo fiasco de los boca de urna (recordemos Tucumán) atribuyeron dicho cruce a una supuesta madurez del electorado. Me parece que más que Lo más llamativo de los últimos resultados electorales fue sin lugar a dudas, el alto maduro, el electorado está podrido. Ante tanto parecido entre los candidatos (todos defienden el modelo o su otra cara especular un estatismo históricamente fracasado), los electores prefirieron votar cruzado para que, aunque sea, se molesten en función de sus apetitos particulares, único terreno en el que aparecen diferencias que abren alguna brecha para el accionar defensivo de la ciudadanía (¿o clientela?).

No creamos que este síntoma es particularmente argentino. Acá tomó esta forma, en otros lugares, la de la volatilidad del electorado. Mayorías que votaron izquierdas, hoy votaran derechas y mañana centro. Dentro de un corrimiento general hacia el conservadurismo, la volatilidad, expresa escasa credibilidad en las propuestas y en los líderes que las sostienen. Finalizando el siglo, es el rasgo sintomático más importante de su vida política.
Los finales de milenio, 200 o 300 años, le dieron nuevos argumentos a la antiquísima competencia entre demo y autocracia, atravesando sus diferentes manifestaciones.

Mientras el imaginario francés de la segunda mitad del siglo XVIII proclamaba libertad, igualdad, fraternidad, las calles de París se teñían primero con la sangre de reyes y nobles y después de los jefes plebeyos, para terminar coronando al autócrata Napoleón. En tanto, la naciente clase obrera le daba razón de ser a intelectuales provenientes de la burguesía y la pequeña burguesía para pergeñar ensueños utópicos, o científicos y precisos análisis del nuevo modo de producción y de su causa -la sustracción de plusvalía a los trabajadores. Metodología científica que no le impidió a Marx, identificado a sus deseos, creer posible una sociedad de productores libres que según mostraría la experiencia, no fue más que otra utopía. La moda romántica de reivindicar el valor de las utopías, responde a aquella tendencia de los sujetos que por identificación pura a los deseos, quedan excluidos de los actos y del goce creador, reduciendo el goce a grandes insatisfacciones por terminar cediendo en aquellos ( como histerias, obsesiones y fobias, son etiquetados sus tributarios en los tratados de psicopatología).

Marx supo analizar que el carácter democrático de los gobiernos no significaba ninguna garantía de que fuera a mejorar la distribución de la renta socialmente acumulada. Es más, captó que los interesados en impedirla utilizaban dicho carácter para lograrlo. Creyó entonces que la dictadura de las clases explotadas permitiría dar vuelta la taba para arribar a las condiciones necesarias para establecer una democracia en todos los terrenos del quehacer económico, social y político. La experiencia demostró que los que se arrogan el papel de representantes, rápidamente se identifican al goce de la dominación, y termina ocurriendo que cambian los actores, pero se sigue representando la misma obra con explotadores y explotados, y con el agregado de perder el goce de algunas libertades, además de los millones de vidas que quedaron en el camino.

Otras variantes totalitarias denunciaron (no sin cierto atisbo de verdad) el debilitamiento de los estados nacionales en razón de las libertades que permite el juego democrático. Promovieron autocracias como las fascistas y catástrofes como la segunda guerra mundial. Ahora, algunos sectores religiosos –como los fundamentalistas en el Islam- promueven algo similar, en pendant con los "demócratas" de la OTAN y/o de Rusia.

Las dictaduras comunistas y fascistas de este siglo, promovieron economías planificadas y centralizadas con la idea de la utilización racional y en el sentido correcto de los recursos productivos. Utilización, que obviamente determinaban los dictadores de turno. Más allá de algunos éxitos parciales, el fracaso acompañó cada una de esas experiencias. La democracia neoliberal promueve la libertad de mercado como la quintaesencia que sostendrá las virtudes de su régimen político. No más de diez años (casi lo transcurrido desde la caída del muro de Berlín) han bastado para mostrar, no sólo que no es la panacea, sino que genera condiciones socioeconómicas y culturales de exclusión, en las que la violencia amenaza con disgregar el tejido social.

En este punto acude a nuestra memoria la sabiduría de los presocráticos con su conocida sentencia: gobernar y educar son tareas imposibles. La política, si efectivamente es la ciencia y el arte de gobernar como suelen definirla los diccionarios, queda también como un imposible, a diferencia del planteo de Machiavello de que es el arte de los posible. Pero Machiavello no era tonto y se planteaba la política en función de la acción práctica. El amo y sus subordinados necesitan que las cosas funcionen, y los ideales no las hacen funcionar. En ese punto es en el que la sentencia maquiavélica encuentra su razón de ser. Pero al costo de dejar a la política bajo esos límites, por sostener la creencia de que en función de un acto a producir, se puede saber cuales van a ser sus consecuencias. Se pierde vista que eso nunca es más que aproximativo, y que en muchas oportunidades, sorpresas absolutamente inesperadas presentan un producto del acto totalmente distinto al que el mismo se proponía (teorías de caos y de catástrofes tratan de entender esto para acotarlo). Tomando en cuenta lo que la práctica del psicoanálisis nos ha enseñado como resultado del trabajo con el Inconsciente, que soporta a la acción política como a cualquier otro accionar humano, podríamos reformular articulándolas modificadas, a la sentencia presocrática con la visión pragmática de Machiavello y plantear: gobierno y política, son el arte de lo imposible a través de la práctica sobre lo contingente. Dependerá de lo que cause el deseo y de los significantes que marquen el goce de los que operen sobre la contingencia, el sentido que tomará dicha operación. Gobierno y política, como arte, intentan embellecer, velar, lo real imposible de dominar en todas sus variantes, aunque contingentemente abordable en algunas. Gobierno y política como praxis, no pueden hacer otra cosa que operar sobre las contingencias que el devenir económico social les va presentando. Y operaran según las posiciones de goce a las que se hallen fijados sus operadores y según los límites que le impongan o no, sus receptores.

Planteadas así las cuestiones de la política, se pueden reformular el sentido y los límites de la democracia incluyendo en el análisis, sus paradojas de constitución y desarrollo. No me referiré a las que provienen de factores investigados por otras disciplinas.

El descubrimiento del Inconsciente y de lo ineludible de su función dependiente de la estructura del lenguaje y conformada a través de lo vivido en los primerísimos años de la vida, indica que a todo sujeto le resulta imposible representarse acertadamente a sí mismo. Lo más que logra, es la representación de desconocimiento a la que accede su yo, y que por lo mismo funciona represiva, renegatoria, o forclusivamente sobre los significantes (representantes) que verdaderamente podrían representar a sus deseos. Por esa misma razón, generalmente goza alejado de estos. Sí el sujeto es incapaz de representarse a sí mismo, mucho más lo es de representar a los otros, de los que no puede conocer más que sus apariencias. Nadie puede estar en el cuero de otro. De estas razones surge claramente que: la democracia (representativa, o directa) como pretendido gobierno del pueblo, también es imposible -en el sentido de representar a los gobernados.

Contingentemente, logra gobernarlos (sabemos que no siempre). Cuando lo logra, resulta ser el régimen político menos malo, ya que suele tramitar las inevitables tensiones sociales con menos sangre y violencia que los regímenes dictatoriales. Lo preocupante de la situación actual está en que, como consecuencia de la falencia de los políticos se devela muy abruptamente la imposibilidad de la democracia facilitando la reaparición del fantasma autoritario, tanto en como votó una gran parte de la masa, como en los planes de algunos de sus elegidos (Ruckauf, Rico, Patti)

En consecuencia, tanto la democracia como la autocracia, no son más que síntomas del tipo de crisis o de estabilizaciones transitorias que atraviesan las sociedades. Son representantes a veces de deseos, otras de posiciones de goce, que animan a sus mayorías. En una dimensión, o en otra, sostenidas por lo imposible del lazo social, funcionan con la modalidad lógica de lo necesario. De lo que no cesa de escribirse como representante de deseos, y/o de posiciones de goce de dirigentes y dirigidos.