Capítulo 9

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El pasaje al acto del analista

Un colega centró el tema de la supervisión en la cuestión del poder. No es que dentro de la práctica analítica no se jueguen a veces cuestiones de poder, eso responde a las singularidades de cada analista y de cada movimiento psicoanalítico en que esté inscripto. Ni qué decir cómo lo juegan algunos analistas independientes que suelen tomar esa posición básicamente para usar a favor de sus intereses personales el poder de la transferencia. Pero tratar de pensar todo el tema de la supervisión alrededor del eje del poder excluye el psicoanálisis. Por ejemplo no ha sido un tema menor la re-entrada que hizo en algunos agrupamientos el tema del amor como sostén de una nueva lógica colectiva. Otros colegas muy estudiosos escriben sobre lo social y el psicoanálisis diciendo todo el tiempo lo que dijeron sociólogos, filósofos, etc. No intentan aportar desde la experiencia propia de la práctica psicoanalítica. Colegas que tienen entre veinticinco a treinta años de experiencia en la profesión y más, no me refiero a gente que está empezando. Esos hechos, son indicios de que está en desarrollo una crisis en el psicoanálisis. Es importante primero que la advirtamos, nos demos cuenta de que está. Y segundo, que cada uno de nosotros piense qué hace con eso. Tenemos que salir de la posición de esperar que haya algún líder X, que sea el que siempre encare. Eso no sirve a ninguno y menos al psicoanálisis. Lo que quiero decir es que hay que observar y pasar al acto. Si no, después nos quejamos melancólicamente, como ocurrió con los psicoanalistas norteamericanos. Se quejaban de que había desaparecido el psicoanálisis en Estados Unidos, cosa que es cierto. Ahora está renaciendo alrededor de algunos grupos lacanianos. Se quejaban de la desaparición del psicoanálisis en Estados Unidos y echaban la culpa a una serie de cuestiones que están presentes, como la sociedad de consumo. También se escucha a colegas franceses y europeos en general, quejarse de la bajada del psicoanálisis de sus respectivos países. Por ejemplo, es un síntoma de muchos agrupamientos, no de todos, el envejecimiento. En las reuniones de esos lugares se encuentran con gente de más de cincuenta. Acá en la Argentina también está pasando en una serie de instituciones. Hay que entrar a investigar qué pasa, porque es un fenómeno complejo.[1]

En el 2002 tuve la suerte de que los residentes del Borda me invitaran a una serie de tres charlas. Se me ocurrió plantearles que en lugar de darles una charla con un tema X, procediéramos al revés, ellos me preguntaban y a partir de sus preguntas yo desplegaba mi charla. Trabajamos de esa manera. Lo que apareció en el centro de la escena fue la preocupación de ellos sobre de qué iban a trabajar cuando terminaran la residencia. Todos ellos estaban entusiasmados y les gustaba el psicoanálisis, se estaban analizando, pero estaban pensando qué hacer (una de ellas directamente ya lo estaba haciendo) para adquirir un currículo que les permitiera entrar en las obras sociales y las prepagas. Porque en este momento las prepagas y las obras sociales en un noventa por ciento rechazan a los que presentan un currículo psicoanalítico, en cambio toman a los que presentan un currículo cognitivista o sistémico. Estos son problemas concretos. Charlamos alrededor de eso, conversamos, escuchamos las cosas de ellos, y les planteé las que se me ocurrían a mí. Me parece que hay que tomar el problema en el nido, desde ahí ir trabajando justamente para que no se transforme en un problema que después lamentemos. ¿Se acuerdan ustedes lo de los Cátaros? Los Cátaros fueron un intento de renovación católica. De ellos no quedaron ni papeles escritos. Tal es así que lo que se sabe de los Cátaros es por tradición oral, no quedó tradición escrita porque les quemaron los libros y a ellos junto con los libros. A nosotros no nos va a pasar eso. Pero hay que meterse en a trabajar estas cuestiones y las múltiples variables que las cruzan. No contestar desde lo que ya sabemos. Estuve leyendo un boletín de los cognitivos que nos ataca diciendo: Dicen que nosotros no curamos los síntomas que después de terminadas la cura después de un tiempo los síntomas vuelven. Nosotros tenemos estadísticas. Muestran estadísticas de fobias curadas, de trastornos obsesivos compulsivos curados. Plantean la discusión así, porque deviene así de su epistemología. Demostremos cómo aquellos síntomas que no volvieron se desplazaron, pero también que el eje no está ahí, sino que tienen el efecto de las psicoterapias, o sea: volver al estado anterior. Que es la definición médica de terapéutica. Volver al estado anterior tirando por la borda un descubrimiento científico como el psicoanálisis, que a los que lo llevan lo más lejos que pueden les produce un cambio radical en sus vidas. Ergo, no es si el psicoanálisis cura o no tal síntoma o tal otro, sino que le facilita al hablante posicionarse desde otro lugar frente a lo real de la vida. Es no sólo curativo, también preventivo. Sólo cede ante lo imposible. Traigo este punto porque me parece que tiene relación también, con algo que estoy empezando a escuchar. Una idea ecléctica, ecuménica, del psicoanálisis. Tomemos un poquito de la psicología de yo, otro poquito de los kleinianos, todos algo de razón tienen. Lo que se quiere instalar es un psicoanálisis de todo por dos pesos, para tener mayor clientela. Lo que puede ser entendido desde la lógica comercial, pero no desde la ética del psicoanálisis que sabe de qué instrumento se dispone y cómo lo deprecian para reciclar terapeutas solamente en relación a la amoralidad[2] del mercado. Además, porque esas flojedades también abren campo a argumentaciones tales como: lo que pasa es que el psicoanálisis se cierra y desprecia a las otras disciplinas y entonces no toma en cuenta lo que dice la sociología, lo que dice la filosofía, lo que dice la historia. Me parece una tontería. Cada una tiene su campo. Para el campo de cada una, y su práctica se sabrá la epistemología que corresponde, pero es obvio que recortan objetos diferentes. Lo cual no quiere decir que no puede haber relación entre los psicoanalistas y los sociólogos, los historiadores. Creo que si por algo me he distinguido es porque no me he rehusado a establecer ese tipo de relaciones. El asunto es cómo se establece. ¿Se establece como un bazar de todo por dos pesos, compro un poquito de allá, un poquito de acá, y quedo bien con el regalo? ¿O reconocemos cuál es el perfil propio, el objeto propio y los límites y posibilidades de nuestra disciplina y exigimos a los otros que reconozcan también los de la suya? En el intercambio puede puede generar algo. Básicamente lo que se puede armar es trabajar en conjunto sobre lo que no anda, conversar sobre eso, pero no sumar papas con adoquines.

Alguno dice que el criterio de verdad del psicoanálisis no es validable porque no recurre a estadísticas. Justamente si hay algo que descubre el psicoanálisis es que la vida de los seres parlantes no está organizada por la verdad y mucho menos por las estadísticas que no pasan de ser una contabilidad de lo ya ocurrido. Era una obsesión de Freud, sí. Todos lo sabemos, Freud era un obsesivo genial. Pero por su genialidad no dejaba de ser obsesivo. Tenía una obsesión con el tema de la verdad en psicoanálisis. Pero desde que murió Freud ya han pasado casi ochenta años, desde que se empezó el psicoanálisis un poco más de cien años. A esta hora tratar de armar la discusión en el terreno de La Verdad no es sólo recaer en el terreno de la neurosis obsesiva sino creer además que la filosofía logró hacer algo por el ser humano. Los que han hecho algo en la humanidad han sido los militares, los políticos, los científicos y los artistas. El resto hizo muy poco. Los intelectuales lo único que hacemos es dar ideas, lo que no es poco. Pero no hagamos megalomanía con eso. De otros lados vienen los cuestionamientos a la interpretación. Eso nos exige a nosotros insistir y trabajar mucho en la no arbitrariedad de la interpretación psicoanalítica. Después podremos demostrar a través de la propia praxis y los efectos en la propia praxis cómo es el juego entre la interpretación y su efecto en la subjetividad. Quise entrar por estas cuestiones porque me vuelven a llevar a otra que también es una particularidad del psicoanálisis aunque en verdad de todas las que se suponen ciencias, pero en el psicoanálisis adquiere un rasgo singular muy propio. Y es que el instrumento somos los propios psicoanalistas. Es todo un problema; toda una ventaja y todo un problema, las dos cosas al mismo tiempo. Es una ventaja porque en una en una serie de prácticas en que el instrumento es la máquina como cada vez más la medicina, están ocurriendo más errores de praxis médica en esta época que en la época de los buenos semiólogos. Hace más de treinta años que no ejerzo la medicina, a partir de ahí me metí en la psiquiatría y después en el psicoanálisis. Antes sí, ejercí la clínica médica por cuatro o cinco años. A veces escucho un paciente que viene y me cuenta algo y se me arma el diagnóstico médico en la cabeza. Me entero que no, que lo están siguiendo por otro lado. Le digo: mirá, perdoná porque yo de la medicina me acuerdo muy poco, pero ¿por qué no consultas con otro médico, porque me parece ...? Me acuerdo de un paciente al que no le habían diagnosticado un hipertiroidismo y además le habían hecho interpretaciones psicologistas sobre su adelgazamiento, temblor, diarrea. Hacía mucho tiempo que como psicoanalista lo venía escuchando. –¿Por qué no vas a consultar a un endocrinólogo?– le dije. Lo hizo y le descubrieron el hipertiroidismo que yo había sospechado. Los médicos han quedado expulsados de la medicina por las máquinas y lo peor es que muchos no se dan cuenta. Entré por todo esto porque voy a trabajar lo que llamo: El pasaje al acto del analista para agujerear lo real. Es un tema que debatido dentro del lacanismo francés y argentino en los años 1984-86, se remozó un poco a fines de los noventa. Merece ser investigado.

Me fui dando cuenta de que lo que creía que iba a ser un libro sobre un caso clínico analizado por mí y que creo que llegó hasta su final de análisis, en buena medida es un libro sobre el psicoanalista, también como caso clínico. Me parece que esto es importante. No me arrepiento de que haya tomado ese rumbo, al contrario, me parece útil. Nosotros no somos observadores no participantes. La abstinencia analítica exige justamente un enorme grado de participación. Si no, es imposible abstenerse. Es un oxímoron decirlo así, pero así es. Porque participa se abstiene, no es que se abstiene de participar. Uno entra en juego todo el tiempo como ser viviente, para definirlo de la forma más amplia posible. Después podemos ir ubicándolo en distintos momentos del análisis,. A veces funciona como sujeto, a veces como objeto y otras en relación a otras letras y lugares del discurso. Tradicionalmente en lo que se trabaja como el discurso del analista, el analista hace semblant de objeto causa. Si hace semblant de objeto causa obviamente alguna vestidura se va poniendo, de lo contrario es imposible hacer apariencia. Eduardo Said planteaba hace tiempo al propio silencio como la mejor presentación de la ausencia. Es relativo en el sentido de que no es lo mismo encontrarse perdido en la Quebrada de Humahuaca sin nadie cerca que encontrarse con el silencio del analista. El grado de ausencia no es el mismo.

Cuando empecé a trabajar este discurso lo llamé: El discurso del científico, del inventor, del verdadero artista y del psicoanalista pasando al acto. Algunos me plantearon: “¿cómo vas a poner un discurso donde del lado del analista está el sujeto? Del lado del analista siempre tiene que estar el objeto y el sujeto cae del lado del paciente”. Esto es cierto cuando el analista está haciendo de objeto causa. Pero eso no es lo único que hace un analista en sesión, para llegar a objeto causa tuvo que haber varias otras cosas. Una de las cosas sería este discurso que planteo acá y que llamo: El pasaje al acto del analista.

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Les transcribo un poema del libro Pensar sin pensar de Pablo Ananía. En su poesía número XXXIV dice así:

¿El arte? ¿El poema?
Consiste en crear una ventana,
súbitamente surgirá un paisaje.

Me parece una síntesis maravillosa aplicable también a nuestro arte. En realidad esta cuestión de hacer de objeto causa tiene mucho que ver con eso, de saber crear una ventana. El discurso del analista pone en acto dos movimientos claves: uno es el semblanteo de causa, es decir, hacer apariencia en el lugar de agente-objeto que causa el deseo del sujeto que aparece en el lugar otro. Dos la interpretación, tanto por hacerse cargo del S2 que apareció de algún modo en boca del analizante y que se presenta en el lugar de la verdad en el discurso del analista, como por hacer producir el S1 al analizante sobre la base de una sustracción. Sustracción que resultará en ese significante que va a decir algo en más y extraño al S2. Esto es lo interesante porque cuando ustedes facilitan que se produzca una sustracción en el analizante lo que producen es un plus, un significante nuevo, un significante en más.

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El psicoanálisis no identifica al sujeto al deseo del Otro, sino que le facilita hasta los límites que la estructura real, simbólica e imaginaria lo permite, cierto grado de libertad para que su deseo no sea un clon del deseo del Otro.
Me paro un poco en esto. Porque creo que parte de la discusión que se está armando sobre la interpretación en algunos lugares del movimiento psicoanalítico, responde a que no se ha aprehendido a fondo lo de Lacan. Vuelvo a algo que dije varias veces, Lacan tuvo un recorrido como cualquiera de nosotros que se pone a trabajar y a tratar de transmitir algo. No es lo mismo lo que va a transmitir en los comienzos de su trabajo que lo que va a transmitir en los finales porque en el medio justamente está todo el trabajo que fue haciendo. Lacan comenzó planteando que el deseo humano es el deseo del otro, –Estadio del espejo–. Ahí parte de Hegel, es un planteo de Hegel. En el Estadio del espejo, al otro lo escribe con minúscula, todavía no apareció el concepto de Otro con mayúscula. Más adelante va a seguir hablando del deseo del Otro, lo pone con mayúscula, lo complica. Es lógico casi les diría, que en el estadio del espejo lo ponga con minúscula, porque obviamente él esta captando el deseo como un reflejo del deseo del semejante. Tampoco ha discriminado el goce. Cuando él empieza a captar que el deseo es el deseo del Otro que pone con mayúscula, ya la cuestión se le complicó. No es que el espejo desaparece, para nada,. Porque digamos la articulación del sujeto al Otro con mayúscula: el lugar de la Ley, la castración, el significante, va a ser también a través de la imagen de un semejante. Si el Otro se encarna en alguien ese otro también es un semejante. Sabemos que el Otro no es una encarnadura en un lugar, pero también que eso es en general lo que el ser humano tiende a suponer. Alguien como Otro con mayúscula. Justamente uno de los logros, el logro más serio tal vez del psicoanálisis, del psicoanálisis más a fondo cuando lo logra vía el análisis, no vía el convencimiento –como lo podría estar haciendo yo ahora– es lograr vaciar de encarnadura el lugar del Otro. El lugar del Otro no va a desaparecer porque el lugar del Otro es en definitiva la Cultura. Es distinto que uno quede libre ante la Cultura a que uno quede atrapado por fascinarse con algún otro al que le supone valor de Otro en relación a la cultura. Pero no ocurre sólo eso, ocurre que en la medida en que el psicoanálisis va trabajando con la persona y va vaciando de sentidos al S1 también va vaciando al ser parlante de su alienación al Otro, de su alienación al S2, –el significante que hace suponer un saber–. Porque el S2, el significante binario, el significante del sentido, es el que emerge del inconsciente, emerge del lugar Otro. Son significantes reprimidos pero que al sujeto llegaron desde Otro lugar. Justamente lo que va logrando en la medida en que avanza es pulir eso. Se le irá facilitando entonces que el significante que represente al sujeto quede abierto a muchas más modalidades de relación con los S2, y por lo tanto a un mayor grado de libertad en relación al S2. Ahí podríamos decir algo así como que el deseo humano es el deseo del Otro. Sí, pero con diferente grado de alienación del deseo de cada uno en el deseo del Otro. Por la inversa se ve muy claro en las organizaciones artificiales de masa cómo la identificación masiva a un Otro que aparece sin fisuras provoca el aplastamiento del deseo de cada sujeto, su alienación a los deseos del líder.

Lo que planteo se diferencia de lo que está en el volumen II de esta serie. En él, este discurso no lo planteo estrictamente ligado a lo del título: El pasaje al acto del analista para agujerear lo real. Lo que planteo ahora, es que puede ser para agujerear lo real, con una intervención inesperada, paradojalmente real para el paciente pero puede ser también interpretando al significante. En la medida que he ido trabajando, pensándolo en relación a la práctica mía y lo que otros colegas que trabajan conmigo me han ido mostrando, me he dado cuenta de algo que también se discutía en el 84, pero no se lograba darle una clara resolución. Lo cual hace que gente que en el 84 discutía en contra del acto para agujerear lo real ahora plantee la intervención en acto para agujerear lo real pero poniéndola en disyunción con la interpretación, por ejemplo. La cuestión me parece que no está en si es para tal cosa o para tal otra sino que el acto del analista a mi modo de ver reconoce dos movimientos. Uno, que es el clásicamente reconocido en el discurso del analista, colocarse en posición de “a”. Pero hay otro que diría puede prologar. Hay otro movimiento que tiene que ver con ese párrafo extenso que les leí de Ulloa en la clase anterior. Que es cómo se prepara en el analista lo que luego se va a transformar en su intervención. Ese punto es en el que creo que el analista queda en una posición similar a la del investigador, ahí no digo nada nuevo, Freud también decía eso, Lacan también. Pero también similar a la del inventor, a la del artista.

¿Qué es lo que nos ocurre en ese momento, qué es lo que ocurre en nuestra verdad? Nos ocurre que estamos inquietos, nos ocurre que hay algo que sentimos que se está por alumbrar. No sé por qué se me vino a la cabeza y no sé por qué, esto lo sabrán más las mujeres que están acá, no yo, algo parecido a que ocurre en la madre en los momentos previos al alumbramiento. Se sabe que algo está, se sabe que algo va a nacer, se sabe que ya está ahí, y está la curiosidad enorme por ver qué va a aparecer. Creo que en el momento previo, sea en la interpretación o a las intervenciones que no son del orden interpretativo, pueden ser construcciones o pueden ser, entre comillas acciones del analista, a éste le pasa algo de ese orden. En ese momento el analista está en la posición de este discurso.

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Está inquieto en su falta en ser de sujeto, pero al mismo tiempo desde el lugar del agente dispone de un saber para hacer trabajar a esa inquietud sobre el otro que queda en posición de objeto, por lo tanto para hacerle producir ese significante nuevo. Fíjense que en ese discurso el significante del amo no está del lado de la izquierda por lo tanto no lo podemos pensar como discurso de amo. No hay ningún S1 en el lado izquierdo. En los discursos amo, el universitario, el del capitalista, el S1 está siempre en alguno de los lugares del lado izquierdo. Recuerdo que en ese seminario me quedé con el interrogante. Uno puede decir están los discursos amos, está el discurso de la histérica, está el discurso del analista. El discurso de la histérica por definición es lo no amo, es lo que demanda al amo. ¿Cómo definimos a este discurso donde el analista desde su ser de sujeto barrado operando a través de su saber va a producir este fenómeno? Para mí no es sencillo, tampoco me propongo definirlo con certeza psicótica.

Funciona, preparando la interpretación. Recuerden en ese sentido cómo Ulloa va mostrando diversos movimientos que van ocurriendo en registros diversos del analista, antes de que se dispare la interpretación. También funciona sosteniendo a la intervención del analista cuando por su boca no están hablando los significantes del Otro y se producen largas situaciones de impasse que en determinado momento exige la intervención del analista porque si no, o se esteriliza el análisis en esa impasse o se interrumpe. El analista en esas situaciones a veces hace una especie de pasaje al acto. Esto lo apunto, lo sigo apuntando como hipótesis. Porque da para la discusión. Me han dicho, ¿por qué lo llamás pasaje al acto en vez de acto? Provoco, porque me parece que así como en una época del psicoanálisis se había demonizado el acting out hasta que psicoanalistas como Lacan y entre nosotros León Grinberg lo des-demonizaron, también se demonizó el pasaje el acto. Me parece que Lacan se propuso des-demonizarlo cuando planteó que el suicidio cuando era exitoso era el único acto sin fracaso. No es la cita literal, pero es parecida.

Es importante porque lo que define al acto no es la cualidad moral del efecto. Lo que define al acto es que coloca al sujeto en otra posición, por eso no es lo mismo una acción cualquiera que el acto. En este momento hay montones de chicos errantes de una acción delictiva a otra sin cambiar de posición. El acto es de otro orden, se los voy a contar por una anécdota policial. Una vez viene un suboficial de la policía que hacía guardia en una casa donde vivía antes y me pide disculpas porque había llegado tarde. Un buen tipo, nada que decir en contra él. Me explica: lo que pasó es que hubo un tiroteo y maté a un pibe, por eso llegué tarde. Le digo: upa, la verdad que se ha de sentir mal, ¿no? Me contestó: no, no, la verdad que ya estoy acostumbrado. Llevaba tres en su haber. Dice: la verdad, el primero fue el problema. Fue en un tiroteo, afanó un auto, el delincuente se parapetó detrás de un auto y yo en otro. Hasta que cayó el muchacho. Cuando lo vi muerto me cagué y me “pishé”, pero ahora ya no. Ahí tienen la diferencia entre la acción y el pasaje al acto. El primero funcionó como pasaje al acto en tanto y en cuanto lo reposicionó, los otros sólo fueron acciones. En esas situaciones de impasse el analista no debe ser un impávido jugador sólo sujeto al azar. Suele estar inquieto, molesto porque hay algo que no anda. Está preocupado y hasta atemorizado, otras veces angustiado. Entonces, en el lugar de la verdad, como les decía antes, está funcionando ese sujeto. Hay un argumento que quiero dar a favor de este discurso y es que Lacan habla de deseo del analista. Si hay deseo hay sujeto. El sujeto es el que queda en posición deseante. Es impensable un deseo que no tenga un efecto sujeto. El deseo como sabemos es causado por un resto al que Lacan llamó objeto “a”. Resto de la operación entre el significante que representa al sujeto y el que lo significa desde otro lugar, lo que tiene como efecto que el sujeto que resulta es un puro corte, cortado por la tensión entre los dos significantes y el objeto-resto. En esa situación de inquietud el analista dispone de ese saber y es lo que lo lleva a pasar al acto. Es también lo que hace que el núcleo, el nudo de la formación del analista, sea el propio análisis del analista. Para que precipite ese deseo que no está de nacimiento en nadie, el análisis del analista al ir vaciando justamente de sentidos a su S1 va haciendo precipitar aquel deseo. Por eso también suelen ser los más viejos mejores analistas que los más jóvenes, es razonable, no es por inteligencia sino por vejez. Como dice el refrán: “El diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo.”. El saber hacer es inconsciente, no tiene que ver con la conciencia. Desde ese saber, hace para operar sobre lo que en el lugar del otro aparece como causa, esta vez para el deseo del analista. Se invierte la situación, el objeto como ausencia surge en el lugar del otro. En este discurso es donde los psicoanalistas nos acercaríamos más a ser artistas. Una de las discusiones contra el psicoanálisis es que el psicoanálisis no es científico. A mí me causa gracia esa discusión. Los científicos en la década del noventa plantearon la caída de los grandes paradigmas de la ciencia, entonces, exigirle ahora al psicoanálisis que tenga un paradigma inconmovible, es una tontería. ¡Si ya los mismos científicos renunciaron a esa idea, la física cuántica los hizo renunciar a esa idea, por qué se la van a pedir a los psicoanalistas!

Con Lucía Luciano la intervención que abrió el curso del análisis y aseguró la instalación de la transferencia fue la que ante la angustia de ella por sentirse atraída por un hombre contrario a sus ideales políticos le disparó como pregunta: ¿por qué no? Fíjense que eso no es ni una interpretación. El único punto de interpretación que tuvo fue facilitarle advertir una falla en la lógica en que se sostenía su angustia, la de hacer pasar por el tamiz de los ideales lo que se evidenciaba en el territorio de los sentimientos. Era una típica angustia ante la crítica del Superyo, la que tenía Lucía en ese momento. Ahora, de mi parte hubo un pasaje al acto en tanto decidí hacerme responsable de una pregunta que ese ser parlante no estaba pudiendo formularse y cuyo resultado nos colocó a ambos en otra posición subjetiva en función de ese análisis. Les relato la intervención con la que los quiero complicar y que no es del análisis de Lucía. Un colega que después se analizó conmigo lo había intentado antes con otro que se decía analista. Este le apoyaba desde su propio yo las formaciones reactivas del colega. No solamente pero en particular en el terreno de las relaciones con las mujeres. Lo que lo mantenía atado a una típica disociación de la vida erótica. Obviamente dicha psicoterapia no producía otro resultado que el de reforzar los síntomas del paciente; nunca mejor utilizada esta nominación porque aguantó a ese psicólogo durante casi nueve años. O sea que fue muy paciente. Hasta que un día cierto acting in – así llamaban los ingleses a los que se producían dentro de la propia sesión– hubo cierto acting in de dicho psicoterapeuta, se le apareció borracho en la sesión. Le hizo demasiado patente la imposibilidad de analizarse con él. Fue un acting del analista que trajo al colega a analizarse después conmigo. El desenvolvimiento de la cura lo llevó al tiempo a separarse y a conformar una pareja con la que desapareció la disociación de la vida erótica antes mencionada. Fueron sucediéndose también otra serie de cambios, incluso de pareja. Comenzó a entrar en crisis su identificación al falo como atractor del reconocimiento y hasta del enamoramiento de los demás. Lo que se manifestó particularmente por crisis agresivas cuando las obligaciones de paciencia y de servir al otro lo abrumaban. Durante ese período me había traído a supervisar en un par de oportunidades el caso de un obsesivo que funcionaba como la quintaesencia del sacrificio, la formación reactiva y la sumisión, particularmente a la esposa con tal de mantener su identificación al falo. Durante un par de años no me habló más de ese paciente. Un día vino conmovido, pero conmovido. Se movía en el diván. Me contó que ese paciente que hacía un tiempo había interrumpido el tratamiento había vuelto diciéndole que volvía porque el psicoanálisis era muy eficaz. Que finalmente se había separado de la esposa y que en función de eso quería continuar su análisis. Fíjense qué interesante. El paciente interrumpe por un período, se separa, y porque se separa vuelve. Mi analizante me contó que no sabía por qué, pero que esa situación lo había angustiado mucho y lo había impulsado a cortar o ponerle límites a una serie de relaciones en las que se sentía usado, inclusive con su actual pareja. Me cuenta entonces dos sueños y una serie de fantasías. Todo llevaba a cortar las relaciones que lo impulsaban a ser bueno o a poner límites a aquellas mujeres que desconocían por completo sus deseos. Y más aun, lo llevó a captar que en aquellas relaciones en las que se sentía devorado, además del goce de los otros por devorarlo, lo que había estado presente era su propio goce de darse a ser devorado. Hasta ahí la viñeta. Me pareció interesante por esto: en este caso, el pasaje al acto del paciente intervino sobre el analista, mi paciente, que evidentemente estaba en una impasse. Habían aflojado cierta cantidad de cosas pero se mantenían otras, lo que estallaba en situaciones que traía al análisis. Pero no lograba salir de ahí. Me acuerdo que venía pensando hacía tiempo qué hacer para moverlo. Era un análisis muy particular, un colega que no vive en Buenos Aires, por lo que lo veía de vez en cuando. No encontraba alguna manera que lo arrancara de esa impasse en que se encontraba. Lo interesante fue que lo arrancó el acto de su paciente. Entonces, fue un producto de él mismo como analista el que volvió a conmoverlo profundamente en su posición de objeto, llevándolo a dar pasos nuevos en el camino de abandonarla. Mientras, yo no lograba pasar a este discurso:

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No logré encontrar el saber necesario en esas circunstancias difíciles por la modalidad con que tenía que conducir el análisis. Pero el analizante del colega a través del acto y del saber con que se presentó para el reinicio de su análisis mostró una vestidura de a, que hizo que el análisis de su analista se relanzara. ¿Por qué les cuento esto? Porque nosotros tenemos que pensar al análisis como algo mucho más complejo y por eso mismo también mucho más sencillo. Esa idea habitual de que hay un analista, un analizante, una serie de asociaciones libres, algunas interpretaciones, un pago, una vuelta y así sucesivamente es insuficiente. También debemos captar que intervienen en el análisis del analizante una serie de factores que muchas veces pueden ser exteriores al analista. Es muy importante que el analista tenga la posibilidad de pescarlo e incorporarlo al análisis. Para lo que es imprescindible no entrar en rivalidad ni en desprecio ni en una serie de reacciones que se pueden producir cuando se pone en juego el narcisismo del analista. Me causó mucha gracia de mí mismo que hacía tiempo que estaba tratando de sacarlo de esa situación y lo vino a sacar su paciente. Hay que poder reírse de uno también para poder analizar, porque si no se pueden encontrar topes que están en el mismo analista, aquello que planteaba Lacan de la resistencia del analista.

Preguntas y comentarios

Participante: varias cosas…(partes de la intervención inaudible) en una posición que no avanza … En la medida en que … en este caso fue el mismo paciente, pero podrían ser otras circunstancias. Por otro lado te quería preguntar, sobre el pasaje al acto… poner a trabajar este acto.

Sergio Rodríguez: efectivamente es algo muy importante. En el psicoanálisis prelacaniano no sólo no se tomaba en cuenta qué estaba pasando en la vida real del paciente. Si uno advierte –que era digamos la molestia mía, la angustia mía en relación a este paciente–, era que advertía que el análisis caminaba, que él asociaba, me traía un montón de sueños, interpretaba, efectivamente había dado una cantidad de pasos grandes, pero estaba estancado. Advertía que se había estancado en ese punto no sólo por el discurrir asociativo, sino por lo que él me relataba de su vida. Tampoco era que podía entrar en ese punto a lo pedagogo, enseñándole. Si lo digo desde el lugar de los tres registros se había reestabilizado el registro imaginario de él, alrededor de esa modalidad de vida. Efectivamente había resuelto la situación con su ex mujer, hasta un punto. Avanzó mucho también en resolverla mucho más a fondo lo cual influenció en sus hijos y en la relación de ellos con él. También avanzó en otra serie de cuestiones en las que dejó de funcionar como antes. Yo captaba el tema de fondo, me daba cuenta de que la dificultad de este hombre era renunciar a esa función fálica que le producía tanto goce narcisístico pero que al mismo tiempo lo limitaba absolutamente. Él era el bueno del pueblo, para decirlo de algún modo. Pero eso se paga. Este problema que vos planteás es clave. Lo planteó Ferenczi, y lamentablemente no fue tomado en cuenta. Tuvo que venir Lacan un montón de años después para retomarlo. Ferenczi planteaba, que cuando el analista quería pensar cómo iba un análisis que él estaba conduciendo no tenía que fijarse sólo en lo que ocurría en el consultorio sino también en lo que estaba ocurriendo afuera. En cuanto al segundo tema, creo que tenés razón. Planteas ahí una dificultad que no me molesta, o la podríamos resolver tal vez forzando un poco, en el siguiente sentido.

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Acá está la escisión, está el puro corte. Pero fijate qué cosa que yo no había pensado, aparece acá el S2. En ese sentido el lapsus puede aparecer en el lugar del agente y muchas veces aparece en el lugar del agente. Esto lo he conversado muchas veces con colegas, tomo muy en cuenta cuando se me aparece un lapsus analizando. En general, el noventa por ciento de las veces son mucho mejor que la interpretación que mi yo hubiera pensado y hay un diez por ciento que tiene que ver sólo con chifladuras mías. El inconsciente del analista suele ser bastante más inteligente que su conciencia. Por lo menos a mí suele ocurrirme así.

Participante: por ahí me faltó precisión. No cualquier lapsus, algunos que involucran la situación del analista y del paciente en un punto. Se conmueven las dos partes. Es situable en el matema del analista pasando al acto, el lapsus apareciendo en el lugar de la verdad. Los matemas tienen la ventaja que formalizan, nos dan algo con qué trabajar vaciado de sentido. También tienen la desventaja de que lo nuestro no es una matemática. Tienen sus límites. Pero nos dan una brújula para trabajar. Sí, en ese sentido podemos advertir que hay cosas en que pueden fallar, resultar insuficientes.

Participante: (partes inaudibles de la intervención) una experiencia, ocurrió algo, un paciente que estoy tratando. Que era un estudiante … análisis estancado porque lo … él insiste en buscar el sentido a la vida, ideales … había pasado … él tiene una característica. Abogado. Todo gira alrededor de lo vocacional y prácticamente en nada más. En parte un error de escucha, él me dijo que había visto una película que le había gustado mucho. No sé por qué yo escuché que había visto una piba que le había gustado mucho. Claro, en otro momento lo hubiera dejado pasar. Lo dije en voz alta: ¿pero por qué será que habré escuchado esto? Entonces, será mi deseo, que encuentres una piba que te guste. Entonces empezó a hablar de sus relaciones con las mujeres, sus dificultades. Hoy me llama el hermano, me dice que quiere hablar conmigo, porque anoche él llegó a la casa muy angustiado, llorando.

Sergio Rodríguez: ¿el muchacho?

Participante: sí, el paciente. Le dije que primero iba a hablar con él para ver si él acepta, en todo caso, vemos. Algo pasó ahí. No sé si ponerme contento o cagarme en las patas.

Sergio Rodríguez: es evidente que hubo un acto ahí. Cuando decidiste hacerte cargo de tu equívoco audis se jugó algo del orden del deseo del analista en relación al analizante. Creo que todavía no podemos saber demasiado con lo que planteaste pero me parece que la experiencia en sí es interesante. Digamos, acá pueden ocurrir dos cosas, o era un neurótico muy armado y el imponerle la pregunta por el objeto femenino lo sacó de vivir de película y lo sumió en angustia. O el peligro estaría en que fuera una prepsicosis o algo así y el planteo de un tema del objeto lo hubiera desestabilizado. Por ahora no sabemos, ni lo vamos a saber. Lo que sí podemos saber es que de cualquier manera, de las dos maneras, lo que hubo ahí es algo del orden del acto. Si no, planteamos la cuestión del acto desde un punto de vista moral. Si lo planteamos desde un punto de vista moral, sería un acto desconcertante y con peligro de desestabilizarlo. Fue del orden de un acto de lo que se busca en un análisis, en un acto no se sabe el resultado con anticipación.

Participante: puede ser que instalara una duda, no solo el tema de las mujeres. Que también podría haberlo desestabilizado si vos te frenabas y hubieras vuelto atrás en lo que dijiste, hubieras frenado … que parecieses castrado.

Sergio Rodríguez: con respecto a lo que dijo Ethel Greizerstein, me parece interesante, porque efectivamente plantea no que el analista se barra a sí mismo, sino que el inconsciente del analista lo barra y el analista es capaz de soportar su barradura. Y eso produce un efecto que todavía no sabemos adonde lleva, pero produce un efecto fuerte en el analizante.

Con respecto a lo segundo. Fijate si tomamos lo que vos decís, que yo estoy de acuerdo, ya podemos ir pensando como tres movimientos posibles dentro del trabajo del analista. Ustedes recuerdan lo de Freud, que decía que en relación al análisis solo se podría hablar sobre el inicio de la partida, y el final de la partida como en el ajedrez. Tal vez sin darnos cuenta porque no me lo propuse, lo único que me propuse y me propongo siempre es tratar de ir dándome cuenta de la práctica, tal vez estamos pudiendo pensar algunos otros pasos. Porque el discurso de inicio de la partida, terminé dándole ese nombre, lo hice parafraseando a Freud. Pero no es el discurso del analista que planteó Lacan. Fíjense que el discurso de inicio de la partida, está destinado fundamentalmente a lograr que se establezca la transferencia. El discurso del analista que planteó Lacan, está destinado a mantener en causa al deseo del analizante. Lo que estoy planteando más bien está destinado a captar y poner en letras el movimiento en el analista que lo va a llevar a ubicarse en el discurso del analista. Hay un movimiento interesante.

Es el caso que les conté al final. Si lo matematizáramos el paciente estaba en el lugar del amo, el analista en el lugar del sujeto, ese movimiento que se produjo cuando él dejó de ir a un lugar que iba siempre porque era un buen tipo. La primera vez mintió, dijo que estaba engripado. Cuando en la siguiente no fue a ese lugar, la mujer insistió que fuera que todos lo estaban esperando, le dijo: Deciles que no voy ahora ni voy a ir más. Ese es el S1. La barradura del sujeto, el analizante, no tiene la más mínima idea de lo que iba a producir, va a llevarle su saber al analista devenido en esa circunstancia analizante de su paciente . Que se había separado de la mujer, lo que le había demostrado la eficacia del análisis, por lo que entonces volvía al análisis. A mí me gustaría que lográramos adquirir esa ductilidad, esa cosa que es muy difícil porque va en contra de la corriente de cómo vivimos habitualmente. Está bien que vivamos así porque no hay otra forma de vivir que relacionados por vía de lo imaginario, pero cuando estamos en nuestra práctica es todo lo contrario. Porque justamente la represión se sostiene en lo imaginario. Nosotros más bien a lo que apuntamos es a que el sujeto se encuentre con su deseo, y encuentre goces que lo acerquen más a sus deseos. Por eso trato de meter todas estas cosas, que no son clásicas. Sé que desconciertan, pero me parece mejor,



[1] En el 2005 se reactivó la campaña contra el psicoanálisis a partir del reportaje de La Nación a Mikkel Borch Jacobsen. Ver Dossier sobre el tema en Psyche Navegante No 70.
[2] Dicho así por George Soros en el diario La Jornada de México en 2003.