Capítulo 7

Una niñez difícil y una juventud equivocada

Este capítulo va a ser casi un relato, voy a procurar no extenderme en conceptualizaciones. Busco una metodología que sea de por sí un acto clínico. Mi objeto hoy en transmitirles la manera en que lo voy a hacer, es para darles tiempo a que puedan ir armándose una lectura antes de que yo vaya metiendo la mía propia del caso. Creo que esta modalidad de trabajar tiene una función muy importante para la trasmisión. Voy a tratar lo que en términos psicoanalíticos llamaríamos la neurosis infantil y también las series complementarias[1]. También de lo que se empieza a desatar a partir del segundo despertar sexual de la pubertad. Algunas cosas fui anticipando en otros capítulos. Hoy las van a encontrar más subrayadas. Del padre que figura como tal en los documentos de esta señora, ella guarda dos recuerdos, de los cuales propio de ella van a ver que es uno. El otro tiene esa confusión que suele provenir de esa serie de actos por la cual en función de una foto, a la criatura y después a la adolescente e inclusive ya de más grande, se le va transmitiendo una historia y se va instalando como un recuerdo que en realidad no es un recuerdo recordado. Lo que se recuerda son esas cosas que le han ido contando mientras le mostraban esas fotos. Suelen jugar una función importante. Cierta vez entrevisté a un hombre que ya tuvo dos separaciones y dijo sentirse muy bien en el matrimonio actual. En el que lleva muchos años y dos hijos. Aunque dijo tres criaturas, incorporando a la del segundo matrimonio como si fuera también del tercero. Nada que llamara demasiado la atención. Pero se quejaba de una fuerte inhibición en un terreno artístico en el que se quiere expresar. Supónganse que es un cantante. Entonces me dejó un disco compacto de él para que lo escuchara. Lo pongo en la compactera para escucharlo y no hay nada grabado. Me había traído en acto su inhibición. Me empieza a contar una serie de cosas. Algunas me llaman la atención, es más, una me llama tanto la atención que se me produce una fuerte represión, un olvido absoluto de lo que me había contado. Cuando viene a la vez siguiente y me empieza a contar entonces ahí me acuerdo de lo que me había olvidado. Realmente son cosas impactantes. Hasta ahí me hacia acordar al relato de otro paciente. Pero después cuando empieza a relatar, ya se empiezan a cruzar una serie de historias muy gruesas, muy complejas, muy duras. Me doy cuenta de que las relata sin tomar nota de lo que me estaba relatando. Pero eso sí, se había venido con un álbum de fotografías bajo el brazo. Me propone mostrarme una foto. Ya la primera vez había venido con una foto me había hecho algunas observaciones de esa foto de él cuando era criaturita. Mirándola, hago una observación que él no hacía. Le digo, “-qué mirada triste-”. El hombre se sacude, porque no lo había observado. Y a la entrevista siguiente se viene con un álbum de fotografías. Supuestamente para una foto. En ella aparecía otra vez el tema de la mirada. En la medida que miramos esa foto y la trabajamos, empezamos a trabajar todo el álbum. Todo el álbum llevaba hasta el segundo matrimonio de él –más o menos. Y resultó muy importante porque fue haciendo una como reconstrucción de su historia. El álbum fue muy importante no sé si a través del trabajo sólo verbal la hubiera podido hacer, justamente por el aislamiento que tenía entre recuerdos, o sea por el corte de conexiones que tenía entre recuerdos. En cambio el trabajo con el álbum le permitió relatar una historia. Insisto en esto, porque hay algunos prejuicios entre algunos psicoanalistas. Por ejemplo: que cuando un paciente trae una foto, hay que devolvérsela y que hable de la foto. No, depende. Hay que observar, hay que ver en qué circunstancia la trae, por qué la trae, qué esta pasando con eso, etc. Entre esas fotos apareció una de un tío que era idéntico a él, que era muy distinto de su padre esposo de su madre. Se desplegó entonces un relato que tenía absolutamente olvidado y en brumas en el cual aparecía la probabilidad de que ese tío y su madre hubieran sido amantes y como consecuencia él, hijo biológico de ellos.

Lucía Luciano tenía un supuesto recuerdo, le había sido transmitido por una foto y por conversaciones sobre esa foto. Recordarán, ella esta comiendo unos caramelos y balanceándose en una hamaca frente al padre. El otro recuerdo, era del día de la muerte y velorio de ese padre, ella cerca de la casa pero en el umbral de la casa de un vecino sentada. Por lo tanto al margen del velorio. Si bien el padre murió cuando ella tenía cuatro años, llama la atención que en realidad tenga sólo un recuerdo del padre, un solo recuerdo propio del padre, el de su muerte. El otro ya es una transmisión. En la que lo que aparece es el padre dándole caramelos, introduciéndola en un goce placentero y ella balanceándose. Es sobre una foto. El recuerdo propio de ella es sobre la muerte de ese padre. Con respecto a la madre, la leyenda cuenta así: cuando la madre sufrió el embarazo del que luego nacería ella, se dispuso a abortar el producto. La abuela materna de rodillas (o sea la madre de la madre) convenció a la madre de que no lo hiciera, de donde a la paciente le quedó la convicción de que ella le debía su vida a la abuela. Curiosamente en una presentación de este caso, yo tuve un equívoco y en lugar de decir a la abuela dije a la madre. Lo cual creo que tiene que ver con cómo ella pagó esa deuda. Se la pagaba a la madre. Dedicándole su vida, la vida de Lucía, hasta la muerte de la madre. La madre murió cuando Lucía se estaba analizando conmigo. Siendo la no esperada de los hijos fue la única que contó con un título universitario. La madre lo consideró siempre como un seguro para su vejez. Ubiquémonos en el tiempo. Cuando los pacientes me van contando sus cosas, especialmente cuando son historias viejas, me doy cuenta de que se me va armando en la cabeza (claro que también me ayuda la edad) una reconstrucción de época. En las artes dramáticas, hay tipos que se dedican específicamente a eso: reconstrucción de época, atmósfera, etc. Cuando me di cuenta de que empezaba a armar la reconstrucción empecé a preguntarme para qué servía y me di cuenta de que es muy importante porque el mundo cambió de un modo tan radical, especialmente en la década del 80, del 90, y ni qué decir en lo que está pasando ahora, que si no se nos produce esa reconstrucción nos puede parecer que nos están hablando marcianos o podemos prejuzgar desde ideales actuales los ideales de otras épocas. En fin, creo que tiene importancia. Lo digo por la cuestión del seguro para su vejez. Era una idea bastante común, ahora no es tan común pero va en camino de volver a serlo. La pregunta es si Lucía se hacia cargo de una deuda que era de ella. La pregunta no proviene de un mero trabajo intelectual del analista, sino que proviene de lo que relataba. Había una pregunta que hasta cierto punto la torturó durante un largo período del análisis, luego se fue des-invistiendo, se fue descargando, no desapareció, pero era evidente que ya era formulada de otra manera. La pregunta que se hacía era “por qué no podía sentir ternura por la madre” que ya no era la vieja mandona y metida de su infancia, (con lo cual está, aunque generalizados, recuperando recuerdos sobre la madre de su infancia) ni tampoco la de su adolescencia, sino una viejecita semidestruida. Durante el análisis murió por una demencia arteriosclerótica. Ese era un tema que trabajamos bastante porque a ella le dolía, le angustiaba darse cuenta de que no sentía la más mínima ternura por la madre. Yo le hacia notar que a la vez era evidente que no le era indiferente porque si no, no lo hubiera comentado en el análisis y mucho menos de la manera en que lo hacía, como un síntoma, mientras puntillosamente se hacía cargo de ella materialmente hasta el fin de su vida. Incluso la llevó a vivir a su casa. Era una mujer con una casa grande, linda, vivía bien, y le había dado allí un lugar a la madre. Cuando Lucía era pequeña, su mamá trabajaba de mucama. Lo hacía de un modo laborioso y hurtador. Después verán por qué. Ella se recuerda acompañándola en un trabajo cama adentro en una mansión de la aristocracia de mitad del siglo veinte. Tanto como las que ustedes. pueden ver por Quintana al 100 pero en otra ciudad. La madre, a ella que en esa época era chiquitita poco después de la muerte del padre, tendría alrededor de 5 años, la llevaba a esa casa (la madre trabajaba allí toda la semana) La metía de contrabando, los patrones no sabían que esta mujer iba con su hija. Y se producía una especie de complicidad entre todo el personal de servicio. Pero eso hacia que ella, a esa edad, quedara largas horas sola y con la obligación de hacer silencio, en el altillo que le habían dado como habitación de servicio a aquella empleada doméstica. Eran épocas en que esas casas eran muy grandes. Tenía dos niveles, el de las grandes habitaciones, donde habitaban los dueños y su familia y en otro nivel arriba, eran todas pequeñas habitaciones en las que cada persona del personal de servicio solía tener su propia habitación. Inclusive no era fuera de lo común que tuvieran por ejemplo al chofer y una mucama y que fueran un matrimonio. Tenían su habitación matrimonial. En la habitación de la madre de Lucía había lugar para una cama y un ropero solamente, que estaban pegados a una ventana con balcón francés. Ella se pasaba, todo el tiempo que tenía que estar en silencio y sola, jugando a hacer equilibrio. Balanceándose en el borde de la cama y de la ventana, en la habitación en la que la madre transgresoramente “la guardaba” (uso la palabra porque realmente la guardaba, no lo hacia de mala, hacia lo que podía). ¿Por que les dije que era hurtadora, la madre? La madre robaba toallas y sabanas de la mansión para llevar a su casilla de la villa miseria.

Preguntas y comentarios

Participante: ¿no había peligro de que se subiera a la baranda?

Sergio Rodríguez: no, no. Por eso aclaré que era un balcón tipo francés. Un balcón tipo francés tiene una barandita y está, para una criatura de esa edad, alto. La cama estaba pegada y ella parada sobre la misma, pero al lado de la ventana y jugando. Estaba en una situación de peligro, pero sin llegar a ser excesivo, no se cayó nunca. Como dije, la madre robaba toallas y sábanas para llevarse el fin de semana a su casa de la villa. Allí, la esperaban sus otros hijos. Cuando los patrones se iban de vacaciones, la llevaba a Lucía a la piscina de la mansión para enseñarle a nadar. O sea, cuando la casa quedaba en manos del personal de servicio, la madre también transgredía, haciendo uso de un elemento que estaba vedado al personal de servicio. Y ahí aprendió a nadar Lucia. También recordaba con mucho gozo, los fines de semana en los que la fiesta en la casa de la villa consistía en comerse alguna gallina o pollo que la madre le robaba a algún vecino de miseria. Toda la diversión era porque la madre hacia un caminito con maíces desde el gallinero del vecino hasta un lacito y cuando el bípedo pasaba por ahí tira y adentro. Mientras, los hermanos que ya eran adolescentes, salían a trabajar. El hermano a hacer changas y la hermana como servicio doméstico cama afuera. Una cosa que me llamo la atención de entrada a poco del comienzo del tratamiento, que al padre del documento, –digámoslo así-, lo llamaba por el apellido: Luciano. Poco después de la muerte de Luciano el padre de la foto, frecuentó la casa un amigo de la madre que entró a ocuparse muy especialmente de ella. La llevaba de vacaciones con la esposa y la anotaba en los hoteles como hija. Le compraba la ropa y las cosas de la escuela. La llevaba también con él los fines de semana a una casucha que tenía en la costa. lo describía como hombre de trabajo, honesto como el que más. Inclusive describía el oficio de él. Sin embargo, cedía esa casucha como aguantadero a algunos amigos cuando andaban en las malas. Obviamente, cuando los buscaba la policía bajo acusación de haber cometido algún delito. Ella siempre lo recordó con mucho cariño y respeto. Siempre también, lo había tomado como un padre. A contrario sensu se quejaba permanentemente de la renuncia que el padre de sus hijos hacía a sus deberes paternales. Además de otras cuestiones descriptas en capítulos anteriores, sumaba que de chicos los visitaba poco. Cuando se fueron haciendo grandes, o sea cuando estaban más hechos, los veía mas. Se quejaba mucho de ese padre, pero sin dar nunca los pasos necesarios para obligarlo a cumplir sus deberes, para lo cual la ley le hubiera sido favorable. Recuerden que ella era abogada. Conocía perfectamente eso. Me llamó la atención y se lo hice notar, que justamente cuando el padre empezó a relacionarse otra vez con los hijos, cuando estos ya fueron grandes, ella comenzó un período de fuertes quejas sobre el hijo menor. Ella lo sentía como que éste se aliaba con el padre. Llegaba al extremo de no poder distinguirlo de él. Desplazaba a ese chico, una serie de quejas contra el padre (del muchacho y de ella). Cuando fue adolescente, la madre, delante de ese amigo que la venía a visitar y se hacia cargo de ella, le había dicho, que él era su verdadero padre. No obstante la duda sobre su progenitura se mantuvo hasta el final del análisis.

Es interesante lo que me pasó a mí como analista. Durante todo el análisis y claramente como síntoma en mi transferencia olvidaba el nombre del amigo de la madre. Es el único nombre real que voy a dar, porque no me queda otro remedio. Se llamaba Santiago. Obviamente Santiago fue el nombre de Lacan, Jacques y también de mi primer maestro argentino de psicoanálisis, Santiago Dubcovsky. Era evidente que no los podía poner en serie a esos tres Santiagos. El de la historia de Lucía no entraba. Mi olvido insistía en algo referente a no ponerlo en serie con nombres de “padre idealizado”. En su adolescencia y juventud se fue volcando a la rebeldía contra un sistema político al que consideraba responsable de la miseria de las masas. En los turbulentos 70 desembarcó en el prometedor, para el peronismo rebelde, movimiento de Montoneros. Era “militante de superficie”, como se decía en esa época. Desde su profesión de abogada se dedicaba a defender a los detenidos por su militancia en dicha organización. Entre los detenidos (voy a hablar en una jerga mas policíaca) había desde “perejiles” hasta gente de la pesada. Estos (o sea los de la pesada) habían andado en “hechos pesados”, como se pueden imaginar. No sé quienes de ustedes recuerdan la década del 70, pero hubo unos cuantos hechos pesados. Pero la profesión y los ideales, le daban lugar desde los ideales y del superyó a tomar dicha defensa sin demasiados problemas de conciencia.

Participante: qué recuerdos traía del padre ...

Sergio Rodríguez: el recuerdo, te imaginarás que es un recuerdo que a ella le provenía de los relatos que la abuela le hacia y la anuencia que la madre daba a esos relatos cuando ya era grandecita. De la palabra del padre legal, efectivamente no hay ningún recuerdo. Y en la palabra de las mujeres tampoco aparecía esa palabra.

Participante: después, tampoco aparece la palabra de Luciano …

Sergio Rodríguez: me reservo una carta ahí. Pero a grandes rasgos no. Justamente esa era una cuestión que me llamaba muchísimo la atención. ¿Por qué, habiendo sido tan taxativa la madre en cuanto a que ella era hija de ese otro hombre, ella mantenía la duda todo el tiempo? Y creo que tenía mucho que ver con eso, que no había registro de la palabra paterna. Esa, era una cosa entre mujeres.

Laura Lueiro: a mi me llamo el atención el lenguaje de jerga delictiva que insiste en esta paciente. También hay un equívoco tuyo, cuando vos hablás de la ventana donde ella se asomaba y creo que es sobre eso que Alejandro te pide explicación. Vos sabés lo que es un balcón francés, más bien parece una reja que protege del vacío y sin embargo vos la describís como una ventana común. Creo que la madre la guardaba en la habitación. Al margen, me interesó el tema de las fotos. En una paciente que podría diagnosticar como una esquizofrenia, donde no había recuerdos infantiles me encontré con que tampoco tenía fotos de su infancia. En cierta ocasión, ve que en la casa de los padres había un álbum de fotos pero no lo registra, recién mucho tiempo después en el tratamiento toma nota de que esas fotos existen. Ella estaba muy convencida de que su papá no había participado en su crianza, que había estado ausente y distante. Pero no tenia recuerdos concretos, sólo la certeza no fundamentada de que esto era así. Así que decide buscar todas las fotos. Llamativamente es su papá quien rápidamente las busca, las ordena y se las hace llegar. Ella se sorprende – y yo también – cuando se encuentra con que había un montón de fotos, muchísimas fotos que los padres las habían guardado de su infancia. Y además en la mayoría de las fotos estaba su papá con ella y en las que no estaba era porque habían sido sacadas por él. Esto nos permitió hacer un trabajo interesante casi diría de rellenado de esos huecos constantes que había en su relato de la infancia al que ahora se le podían agregar algunas escenas. Había muchas fotos como de un parque, me acordé por esto de la hamaca. Eran fotos muy familiares, afectuosas, lúdicas. Realmente eso facilitó plantear las cosas en otros términos.

SergioRodríguez: esto que Laura plantea me acentúa algunas cosas. Cuando contaba esto de las fotos, me acordaba de lo que yo había contado del paciente que está ahora en entrevistas y de la foto en Lucia. Se me ocurrió que ese planteo que hice en otros capítulos, que me parece importante concebir el análisis como un espacio potencial estilo Winnicott, y por lo tanto dejar entrar al análisis una cantidad de objetos que durante un tiempo podemos ni saber qué quieren decir, pero pasan a tener algo de objetos transicionales, entre ellos las fotos. Esos objetos juegan una función que puede resultar muy interesante. Porque el problema no es que nosotros tenemos que exigirle a los pacientes que sólo hablen, lo que si tenemos que exigirles es que hablen. Que hablen como puedan, en ese sentido las fotos pueden jugar un papel muy importante. Después recordé algo con respecto a la pregunta que me hiciste. Me quedé tildado cuando me hiciste la pregunta. La respondí a medias porque en realidad lo que me daba vueltas en la cabeza en ese momento era ¿por qué esta mujer no podía imaginarse ser hija de otro padre? En sí el padre se opuso o no al aborto, está la cuestión de la falta de palabra de él. Pero también, que si un hombre se entera de que su esposa lleva en el vientre un hijo de otro hombre ¿qué hace? Por lo menos entre mis pacientes lo he visto unas cuantas veces. Pero una de las cosas que puede pasar, es que el marido oficial, exija el aborto. Acá no aparecía nada. Silencio de radio.

Participante: tiene algo que ver con el … (inaudible)

Sergio Rodríguez: claro, es que ese es el punto. Lo que me llamó mucho la atención, ni bien me empezó a contar toda su historia y apareció esta cuestión del padre y del otro hombre, que (como se pueden imaginar cambié los nombres, pero no el juego de nombres) cuando pongo Lucía–Luciano, es porque tenía un nombre que quedaba negado en el apellido del padre de los documentos. Por eso dije que me guardaba una carta y guardo otras más. Pero obviamente no sé si este hombre habrá sospechado conscientemente o no. No sé si le habrá dicho a la esposa que abortara o no, no sé si por ahí la intención de la esposa de abortar era para evitar el lío con el marido, no sé. Si me preguntan mi fantasía, contesto que la idea de abortar se debía a que esta mujer no quería tener una criatura 12 años después de haber tenido la última y siendo una mujer grande. Pero eso es un “me parece”, no lo puedo afirmar para nada.

Participante: de todas maneras sigue quedando del lado de ella.

Sergio Rodríguez: sigue quedando del lado de ella, pero lo que creo que aparece del lado de él, es que le pongan un nombre que queda negado en el apellido de él. Me acuerdo que cuando puse en juego esa baraja en el análisis, quiero decir un señalamiento en determinado momento, la conmoción de ella fue muy grande. O sea que habiendo transcurrido todo un análisis previo, bueno, exitoso, sin embargo parece que esa carta no había entrado aún en juego. Cuando entra al juego produce una conmoción muy fuerte. Les diría que a partir de ahí, el análisis se balanceó hasta el final alrededor de si era hija o no era hija del padre, o si era hija o no era hija del amigo de la madre.

Participante: no sé si esto de Santiago como un padre era anterior al momento.

SergioRodríguez: ¿anterior a cuál momento?

Participante: anterior al momento donde vos jugás con su nombre y el del apellido que estaba negado en el del padre de los documentos. Porque pensaba que a pesar que su nombre se negaba en el apellido del padre, me parece que para ella era ese su padre. El otro era bondadoso, la llevaba, etc, pero era como “un” padre. No se qué habrá pasado a partir de que vos intervenís allí.

Sergio Rodríguez: para mí sería lindo hacerles creer que fue una intervención milagrosa, pero no. Fue una intervención hecha en los comienzos. Bueno realmente no recuerdo exactamente, porque fue un análisis de hace mucho tiempo, debe haber terminado hace unos 15 años por lo menos. Por lo tanto no les puedo decir con exactitud, pero me acuerdo que la hice bastante tempranamente. Ahora, la hice tempranamente pero en el momento en que apareció en el relato la existencia del segundo. Que apareció como duda. No como duda biológica, para ella su papá era el segundo. Pero como vos decís, era su papá porque había funcionado con ella como un papá. Ella hablaba de ese hombre como un hijo adoptivo puede hablar de sus padres adoptivos sabiendo que son padres adoptivos. Les van a decir con toda firmeza que para ellos son sus padres, pero que saben que no son sus padres. Así dan cuenta de esa compleja situación en la que quedan. Cuando empieza a aparecer esa cuestión le hago observar lo que de entrada había observado, (no había que ser ningún lince digamos, simplemente tener cierta ligazón a la lectura de la letra y del significante en ese sentido) le dije: “ se da cuenta de que quien aparece como su papá en los documento, sin embargo la anota con un nombre que queda negado en su apellido”. Recuerdo que la movió, la sacudió. Pero no varió el balanceo, no diría el análisis empezó a terminar. Adelanto acá una carta del final, pero les diría que el análisis empezó a terminar y terminó rápidamente a partir de allí, en el momento en que ella asumió pero asumió de corazón: “claro, ese es mi padre”. Cuando cesó el balanceo, empezó a terminar el análisis. Pero eso fueron 10 años de trabajo.

Participante: (no se escucha: algo sobre el robo de su futuro)

Sergio Rodríguez: bueno, yo la empujaba a que se hiciera esa pregunta. Y apareció una respuesta que es la que metí en el relato, y que es interesante en relación a esta mujer pero también mas allá de esta mujer, que es ese punto de la vida donde los hijos empiezan a sentirse en la obligación de pasar a funcionar como padres de sus padres. Obviamente es absolutamente neurótico eso, es algo que nos pasa y nos pasó en mayor o menor medida. Nosotros sabemos desde la teoría que la deuda con los padres, si se transforma en deuda simbólica, se trasmite a los hijos. Esto en la teoría. En la práctica de nuestras vidas, es algo que lo sentimos también en el sentido de la ternura, y el deseo de arreglarles la vida (lo digo a propósito así) que nos agarra por nuestros hijos, pero en la medida en que se va produciendo el envejecimiento de los padres es muy frecuente ver aparecer especialmente en las hijas, pero también en los hijos, corrientes de ternura importante hacia los padres. Recuerden ustedes el planteo de Freud, que a mí me parece un buen planteo si bien Lacan lo trabaja poco y lo trabaja por otro lado, y Winnicott lo trabaja también por otro lado, pero el tema de la ternura, cómo la sublimación de lo que fueron las pulsiones eróticas iniciales. Freud lo plantea así al tema. Y fíjense que la pregunta que ella me plantea, y que la plantea dolidamente ¿por qué ella no podía ser tierna hacia esa mujer que ya no era la vieja mandona bla bla bla, sino que era una viejecita bla bla? En el cambio de relato hay un cambio de objeto. Deja de ser aquella madre y pasa a ser una criatura. Pero lo que a ella la conflictuaba, era que a pesar de que era esa criatura no había caso, no la perdonaba. El problema de fondo era ese, no sólo no le perdonaba lo que ella creía que no le perdonaba, que era la cuestión de que hubiera pensado en abortarla, lo que no le perdonaba era la cuestión ambigua sobre el padre.

Roberto Vecchiarelli: pregunta algo sobre el paciente que estaba en entrevistas y la creencia de Sergio sobre cuál era el padre, si el de la foto o el de la vida en familia.

Sergio Rodríguez: creo que era el padre de la foto. Que traigan las fotos al análisis puede facilitar que aparezcan cosas nuevas que no había visto en las fotos. Me trajo esa foto para que mirara cómo miraba embelesado a su mamá. Cuando miro la foto veo que efectivamente miraba embelesado a la mamá, pero que además tenía una gran mirada triste. Cuando le hago observar lo “del tío”, se sacude y me comienza a traer otras fotos donde la mirada triste aparecía. Y tenía razón para tener la mirada triste. No es el caso de hoy, no lo voy a relatar, además esta muy cercano, pero es así. La cuestión de las fotos tiene importancia en ese sentido y es una interpretación que nunca la hice pero se la podría haber hecho. Su papá parecía ser el padre de la foto. Pero ¿cuál era su papá?

Roberto Vecchiarelli: me acordé el tema de las fotos, porque tengo un paciente que es italiano y cuenta que ... (no se escucha) … y pasó desapercibido porque parece que era de los chiquitos a los que les ponían una especie de vestiditos que se estilaba en una época.

Alejandro del Carril: quería preguntarte por lo que dijiste en algún momento en relación a tu transferencia. Cómo se articularía eso, si es que tiene algo que ver con lo que señalaba Laura del fallido del balcón francés …

Sergio Rodríguez: Vamos por partes dijo Jack (alusión a Jack el destripador).

Alejandro del Carril: Jack. Santiago.

Sergio Rodríguez: (risas) En relación a lo de la foto, no nos hagamos esquemas. Porque si bien es cierto que en comienzos de siglo había “moda” de vestir a algunos pibes de nena, también había algo de deseo de hija en esas madres. Pero también es cierto que luego, el destino de todos los que fueron vestidos así no son todos iguales como nos podríamos imaginar. No todos salieron travestis, ni todos son homosexuales. Me acuerdo de un amigo del barrio, con el que jugábamos a la pelota en la calle. La madre le dejaba los bucles. No lo vestía de nena, pero si lo vestía femeninamente, trajecito de marinero, etc. El padre era anatómicamente rengo y un reo verdulero. Mi amiguito, después cuando fue grande, se hizo cafishio, proxeneta, vivía de las minas.

Alejandro del Carril: vivía de los bucles.

Sergio Rodríguez: ¡Sí, vivía de los bucles de las otras! Con respecto a lo del balcón francés, hay una discusión arquitectónica. Para mi ese sigue siendo un balcón francés. Bueno creo que hay dos tipos de balcón francés. Son las ventanas grandes que tienen como un balconcito simulante como hasta la mitad. Pero son ventanas, no llegan hasta el suelo/ Pero independientemente de eso, sí, está lo del lenguaje policíaco, la guardaba; porque podría haber dicho la dejaba ahí, la llevaba. Y en lo que vos preguntás, la idea que me hice después de mucho tiempo cuando me preguntaba qué me pasaba, por qué el olvido, quería nombrarle a ese hombre y no había caso. Metonimia pura. Decía: el que trabajaba en un garage, cualquier cosa que diera indicio, pero no encontraba el nombre. Recién creo que pude retrosignificarlo al final del análisis y ahí ... tampoco les quiero adelantar sobre qué me pasaba con ese nombre, pero para decirlo muy sencillamente, me dí cuenta de que lo que me funcionaba (obviamente de una manera totalmente inconsciente, me doy cuenta después) era un nombre que no estaba a la altura de nombres del padre, como sí para mí habían estado el de Santiago Dubcovsky o Jacques Lacan. En ese sentido no podía entrar en la serie. No era problema de ella, era problema mío. Pero era un problema mío que al mismo tiempo me informaba sobre un punto fuerte. Esta mujer, no me cabe la menor duda, no fue mas allá de una neurosis grave, sin olvidar que algo del orden de la forclusión había funcionado hasta el análisis anterior. Ella dialogaba con un hombrecito que tenía en la oreja. No era una fantasía, era algo que le volvía desde lo real. Lo que no había habido era disociación, ni disgregación, ni tampoco una certeza delirante, ella contaba el síntoma riéndose. Aunque de un modo renegatorio. Nunca me puse a pensar profundamente en ese síntoma. Era una mezcla de forclusión y renegación. Renegaba de su alucinación, la relataba, pero al mismo tiempo recortándola como tal y riéndose de ella. No es como relatan sus alucinaciones un psicótico, que las a relata muy angustiado.

Participante: ¿por que la llamás tu transferencia?

Sergio Rodríguez: Mi transferencia, porque ahí lo que estaba operando, de mi lado, era algo en relación a la suposición del saber a un sujeto que estaba en juego ahí. Si del lado de ella se jugaba el balanceo entre que era el padre o no era el padre, de mi lado lo que se jugaba inconscientemente era lo de no otorgarle al segundo el lugar del padre. No era algo que se jugaba al modo del analista que entiende e interpreta, sino que me venía por el lado del olvido. Y me venía por el lado del olvido de un modo que no me lo podía interpretar a mi mismo. No podía entender por qué se producía ese olvido, resisitía. Lo cual probablemente tuvo que ver con una época de mi formación, de mi análisis, y de problemas familiares míos, pero creo también que tuvo que ver estructuralmente con el caso. Eso lo vamos a ver más sobre el final. Pero ¿por qué transferencia? Porque era como me relacionaba con el discurso de ella. Lacan discute el tema de la contratransferencia, no está de acuerdo, etc. Pero si leen Intervención sobre la transferencia, el Escrito donde trabaja el caso Dora, plantea la transferencia recíproca. No es el único lugar donde lo plantea. Lo que pasa es que justamente no lo plantea al estilo inglés. No plantea guiarse con lo que a uno le pasa en el terreno de los sentimientos con el paciente para interpretar, sino más bien todo lo contrario.

Alejandro del Carril: hay un significante en común.

Sergio Rodríguez: Claro, ahí hay un significante en tensión, diría. Es en común, vos tenés razón, porque es en común entre ese que está en dilucidación entre si era padre o no era padre y esos dos protopadres para mi, llamémoslos así. Como significante era común, pero lo que estaba en tensión era el significado. Era un significante plurisémico. Y creo que la no resolución en mí de esa cuestión, favorecía el olvido permanentemente.

Alicia Smolovich: ¿por qué vos hablás del balanceo en todo el análisis en relación al padre? Uno es un padre de la foto que en realidad era un padre para la foto, pero la cuestión es con esto que vos planteás con respecto a este fenómeno de la alucinación, si hay algo del orden de lo forclusivo, como que habría un límite en ese balanceo donde el padre no estuvo demasiado instalado, no uno u otro, no había un punto, un borde de donde ese balanceo iba al vacío ... digo porque por ahí va para el mismo lado (risas).

Silvia Sisto: mientras escuchaba pensaba esto del lenguaje delictivo y de que la madre la guardaba, y lo que se me armó fue algo así como que la madre la guardaba porque la había robado. La había robado de un hombre, no de un padre, para su usufructo …

Alicia Smolovich: digo, ¿si había existido un robo?

SergioRodríguez: bueno, lo del balanceo, lo traen ustedes de entrada. Desde el primer relato que hice. Y efectivamente va a marcar todo el análisis en un montón de territorios del análisis. Uno es el del padre, pero no va a ser el único, inclusive ese balanceo (y ahí volvemos al tema de la transferencia del analista, pero lo desplegaré más adelante) hay momentos donde a mi como analista me sometió a tensiones muy grandes, inclusive a interrogantes éticos muy fuertes, hacia mí mismo y hacia la conducción de ese análisis. En cuanto a lo que traían Alicia y Silvia, de maneras diferentes, creo que esta mujer no le robó el hijo a un hombre como planteaba Silvia porque si no no hubiera habido de parte de ella el intento de abortarlo. Creo más bien que se introdujo la tyche ahí, se introdujo el azar. Se introdujo algo de lo real. Y ahí empiezo a hablar y a juntar los dos cuestiones. Especialmente los occidentales –creo que no sólo ellos–, pero por algunas cosas que conozco de otras culturas, entre nosotros los occidentales es mucho más claro y preciso. Estamos muy habituados a un pensamiento en proyección hacia delante y en términos de continuo. Nosotros no nos damos cuenta, pero esa es la creencia en que nos sostenemos permanentemente cuando hablamos. Creemos que estamos hablando sobre lo que vendrá, y como si supiéramos hacia donde vamos por lo que estamos hablando. Me parece que este tipo de situaciones nos pone muy de manifiesto, muy en evidencia, que no podemos hacer otra cosa para pensar lo que vendrá, que hablar sobre lo que pasó. Y eso hace también que nuestro hablar se estructure no como creemos nosotros por palabras que elegimos para decir, sino por palabras que nos eligen para decir. ¿qué quiero decir con esto? Por ejemplo lo del balanceo. Lo del balanceo, a cuantos de nosotros no ocurrió, me acuerdo de pacientes, y me acuerdo de mi mismo también. Una vez mi vieja salió al patio del departamento, a mi se me había caído la pelota para el de al lado y yo estaba caminando por el bordecito de una pared haciendo todo un recorrido para ir a buscar la pelota al otro lugar. Estaba en una situación parecida a la de esta mujer, digamos. Me acuerdo que mi madre cuyo primer impulso habrá sido gritar, se tragó lo que iba a decir y dijo: “Sergito qué estás haciendo ... no te parece ...” para que bajara. Después, como yo era mas rápido lo agarró a escobazos a mi hermano que estaba conmigo. (risas). Pero eso es otra cosa. También me acuerdo de un paciente que lo ven ahora y es un serio ejecutivo, de una gran empresa hablando de negocios todo el día. Su juego consistía en ir por el borde de la pared de la casa de los abuelos y después más adelante (vivía al lado de un gran teatro nacional) saltaba de su balcón al del teatro para colarse y ver espectáculos que ahí se daban. Quiero decir que esto del balanceo, del riesgo, en los chicos es una cosa bastante común y es una forma de probar los riesgos de la separación, la castración. En algunos, luego entra en discurso y en otros no. En esta mujer entró en discurso. Además, entró en discurso sin que ella lo advierta. Le hice advertir, la insistencia significante. El que entre o no en discurso depende de la relación entre los tres registros. Porque cuando algo entra en discurso, es porque se produjo algo en la relación entre los tres registros que le dio una especial pregnancia a esa palabra. Eso es lo que pesca el psicoanálisis y eso es lo que permite captar que a diferencia de lo que creemos, en realidad pensamos siempre por retrosignificación de lo que pasó, para tratar de imaginarnos lo que va a pasar y tratar encontrarnos con otra cosa.

Irene Contardo: yo pensaba en esto del movimiento entre el borde de la ventana y el borde de la cama, en este continuo ... y cuando decían lo de guardar. A mí no se me aparece mas que guardar por ... Después aparece esta exposición en la ... digamos. Siempre estaba en un borde esta criatura, a ser descubierta como si ella estuviera cometiendo algo delictivo, como si fuera ella la que se negara ... estar escondida, pero en realidad la que escondía era la madre, después la ponía en la ..., que en realidad era un lugar que no estaba en ningún lado. Después salta a salir a defender aquellos que eran realmente ... como que ella toma esa bandera ... eso es lo que a mi se me va armando.

Sergio Rodríguez: Aquí hay una cuestión interesante en lo que vos planteás. Una cuestión interesante para nosotros los analistas, y no lo digo como una cuestión peyorativa respecto de otras disciplinas, sino porque otras disciplinas no se encuentran con los problemas que nosotros nos encontramos, que nos obligan a interrogarnos también a nosotros, en el entrecruzamiento entre esos tres registros. Lo de guardar por ejemplo, es un significante mío, yo no me acuerdo si ella me lo planteó así o no. Pero estuvo bien Laura en tomarlo y decir lo que dijo. Porque ahí yo estoy transmitiendo algo que en la transferencia del analista ocurrió en relación a ese caso y que induce al inconsciente del analista a utilizar ese significante y no otro. Podría haber utilizado cualquiera. La otra cuestión es la de la transgresión. Efectivamente la criatura tenía noción de que había transgresión y que por lo tanto podía haber castigo. A la vez la transgresión la estaba comandando la madre, pero también (le podemos o no poner comillas) “por el bien de ella”, porque le enseñó a nadar, porque gracias a sus “afanes” tenían sábanas en sus camas, toallas en su baño, los domingos gallinas y pollos en sus platos.

Participante: (no se escucha, pero es una pregunta sobre los ideales de la madre de Lucía)

Sergio Rodríguez: Habría que preguntarse si el ideal de esa madre era que a toda costa ella tenía sólo que darle de comer a sus hijos o que a pesar de sus condiciones de pobreza material tenía que, como buena madre (ahí estaría el ideal), darles otros gustos. Una paciente estaba muy impresionada por la presencia de los cartoneros por el centro de la ciudad a la noche, ella vive por ahí (año 2002). Esas familias que salen a cartonear se ponen muy contentas cuando logran juntar suficiente producto como para ganarse cuatro pesos en el día. Cuatro pesos para una familia de cinco personas. Entonces ¿qué les pueden dar de comer a sus chicos? Les darán de comer polenta, supongo, o no sé que cosa. Hace poco vi en televisión una señora que después de los saqueos contaba que los chicos habían terminado en el Hospital porque se habían dado un atracón feroz con lo que habían “robado” en el supermercado. La madre dijo, “y bueno, ¿sabe cuánto tiempo hace que ellos no veían salchichas?” Creo que las leyes deben existir, los tribunales deben existir. Hay que imponer sanciones disciplinarias cuando el delito lo requiere. Esa es la posición del juez y del ciudadano. La posición del analista, gracias a que los jueces existen no es la de ponernos a juzgar esas cuestiones, sino tratar de entender que es lo que llevó a que se produzcan esas situaciones. Es justamente lo que le permitirá a la gente desde su pasado, ir entendiendo su presente y pasar al acto en su futuro. La madre de Lucía, evidentemente era transgresora de alma. Porque al enchufarle al marido un hijo de otro, no se está jugando ningún hambre ni necesidad primaria. En ese caldo se fue cocinando la futura abogada.

Participante: estaba marcado el destino, ¿qué otra cosa?

Sergio Rodríguez: No, no estaba marcado el destino. No, podría haber tomado para otros lados (después vamos a ver qué otros caminos podría haber tomado) Hay gente con procedencias parecidas que toma para otros lados. Por ahí podría haberse hecho monja, para decir algo. Porque ahí está no sólo lo que reciben. Allí soy súper freudiano y si bien le pondría en el nombre otra palabra que complementarias, sostengo la posición de él con sus Series complementarias. Filogenia: tercera generación para arriba. En discusión, sobre hasta donde hay transmisión vía genética o no. Creo que hay algo de transmisión vía genética. Lo que es evidente es que el trabajo con lo simbólico muchas veces produce variaciones en lo que se recibió vía genética, pero además hay transmisión simbólica que viene de las generaciones anteriores a través de como funciona los significantes a través de los discursos y las lalenguas. Esas cuestiones muy impresionantes que uno encuentra cuando en la primera generación paso algo, que supuestamente en la segunda no se habló, y en la tercera aparece en el cuerpo. Me estoy acordando de un artículo que publicamos alguna vez en el viejo Psyche gráfico, donde una analista húngara[2] contaba de un chiquito que llevaban a analizar a un hospital con una anorexia. Ya no sabían que hacer con el pibe, completamente caquéctico, y entrevistan por enésima vez a los padres. Los padres dicen por ahí, al pasar: “ya está igual al abuelo” ... pregunta la analista: ¿cómo al abuelo? Y le responden: “ah sí, porque está escuálido como mi padre cuando salió del campo de concentración de donde lo rescataron los soldados aliados”. En esa familia nunca se había hablado de ese abuelo, no había fotos ni nada. Sin embargo en el nieto apareció una identificación masiva a él. Nunca se había hablado, esto entre comillas, en realidad de algún modo hablaron ¿verdad? Pero está cómo reacciona el sujeto ante la filogenia, la ontogenia y el trauma que le tocó. Ese pibe reaccionó identificándose a aquel abuelo. Otro pibe por ahí, hubiera resultado un gordo escandaloso que no dejaba pasar nada sin comer ... por si acaso ... Pero Hay algo de la reacción del sujeto siempre, que es importante también.

Roberto Vecchiarelli: ... la eficacia de la palabra que falta. Vos hablabas de ... nunca se habló, me parece que por eso justamente no pierde eficacia ... (inaudible).

Sergio Rodríguez: claro, ahí Vecchiarelli esta planteando el valor de lo simbólico justamente. O vamos a decirlo mejor: el valor de la realidad pero conformada como articulación entre lo simbólico y lo imaginario. En el sentido de que un silencio efectivamente puede hacerse notar cuando en lo simbólico que constituye a eso, ese silencio señala una falta. En términos mas lacaneses sería una privación. Efectivamente cuando en una familia no se habla de un abuelo, despierta por lo menos una intriga inconsciente enorme en los nietos. ¿Que pasó? ¿por qué no se habla de él?



[1] Conferencias de introducción al psicoanálisis. Sigmund Freud
[2] La fosa vacía: Irene Vert