Capítulo 6

El hombre propone y ¿en tiempo dispone?

Me quedó pendiente el grafo de la transferencia. Quedó pendiente del tema de cómo se había ido armando la transferencia en Lucía. Voy a empezar por ahí porque le doy importancia a ese grafo pues resulta muy útil para evaluar y discernir los comienzos de cada trabajo. Y después, los otros tiempos. Con respecto al grafo de la transferencia, en realidad para ser más estrictos, Lacan a esto lo llamó el grafo del inicio de la transferencia. La primera vez que lo presentó fue en La proposición del 9 de octubre de 1967. Es un material que se consigue con relativa facilidad.
Grafo del inicio de la transferencia

St Sq

s (S1 S2 S3S4……Sn)

Les quiero hacer notar algo. Cuando leen a Lacan, pueden encontrarse con una dificultad. Pero en la medida que adviertan de qué se trata van a ver que no es tal. En una serie de matemas escribe al sujeto de esta manera: con una S tachada -$-, en cambio en otros lugares van a encontrar que al sujeto lo escribe con una s minúscula –s- como en este grafo No lo hizo porque sí. Hace funcionar al sujeto representado por una S tachada ($) en aquellos matemas donde la barra que separa los algoritmos no toma el valor, como la primera vez en que la utilizó, en relación al algoritmo saussureano
S de escritura de la barra de la represión.

s

En los matemas de discursos esta barra que separa el piso superior del piso inferior, no tiene el valor de barrera, de barra de la represión. Por eso tacha a la S, –$–, con eso está marcando que el sujeto del que se ocupa el psicoanálisis es el que queda siempre bajo represión, que es un sujeto inconsciente y del inconsciente. Ahora, cuando la barra toma el valor de barra de la represión, como en la transformación que él hace del algoritmo saussureano, significante

S

s

sobre significado, dice específicamente que esa barra tiene ese valor, de barra de la represión. Es por esa razón que al sujeto lo pone con una s minúscula –s–. Esa s minúscula alude a que quedó bajo represión, inconsciente. También alude al predominio del significante. Doy esta pista porque leyendo se van a encontrar muchas veces con este tipo de cuestiones y se van a preguntar por qué lo escribe distinto. Por ejemplo cuando habla del grafo de inicio de la transferencia que lo va a llevar a definir a la transferencia como la transferencia a un sujeto supuesto al saber. Y describe de esta manera: quien viene a consultar a un analista, digámoslo en términos sencillos, viene haciéndose representar por un significante al cual Lacan va a llamar significante de la transferencia. Por ejemplo, a mi modo de ver en el caso de Lucia su significante de la transferencia seria algo así como “me angustia sentirme atraída por ese hombre”. Ese significante de la transferencia representa a quien viene por ahora a pedir tratamiento ante un significante cualquiera que no es cualquier significante, dice él haciendo un juego de palabras. La q es por quelconque en francés. No la cambio por tradición pero quiere decir cualquiera. Un significante cualquiera pero que no es cualquier significante. Este tema también tiene su interés y tiene mucho que ver justamente con lo que les explicaba. Es muy raro que alguien vaya a pedir tratamiento sin ninguna intencionalidad, acerca de a qué o a quién se lo va a pedir. ¿Por qué se los digo? Están los casos mas clásicos, que son los más fáciles, que van pedirle tratamiento a un señor X , a un señor cualquiera, pero que por alguna razón se dirigen a él: porque se lo recomendó una amiga, un familiar, porque lo vio en una conferencia, porque leyó algo de esa persona, etc. Por eso Lacan dice un significante cualquiera pero que no es cualquier significante, en el sentido de que ya tiene una “representación” acerca de quién es esa persona. Es uno de los problemas en relación a las instituciones públicas. Particularmente ahora en la medida en que se esta industrializando la medicina para decirlo de algún modo, como lo dice Benjamín Uzorskis, en su libro[1]. En esta medicina de obras sociales, prepagas, “se elige” por la cercanía del domicilio del terapeuta o porque hay que hacer el trámite ante la auditoria y la auditoria deriva. Allí entran en el aparato industrial de la medicina. Pero no siempre es así. Por ejemplo: el centro asistencial Arturo Ameghino. Un rumor circula por ciertos sectores de la sociedad sobre que en ese lugar se trabaja bien. Así les podría nombrar varios hospitales públicos y obviamente también esos hospitales públicos en relación a sus zonas geográficas. Pero no es tajantemente en relación a sus zonas geográficas, porque va al Ameghino gente desde Lujan, por ejemplo. Obviamente en el camino entre Lujan y el Ameghino pueden encontrar una serie de lugares más cercanos, sin embargo eligieron ir al Ameghino. O sea, hay una suposición de que ese significante cualquiera Arturo Ameghino, Centro de Salud Mental, tiene una determinada forma de trabajar según la cual la persona que se representa a ese significante supone que va a encontrar el lugar adecuado para su tratamiento. Va a un significante cualquiera pero que no es cualquier significante. Y comienza a jugarse la partida en el esquema de Lacan. Porque depende de que este significante (Sq), el analista, su escucha y su manejo de las entrevistas sepa situarse en el lugar del sujeto del inconsciente del demandante. Que través de la escucha sepa captar las localizaciones del sujeto del inconsciente para producir las interpretaciones que abran paso a la cadena de significantes inconscientes. Los significantes hasta ese momento, aunque haya habido formaciones del inconsciente previas, etc., en tanto nadie las ha podido escuchar y devolvérselas para que el paciente trabaje con eso han quedado reprimidos, se han mantenido inconscientes. En la medida en que el analista logra ubicarse en la s minúscula del grafo y desde acá producir su interpretación, va a abrir la cadena y el juego del análisis. Este es el grafo que plantea Lacan.

Discurso de Apertura de la Partida:

a S1

S2 $

El que he escrito como discurso de apertura de la partida se encuentra con que en el lugar del producto aparece $. En el del analista, deberíamos encontrar del lado de éste, lo que hace de apariencia, de agente; una vestidura para cada circunstancia. Del lado del otro van a encontrar al sujeto barrado, el sujeto que viene con interrogantes, el sujeto escindido.

Discurso del analista

a $

S2 S1

Y como producto la interpretación que es el nuevo significante que se produce. Lo que se agrega a la formación del inconsciente tomada en cuenta en relación al contexto en el cual se produjo. Por eso aparece como S1, como un nuevo significante. Partan de que cada una de estas letras, que tienen una definición general, luego toman definiciones particulares según en que función están. No es lo mismo el saber en el lugar del otro que el saber en el lugar del agente. Se va a tratar en ambos casos de saber, pero no del mismo. Con el S1 pasa eso también. El S1 nunca aparece desnudo. Cuando el S1 aparece desnudo nadie podría saber que ahí hay un S1. Se va a percibir que hay un primer significante recién cuando se capta que hay un segundo que le va a dar sentido al primero. Pero el primero apareció como un significado, el que más le parezca a cada uno. No aparece como un significante desnudo, no significado, aparece como un signo. En el caso, supongan, de Lucia, ese significante era “¿cómo puede ser que ese hombre me atraiga a mí?”, o, “¿puede ser que esté enamorada de ese hombre?” o “no puedo enamorarme de ese hombre” o cualquier otra variante alrededor del mismo núcleo. Pero para ella, si bien aparece por vía de la pregunta, no por eso deja de ser un representante y una representación en lo que es el registro imaginario de ella. La contestación del significante cualquiera, del analista, es otra pregunta, que es una pregunta sin mucho sentido. Pero no absolutamente sin sentido. Es la que lo ubicó en el lugar del sujeto reprimido. La pregunta fue: ¿por qué no? Les digo con menos sentido, pero no sin un sentido absoluto, porque al plantear por qué no, esta planteando también: bueno ... puede ser, vaya a saber, habrá que ver. Lo que abrió juego a la circulación de la cadena significante que estaba bajo represión. Y abrió curso al análisis.

Un ángel de la mano de Un Padre:
Fue uno de los pacientes de todo mi pasaje por este oficio complicado que tenemos, que quise mucho. Hace un par de años, dos o tres, que no esta trabajando conmigo. Lamentablemente la crisis económica Argentina obligó al padre en determinado momento a trasladarlo para que siguiera trabajando en una institución pública. Pero hablé con él alrededor de diciembre del 2001 y para alegría mía, me dijo que seguía andando bastante bien dentro de las limitaciones que el muchacho tiene. Primero, vino a verme el padre. Me pidió una entrevista diciendo que quería hablar de la problemática de uno de sus hijos. Me encontré con un buen hombre, muy firme. Seguro de lo que decía. Dolido y angustiado por lo que le pasaba a su hijo. Les voy a decir cosas muy breves. Mas bien una viñeta. Era un muchacho que hacía unos cinco, seis años estaba en tratamiento con una colega de la zona por la que ellos vivían, muy lejana a mi consultorio. La colega se había encontrado con determinadas dificultades en el tratamiento. Entre otras, que había ocurrido un accidente grave en el que corrió peligro la vida del muchacho. Eso la había inducido a plantearle al padre que mejor me consultara a mí. O sea que me lo derivó la propia colega que lo había tenido en tratamiento hasta ese momento. Lo digo con mucho respeto por esa colega que entre su interés inmediato y el interés del paciente, eligió por el interés del paciente. Suponiéndome ella el saber a mí. Se presenta de esta manera la cuestión de las transferencias.

Está la transferencia que ella, a quien no conozco personalmente tenia conmigo y que se la transfirió con la derivación, al padre del muchacho. Me contó que el muchacho tenía treinta y cuatro años, era soltero, nunca había tenido relaciones sexuales. Había llevado a partir de la pubertad, una vida muy introvertida, muy aislada. Ya siendo más grande el paciente, el padre se volvió a casar. El muchacho no quiso irse a vivir con el papá. El padre había heredado un departamento chico. Se fue a vivir solo a ese departamento. No lograba trabajar. Lo había hecho en una empresa más bien vecinal, pero en determinado momento lo habían despedido sin mayores explicaciones, a pesar de que había estado inclusive “palanqueado”. Lo que, en confianza le dicen al padre es que no lograban que el muchacho hiciera algo más o menos ordenadamente en tareas de peón, muy elementales. Tenía una historia dentro de la cual aparecerá el problema que va a originar después la derivación. Este padre apareció de esa manera, y en la medida en que lo fui conociendo, y fui conociendo la relación, se afirmaron mis primeras observaciones. La mayor parte de la entrevistas con el muchacho las he tenido a solas, pero en algunos momentos también con el padre, y otras veces con el padre, el muchacho y una hermana que era la única de los hermanos que se avenía a concurrir a las entrevistas. En ellas aparecía un padre tan sobreprotector, que no daba lugar a la menor autonomía del hijo. Eso llevó a la colega con buenas intenciones, a una equivocación. Se propuso independizar al padre del hijo, –este es un lapsus kalami mío que vehiculiza la verdad de la situación pues la sobreprotección era una reacción del padre a su propia soledad constitutiva–. Se propuso independizar al hijo del padre, para lo cual le criticaba dichas intromisiones. Pero claro, no es lo mismo un chico de cuatro a seis años, que un hombre de treinta y cuatro. Además el muchacho quería hacer cosas por su cuenta. Entonces pintaba la mitad del departamento y chau, no pintaba más. O se proponía ocuparse de su ropa y salía con una media roja y una verde y sandalias, por ejemplo. Una de esas veces, se propuso arreglar toda la instalación eléctrica de su departamento, y casi “se quedó pegado”. Produjo un cortocircuito grave. Fue cuando la colega decidió derivarlo. El padre, a solas, me cuenta que él había sido “ca(s)zado” por la suegra. En el sentido de que había conocido a la que después fue su esposa como compañera de trabajo en un empleo común, como podría ser ahora un shopping. Habían salido un par de veces, tuvieron relaciones sexuales, ella quedó embarazada. Cuando él se encontró con eso y advirtió que no estaba enamorado de esa mujer, le propuso hacer un aborto. La que fue su suegra después lo llamó al orden, le dio una filípica y él, identificado a sus “deberes morales” se casó. Nació esa criatura que luego iba a ser mi paciente.

Tuvo varios hijos más. Guardo datos por razones obvias. Esa señora tenía una relación absolutamente apegada a la madre, entre simbiótica y sincrética. Tan así es que cuando ocurrió el embarazo no fue ella quien discutió con quien la embarazó, sino dicha madre. Cuando murió la madre, abuela de mi paciente, la hija de la muerta, madre del muchacho sufre un primer brote esquizofrénico. El marido se ocupó de esa situación. Salió de ese brote más o menos. Un tiempo después hizo un segundo brote bastante grave en el que entre otras cosas quiso acuchillar al marido. Él decidió separarse. Tengo la impresión además, de que ya había empezado otra relación. A partir de entonces comenzó una historia en la que vivían separados pero relativamente cerca y en la cual él se siguió ocupándose de la casa originaria como si estuviera casado. Con la nueva pareja no tuvo hijos, pero sí vivieron juntos. Se produjeron un tercero y un cuarto brote en la madre del muchacho. Cuando empecé a trabajar con él, esta mujer hacía ya 10 años que estaba internada en el Moyano. En esa época tenia yo un consultorio en lo que sería un quinto piso. Me llamó la atención que el muchacho subió por las escaleras. Me encontré con alguien muy, muy tímido, realmente muy tímido, que me miraba con una mirada renuente, no una mirada torva que es distinto sino con una mirada renuente, asustada. Me di cuenta cuando me dio la mano de que la tenía absolutamente sudorosa, que todo él estaba sudoroso y agitado. Lo traté lo más amablemente de que fui capaz y le dije que me contara qué le pasaba. Hubo un rato largo de silencio. Entonces le dije: “vos viniste ahora porque tu papá me contó que estabas en tratamiento y la colega había indicado que mejor siguiera yo el tratamiento. Pero necesitaría saber qué es lo que te pasa”. Con muchas dificultades ... pero no dificultades del lenguaje, no era que no sabía hablar sino que tenía muchas dificultades para dirigirse a un Otro que era yo en este caso, que no era un par. Ante él aparecía desde la figura, la imagen que podía tener ante él, del que sabía que era una autoridad de no sé qué cosa. Era mucho más alto que yo. Le costaba hablar. Entonces me cuenta que él no tenía ningún problema, que era el papá el que tenía el problema. Él viviendo así, se sentía bien. Pero que el papá quería que hiciera otras cosas, que no viviera como vivía. Después me contó que tenía algunos amigos. Lo cual ya me hizo ruido en relación al relato del padre, que creía introvertido, aislado solitario, etc. Le pregunto entonces por el accidente y me dio explicaciones mas bien por la vía de la equivocación, de que creyó que sabia hacerlo pero que no supo. Me es muy difícil trasmitirles exactamente cómo era la conversación.

Así fue mas o menos la primera, segunda, tercera entrevista. Me di cuenta a esa altura de que estaba frente a lo que la psiquiatría clasificaría como una esquizofrenia simple. Como detenido en el desarrollo mental, muy asustado, y con dificultades de relación. Pero no absolutas. Por ejemplo, tenia un grupo de amigos, cuatro, si no recuerdo mal. Cuando me fui enterando a través del tiempo de las historias de esos amigos, eran más o menos como en una película (no se si ustedes, la vieron) Mi nombre es Sam. Era como el grupo de amigos de Sam. No es una extraordinaria película, pero vale la pena alquilarla en video. Creo que lo que muestra la película en el personaje es un deterioro de una esquizofrenia infantil. Está muy bien planteada. Después, bueno, es hollywoodense, quieren creer que el amor lo va a curar todo, pero fuera de eso está buena. Tenía un grupo de amigos así. Cuando me fui enterando, uno padecía una esquizofrenia grave, había intentado matar a la madre y le había pegado a la abuela y fracturado la cadera. Otro era un paranoico que estaba permanentemente esperando la invasión de los extraterrestres y pensando si valía la pena esperarla vivo o no. Había un cuarto que era bastante como yo. ¿Qué quiero decir? Que era bastante menos complicado, menos problematizado. Frente a ese muchacho, me planté de esta manera, –¿le hacia semblant de objeto?– Sí, ya que lo había atendido muy amablemente de entrada, que lo había hecho sentar, le había tenido paciencia, establecido conversaciones, etc. Un movimiento así, para alguien que estaba muy acostumbrado a un padre muy afectuoso con él pero al mismo tiempo muy peyorativo en el fondo, pero en el fondo ¡ojo!, porque realmente le tenia mucho cariño, fue importante para que él entrara en confianza. Me puse en esa posición desde lo que a esa altura yo ya sabia. Estaba bastante formado, e investigando las esquizofrenias hacia unos ocho años. Entonces, ¿a quién o qué me dirijo yo? Si tomamos el discurso de apertura de la partida, el analista se dirige a un S1, buscando que se produzca la escisión del sujeto, que lo haga girar, al discurso de la histérica para que se facilite el análisis. El tema de este muchacho es que él no tenia significante que lo represente. Yo no me podía dirigir a un S1.

a S1

S2 $

No podía pretender lograr una escisión de un sujeto imposible. No podía pretender que él se encontrara con su escisión. Yo, a lo que me dirigía, no por hacerme el francés, sino porque acá sí me sirve el francés, me dirigía al moi, o sea a lo que él era en sus enunciados. Por eso tacho je

a moi

S2 je

Por ejemplo: el se encontraba todos los jueves con sus hermanos y toda una barra a jugar al fútbol. Venía y me relataba los partidos de fútbol. Para él eran muy importantes esos partidos de fútbol. Pero no era un relato como un relator de radio, ni siquiera tampoco como cuando los muchachos salen de un partido de fútbol y cuentan todas las contingencias del partido y se apasionan alrededor de eso. No. Era un relato estricto, literal: cómo había empezado el partido, quién había movido la pelota, a quién se la había pasado ... en fin. Yo me dirigía a ese moi, porque en ese muchacho, al no haber un S1 que lo representara no hay posibilidad de enunciación. Me dirigía al YO del enunciado, sin esperar encontrarme con el YO de la enunciación. No había enunciación. Esa táctica me permitió durante un tiempo ir trabajando y encontrando lo que aparecía como le que más le gustaba. Lo digo así porque venía dicho así, no había una pasión. El único trabajo que él hacia más a gusto era la changa de cortar el pasto a algunos vecinos.

Preguntas y comentarios

Participante inaudible:

Sergio Rodríguez: Sí, sí. Interesante la pregunta. Me trajiste un recuerdo. Para él, la única pasión era leer historia. Era un erudito callado, pero erudito en historia. Había leído un montón. Todo libro de historia que encontraba lo agarraba (porque además era un muchacho de escasa condición económica, por eso tuvieron que terminar llevándolo a una institución pública y eso que yo le hice una rebaja de honorarios muy grande a él) Pero él tenía dos pesos de esa época en el bolsillo (estábamos en la convertibilidad todavía) y no iba y se compraba un par de medias o iba a un cine (bueno, con dos pesos tampoco ibas al cine, pero no importa) sino que se iba a las librerías de viejo a revolver en las mesas y buscaba libros de historia. Y leía y leía libros de historia. Pero no salía de ahí. Porque le hice el toque en algún momento, porque él había terminado el secundario, yo creo que había terminado el secundario sobre la base de cuando los ayudan los profesores para que terminen el secundario. Pero lo había terminado. Mi primer intento fue para empujarlo a que se inscribiera en historia. Pero la universidad para él era Goliat. Mi segundo fue para el lado de la jardinería, tampoco anduvo. Empezó si con un albañil conocido de él a hacerle de peón, de pintor con otro, empezó a tener changas, digamos. En medio de eso empiezo a observar que la otra cosa que, no les diría lo apasionaba pero lo motivaba, era que cuando aparecía una mujer con dificultades de salud, él se sentía inmediatamente obligado a ayudarla. Por ejemplo, era el único de los hermanos (que eran varios) que iba todas las semanas a visitar a la madre al Moyano, a llevarle yerba, cigarrillos y a pasarse la tarde del domingo tomando mates con la madre. Después, una hermana padeció una agorafobia grave. Entonces él la acompañaba al psicoanalista para que ella pudiera tratarse. Pero era así no sólo con mujeres sino con enfermos en general. También lo hacia con amigos. Por ejemplo con ese que había querido matar a la madre y que otra vez le rompió la cadera a la abuela, y que tuvo varias internaciones serias, severas, él iba a visitarlo. Era el único amigo que iba a visitarlo. Y al otro muchacho que estaba esperando la llegada de los extraterrestres, que no tuvo ninguna internación porque vivía en su casa, con la mamá, él iba a visitarlo regularmente. También era observable que cuando iba a visitar amigos de él, establecía la relación más estable con la madre del amigo. De varias maneras: hacer pizzas, comer empanadas, cebar y tomar mates, hacerse cortar el pelo. Empecé a tratar de hacerle observar eso, a ver qué pasaba. No pasó nada bueno. Además era una preocupación del padre también, que el padre me la había trasmitido y que me parecía razonable, que este muchacho no estaba pudiendo lograr algo para él y sí estaba permanentemente dando apoyo en este tipo de situaciones, a este tipo de personas. Entonces, varias veces le dije que parecía que lo atraía trabajar como de enfermero. Con tan mala suerte que un día, fue a visitar a la madre al Moyano y un enfermero de esos con los que la madre y él habían establecido una relación fuerte, tuvo un cáncer fulminante de médula ósea y en quince días se murió. El paciente, que hasta ese momento nunca había estado alucinado, ni delirado, en ese momento hizo una mimesis diría yo, para no llamarlo identificación. O, si habláramos en lenguaje kleiniano, podríamos decir que hizo una identificación masiva al enfermero. Empezó a estar aterrado, porque creía que también tenía un cáncer. Empezó a tener alucinaciones cenestésicas en las piernas y empezaron a aparecerle dolores de los que él le había escuchado comentar al enfermero. Hubo que reforzar el tratamiento con medicación y mandándolo a un Hospital de Día. Era un muchacho muy querible, y rápidamente se transformó en el tipo querido del lugar. Había internada otra muchacha con un tipo de esquizofrenia que no es frecuente ver pero que cuando aparece es muy impresionante porque no logran armar un delirio, entonces son puros ataques de angustia. Son ataques de angustia brutales. Sufren terriblemente. Era una muchacha separada, que tenía un hijo. Empezó un romance entre ellos dos. La muchacha comenzó a demandarle relaciones sexuales. Pensé, bueno, acá sonamos definitivamente. Pero me transformé en una especie de sexólogo, quiero decir que empecé a responder todas las preguntas que él me iba haciendo sobre el tema del sexo y a tratar básicamente de descargarle todos los temores que a él le aparecían en cuanto al temor a fracasar, de que no se le pare, de que no le guste después a la muchacha, en fin, todo ese tipo de cuestiones. Y bueno, tuvieron un par de acercamientos frustros. Mi trabajo fue de apoyatura. En el tercer intento “entró”. A partir de allí se estableció una relación amorosa fortísima entre ellos, con todos los líos del amor consiguientes. Las peleas se armaban básicamente a partir de ella. Él, a todo decía que sí. Entonces si él a todo decía que sí, ella se enojaba porque él a todo decía que sí. Y él no sabia decir que no. Tampoco yo intenté que aprendiera a decir que no. Porque no estaba en condiciones, no podía soportar lo que el no hubiera significado. El no –probablemente–, es el principal significante de la lengua. Si no existiera el no, no sabríamos hablar. Cualquier otro significante puede o no estar, pero el no, no. Tiene que estar. Es básicamente el que permite la diferenciación, la no confusión. Estableció una relación muy fuerte y bastante masoquista. Ella era lo que diría alguna abuela, de muy mal carácter. Pero él se sentía muy feliz. Y creo que efectivamente pasó a otro momento de su vida. Bueno, en ese momento fue que el padre me planteó que tenía que pasar a una institución pública. Estuve de acuerdo. Armamos el pasaje de una manera que le fuera más fácilmente soportable a él. Y colorín colorado, ese tratamiento conmigo, ha terminado. Lo que les traje del caso este, les permitirá entender por qué lo llamé Un Ángel de la mano de Un Padre. Me parece un ejemplo práctico de cómo hay que moverse en relación a determinados casos que no son estrictamente analizables con las herramientas clásicas de un psicoanálisis tradicional. Pero son casos en los que sólo un psicoanalista puede entender lo que ahí pasa y trabajar y dirigir el trabajo de la manera más adecuada posible para que el paciente viviera lo mejor posible. Nada más. También creo que logré aclarar las diferencias con un caso como el de Lucía Luciano.

No se grabó una parte del diálogo con los alumnos en el que se me objetó que hubiera definido como “de tipo sexólogo” la función que jugué. Se propuso que había sido más bien paterna. Objeté que “sobre posiciones sexuales”, etc, los jóvenes lo hablan más entre pares. Incluso, que eso era más conveniente. Luego del intercambio de ideas, acordamos que se había parecido más a la función que suelen ejercer los tíos más jóvenes.



[1] Clínica de la subjetividad en territorio médico.