Capítulo 3

La dificultad por la que consultaba y su semblant

Eran dos tipos requete finos
Eran dos tipos medio "chiflaos"
Eran dos tipos casi divinos
Eran dos tipos "desbarataos"

Si se encontraban en una esquina
O se encontraban en el café
Siempre se oía, con voz muy fina
El saludito de Don José

Hola Don Pepito, hola Don José
Pasó usted ya por casa, por su casa yo pasé
Vio usted a mi abuela, a su abuela yo la vi
Adiós Don Pepito, adiós Don José

Doy mucha importancia al tema del semblant porque creo que es capital para que se instale y se sostenga cualquier análisis. Cuando digo cualquier análisis por lo tanto, me estoy refiriendo a los que van desde los más sencillos, neuróticos media, hasta los más complicados, como determinadas psicosis y neurosis graves. Ni que decir ciertas melancolías y delincuencias. El Licenciado Marcelo Gómez trabaja en Minoridad en la Justicia de La Plata. Es un psicoanalista muy particular. Viene de abajo. Por lo tanto no sólo ha estudiado, se ha formado, se ha analizado, sino que se ha criado en cierto sentido, con aquellos a los que dedicó luego parte de su vida. Una vez me contó que estaba detenido un pibe de unos 17 años que ya había tenido muchas detenciones. Yendo en un colectivo de golpe sacó una navaja y abrió a un hombre por el medio. Estaba pasado de cocaína. Lo mató. Fue internado en un Psiquiátrico. Cuando se logró que hablara sobre el crimen dijo que se había alucinado con que estaba dentro de un camión de frigorífico y que lo que tenía al lado era una res colgada, no un hombre agarrado. Pero eso lo contó más adelante. Al comienzo, no había psicólogo que pudiera hacerlo hablar. Lo mandaron a este amigo mío en función de su experiencia. Intentó de muchas maneras. Luego decidió no insistir. Se cruzaban en el patio del correccional. Cuando dejó de insistir el pibito comenzó a buscarlo pero provocativamente. "Vos te crees que me vas a curar a mí. A mí nadie me va a curar. Yo cuando quiera me escapo". El colega no le daba bolilla. El pibe insistía. Un día lo agarra y le dice: "¿Vos creés que vas a poder conmigo? ¡A mí la vida me importa un carajo!" Y agregó: "A mí, cruzando la calle, por mirar para otro lado, un colectivo casi me mata". Entonces mi amigo se dio vuelta y le dice: "Ah, ... sí, ah, sí! La verdad es que ya no me interesa atenderte. A boludos no atiendo". A partir de ahí se estableció un fuerte vinculo transferencial del pibito con el colega que le había dado a entender que alguna vez le había supuesto alguna cualidad fálica que la aseveración del chico le hacía dejar de suponer.

Lacan, después de un largo trabajo sobre el tema del significante, además de llegar a su famosa formalización de que "un Significante representa a un sujeto para otro significante". Llega a otra conclusión que es muy importante y a la que dedica un Seminario entero: " un significante no puede no ser de apariencia". O sea, que todo significante no es más que una apariencia de representación de objeto. Por eso su insistencia en que el significante no representa representativamente alguna realidad, sólo es representante de alguna, lo que es distinto. Otra cuestión muy importante que podemos entender de este recorrido de Lacan, reside en que: un jefe, no son palabras de él sino un conclusión mía a partir de interpretarlo, no puede no ser más que agente. Después de muchas vueltas, donde empieza como los comunicólogos de esa época (años 50 del siglo XX) hablando del emisor, termina hablando del agente. ¿Por qué? Porque está condicionado por la estructura en su conjunto. En este momento tenemos un ejemplo clarísimo que es el presidente de la Nación (me refería a Eduardo Duhalde). Es el presidente, quien lo duda, independientemente de la opinión política que cada uno tenga sobre él. No como De la Rúa, que lo que más angustiaba de él era que evidentemente no estaba en jefe. Pero la caída del gabinete ahora[1], muestra que un jefe no puede hacer cualquier cosa. No está pudiendo ser más que agente, representante de la variable resultante de la combinatoria de variables conque se las tiene que arreglar, incluidas entre ellas sus propias posiciones. Consecuencia de que el significante no puede ser más que de apariencia y que el jefe no puede hacer más que de agente, el agente no puede ser más que emisor en apariencia. De cómo se arme esta apariencia, dependerá en buena medida su eficacia para agenciar. El discurso del analista, (a/S2----$/S1) de lo que habla es de esto. En Lacan hubo un momento en que dijo: No hay discurso en el cual el agente no sea de apariencia, inclusive en el discurso analítico. Un paciente me contaba que había tenido una discusión con alguien que había leído mi libro: En la trastienda de los análisis (Vol. I), donde planteo este tema de la apariencia. Ese otro alguien estaba muy enojado conmigo porque decía que yo propendía a que los psicoanalistas fueran embaucadores (risas). Lo que él no captaba es que se trata de una cuestión de estructura. Haga lo que uno haga, igual no va a hacer más que de apariencia. Luego se sabrá que resultó y que efecto se produjo en la instalación o no de la transferencia.

El sufriente suele ir a consultar sintiéndose en inferioridad de condiciones ante el Otro encarnado. He tenido experiencias donde parecía lo contrario. Un consultante me tiraba almohadones, no se iba del consultorio, hacía historias muy complicadas, parecía venir como un gallito. En realidad no era más que una apariencia que encubría la enorme fragilidad subjetiva de ese muchacho. Un día que porque llovía, tomé un taxi que tardó en aparecer y llegué al consultorio quince minutos después del momento de comienzo de la sesión. El muchacho estaba desarmado. Eso también hace a la estructura, porque si uno recurre a alguien es porque supone que ese alguien le va a saber resolver lo que a uno le ocurre, por lo tanto ese otro aparece ante uno con esa apariencia casi mágica. Sea médico, psicoanalista, brujo, tarotista, astrólogo, adivinador con técnicas diversas, psiquiatra, o cualquier otro potencial psicoterapeuta. Advertirán de paso, que coloco también a los tarotistas y los adivinos, entre los psicoterapeutas. El que viene así, viene dispuesto tanto a entregarse totalmente, como a salir corriendo rápidamente. La encarnación de ese Otro, por supuesto los estoy escribiendo con mayúscula a estos Otros, carga sobre sí la imago de la omnipotencia de los Otros primordiales. La madre, el padre, las maestras del jardín, directores de escuela, etc. Pensemos la función de la instalación de un análisis y de la constitución, deconstitución y reconstitución de las apariencias como teniendo cierto parentesco con el proceso de adaptación en los Jardines de Infantes.. En ese movimiento de transición a un nuevo espacio potencial, el infante va pasando de la mano y el acompañamiento de la madre o el padre, a la mano y la voz de la maestra, para ir entrando en el lazo social de la salita, su color y el vínculo con los otros nenes. Ahí sí va otro con minúscula. En ese movimiento el consabido: "y ahora sentémonos todos juntos". Hace apariencia de paridad de la maestra con los nenes sin perder su lugar de agente, ya que la suya es la voz que lo dice pero de una manera que facilita la función de quitarle la forma monstruosa de la omnipotencia supuesta, sin castrar, que da la encarnación del Otro en esos momentos. Estoy hablando del semblant de la maestra jardinera en ese momento. Por eso recurriré a mis maestros Gaby, Fofó y Miliki, después se agregaría Milikito. Sigamos tratando de aprender algo sobre construcciones de semblant. Me parece muy importante diferenciar entre el acto artístico y la persona de los artistas. No hay que idealizarlos. Por ejemplo, Gaby, Fofó y Miliki, plagiaron "El auto de papá" de Pipo Pescador lo que les costó un juicio que finalmente ganó éste. Pero el verdadero valor del acto artístico de dichos payasos lo recibí en su música y sus letras. Trabajaremos un poco su célebre "Hola Don Pepito, hola don José". Haré un juego poco habitual, lo podría plantear de otra manera pero me pareció que acá cabe así. Tomo una herramienta de los semiólogos que me parece interesante porque también estamos hablando de escena. Divido lo que se dice entre el relator y la voz. El relator, se disfraza de la apariencia de ser el representante de las voces. La voz, es cuando la voz habla directamente sin mediación que la represente. Cristina Corea tiene un trabajo muy interesante sobre el feminismo en el analiza cómo el grueso de la literatura feminista funciona como “representante” de las mujeres. Y señala que otra cosa es cuando las mujeres hablan, cuando hacen oír su voz.

Qué nos describe el relator en la primera estrofa? Cuatro definiciones de dos personajes idénticos en rasgos y cualidades, que funcionan casi como oxímorones. O sea, cuando se contraponen dos significados opuestos para producir una metáfora. Por ejemplo: requete finos, medio chiflaos, casi divinos, desbarataos. Algún tipo de psiquiatra o conde de Chikoff, los etiquetaría de bizarros. Empiezo por el último rasgo, desbaratao, porque creo que nos sirve bastante para el tema del semblant. Según el Diccionario de la Real Academia Española. Desbaratados: "de mala vida, conducta o gobierno." Viene de barato y de baratar. Tomo algunos de los significados para no abundar innecesariamente. Viene por el lado de fraude o engaño, en los orígenes más antiguos. También antiguamente de: abundancia, sobra, y baratura. Como adverbio masculino: de poco precioso. También como una expresión familiar que se usaba para denotar que una cosa se daba o vendía por un precio muy bajo. En el francés antiguo, como figurar y familiar: predominar una persona por el miedo que impone a otras. También: conceder gratuitamente alguna cosa por no entorpecer el fin principal que se pretende. En otro de los significados: confundir y oscurecer lo que alguien va a decir, metiendo bulla y dando grandes voces. Lo colocan como sinónimo de desbarajustar, desordenar. Es muy interesante, porque desbarajustar parece ser un derivado intensivo de barahustar, de barahustar. En el siglo XV queda desbaratar, trastornar, que parece haber significado primitivamente: golpear con lanza, y luego parar un golpe por medio de una lanza. Vendría de hustar. procedente del latín tardío: fustare "azotar, golpear". Nuestros gauchos usan fustas. Como derivado de desbarajuste, desbaratado, desbaratar, baratao, desbordar, borde. Descarado, descararse. Cara, descarnar, carne, descaro, cara otra vez. Barato que yo creía que venía de baratillo, de paquete. Pero no, viene de negociar emparentado con el celta mratos: engaño, traición de donde embaucar. Como ustedes ven desbaratao nos lleva directamente al semblant del analista, pero pasando por todas las vicisitudes que la Real Académica Española y Corominas, estoy citando de los dos diccionarios, nos dan noticia. Hay una gran plurisemia en desbaratao. Y se juegan muchas de las escenas de los analistas cuando estamos analizando.

Habrán observado que tras las diversas vueltas que van dando los significados de desbaratado, desbarajuste, barato y todo eso, lo que está latiendo permanentemente es la cuestión de negociar y guerrear. Dos caballeros que se encuentran con lanzas en un combate a lanza, están negociando. Parafraseando a Von Clausewitz podemos decir que las peleas son continuación de las negociaciones por otros medios. Con lo cual digo sin ninguna vergüenza que la capacidad de cada uno de nosotros para hacer semblant, es una parte importante de nuestro negocio. Si ustedes me escuchan monosémicamente van a escuchar una parte de la cuestión. Pero esta también es plurisémica. A todos nosotros nos interesa tener pacientes, cobrar lo que los pacientes nos paguen y vivir de eso. En ese sentido es un negocio como cualquier otro. Cuando se dice que tenemos clientes, sí tenemos clientes, no son sólo pacientes o analizantes en abstracto. Pero además lo tomo, porque todo negocio es una transacción. La cuestión del negocio nos acerca al síntoma. Pero además el trabajo del psicoanalista, Freud ya lo advirtió en Psicoanálisis silvestre, no puede ser hecho de cualquier manera. Uno no va a decir determinada cosa en cualquier momento del análisis. Ahí también hay algo del orden de la negociación. En el sentido de que para que el cliente aprecie algo de determinada manera, el análisis va a tener que recorrer muchas vueltas. Sin avergonzarnos. Freud extrajo de la economía política una notable cantidad de términos. Por ejemplo: economía libidinal, objeto, carga, transacción, transferencia, desplazamiento de valores, etc. Negociamos apariencia, para venderle al analizante su propio efecto sujeto devenido de lo que lo representa (S1 y S2) y de su ser de objeto (“a”, que lo divide).
Sigamos a nuestros maestros. Desbarataos va a renglón seguido de casi divinos, otro semblant. O sea parecidos a dios, pero casi. Primero oponen, requete finos con medios chiflaos. Fíjense qué sentido interesante. ¿No nos presentan la disparidad de gestos, entonaciones de voz, dadas de manos, respuestas telefónicas, participación en reuniones sociales, que tenemos que tener los analistas si queremos lograr analizar?. Nada parecido a esa imagen clásica del analista, que con buen humor suelen darnos los humoristas: peladito, de barbita, anteojos gruesos, espaldas cargadas, carraspeando y dando la mano como si le colgara. Es una imagen estándar, en consecuencia, lo contrario de hacer semblante.

¿Y el consultante? Ahí está la otra cuestión. El relator nos dice que son dos pero que lo que se oía era el saludito de Don José. Hay un conflicto en cómo define la cuestión y cómo la describe. Deja por lo menos una ambigüedad que da lugar a la duda. Que los saludos los iniciaba con voz muy fina Don José. Pero ¿qué agrega la voz, qué podemos tomar como parte de la enunciación? agrega que Don, los españoles lo usan transitivamente de título nobiliario, que Don José saluda a su otro con diminutivo: Don Pepito, que es el apelativo de José. Luego, recibe el mensaje invertido. No se aclara ni en la canción ni en la lectura, con que voz. Lo que como consecuencia debe hacernos suponer que con voz más gruesa. Pero si de Don José dice con voz muy fina y del otro no aclara nos mete en otra paradoja, el de voz más fina trataría con diminutivo al de voz más gruesa. Se escucha la pregunta: ¿pasó usted ya por casa? Fíjense que es indeterminado y con la enunciación como una rutina. No dice, "pasó usted por su casa", sino "paso usted ya por casa", queda indeterminado. Contesta el otro "por su casa yo pasé". Ahí sí, él determina que pasa por la casa de Don José, pero a mi modo de ver no termina de resolver la intriga. El menor o el que despierta ternura en Don José es el que dice eso. Porque el diminutivo se usa en función de ternura o porque se está refiriendo a alguien más pequeño o en función peyorativa. Pero por cómo viene la letra no es este el caso. Entonces Don Pepito discrimina propiedad y pronombres personales. Don José el grande no lo hace, otra vez la inversión la está haciendo el más chico. Sigue sin puntuaciones, en consecuencia los dichos se tornan ambiguos, no se puede saber sino por el sonido de las voces sobre quién habla. Esta grabación no es de Gaby, Fofó y Miliki, es de Miliki después de que ya había muerto Fofó. Hay partes que las hace responder al coro de pibes. ¿Quién habla? Es solo el saludito de Don José, o ¿a partir de él se saludan los dos, Don José y Don Pepito? ¿Quién habla, pregunta o indica? Tampoco queda claro. “¿Pasó usted por mi casa?” Es distinto. “¿Vio usted a mi abuela?”, el otro responde en forma invertida, “a su abuela yo la vi. Adiós Don Pepito, adiós Don José”. Fíjense que invierten la jerarquía. Don José por lo tanto puede creer el oyente que es el mayor pero probablemente es el que se despide del mayor. Podrían ser dos personas, y no se olviden nunca que persona viene del griego persone, cosa que se conserva bastante en el francés (personne), y que quiere decir máscara. Es muy interesante porque en ese sentido, creo que los griegos generaron la lengua con más claridad que los occidentales posteriores. Podrían ser dos personas intercambiando un “discurso corriente”. Fue la última formulación de Lacan para lo que tomándose de Freud empezó llamando "palabra vacía". Lo típico del discurso cotidiano y rutinario: ¿qué tal cómo andás? Todo bien. Uno podría desconcertarlo diciéndole: fantástico, que suerte que tenés. Los rituales sostienen la apariencia de relación. En este caso, ¿es un intercambio de discurso corriente, imaginario puro, o es un disociado charlando con su niño volviéndole desde lo real?. No queda tan claro, si ustedes leen la canción en lugar de comprenderla. Cuando digo: charlando con su niño volviéndole desde lo real sería charlando con su alucinación.

No olviden ustedes que Lucía había conversado con un hombrecito que poblaba su oreja, hasta que el análisis previo interrumpió dicha conversación. Por supuesto que la imagen, no el sólo juego de voces, ayudará mucho a resolver la pregunta pero no siempre. Recuerden la película Una mente brillante. Para los que no la vieron, es sobre un matemático esquizofrénico que terminó ganando un premio Nóbel. Es sobre un hecho real. Es muy interesante cómo está hecha la película. Por la necesidad de darle cuerpo a las voces ponen imágenes visuales. No es lo más común de ver en las esquizofrenias pero a veces se escucha a alguno de esos pacientes relatarlas. Me ha tocado atender a un hombre al que su alucinación visual, un gran ojo, lo miraba desde un paredón de enfrente. Estamos hablando de un semblant de los pacientes. Por eso traigo la canción. Fíjense que por la letra a secas no sabemos si estamos hablando de dos neuróticos que están produciendo un discurso común y corriente, o de un psicótico que está en diálogo con sus alucinaciones. Sin embargo, serían dos apariencias muy diferentes. O sea, no sólo los analistas hacemos apariencia, sino que cada paciente también trae la suya.

También debemos tener presente el semblant de quien hizo la derivación. Recuerdo mi primer encuentro con ella, con la derivadora. Ambos teníamos 16 años. Fue en un Acto de un 1° de mayo de 1954 en la plaza Lezica, hoy Parque Rivadavia. Acto rojo. Yo había leído Pedro y Lucía de Romain Rolland, y estaba dado vuelta por dicha historia de amor. Una jovencita un poco más chica que yo, con sus largos y rubios cabellos al viento me ofrece una revista de cultura: Mar dulce. Flechazo inmediato. Desaparece tan rápido como apareció. Después durante años supe de ella por rumores. Hasta que en la Facultad de Medicina nos volvimos a encontrar pero mantuvimos siempre prudente distancia. Se había metido con un grandote pintón que me llevaba varias cabezas de ventaja y con el cual se casó y sigue casada. Para ella fui el rudo militante idealizado y caudillo inalcanzable. Comunidad de amores, de ideas, de riesgos y el recuerdo reprimido de un amor por quienes enarbolábamos la antorcha de la revolución. En verdad, ¡qué sé yo si ella me amó alguna vez! probablemente fueron todas imaginaciones mías. Luego, cuando me derivó esta paciente, seguía el "careteo". A sus ojos yo seguía encarnando la antorcha de la revolución. A los míos, ella se batía en digna retirada. Tuvo que exiliarse. Y luego, ¡sorpresa!, ese amor reprimido vuelve a ser recordado en el nombre que le pongo a la paciente. Esto me sorprendió totalmente, porque ... Lucía, se lo puse hace un montón de meses, más, años ... porque lo presenté varias veces. Pero después me acordé de aquella escena inicial de la que seguramente viene el nombre que le puse a la paciente además del juego de palabras que me permite. Un nombre que creía colocado sólo instrumentalmente. Tardé en caer en cuenta que se asociaba a la derivadora y ni más ni menos que a través de Romain Rolland, que fue uno de los grandes nombre del padre para los de mi generación e ideas. Observen esa derivación desde los tres. Quien la hizo, la paciente y yo. Todo era un gran malentendido. Sin embargo con algunos rasgos de verdad. Para que esa paciente desplegara su confianza y transferencia imaginaria, hacía falta que se confiara a alguien que no pareciera pertenecer al campo del hombre que amaba, sino al que ella por ideales, suponía suyo propio. Recuerden su conflicto. Su capacidad para amar aun tributaba a la cara del narcisismo que se fascina con los ideales. La dificultad por la qué consultaba, estaba justamente en que aun no podía transferir esa capacidad de amar a relaciones de objeto no identificadas a sus ideales políticos, ideológicos y morales.

Preguntas y comentarios

Participante: podrías ampliar un poco lo del semblant del paciente cuando llega. Porque yo siempre pensaba qué semblant hacerle al paciente. Pensaba cómo hacer semblant, a veces me sale y a veces no. Sobre todo no me sale cuando lo quiero hacer.

Sergio Rodríguez: creo muy importante esa cuestión. Porque entrar en un análisis y llevarlo a fondo, suele llevar mucho tiempo. Cosa de la cual me enteré gracias a Lacan. Anteriormente casi había un reglamento, aunque no coincidiera con el recurso freudiano de los análisis de prueba. Dos sesiones, diván y comienzo del análisis. Se argumentaba que en la primera sesión el paciente podía estar presentándose de una forma y que en la segunda podían hacer su aparición sorpresas. Entonces, a la tercera ya se la consideraba apropiada para mandarlo al diván. Más o menos esa era la idea. Cuando me enteré de que Lacan hacía largos procesos de entrevistas empecé a tratar de entender por qué y para qué, lo que me llevó a leer los testimonios de personas que él analizó. También el libro de Jean Allouch Doscientas trece ocurrencias en el consultorio de Lacan. La idea que me fui haciendo tiene que ver con esa pregunta tuya, eso se ve muy claro en el libro de Betty Milan, El loro y el doctor. El tema no era sólo cómo se iba constituyendo él en un semblant que instalara la transferencia. Ella estaba atraída. Me parece, por las cosas que va contando Betty Milan, que el tema para Lacan era cómo plantarse para que se instalara ella en la transferencia simbólica. Con ese fin hubo un largo tiempo donde trató de calibrar cual era el semblant de esa mujer que venía a verlo. Milan cuenta una anécdota. Ella se le hace presente con una carta de un psicoanalista brasilero que Lacan conocía, se la presenta y le dice que ella tiene interés en traducir los Seminarios de él al portugués. Lo cual para Lacan, era una oportunidad inigualable. Porque iba a traducirlo al idioma que hablan más o menos, doscientos millones de personas. A ella le parecía que a él sólo le preocupaba que le tradujera el libro. Pero cuando uno va siguiendo su relato, se da cuenta de que él le estaba devolviendo invertido su propio mensaje a ella. En el sentido de que vino a proponerle traducir el libro. Será sobre esa base primera que él va a lograr que ella finalmente entre en análisis. O sea a que se instale en una posición que le permita a él traducir y darle a conocer el resultado, las producciones inconscientes de ella. Cuento otra cosa totalmente distinta. Yo llevaba analizando seis o siete años a un obsesivo común. Una neurosis obsesiva de carácter de las supuestamente comunes, van a ver qué sorpresita. Me había llamado la atención que me contaba mucho, los chistes sobre la Mulatona y Clemente. Por eso y algunas cosas que me relataba sobre su vida erótica, me di cuenta de que tenía una fijación muy fuerte al objeto parcial teta. Lo trabajo, la madre, etc. Trabajamos, todo andaba bárbaro pero él seguía con que no podía anclar con ninguna mujer. El circuito era parecido. Salía, se levantaba alguna mina, se acostaba un par de veces seguidas y perdía completamente el interés. Mantenía un interés conflictivo y contradictorio por una dama con la que andaba hacía varios años a la que oscilaba entre hacerla aparecer como novia o como amante. Supuestamente, porque era de otra etnia y extracción social lo cual, creía, resultaría muy complicado para sus padres.

Después de que se publica Pollerudos el libro entra a circular. Lo compra, hace un viaje y cuando vuelve, me dice: "leí su libro". ¿Qué libro? Pollerudos, "a partir de que leí ese libro este análisis cambia". -¿Cómo? Llevábamos seis o siete años, no me considero “de madera” para escuchar, pero sin embargo nunca había encontrado un equívoco o un sueño que tuviera que ver con lo que me devela. Me cuenta que desde muy chico él tenía un fuerte erotismo anal. Eso no me impactó demasiado, porque lo tenía clasificado como un neurótico obsesivo. Me cuenta prácticas masturbatorias adolescentes anales, tampoco me sorprende demasiado. Después me dice que cuando fue más grande, alrededor de los 18 años un poco más, se le empezó a meter en la cabeza que tenía que hacerse coger. Pero claro, todos en su barra eran heterosexuales, sus amigas eran heterosexuales, su ambiente era heterosexual, él era un hombre con un cierto lugar dentro de su etnia. Agarró el rubro 59 de Clarín, buscó taxi boys que se ofrecieran y fue. Al primero que fue, entró en el departamento pero el otro no logró entrar en él. Cerró el culo, no quiso saber nada. El “taxi” lo trató con mucha profesionalidad. Ternura, suavidad, etc. pero nada. Pasaron quince días de ese fiasco, decide ir a otro. Más o menos lo mismo. Renuncia a la idea. Hasta que mirando otra vez las páginas de Clarín se aviva de que hay ofrecimientos de travestis, y se hace coger por un travesti. A partir de ahí cada quince días se hacía coger por un travesti. Tuvo razón, a partir de ahí se reordenó bastante todo el análisis. Él dice, esas cosas no las termino de creer nunca, que todo eso se le pasó con el análisis. Piensen que en el travesti aparecen el pene y los senos. Lacan lo plantea en su seminario Las formaciones del inconsciente, el travesti es el semblant más estricto de la madre fálica. El de este muchacho era un hogar ordenado alrededor de una madre fálica. Lo traigo como otra ilustración, en el sentido de que con los pacientes pasa también, que vienen aparentando. Pero insisto, por una cuestión de estructura no porque nos quieran engañar ni nada por el estilo.

Conté antes sobre cuando me atrasé y cambió totalmente un análisis. Uno tiene que estar muy atento a las mínimas modificaciones que en la apariencia se van produciendo, porque también son enunciaciones. En ese sentido, pueden construir por ahí nuestra política clínica. ¿Por qué? Porque se nos oferta otra oferta. Entonces en la transacción en ese análisis se reordena, reordenándose también toda la negociación en el mismo. Cuando digo esto puedo parecer un analista muy lleno de intenciones, por lo tanto muy desapegado de la abstinencia, la asociación libre, la neutralidad. Para nada. Porque esto en la medida en que el analista ha logrado ser bien analizado, pasa casi a transformarse en reflejos, no tanto en pensamientos. Por eso supongo importante estar atento a la apariencia de los pacientes.

Participante: ¿por qué elegiste la canción del epígrafe?

Sergio Rodríguez: la elegí porque me parece que ofrece algo que es muy interesante. En un mismo discurso es decir en sus enunciados, se nos pueden estar transmitiendo y acá vuelve el tema del semblant, dos apariencias completamente diferentes. Ahí está otra vez la cuestión del detalle. El detalle no viene sólo en las palabras que se dice, sino en otros elementos que funcionan en el contexto de las palabras como enunciación también. Por eso insistí en lo del relator y la voz. Otra cuestión. He visto y veo mucho el parentesco al mismo tiempo que la enorme diferencia entre neurosis y psicosis. Una vez alguien que supervisaba con Lacan le dice: Doctor al fin estoy tranquilo, he llegado a la conclusión de que no es una histeria grave es una psicosis. Entonces Lacan le dice: ¡Ah, usted piensa que es más grave! (risas)

Participante: me quedé desorientado con la explicación que diste del nombre de Lucía, porque habías enunciado como que la mirada tenía mucho que ver en este caso. Y el nombre Lucía está directamente ligado con la mirada.

Sergio Rodríguez: es una nueva interpretación, estoy de acuerdo, ¿qué voy a agregar? Tenés razón. Por supuesto, además aquella de la que hablé era una jovencita que lucía, o así me parecía a mí. ¡Vaya uno a saber!

Alicia Smolovich: me quedé enganchada con lo que contaste en relación a la pregunta del semblant del lado del analizante, del paciente. En los dos recortes que hacés, en la del neurótico obsesivo y en la llegada tarde en el taxi. Ahí aparece un cambio, no sé, del lado del analizante. Pero a él le aparece el analista también con un cambio de semblant, aunque la llegada tarde haya sido producto del azar.

Sergio Rodríguez: creo que el planteo de Alicia afina la cuestión. Estoy completamente de acuerdo con la observación que hacés. Además, me parece muy importante. En este momento no me viene ninguna a la cabeza pero sí tengo presente que ha habido muchas situaciones en las que en un momento me he propuesto una modificación abrupta en determinada cuestión y eso produjo una transformación en el análisis. Lo que planteás, demuestra muy claramente cómo todo análisis se desarrolla en discurso y esta cuestión de que el agente no es más que agente. Y el otro es otro y como tal, forma parte de dicha estructura. Hice una experiencia, creo que vos estuviste en ese seminario y algunos otros que están aquí también. El Seminario era Diagnósticos psicoanalíticos, herramientas para la cura. Me sorprendí enormemente, porque al final del seminario me di cuenta de que a grandes rasgos se habían establecido en él dos discursos al mismo tiempo habiendo un solo agente: mis enunciados y enunciaciones. Por un lado funcionaba el discurso universitario, por otro aparecía más el de la histérica. Y si no recuerdo mal creo que hasta me animé a decir que en alguna circunstancia el discurso del analista. Y el “emisor”, el agente, era el mismo. Lo que había era diferentes posicionamientos de parte del público ante lo que me escuchaban. Esa diferencia de posición producía que no obstante haber un solo agente hubiera dos o tres discursos funcionando. Tenés razón, el posicionamiento y su apariencia hacen efecto en la apariencia del paciente. Pero también está esta cuestión, hay toda una parte que depende mucho de cómo se posiciona el paciente. Hay un ida y vuelta permanente.

Participante: (intervención inaudible) ... sostiene al otro ...

Sergio Rodríguez: un semblant, vos tenés razón, sostiene al otro. Esos son los análisis que se estancan, donde se congelan ambos en un mismo semblant que hace una imaginario de complementariedad. Esos analizantes muy enamorados de sus analistas con sus analistas muy enamorados de ellos, pueden llevar un análisis a que dure treinta años. Pero ahí sí también, podríamos recurrir a las teorías de caos y de catástrofes de las que no conozco más que escritos de divulgación. Tienen un ejemplo interesante, el nacimiento de una perla artificial en las ostras. La ostra es una ostra. Pero en los criaderos le pegan un pequeño pinchazo a la ostra y ese pequeño pinchazo produce una segregación que es lo que va a producir la perla artificial. El paciente del taxi de entrada me volvía loco. Conocía a quien lo había analizado, y realmente me parecía una planta para decirlo en términos sencillos. El venía y me hablaba pestes de esa planta. Yo pensaba: "tiene razón, peras nunca va a sacar de un olmo". Pensaba para mí. Pero empezó a sacudirme a mí, a maltratarme. Me empecé a preocupar. Atendía aún con los 50 minutos de rigor en los encuadres tradicionales. Llegados los cuales él me decía: -usted no tiene ningún derecho a interrumpirme, yo estoy hablando y esto es muy importante ...- Y se quedaba. Le decía: –Bueno, mire ya terminamos–. Era un psicoanalista civilizado. Hasta que llegado un momento, cada vez que me decía eso, le retrucaba: –Bueno, ¿usted se queda? –Sí, sí. Entonces me iba al salón de descanso de la casa de consultorios. No había caso. Pero pasaban cosas. Él venía cuatro veces por semana. Hasta que se produce el episodio de la lluvia y el taxi. Me empiezo a poner ansioso, me acordaba del muchacho como energúmeno. Fantaseaba: me pone en una pira y me quema. Cuando llegué era un bebé descompensado. –¿Doctor, le pasó algo? Qué susto que me pegué, pensé que le había pasado algo. Ahí el análisis se transformó. Siguió un año más conmigo. Luego se fue a otro país y se siguió analizando allá. Cambió absolutamente el análisis, inclusive también lo que le pasaba en la vida práctica. Ahora, ¿el cambio lo produjo el analista? No, lo produjo la lluvia como intromisión de algo real en el sentido de que había quedado absolutamente por fuera de su saber. Claro que en función de un anudamiento simbólico imaginario, en el cual ese incidente real hizo reaparecer el huérfano que se escudaba tras su coraza. Para mí resultó tan inesperado como para él. Por supuesto yo no tenía la intriga que tenía él, que no sabía estaba llegando tarde porque no conseguía taxi. Pero produjo esto. Creo que la cuestión se complica cuando uno cree que está soportando demasiado tiempo algo idéntico. Una cosa es la repetición y otra la reedición. La repetición es con diferencias, si hay repetición con diferencia entonces la cosa de algún modo marcha. Pero cuando hay reediciones y reediciones, hay que preguntarse qué pasa.

Participante: me acordaba de una frase del librito de Nasio Cómo trabaja un analista. Donde él decía que trata primero de despejar el motivo de consulta y de la demanda implícita. Si mal no recuerdo creo que dice algo así. Me preguntaba cómo relacionarlo con lo que estamos hablando ahora. Y en qué medida conviene mantener ... creo que vos ya algo adelantaste, que no se puede mantener mucho tiempo con reediciones. Pero ¿cómo se relaciona esto de despejar el motivo de consulta de la demanda implícita?

Sergio Rodríguez: a esto es a lo que me refería en la primera clase con la cuestión de por qué Lacan produce un parentesco en determinado lugar entre los médicos y los psicoanalistas, cosa que va a contrapelo de lo todo lo que cree la psicologización del psicoanálisis, incluidos algunos lacanianos. Está referido a esta cuestión. El motivo de consulta, ahora voy a tomar un término de Wilhelm Reich, en este punto y en este motivo me sigue gustando, el motivo de consulta es planteado desde la coraza del que consulta. La demanda explícita no es planteada desde el semblant. Creo que la coraza, todavía encubre al semblant, a la apariencia. El motivo de consulta siempre es planteado muy defensivamente. En la demanda implícita algo ya del orden del deseo se puede empezar a oler. No sé si Nasio se referirá a eso, pero supongo que sí. El motivo de consulta es un concepto más traído del psicoanálisis inglés, en cambio la demanda y la división entre demanda implícita y explícita, tiene más que ver con el psicoanálisis de Lacan. Me parece que se puede hacer esa diferencia y que es interesante. A veces lleva muchísimas entrevistas iniciales, que el hombre o la mujer se desarme. Se desarme en todos los sentidos de la palabra: deje caer su coraza, deje sus armas a un costado. Imaginemos ese momento del consultorio, como un Saloon del Far-West, todos entran con las manos cerca de la culata de los revólveres y la mirada paranoica.

Participante: vos estabas hablando de que el significante era apariencia, y un poco toda esta cuestión del semblant y las apariencias. También hiciste referencia a la máscara. Si no entiendo mal el semblant es casi una función. Pero en qué sentido se engancha el significante con el semblant, ahí hay algo que ...

Sergio Rodríguez: El significante no puede ser más que de apariencia porque el significado siempre está perdido y convocando a ser reconstruido. Les hice un recorrido etimológico sobre desbaratao, en el cual llegamos a parar hasta los irlandeses de no sé que siglo. Donde habrá surgido la palabra mrato para decir negociar. Hubo una discusión fuerte dentro de la lingüística, dentro del propio Saussure. Porque él hablaba de la arbitrariedad del signo al mismo tiempo que hablaba del signo como efecto de la articulación de los significantes. Benveniste resuelve la contradicción aparente. Lacan se apoya en él y lo apoya. Disecan la cuestión. El signo es arbitrario en tanto nombra algo. El signo es arbitrario en tanto en ese primer movimiento de que una palabra nombra algo, no hay nada, ninguna legalidad que indique por qué, esa palabra tiene que nombrar ese algo. Una vez entrado al comercio de los significantes, deja de ser arbitrario. Una articulación significante puede decir determinada cosa. Utilicé muchas palabras plurisémicas. Se los hago notar especialmente alrededor de desbaratao, con muchos sentidos, pero no todos. Con desbaratao no puedo decir todas las cosas del mundo. En el primer sentido de arbitrariedad, el significante no es más que de apariencia. En el segundo sentido obedece toda una legalidad, no es arbitrario, pero no deja de ser de apariencia. La apariencia nuestra tanto como la del analizante, se construye como un tejido de redes significantes que me representa y que lo representa. Pero tengamos muy presente algo: significante no es sinónimo de palabra, y mucho menos en Lacan. Esto es muy importante porque que vengo con el lacanismo desde un poco después de sus inicios. Acá hasta los años 1980-85 entre nosotros era muy común confundir palabra con significante, se usaba a ambos elementos casi como sinónimos. Esto originó situaciones desgraciadas dentro del movimiento como que la inmensa mayoría decían que no se podía psicoanalizar niños. Niños chicos, se entiende. Entonces los niños chicos iban a parar a los kleinianos. Por eso les decía lo de la observación. Porque para mí un determinado modo de mirar puede funcionar de enunciación. No por sí solo. Por sí solo es una letra nada más. Un determinado modo de sonreír, alguna respiración rara, una sudoración de más. ¿El otro día qué me pasó? Ah, nada del otro mundo. En determinado momento, alguien dice que el marido le había dicho algo de ... de las papas cocinadas al rescoldo. A mí me llamó la atención. Porque en el barrio en San Pedro y San Pablo, hacíamos papas y batatas en las brasas, en la fogata. Por ahí, hacíamos también los chorizos en la fogata, en las brasas que quedaban de la fogata. Pero rescoldo, me produjo un efecto muy raro. Me llevó a recordar una canción patria que debo haber cantado en mi primera infancia. La que de alguna manera había usado esa palabra. Pero el hombre que usó rescoldo, no era un hombre de usar ese lenguaje habitualmente, era un muchacho de barrio. Habría dicho: má, sí, tirá la papa al carbón. Ahí ustedes tienen una letra. Cuando se articula en el contexto significante que antecedía y seguía a eso esa letra empezó ya a “hacer su camino al andar”. O sea, a armar determinado significante. Entonces la apariencia tanto nuestra como del analizante está construida por significantes pero concebido el significante de esta manera.

Ya que me desafió los otros días Roberto Vecchiarelli, diciéndome: ¿cómo, no traes otra vez las letras, los discursos? El discurso del analista todos ustedes lo conocen = a/S2----$/S1. En determinado momento trabajando a partir del quinto discurso de Lacan, armé un discurso que llamé finalmente: el discurso de apertura la partida = a/S2---S1/$. Ustedes ven que es muy parecido al del analista, excepto que del otro lado, hay un significante Amo en el lugar del otro, y hay una producción de sujeto escindido (inconsciente). En el del analista hay un sujeto dividido en el lugar del otro y hay una producción de un nuevo significante 1. ¿Por qué, inicio de la partida? Porque todo el trabajo inicial del analista es para lograr el semblant que facilite, se produzca un sujeto. El consultante aun no viene en sujeto, viene en yo. Viene a contar toda la tragedia que pasó con la mamá, el papá, la hermana, los hermanos ... Siempre hay algún hermano malo. En fin, todas esas historias. Hasta un momento en que se produce algo. Entonces encontramos un efecto sujeto. Algo se ha quebrado en la red de significados y ha aparecido alguna letra que nos llevó a eso. La idea que tengo no es estrictamente la de Lacan en cuanto a que el psicoanalista hace semblant de objeto a. Creo que para poder hacer ese movimiento de cintura que él mismo hacía en las entrevistas iniciales nos colocamos en el centro del rombo, no nos colocamos desde el lugar del objeto. Lo escribo así = $a (la ps de psicoanalista) Porque si nos colocáramos puramente como objeto en falta el analizante saldría corriendo. Nosotros tenemos que aparecer como que podemos llegar a ser eso pero que aun no lo somos. Eso nos coloca en ese lugar que no es ni el del sujeto ni el del objeto. Somos sí, una cierta vestidura. Algo que pasa: uy esa mina, qué parecida a aquella ... Pero no es aquella, no hay caso. Hay algunos incluso que tratan de levantársela, para ver si ... No lo van a lograr nunca, no es aquella. Con nosotros tiene que pasar eso también. Por supuesto que no vamos a ser nunca ese objeto del fantasma del analizante, Lacan tampoco lo pensaba, decía hacer de. Eso lo encontrará siempre fallidamente en su vida real, pero no en nosotros, por lo menos mientras sostenemos nuestra función de analistas.



[1] Renuncia del ministro de economía Jorge Remes Lenicov el 23 de abril de 2002.