Capítulo 12

Por qué creo que Lucía terminó su análisis

A veces se escucha a algunos colegas dar una idea de los finales de análisis tomando la formulación de Lacan sobre la identificación al síntoma. Sería algo así como en aquel viejo cuento: me sigo meando pero ya no me importa. No concuerdo con ellos. Sí es cierto que uno toma otra distancia con respecto a ciertos problemas personales. Pero no en el sentido de: me sigo meando pero no me importa.

Esta señora, en los doce años en que se analizó conmigo formó su segundo matrimonio de un modo muy diferente a cómo había armado el primero. En primer lugar con un objeto erótico muy distinto a su primer marido. En ese segundo matrimonio en que el análisis se desarrolló atravesándolo casi por completo ella transcurrió situaciones complejas que le fue presentando la vida y que resolvió sin ceder en sus deseos y sin hacer de ellos ley para los otros. Acá estaciono un poco. Porque ese es otro tema importante a tener en cuenta y a mover en las conversaciones. Como Lacan en el Seminario La Ética en psicoanálisis planteó que sólo se siente culpable quien cedió en su deseo, hubo y creo que aún hay un sector del movimiento lacaniano que tiene la idea de que un análisis es exitoso cuando logra que cada uno haga lo que quiera. Lo digo así en términos sencillos. Y esto pasó y pasa también entre post-freudianos pre-lacanianos. Me acuerdo por ejemplo, de alguna gente que estaba en la APA de los años sesenta. Unos cuantos de ellos entraron en el juego de las camas redondas, el intercambio de parejas, el consumo de drogas, etc., en nombre de que estar bien analizado era llegar a la libertad total. Inclusive me tocó re analizar algunos de esos colegas cuando ya estaban ..., no les digo de vuelta porque uno de ellos no estaba para nada de vuelta y otro empezó a volver de eso en el análisis conmigo. Recuerdo los efectos desastrosos que produjo en ellos en primer lugar y en algunos de sus hijos. Efectos muy complejos, muy complicados para ellos y sus descendencias. Analicemos, porque no ceder en el deseo, no quiere decir “hacerlo”, sino que quiere decir: no ceder, que no es lo mismo. Lo que va ocurriendo con el deseo en la medida que va siendo analizado (o también por acontecimientos de la vida), es que puede ir cambiando de vestiduras a los “objetos” en falta, puede ir cambiando de fines, puede ir tomando vericuetos diferentes en cuanto a cómo acercarse a transformarlo en modalidades de goce (entre ellas, las sublimatorias) pero no es lo mismo que hacerlo tal cual. Hay algo que pareciera ser olvidado: el deseo es absolutamente asocial. El verdadero deseo, el deseo inconsciente es asocial, no tiene en cuenta al (O)otro. El deseo como tal parte de la causa. Lo que tiene en cuenta al otro es la demanda y sabemos que la demanda al mismo tiempo que vehiculiza al deseo lo vela, lo reprime. La demanda sí tiene en cuenta al otro porque precisa negociar con él pero el deseo como tal no. Si fuera una sociedad donde todos hiciéramos lo que se nos canta, la especie humana duraría poco. Éste me parece un punto importante que en Lucía se hizo muy presente.

Otra cuestión ligada a esto es que se asentó por muchos años en su amor por ese nuevo hombre que había aparecido en su vida. Se desplegó en su pasión por la política, y se mantuvo, pero cambiando de bando en función del amor por su nuevo marido y de su desilusión con respecto a los ideales anteriores. También de volverse más pragmática y cercana a sus antecedentes. Varió muchísimo también en la relación con su sexuación y su goce erótico. ¿Por qué digo estas dos cuestiones articuladas pero separadas a la vez? Porque en el terreno de lo sexual ella se había identificado a una posición femenina pero con respecto al marido anterior tomaba a su cargo una cantidad de funciones que habitualmente están a cargo de quien supuestamente representa el hombre en una familia. En la medida en que se fue desarrollando el análisis y la relación con ese nuevo marido se fue produciendo un desplazamiento en ese terreno. Pasó, dicho en términos sencillos, a funcionar mucho más como mujer y menos como hombre. Se lo facilitó que había un hombre que se hacia cargo de las cosas de las que se tenia que hacer cargo un hombre en la casa. Eso, aunque no sólo eso, repercutió muy evidentemente en el goce erótico de Lucía. Suele escucharse que el análisis va produciendo un “vaciamiento de goce”. Si se les pregunta a muchos de los que lo dicen ¿qué es eso, qué quiere decir? no pueden dar cuenta. Como entiendo esa frase que suele estar sacada de contexto, lo que se produce es una re-distribución de goce. Por lo tanto un vaciamiento de determinadas posiciones y una re-orientación a otras. En esta mujer se tornó muy evidente en el goce erótico, el goce femenino de ella en las relaciones sexuales; pero también muy evidente la articulación que tenía a este desplazamiento que se había ido produciendo a través del análisis en las funciones que ella ocupaba como mujer dentro de su casa. Otra cuestión muy importante que fue variando fue su relación con los hijos y especialmente con el mayor. Fue aflojando el desplazamiento que volcaba sobre él su agresividad como consecuencia de la agresividad que no hacía operar contra el ex marido por su dificultad de posicionarse en relación a saber quién había encarnado la función del Nombre del Padre que le dio origen. Por haber estado entre un padre débil (el de los documentos) y una figura fuerte pero no registrada decididamente como padre. Este drama en el que ella estuvo situada durante tanto tiempo después lo expresó en la vida práctica no exigiéndole al ex marido que cumpliera con las funciones que le cabía cumplir como padre de sus hijos al mismo tiempo que se enojaba con el hijo por la identificación que iba haciendo con su padre o sea con el ex marido de ella. Es evidente que este ex marido, después de que conocimos el conjunto de la historia, era muy metonímico con el padre de los documentos. Padre débil, padre cornudo, etc. Mientras que el otro tenía rasgos parecidos al que se le apareció como una fuerte figura paterna. Pero que hasta muy avanzada la vida nunca afirmado legalmente como padre y tampoco legitimado en ese lugar; quedando ella con la duda hasta los finales del análisis. Recién a los catorce o quince años se había desarrollado esa complejidad de articulaciones en las imagos parentales que luego de un modo u otro aparecieron en la articulaciones sexuales, en las relaciones amorosas de esta mujer. Esta es una cuestión: los síntomas.

Otro terreno que me parece importante evaluar es el de los movimientos y límites en sus posiciones como sujeto. Tal vez sea el terreno más interesante de trabajar. Es el terreno donde los efectos del análisis aparecen (uso la palabra a propósito, por apariencia) menos visibles, menos registrables. Los cambios de posición del sujeto. Una vez hacia un chiste en un seminario (y es cierto), conozco a gran parte de los que tienen posiciones de liderazgo dentro del movimiento psicoanalítico lacaniano y no lacaniano de Buenos Aires, con algunos nos conocemos desde hace cuarenta años o más. Desde que éramos estudiantes. Y con aquellos que han pasado fuertemente por el análisis (porque hay otros que trabajan como analistas, pero que nunca han pasado fuertemente por un análisis) es muy impresionante la sensación. Porque es como que uno esta hablando con el que conoció y parece idéntico a aquél pero sin embargo hay algo que es absolutamente distinto. Por eso digo que queda medio velado lo que se ha producido como cambios de posiciones. En ese sentido el que puede dar cuenta sólo es el propio sujeto, no la mirada del otro.

El re-posicionamiento: Lucía terminó situándose con ideales políticos y morales diferentes y hasta opuestos a los míos. Ya les conté durante el trayecto del Seminario que esa fue una de las dificultades más grandes para mí, no es con la única paciente que me ocurrió ni mucho menos, me sigue ocurriendo. Pero lo advierto en el sentido en que ahí sí, no hay que ceder en el deseo del analista (parafraseando la frase de Lacan). No es una cuestión de proponérselo a simple conciencia, a simple voluntad. Lo que a mí me ayudaba a no ceder eran las lecturas de lo que iba ocurriendo en el desarrollo de ese análisis. Ellas me permitían advertir cómo muchos de esos movimientos que se le iban produciendo, se encadenaban formalmente a lo que había mamado en su infancia (por ejemplo la trasgresión de las leyes sociales). Pero uso mamado a propósito. Pongo a la madre en el medio porque así fue. Además meto lo que fue su actividad fundamental durante su infancia. Fue su sopa de letras. Los argentinos tenemos la suerte de poder usar esa alegoría. La sopa de letras con la que se alimentó fue esa.

Hay algo que me impresiona mucho ahora que ha pasado el tiempo y que estoy mucho más viejo y tengo otra mirada sobre mí y los que me rodean. La cuestión reside en que los seres humanos parecemos muy parecidos, en todo caso las diferenciaciones que solemos hacer son a pincel grueso, que fulano es más paciente, que zutano es más cabrón, que perengana es mas pizpireta que en cambio la otra se cuida menos ..., pincel grueso. Pero cuando uno ha pasado muchos años trabajando como analista se da cuenta de que cada sujeto a pincel fino, es absolutamente distinto al otro. Y que esa diferencia tiene estrictamente que ver (retomando a Freud) con las series complementarias o sea con lo filogenético, lo ontogenético y el trauma que plantean los límites mas allá de los cuales cada análisis no va a poder ir. Eso uno no lo sabe cuando empieza un análisis pero sí uno debe evaluarlo cuando aparece la cuestión de una interrupción de análisis. ¿Podía ir mas allá, o no? Con Ricardo Estacolchic hablábamos mucho sobre el tema del fin de análisis y de los análisis de los analistas. A ambos nos preocupaba mucho porque habíamos tenido experiencias importantes sobre las complicaciones que hay con muchos colegas en esos terrenos. Además porque habíamos llegado a una percepción común de que son muy pocos los analistas que llegan al fin de sus análisis. Un tres, un cuatro por ciento, no mucho más. Y evaluábamos que en condiciones de analizar quedaba un diez, un veinte por ciento. Al mismo tiempo trabajábamos también y caso por caso sobre qué era lo que hacia que se produjera ese fenómeno tan fuerte. Lo que advertíamos era un entrecruzamiento entre los límites subjetivos del analizante y los límites del analista. Este tema es importante; el analista al que lo apasiona el psicoanálisis y que recuerda que funciona como instrumento no está mal que recorra más de un analista. Dos, tres, no está mal, todo lo contrario. Con lo cual es evidente que rompo con una de las ideas que hay dentro del movimiento psicoanalítico. En IPA, con analizarse cuatro años y medio a un ritmo de cuatro veces por semana con un tipo que haya sido nombrado didacta ya se lo da en condiciones de ser analista. Y no es así, puede haber quedado o no en posición de analista. Porque la cuestión está en la red de cadenas borromeicas en que nos criamos, cómo reaccionamos a ellas, qué posición subjetiva elegimos. Hay que tener en cuenta también que después de atravesar la sexualidad infantil y el segundo despertar sexual de la pubertad no hay un más allá. Los insumos básicos se establecieron. Lo que hacemos es trabajar con eso, no vamos a aportar otros. Trabajamos con lo que cada uno ya trae. El trabajo del psicoanálisis se lleva a cabo a partir de esos insumos y su producto final responderá a contingencias varias. El psicoanalista no es un evangelista ni un pedagogo. Esto causa gracia pero puedo darles ejemplos sencillos que pueden palpar en la conversación con cualquier colega. Cuando un colega dice “fulano me llega tarde a todas las sesiones, entonces le puse un límite”¿Por qué le va a poner un límite? Antes tiene que tratar de entender de qué se trata. Se puede pasar años sin entender por qué llega tarde a todas las sesiones y por ahí hasta va a terminar su análisis llegando tarde a todas las sesiones y el tipo se va a haber curado mucho mejor que algún otro que fue puntual todas las sesiones. Igual con respecto al manejo del dinero. Cuando uno empieza a escuchar las indicaciones que hacen algunos analistas, uno se da cuenta de que tiene que ver con el narcisismo del analista porque al que le molesta que llegue tarde, al que le molesta que falte, al que le molesta que le pague tarde, etc., etc., es al analista. Entonces, no tiene que ver solamente con una cuestión del inconsciente del analizante. Sí, en última instancia tiene que ver con el yo del analista. El analista no se propone reformar a nadie, el analista lo que se propone, es que cada uno haga con los insumos de que dispone lo mejor que pueda en función de sus deseos y sus goces. Del resto que se ocupen los padres, docentes, parejas, jueces, etc. No nosotros.

Sobre esta paciente, en una discusión que tuve con un colega muy conocido, me decía “vos no podes pensar que esa mujer llegó al fin de análisis si tomó la defensa del menemismo en tales juicios”. ¿Y qué tiene que ver? ¿Por qué no? Dicho hablante ser reconocía su ubicación en ese punto de cierta trasgresión, el lugar que fue a la vez más fuerte y más débil de su eslabonamiento al Nombre del Padre. Ese fue el punto sensible de todo el análisis y fue absolutamente paradojal porque fue donde estuvo más anclada, de donde salió mas anclada y a la vez fue el punto más frágil, fue el punto donde se podría haber quebrado la cadena. El hecho en el lecho la fundó de un modo trasgresor desde el punto de vista social. En esa misma operación, a través de cómo circuló luego el mito familiar, le fue dada esa insignia para identificarse a su representante, al S1 que la representaría a ella. Esa es otra cuestión. Nosotros tenemos que salir del discurso de la modernidad que cree que se puede enseñar a los chicos dándoles explicaciones, haciéndole aprender cuestiones, dándole penitencias, etc. No porque no haya que darlas, ese no es el punto, sino que los chicos aprenden profundamente según cómo atravesaron las series complementarias. Recuerdan la descripción que hace Lacan de los tres tiempos del Edipo en Formaciones del inconsciente; es en ellos donde cada uno de nosotros habrá adquirido por acción o por reacción sus blasones, sus insignias del nombre del padre que nos privó del acceso a la madre que en ese sentido nos castró a nosotros y a ella y nos abrió el acceso a la Cultura. Es lo que se desprende del regalo final del helecho.

En el terreno del fantasma. Si me preguntan cuál es la frase del fantasma de Lucia Luciano, respondo: no sé. Tengo la impresión de que nunca se la dije durante todo el análisis y que además no logro construirla actualmente, pero sí captar en que zona se movía el fantasma de ella. Ahí volvemos nuevamente a su identificación a la oscilación ética (matrizada por el balanceo riesgoso en la ventana) piensen que esa escena, la más temprana que ella recuerda, contenía ya los elementos básicos. Uno es el balanceo, otro es el riesgo, otro es la trasgresión. Estaban ahí, contenidos los tres elementos. También desde ahí se sostenía su relación con la madre y el padre biológico y luego con el disimuladamente adoptivo. En ese balanceo, se habían constituido en tales para ella. Esa cuestión me parece que es la clave que la empuja a su segundo análisis. Recuerden que había tenido un primer análisis con una colega. En tanto y en cuanto la pretensión de Rudoni de que lo aceptara como novio para empezar a preparar una vida matrimonial, la empujó en ese fantasma y le produjo una gran conmoción angustiante que la hizo venir al segundo análisis. Esa salida fue justamente la que sus padres no habían efectuado. Pueden estar pensando, “pero ella ya se había casado con el anterior, por qué no se le conmovió el fantasma ahí, por que no fue a ver a un analista ahí ...” Primero, no sé. Porque no conozco bien qué pasó en el análisis anterior. Pero además, lo evidente es que la pasión amorosa a ella se le desató con este hombre y no con el otro. Por lo tanto el casamiento con el otro ya de por sí tenía un rasgo que la acercaba al casamiento del padre de los documentos y la madre: que era la falta de pasión. En cambio este casamiento en el cual él estaba apasionado por ella y ella apasionada por él la intimó a legitimar y legalizar la situación. Ese fue el punto que la devolvió al análisis. Creo que de él proviene también que en el final del análisis inconscientemente y por vía del acto reivindicara el hecho en el lecho a la vez que se desprendía de él. Eso fue lo interesante de ese regalo. En el mismo acto donde ella me dijo, “quiero dejarle a usted algo por lo que me recuerde para toda la vida” (lo que logró: tengo el helecho arriba, en la terraza) se desprendía del hecho en el lecho. Lo que va a aparecer claramente después cuando sucede el episodio del pis. Entonces el hecho en el lecho pasó a ser otro y con otras connotaciones. Ese hecho final del análisis había empezado a formarse un par de años antes más o menos, cuando ella veía a través de la ventana de mi consultorio mi jardín. Yo tenía un jardín grande, lindo. Me iba haciendo comentarios sobre el jardín. Del tipo: “ah, plantaron un jazmín del cabo”..., enunciaciones así. En ese proceso cambió de casa y empezó a armar su propio jardín. Entonces progresivamente y de vez en cuando me traía alguna plantita de su jardín que yo aceptaba gustosamente. Porque además las plantas me gustan y porque no entendía lo que estaba pasando; además porque no creía que rechazándole la planta iba a entender. Hasta que me di cuenta de que ella estaba haciendo un acto donde todo era legal, ¿por qué, que tiene de ilegal el regalarle una planta del propio jardín al analista? Pero tenía ese cierto toque trasgresor, de ilegitimidad, que suele tomar para algunos analizantes el hacer regalos al analista. Porque no sé que les pasa a ustedes cuando les regalan algo. Me doy cuenta de que cuando un analizante me hace un regalo puede tomar diferentes significaciones, hay analizantes que por ahí todos los fines de año nos hacen un regalito porque es fin de año y uno no puede leerlo más allá de eso. Pero en cambio hay otros analizantes que si en determinado momento traen un regalo y uno se da cuenta que hay nerviosismo, cierta vergüenza, algún comentario “no me lo vaya a interpretar” por ejemplo, ese regalo obviamente tiene un valor libidinal. Distinto a los otros regalos. A posteriori me pude dar cuenta de que había algo nuevo en eso de traerme las plantitas, que había algo nuevo que estaba ligado libidinalmente a mí. Eso lo tuve claro porque evidentemente ella había pescado el valor que tenía mi jardín para mí, pero estrictamente qué quería decir yo no lo podía saber. Y por suerte no se me ocurrió interpretar. Porque ahí es muy fácil extraviarse y suponer que hay amor de transferencia y que tener una plantita en común es tener un hijo en común, falo, pene, niño, etc., etc., e irse al carajo. En verdad, recién en los finales advierto con lo del helecho, qué era lo que ahí se había estado preparando.

Finalmente, lo que me parece más importante, lo que a mí más me impresionó de este caso, fue cómo apareció de encarnada la cuestión del nombre. También me ha pasado en otros análisis ver cómo cayó para algún paciente la utilización de un apelativo, de un sobrenombre familiar y pasó a usar su propio nombre. Pero fue menos espectacular, porque que un tipo se niegue a que lo sigan llamando chiquito cuando tiene cuarenta y cinco años no es tan espectacular. Alguien cuenta que chiquito, chiquito de acá, chiquito de allá hasta que uno pregunta; ¿y por qué le dicen chiquito? Entonces empieza una historia de por qué le dicen chiquito que culmina en un momento en que dice: ya no me dicen más chiquito en mi familia. Pero este pasaje hizo de Lucia Luciano a Lucia Rudoni cuando se casó con este hombre, cosa que no había hecho cuando se había casado la primera vez. En el primer matrimonio ella siguió usando Lucia Luciano. Luego, terminado el análisis y pasado un tiempo, separada de su segundo marido, veo un cartel que dice “vote a Lucia”. Me sorprendió y le pregunté al remisero: ¿cómo, ahora Lucia Rudoni se hace llamar solamente Lucia? Me cuenta: no sabe, se separaron, y me contó una historia (que no importa) y a partir de ahí se presenta como Lucía. Fíjense el movimiento que hubo en el terreno del nombre. Lo cual no tiene por qué ocurrirle al resto de los analizantes pero en ella la cuestión del nombre daba justo en el clavo de su problema constitutivo principal. Seguramente fue un recorrido inconsciente el de ella. Recuerdo que en alguna sesión pasamos por el tema pero en todo caso el que haya pasado a usar el nombre Lucia Rudoni no fue efecto de una interpretación. Lo que sí ocurrió después en análisis fue que le hiciera notar que ella había cambiado la modalidad de usar el apellido lo cual le produjo risas, pero ninguna cosa espectacular. Ahora creo que unido al relato de su propio análisis del acto sintomático del pis, que no olvidemos que ocurre en la cama y en relación al marido, indicaron que había un sujeto capaz por retroacción de analizar las producciones de su inconsciente y de hacerse responsable de sus propios deseos. Para mí, éste fue un dato clave para que cuando ella me dijo me parece que no tengo para qué seguir, yo le dijera que estaba de acuerdo. Tengamos en cuenta que de la tercera derivación del nombre me enteré varios años después, también lo del pis, pero no de una serie de movimientos que había ido haciendo en relación con lo del nombre, hasta arribar a Lucia Rudoni. Bien, esas son las razones que me hacen suponer que esta mujer terminó su análisis. También algunas otras, que también conté en el curso del seminario y que no dejan de tener importancia, como por ejemplo que ella se hubiera abierto de cualquier tipo de relación conmigo o de cualquier gente conocida mía, no porque esto sea obligatorio sino porque respondía a la lógica de su reubicación social y política. De acá voy a la cuestión del pase, del reconocimiento del analista, etc.

El pase. Alrededor de esta cuestión, Lacan dio una serie de vueltas y produjo también algunas definiciones que hay que leer en el contexto con otras cosas que también decía en el mismo período o a partir de ahí hasta los finales de su vida porque en la “Proposición del 9 de Octubre” define el pase como pase de analizante a analista, y lo que plantea es que en el desarrollo de un análisis hay una serie de pases. Por otro lado lo plantea como un dispositivo, un artefacto para que la escuela investigue el tema del fin de análisis y al mismo tiempo nomine a quienes considera que han hecho el pase. Esta modalidad de plantear la cuestión me parece que armó algunas confusiones. ¿En qué sentido? Muchas veces se encuentra que dice: “Me paso la vida pasando el pase”. Si él dice: me paso la vida pasando el pase, quiere decir que no hay ‘El pase’ sino que hay “los pases”. Evidentemente hizo una apuesta para encontrar algún mecanismo que permitiera interpretar si se habían dado los pases necesarios en un análisis como para darlo por terminado. Lacan, en los Cuatro conceptos, anterior a la Proposición del 67, habla de rizar el rizo varias veces. Considero que en cierto sentido era una formulación equivalente a pasar el pase. Lo que trataba de evaluar era eso. Hizo una proposición sobre que a los que se les reconociera que habían hecho el pase, se les daría un grado de Analista de la Escuela, que además les produciría a ellos una obligación. La de hacerse cargo del análisis del movimiento psicoanalítico, del movimiento conceptual del psicoanálisis. Para eso propuso una modalidad, la de lo que llamó Pase ante un jurado de nominación integrado en los inicios por los más viejos de la escuela, con más experiencia, los que después irían siendo sustituidos por aquellos que hubieran hecho el pase. Planteó que el que pidiera el pase tenía que dar cuenta de su análisis ante lo que llamó “pasadores”. Esos pasadores serían elegidos por los propios analistas que estuvieran conduciendo curas entre los analizantes que consideraban que estaban cercanos a su final de análisis. Lacan planteaba esto ilusionado en que los pasadores no iban a mirar desde arriba a los que pidieran el pase porque ellos mismos se sentirían en situaciones parecidas. Veo un inconveniente, ¿para qué los pasadores? ¿Por qué no dar cuenta ante el Jurado directamente? La argumentación más fuerte que he escuchado fue que Lacan intentaba defender al que pedía el pase del prestigio del jurado, llamémosle así, a través de que la exposición la tuvieran que hacer ante los pasadores. El inconveniente que le veo a eso es que cuando se comente ese relato va a pasar por el filtro de la propia subjetividad del relator incluyendo, nada más ni nada menos que la transferencia.

Les recomiendo que lean en www.psyche-navegante.com el artículo póstumo escrito por Ricardo Estacolchic donde marcaba, subrayaba, que Safouan dijo que no hubo ningún Pase en la Escuela Freudiana de Paris y que muchos de los pedidos de Pases en realidad eran pedidos de análisis. Acá en Argentina ha habido cosas turbias. En una escuela a la que no voy a nombrar porque esas cosas cuando uno las hace saltar tiene que tener el poder y las pruebas suficientes para ir a fondo. Si no, corre el peligro de ser incriminado y condenado judicialmente. Pero en una escuela había un tipo que estaba en el jurado, que no había hecho el pase y las votantes de la escuela se enteraron de que había tenido actuaciones no éticas con analizantes. Entonces, cuando hubo una elección de nuevo jurado, no votaron al transgresor. Con lo cual este hombre se enfureció. Hubo una de las colegas que se animó a decirle en persona: no te voté por tal cosa, y vos tenés que hacerte cargo de eso y decir qué pasó. En lugar de eso, como aun estaba en el lugar de jurado del periodo anterior y terminando el trabajo de tal, no le dio el pase a dicha colega. Después en cambio, la propuso para un cargo en la comisión directiva. Cuento estas pequeñeces, estas miserabilidades, para mostrarles que este tipo de cosas no quedan, tampoco entre nosotros, fuera de lo que son los mecanismos humanos en general.

Lacan propuso dos grados, el de Analista Miembro de la Escuela (AME) y el de Analista de la Escuela (AE). Sobre el AME planteaba que la escuela daba garantías de formación suficiente de esa persona y por eso lo nombraba tal. En cambio para AE, el mecanismo descripto antes no era de reconocimiento sino de nominación. Planteaba que no había que tomar esto como Jerarquías sino grados. Curiosamente grados es lo que se porta en las iglesias y las fuerzas armadas y de seguridad pero además no hay una gran diferencia, grados y jerarquías son casi sinónimos. En los hechos, para las Escuelas resulta más respetable ser AE que ser AME. Me parece que Lacan allí cometió un error grave. Al proponer dar garantías de formación suficiente. Algo que analizó exhaustivamente fue que las garantías del Otro son una ilusión neurótica. Plantear por reglamento garantías es un mal paso. Lo que creo por mi lado es que si hubiera una Institución que funcionara y sabiendo que se correrían los riesgos de cualquier institución. Pero que para reconocer que alguien funciona como analista lo mejor es hacerlo hablar (ante un jurado) de cómo analiza, o sea que cuente casos, dejarlo hablar, hablar y hablar. Ahí se podría escuchar si esa persona trabaja como analista o no trabaja como analista. Con todo, es complicado. En la institución de la cual fui presidente unos años, no llegamos a formar un jurado de ese orden, pero como se había armado un lugar de atención a pacientes de la propia institución, dos de los que formábamos parte de la comisión directiva teníamos que recibir las entrevistas de los colegas que se ofertaban para trabajar en ese lugar, que eran colegas de la institución. Y se armó un lío muy grande porque había uno que tendía a ser más blando, con el asunto de que, y bueno, que la institución, que estamos entre nosotros, que esto y que aquello, y yo que me ponía firme, no fulana es una psicóloga, no hay caso, no funciona como analista y venía la contra argumentación: pero hace años que está con nosotros ... Fue imposible ese funcionamiento pero en todo caso creo que la cuestión es analizar la práctica de cada uno y no si hizo el pase o no. En cuanto a si alguien termino su análisis o no, ya se habrán dado cuenta por lo que fui diciendo de Lucia Luciano. Para mí lo fundamental es observar la relación del susodicho con las producciones de su inconsciente y con su disposición al acto. Hay colegas que dicen que el neurótico va a analizarse para saber por qué le pasan las cosas. Si alguien va a analizarse para saber por qué le pasan las cosas, es un pajero intelectual. Es así, digámoslo con todas las letras. Justamente lo que cambia el Psicoanálisis lacaniano debe centrarse en el saber hacer, no en el saber por qué. Creo que Lacan hizo un chiste. Embarcó a todo el movimiento lacaniano en un chiste, porque cualquiera sabe que lo de grados es lo del ejército y la iglesia. Proponer como lo máximo de las instituciones lacanianas los grados fue un chiste.

Preguntas y comentarios

Alejandro del Carril: con la cuestión del tema del goce y del deseo, el otro día leí una frase de Colette Soler que me pareció bastante piola, decía algo así como que el Psicoanálisis curaba un goce con otro goce. Y la cuestión esta del pase y de la Proposición del 9 de octubre ... el otro día estuve leyendo ... porque hay dos versiones de la Proposición del 9 de octubre. Una, si no me equivoco, es la versión oral que da Lacan y la otra es la versión que después escribe. Y la versión oral está establecida por Miller, no sé si tendrá algo que ver. Pero lo que me llamo la atención al leerla es que esa versión, la oral, es mucho más burocrática, mucho más establecida y hace mucho más hincapié en esta cuestión de establecer garantías sobre la capacidad de un analista, y más en relación también a la cosa de dar garantías ante la sociedad. En cambio la otra, la versión escrita es con mucho más movimiento y me parece más preocupado por una cuestión de investigar el análisis y ver qué pasa ahí que por establecer garantías o parecer un reglamento institucional. La versión, la que establece Miller, parece más un reglamento institucional, la otra no, parece mas un trabajo teórico, más interesante.

Sergio Rodríguez: bueno, ya que trajiste eso. Tiene una historia. Mientras que Lacan estuvo en la IPA no puso en cuestión la modalidad de la IPA para otorgar grados o jerarquías. Pero cuando sale de la IPA, a él se le plantea un problema, grueso, personal. Se queda sin grados, pasa a ser un paria, por decir así. Ahí acuñó esa frase: un psicoanalista no se autoriza más que de sí mismo, esa es una buena traducción. Busqué expresamente alguien que sabe mucho francés para que me tradujera eso correctamente. Me parece que es interesante, primero porque evidentemente respondió a una necesidad de su pasar al acto de reconocerse líder psicoanalítico cuando la IPA lo desautorizaba. No le quedó otro remedio que autorizarse él y punto. Pero dio esa vuelta alambicada a la frase, que me parece interesante tenerla en cuenta porque en primer lugar empieza con una frase con la que podría ir a otro lugar por ejemplo “un psicoanalista no se autoriza por un colegio de queroseneros”, “un psicoanalista no se autoriza”, ahí le pega la vuelta “más” o sea no hay nada que lo autorice “más” que de sí mismo.

Utilizó una noción puesta a circular por Freud básicamente en Duelo y Melancolía, sí mismo. Fue tomada por gente como Hélène Deutsch y después básicamente, por la escuela inglesa, y dentro de ella Winnicott. Es una noción que no termina de estar definida. No está definida como “yo”, “superyó”, “ello”. Alude evidentemente a algo del sujeto pero tampoco a lo que es la versión lacaniana de sujeto. Es algo mas flou que el yo. En ese sentido creo que Lacan tenía razón en que se puede darle a un analista (o a alguien que se presenta como analista) cualquier título, pero que se autorice o no como analista va a aparecer en cómo trabaje, no en lo que escriba o en el cartelito que cuelgue en el consultorio sino en cómo trabaje. Mucha gente con mucha cosa publicada, cuando se entra a averiguar qué le pasa en el consultorio se advierte que no se autorizan de sí mismos. Me acuerdo un caso grave que tuvimos en la escuela de psicoanálisis del Borda, un obsesivo, que había escrito y publicado no sé cuanta cosa, no estaba en el cuerpo docente, era un alumno y se mantenía encerrado en la casa escribiendo y publicando, escribiendo y publicando, no tenía pacientes. Recuerdo que se armó una discusión ética entre los docentes, si lo dejábamos seguir o no. Porque, decíamos, este tipo se va a recibir como “egresado de la escuela de psicoanálisis del Borda”, va a tener un título que va a andar mostrando por ahí y en realidad está totalmente incapacitado para atender pacientes. La sensación de cuándo se ha empezado a autorizarse de sí mismo como analistas y de cuándo todavía no se autoriza se siente según cómo uno siente que se mueve dentro del consultorio. Este es un primer punto. Si tuvo una virtud esa definición de Lacan, que por un lado tiene un origen no virtuoso de tener que autorizarse él porque no le quedaba más remedio, tuvo la virtud de captar algo de lo que le pasa al analista en relación a su trabajo. Eso no quiere decir que de por si dé ningún título, justamente todo lo que produce es un modo de estar en el consultorio, lo digo de esta manera.

Después, la cuestión de las dos versiones que decís vos. La cuestión de las dos versiones tiene además en el medio un hecho que es que después que él hace la exposición oral en la Escuela Freudiana de Paris, se le van cuatro grandes. Uno de los problemas para Lacan, fue que de los viejos, quedaron con él hasta el pre-final: la Dolto, que Lacan aceptaba y era a la que le derivaba los pibes para analizar. Quedó entonces, la Dolto, los Mannoni, Melman y Safouan. Después que leyó la Proposición, se fueron Piera Aulagnier, Francoise Perrier y Vladimir Granoff. Entre la exposición verbal y la escrita estuvo ese hecho importante. Pero efectivamente, probablemente, esa lectura fina que vos hiciste yo no la hice, o no la hice tratando de pensar desde ese lugar, pero probablemente esté. Pero lo concreto es que me parece que fracasó, cosa que el propio Lacan dijo tres años después. Después, lo que decís de Colette Soler, el pasaje de un goce al otro. Eso es así. Piensen que la sublimación es una forma de goce también, o sea que lo que planteaba Freud del aumento de la capacidad de amar, de gozar y de trabajar, tiene que ver con eso.

Roberto Vecchiarelli: Esto ... no digo para trabajarlo ahora, porque aparte estamos cansados o por lo menos yo, pero podríamos trabajar esta aparente, y digo aparente, contradicción. El analista que se autoriza de sí mismo, y esto de la inaccesibilidad del sí mismo. Sobre lo que ya se ha hablado en algunos seminarios. Se me ocurría pensar si es el “sí mismo” entendido como algo del self, de un falso self, que descubre un verdadero self, podríamos ahí derivarnos por el lado de creer que puede tener que ver con un grado de acumulación, de algún saber constituido. En realidad lo que me parece, es lo que vos decías recién, que en realidad hay momentos en que uno siente y se autoriza. Subrayo esto como momentos, instantes en que uno se da cuenta de cómo se mueve, de que está funcionando como analista; a veces uno se sorprende a uno mismo. Me parece que tiene más que ver con el artista en este aspecto, con el artista como aquello que irrumpe. Que por supuesto está el trabajo del análisis de uno. De ahí me parece que es desde donde va surgiendo el autorizarse, de una posición subjetiva más que de una relación al saber. Esto lo dejo como para charlar, como planteo.

Alejandro del Carril: creo que del autorizarse a sí mismo, me parece más importante ese cambio que hay del “a” al “de”. Leyendo la Proposición del 9 de Octubre, también Lacan plantea toda la cuestión del des-ser del analista y todo lo demás, como que va de la mano de la destitución del sujeto supuesto saber. Lo tomé más por el lado de la caída del sujeto supuesto saber, que no es ni de un lado ni del otro, pero más bien del lado del analizante, si uno quisiera ponerlo de algún lado, y la cuestión del des-ser, al menos a mí, hasta donde leí me parece que estaba más jugado del lado del analista porque cuando cae la transferencia, (y esto me parece que uno lo puede ver trabajando) lo que se revela es que el analista estaba portando el significante y me parece que en ese momento cae todo lo que tenga que ver con el ser del analista, uno hacia semblante, digamos. Si se hiciera un paralelo entre el sí mismo y el ser se podría pensar el autorizarse de sí mismo como desprendimiento del sí mismo del ser que entonces ahí estuviese además en relación a la transferencia de los pacientes. Entonces analista seria ya con una condición primera: que haya pacientes en transferencia y que eso pueda trabajarse y llevarse a cabo hasta el final y por los efectos de las curas que el analista conduce uno se autorizaría de sí, algo de eso.