Capítulo 13

El fin del análisis: Lograr un analista de producciones del Inconsciente

Trabajemos juntos, leyendo lo más a la letra que podamos el planteo más orgánico que hizo Lacan en relación al fin de análisis. Fue el de La Proposición del 9 de Octubre de 1967. Juan Carlos Mosca, Mónica Veli y otros colegas de Reanudando con Joyce plantean que hay que tomar el Seminario 23, del Sinthoma, como un seminario que trata también el tema del fin de análisis. Creo que ellos tienen razón. Pero igual lo voy a tomar por el lado de La proposición del 9 de octubre. Lo voy a tomar en parte cronológicamente y también tomando en cuenta cómo se armó el debate dentro del seminario que dio origen a este libro. Qué discurrió con el espíritu que animó al intento de Lacan de articular fin de análisis con nominación de analistas. Es un tema realmente muy difícil para el movimiento psicoanalítico. Lacan va tirando una serie de puntas en diferentes trabajos, sobre el fin de análisis. En La agresividad en psicoanálisis, plantea que al final el analista lleva al analizante al: tú eres eso. En Los cuatro conceptos dice que al fin del análisis el sujeto vive su pulsión y encuentra su estilo. La cita no es literal pero esa es la idea. En La Proposición del 9 de octubre de 1967 parte de –les voy a decir la traducción que a mí me parece que es la mejor, que tiene diferencias muy de detalles con la más habitual pero me parece que son detalles que tienen cierta importancia. La traducción sería: "el psicoanalista no se autoriza más que de sí mismo". O sea, mete esa modalidad gálica de utilizar la negación para ir hacia una afirmación. La traducción más habitual es: "el psicoanalista sólo se autoriza de sí mismo". La modalidad gálica en este caso me interesa, porque plantea que: el psicoanalista no se autoriza, para inmediatamente plantear una paradoja, más que de sí mismo.

Roberto Vecchiarelli planteó que hay una aparente contradicción. Si dice: el analista se autoriza de sí mismo sería contradictorio con la inaccesibilidad de sí mismo. Entonces, dándole una lógica a su planteo Roberto planteó: subrayo esto como momentos, instantes en que uno se da cuenta cómo se mueve, que está funcionando como analista, que a veces uno se sorprende a uno mismo. Dijo más adelante: de ahí me parece que desde que va surgiendo el autorizarse, desde una posición subjetiva más que de una relación al saber. En general comparto su planteo. Estoy de acuerdo en que el que se autoriza a sí mismo observa su ser expresado en acto y dice: está en condiciones de analizar. Voy por la fenoménica de nosotros los analistas y estoy seguro de que los que están en ejercicio se reconocerán en alguno de sus momentos. Hay tiempos en la formación de los analistas que duran más allá pasado el promedio de la formación inicial y hasta bastante avanzado el análisis cuando en un momento uno se pregunta: ¿pero esto que hago, sirve? ¿Esto realmente cura? Inclusive uno tiende a deprimirse. Esto suele observarse también como efecto en consultorios que entran a perder pacientes de una manera casi inexplicable. Cuando se conversa con los colegas uno se da cuenta de que hay una coincidencia entre ese momento en que están perdiendo pacientes con el que se formulan esas preguntas y entran en ese estado de ánimo. Uno se puede preguntar ¿pero qué es primero, el huevo o la gallina? Creo que ninguno de los dos. Se trama una trama. Justamente porque de algún modo han ocurrido algunos fracasos en el trabajo de ese analista es que a ese analista se le plantean dichas preguntas. Al planteárselo de esa manera se le plantean dos posibilidades depresivas ambas. Una: soy un mal analista. Otra: esto que hago no sirve. Estoy seguro de que esto nos ha pasado a todos o por lo menos a la inmensa mayoría. Es más, cuando alguien no dice que le ha pasado esto, desconfío. Cuando dice: No, a mí siempre me fue bien. Me acuerdo de uno en este momento al que le dieron el alta en plena elación. Recuerdo cuando me enteré de que le habían dado el alta, pensé: pobre, en algún momento se va a dar la cabeza contra la pared, y vamos a ver qué efectos le produce esto. Porque una cosa es cuando uno se encuentra con algún impacto de lo real cuando está volando tranquilo y otra cosa cuando uno está volando en la estratósfera. Cuando a uno le está ocurriendo eso no se está autorizando de sí mismo como analista. No es un problema de si cuelga la chapa o no. La chapa la colgamos todos, no nos engañemos, porque tenemos que comer, tenemos familia queremos llevar adelante el oficio. Acá estamos hablando de algo más profundo que colgar la chapa. Por otro lado cualquiera de las dos Facultades básicas de las que salen la mayoría de los futuros psicoanalistas, Psicología y Medicina dan título habilitante. Es cierto que algunos analistas vienen de Letras, Filosofía o Sociología, pero no es lo más común. Lo más común es que vengan de Psicología y Medicina. Cualquiera de esas dos carreras nos autoriza a colgar la chapa y a macerarle la cabeza al primero que nos caiga en el consultorio. Es así, pero no es de eso de lo que se trata. De lo que se trata es de cuando justamente ya hemos tenido algunos errores. Uno de mis primeros errores. Me mandan una dama que era muy joven y bonita, muy fóbica al sexo, que venía con esa indicación de parte del derivador. Lo tenía cortito a su hombre, en todo los sentidos de la palabra. ¡Impenetrable! Yo estaba de lo más curioso por comprobar las teorías de Freud sobre la sexualidad. Después de cinco o diez minutos de la primera entrevista le digo: ¿cuando tuvo sus primeras relaciones sexuales y qué tal le fue? No volvió más, como ustedes se imaginarán. Por supuesto, no quedé contento con la experiencia.

Después que pasa ese período llamémosle original, viene ese otro en el que uno tiene más experiencia y ha producido efectos analíticos. Sin embargo puede haber un momento fuerte de vacilación. Ahí –me parece– es donde se pone en juego lo de autorizarse. Estoy de acuerdo en ese sentido con el planteo de Roberto. Eso no se resuelve por la relación al saber académico. Algunos creen que sí, entonces estudian y estudian, pero los pacientes se siguen yendo del consultorio, siguen sin poder armar su consultorio. Entonces buscan algún trabajito subsidiario que les permita vivir, empiezan a aparecer síntomas de algún tipo de supuestos analistas que tienen al psicoanálisis como hobby, pero que viven de otra cosa. Pero el grueso no, el grueso transforma eso en tema de su análisis y se van transformando en analistas. Recuerdo que en mi tercer análisis, ya no era ningún pibe, nunca fui pibe bah, alguna vez pero hace muchísimos años. Pero no en el análisis. Me acuerdo de que mi dilema en esa época era que no podía pasar de las treinta y cuatro horas semanales de trabajo. Más o menos en 1980, por ahí. Sesiones y sesiones que giraban alrededor de eso. Me acordé de que mi papá a los treinta y cuatro años tuvo un reumatismo infeccioso, de que le sacaron toda la dentadura y no sé cuantas cosas. Entonces yo estaba anclado al treinta y cuatro en relación a otras cuestiones, no sé si en relación a otras cuestiones, no sé. Pero en realidad el análisis no cura porque uno diga: ah es eso! Por ejemplo, tenía fobia a la sangre. Cada vez que me sacaban sangre me desmayaba. Un buen día dejé de desmayarme. Tuvo que ver con el análisis pero si me preguntan por qué, no tengo la más mínima idea. Esta cuestión de que un psicoanalista no se autoriza más que de sí mismo, creo que tiene que ver con eso. Pero Lacan tuvo que plantearse ese problema cuando él, que era Didacta fue expulsado de la Internacional. Se quedó sin respaldo institucional. Poco tiempo después de La proposición del 9 de octubre de 1967 tres años después, en una jornada que hubo sobre el pase en la Escuela Freudiana de París donde plantea que el pase no está andando, dice que se ha interpretado mal lo que él decía y que el psicoanalista no se autoriza más que de sí mismo y de algunos otros, agrega esta frasecita.

Creo que se dio cuenta que había largado a un montón da kamikazes a creerse analistas. Este también es un problema, el yo se infla fácilmente y a la megalomanía se puede ir tan fácil como a la minusvalía de la depresión. Entonces, que alguien se crea que es analista no es nada fuera de lo común. Ahora, determinar si se está autorizando de sí mismo o lo que hay es una inflación narcisística, es algo a lo que sólo en el lazo social con el Otro el implicado puede aproximarse. Por eso lo mejor es que la duda ocurra cuando se está en análisis. Estos no son pequeños problemas. Fíjense que cuando Lacan empezó a ir a fondo sobre el tema del fin de análisis hizo una crítica rigurosa a la concepción de Michael Balint. Balint no era cualquiera, era uno de los analistas más merecidamente importantes de la escuela inglesa. Además con aproximaciones muy interesantes y pioneras a muchas cuestiones, entre otras el trabajo grupal con médicos y enfermeros en función de analizar los efectos que producen en ellos sus tareas. Se puede leer sobre eso cuestiones muy interesantes en el libro de Benjamín Uzorskis, Clínica de la subjetividad en territorio médico. Lacan le criticó su planteo del fin de análisis como identificación al analista y con la elación como su síntoma. La elación como síntoma de fin de análisis es opuesta a la observación de Melanie Klein sobre la tonalidad depresiva como indicio de finalización del análisis producto de la proximidad de separación con el analista. Melanie Klein plantea el fin de análisis a través de la posición depresiva porque se produce una pérdida en el fin de análisis que al mismo tiempo que, hablando en términos de ella, favorece la integración de la personalidad, llevaba a la depresión del paciente. Balint en eso la enfrentó. Lacan no sólo en la Proposición del 9 de octubre de 1967 sino también en Los atolladeros de Michael Balint en el Seminario I, se lo critica. Y retoma lo de Melanie Klein. En La Proposición del 9 de octubre de 1967 habla de posición depresiva; toma el término tal cual. Es una temática compleja. Tan compleja que además un tipo tan inteligente como Oscar Masotta, que sin lugar a dudas fue el principal introductor de la obra de Lacan en Buenos Aires –jugaron un rol destacado también Sciarreta y Maci, pero el gran introductor fue Masotta. Sin embargo, cuando presentó la Escuela Freudiana de Buenos Aires ante una asamblea la Escuela Freudiana de París dijo lo siguiente: "Si es que el psicoanalista se debe a sí mismo, habíamos entendido, es a él a quien le corresponde determinar lo que eso quiere decir". Esa frase es terrible.

Creo que marcó a fuego al movimiento lacaniano porteño. Éste en un territorio muy amplio de seguidores, es absolutamente narcisístico. Soberbio, pedante, intolerante, con lo que se suele ganar antipatías innecesarias. Creo que mucho proviene de esa frase de Masotta. Analizada a la letra, instala la cuestión del psicoanalista en el terreno de la deuda, pero en el terreno de una deuda absolutamente narcisística: se debe a sí mismo. Eso lo lleva a encerrarse: es a él quien le corresponde determinar lo que eso quiere decir. O sea que es la arbitrariedad más absoluta, es por fuera del Otro. Lo que no es lo mismo que la des-alienación del Otro, son dos cosas muy diferentes. Otra cuestión es la siguiente: ni a Freud, ni a los pos-freudianos, ni a Lacan, les quedó al margen que no había ninguna otra forma de decidir sobre la función del analista que no fuera en una íntima relación con el análisis del analista. Desde ese hito común, cada uno tomó su camino. La Internacional lo burocratizó haciendo que para llegar a titular hubiera que dar una serie de pruebas cada vez más de género académico y tener x cantidad de horas de vuelo y supervisión. Primero se era aspirante, luego adherente, después titular y “”top” Didacta. Acá en la Argentina ahí por el año 1978 condensaron al titular y al didacta. Después que se fue la gente de Plataforma, de Documento, etc. Quedaron con un problema, se les habían ido los principales didactas. Es un escalafón. Me ha tocado analizar didactas de acá, no digo de cuál de las vertientes IPA. Me acuerdo de preguntarle, bueno: usted teóricamente está analizado, ¿para qué viene? La respuesta fue: no, no, ahora quiero analizarme en serio. Y efectivamente tenía pendientes problemas gruesos por cómo había transcurrido su análisis didáctico. Esto también tiene que ver con el camino que siguió acá en Buenos Aires el psicoanálisis. Pero les digo esto porque el problema con el llamado didáctico de la IPA fue que se burocratizó. Lacan plantea algo genial: no importa con quién se analizó ni cuánto tiempo, lo que importa son los efectos. Desde ahí se plantea y piensa la cuestión del pase. Lo que propone sencillamente, es qué si alguien terminó o no su análisis hay que determinarlo après-coup. No se puede decir por anticipado. He ahí la cuestión clave.

Es a partir de esa concepción que propone los dos jurados. El de confirmación, que no se juega tanto en relación al análisis sino en relación a haber dado pruebas suficientes, o sea escritos, seminarios, charlas, etc. La institución reconocerá eso. Si el analista dio pruebas de formación suficiente lo reconoce Analista Miembro de la Escuela. Léanlo a la letra, porque ahí le están dando el título de analista y de miembro de la Escuela. En cambio en el movimiento del pase, el grado que se les da es de Analista de la Escuela. También léanlo a la letra. Porque algo que ha pasado poco percibido es que los Analistas de la Escuela tienen la obligación de analizar y teorizar sobre la marcha del movimiento psicoanalítico. Cosa que a los Analistas Miembros no se les exige, a los Analistas Miembros se les reconoce la capacidad para practicar el análisis en intensión, a los Analistas de la Escuela se les va a exigir intervenir en el psicoanálisis en extensión. No sólo en el psicoanálisis en intensión. ¿De qué manera? Vayamos entonces a la Proposición del 9 de octubre de 1967. Dice: "El pasaje del psicoanalizando al psicoanalista, posee una puerta del que ese resto que hace su división es el gozne, (la bisagra) o sea que esta división que es la del sujeto, de la que este resto es la causa". Obviamente se está refiriendo al a como causa de deseo y en consecuencia de sujeto a éste. Se va a jugar el pasaje del analizando al analista en relación a esa bisagra que va a estar funcionando ahí. Digamos que eso es lo que él establece como axioma de la lógica que se va a desplegar. Sigue: "En este viraje en el que sujeto ve zozobrar la seguridad que tomaba de ese fantasma en que se constituye para cada uno su ventana sobre lo real, lo que se percibe es que la aprehensión del deseo no es más que la de un des-ser, (desêtre)". Fíjense, parte del a, pero del a como causa dividiendo al sujeto. Luego les plantea que el sujeto toma su seguridad habitualmente del fantasma al que se refiere. Justamente lo que el análisis va a lograr es que zozobre ese fantasma y entonces el sujeto se enfrente a eso que causa su deseo que no es nada más que un des-ser. ¿Cómo podríamos decir de otra manera des-ser? Porque tampoco es no ser, pero sí es falta en ser. Eso sí podemos decir. “En ese des-ser, (en esa falta en ser) se devela lo inesencial del sujeto supuesto saber, de donde el psicoanalista por venir se consagra el agalma de la esencia del deseo ...”. Paremos un poquito aquí. En esa falta en ser se devela que no hay esencia de saber en el sujeto. Eso hace que ese psicoanalista que está por venir, que por ahora se está analizando pero para que advenga un psicoanalista se consagra a analizar las vestiduras, el agalma.

Ustedes recuerdan los que han leído el Seminario de la Transferencia[1], cuando Sócrates le dice a Alcibíades, no es conmigo es con Agatón. Él era sólo la apariencia de lo que Agatón buscaba y lo que éste buscaba, también era en definitiva otra vestidura. Dice: "... dispuesto a pagarlo reduciéndose, él y su nombre, al significante cualquiera." Ahí de golpe, pega un golpe para decir, bueno: el que quiere advenir psicoanalista justamente porque se encuentra con el vacío de su ser y el vacío de su ser lo toma, lo aprehende, hache intermedia, se va a poder reducir a ser un significante cualquiera. Es muy común, observen cualquiera de los otros oficios de la salud que no se dejen insultar como nos dejamos insultar nosotros, o desconfiar como dejamos que desconfíen de nosotros, o pensar mal como dejamos que piensen de nosotros. Y no es porque somos santos en el sentido de que estamos buscando el cielo. En realidad el aprecio que sentimos por nosotros, es justamente porque no nos sentimos obligados por el peso de un lleno que no está. Eso nos permite disfrazarnos del significante que el analizando en su comienzo nos suponga.

"Dado que él ha rechazado el ser que no sabía la causa de su fantasma, en el momento mismo donde al fin ese saber supuesto, le ha devenido". Porque digamos, cuál es la causa de su fantasma? No es que la encuentre como tal, en el mismo momento que la encuentra la pierde. En Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis Lacan toma el mito de Eurídice, recuerden: Orfeo va a salvar a Eurídice, la busca en las profundidades de la caverna, pero tiene una instrucción: no tienes que dar vuelta tu cabeza hasta que ella no haya salido. Cuando él ve la luz, se da vuelta y ahí la vuelve a perder. En relación a nuestro ser lo que nos pasa constantemente es eso, eso es lo que el análisis nos muestra, que nuestro ser no es consistente. Más adelante dice: "Así el ser del deseo confluye con el ser del saber para renacer de él anudándose ambos en una banda hecha del único borde en el que se inscribe una única falta, la que sostiene el agalma".

Fíjense que si el ser de deseo del analizando se articula al ser del saber, se entiende que inconsciente, –el único borde de banda es una referencia al que se recorre en la banda de Moebius y que en un único movimiento sin levantar lo que lo curse nos hace atravesar de una cara a la otra de esa banda–. Ese único borde encuentra y encubre la falta, ya que su recorrido recorre imperceptiblemente las dos caras. Lo no percibido por quedar encubierto por ese borde que funciona tipo agalma, y en consecuencia no sabido del recorrido, es lo que coloca en falta al ser del que recorre la banda. Dice: "La paz no viene de inmediato a sellar esta metamorfosis en la que el partenaire se desvanece al ser sólo saber en vano de un ser que se sustrae". Los pacientes creen que uno sabe todo sobre ellos y uno sabe muy poco, realmente sabemos muy poco. Una amigota del mercado sabe mucho más que nosotros sobre alguna amiga. Justamente porque no es la función nuestra saber sobre los dimes y diretes de una persona, sino en todo caso trabajar con lo que aparece en falta en ellos. Por lo tanto nuestro saber hacer está referido a lugares y tiempos de emergencias de las faltas. Sabemos en vano[2]. Somos nada más que aberturas para saberes que advendrán para el sujeto. Sólo somos eso: agujero. Esto me parece muy importante, es la única vez que lo dice en toda su elaboración, y me parece muy importante. "Toquemos allí la futilidad del término de liquidación para este agujero en el que solamente se resuelve la transferencia". En general en psicoanálisis la mayoría de las escuelas hablan de la liquidación de la transferencia Lacan tiene razón, no hay liquidación de la transferencia, si no el sujeto quedaría totalmente por fuera del lazo social. Quien esté leyendo este libro es porque por alguna razón está en transferencia con mis letras. Yo también necesito entrar en transferencia con ustedes para transferirles mi transferencia con el psicoanálisis. Yo estoy en sus preguntas y ustedes están esperando lo que les voy a decir. Por supuesto no es la misma la transferencia que se establece entre los lectores y el libro que la utilización del poder de la transferencia por algún político o cualquier otro tipo de líder que monta escenas para cultivarlo. En esas circunstancias se puede captar la diferencia entre una transferencia resuelta y una transferencia salvaje como la que ellos utilizan.

"Veo allí sólo, contra la apariencia, denegación del deseo del analista." En lo de la futilidad del término liquidación para la relación con ese agujero en el que se resuelve la transferencia, se manifiesta la denegación del deseo del analista. Es claro, si no hubiera agujero ahí no habría lo que causaría el deseo del analista. Esto es muy importante, tiene una relación muy estrecha con la cuestión de que la relación no es simple entre dos partenaires, entre dos seres vivientes, sino acomplejada por las relaciones de discurso que para eso se producen. Entonces, el deseo del analista no surge de los agujeros que causan los deseos del analista en sí sino del agujero que se produce en esa relación con el analizante. Este punto es muy importante. Después da ejemplos que son complejos y sobre los que no especifica suficiente como para poder analizarlos a fondo[3]. Los transcribo al pasar. "Ya que hay quien, al divisar a los dos partenaires jugar como las dos caras de una pantalla giratoria en mis últimas líneas, no puede aprehender que la transferencia sólo ha sido siempre el eje de la alternancia misma". La relación no es entre dos partenaires sino que toma la transferencia como eje, como relación de discurso. Agrega: "Así del que ha recibido la llave del mundo en la hendidura de la impúber ...". O sea, donde el niño o latente se ha encontrado con la castración femenina en alguna niña. " Así del que ha recibido la llave del mundo en la hendidura de la impúber, el psicoanalista ya no debe esperar una mirada, sino que se ve convertirse en una voz". Esto también me parece muy importante. No es que al final de análisis desaparezca el objeto sino que se produce un movimiento en relación al mismo. El que estaba totalmente atrapado por la mirada porque en realidad estaba atrapado por la imago de aquel genital femenino que observó alguna vez; un síntoma, un indicio de que el análisis ha caminado y está en otro punto es si pasa la voz a ocupar ese lugar. La llave es el falo, si pasa la voz del analista a ocupar este lugar en vez de su mirada, hay un indicio de que algo importante se modificó. "Y este otro que, niño, ha encontrado su representante representativo en su irrupción a través del diario desplegado con el que se amparaba el campo de esparcimiento de los pensamientos de su genitor, remite al psicoanalista el efecto de angustia donde él oscila en su propia deyección". Se está refiriendo a una escena típica más frecuente en las niñas pero no sólo, tratando de atraer la mirada del que no pasa de genitor a padre, en tanto habitualmente mira para otro lado por ejemplo un diario. Lo que los hace sentirse objetos deyectados. Algunos responden actuando “agresiva”, intempestivamente. Alrededor de esa escena va a volver repetidamente el análisis de esa niña o niño y de la angustia que quedó de su lado.

"Así el fin del análisis conserva en sí una ingenuidad en relación con la que se plantea un interrogante de si se la debe considerar una garantía en el pasaje al deseo de ser psicoanalista". Dice que a su fin un análisis conserva una fuerte cuota de ingenuidad. Tan trabajoso, tan doloroso, tan angustiante, tan ... Que lleva tanto tiempo y demás. En definitiva ¿para qué? Para que ese ser parlante se pueda desprender de todas esas vestiduras que estaban sosteniendo su fantasma y encontrarse con eso que él llamó el des-ser. La carencia en ser. Alguien podría decir: ¿y para eso tanto lío? Antes había hablado de pacificación. Efectivamente produce una pacificación de un orden particular. No porque no se nos vayan a morir seres queridos, no porque no vaya a haber separaciones u otros disgustos familiares, amistosos, de trabajo o enfermedades. O encuentros con la muerte a la vuelta de esquina. Que a uno le resbalen esas cosas sería una tontería. Lo que pasará es que lo transcurrirá desde otra posición, desde otro lugar. En definitiva, quien está siempre ligado a su fantasía llena de oropeles y vestiduras, a lo que está ligado es a lo que cree que puede tener y sabe que no tiene, ese es el dolor y la angustia mayor de ese sujeto. Es muy distinto de aquel que capta que en realidad son solamente oropeles y no lo esencial de esa levedad del ser –retomando la bella frase de Milan Kundera– que a cada uno nos habita y que soportándola nos permite vivir un poco más tranquilos. Pero subrayo en esa frase: con lo que se planteó el interrogante de que si se la debe considerar una garantía en el pasaje al deseo de ser psicoanalista. Se está planteando que no tiene claro si el fin de análisis garantiza que se instale el deseo del psicoanalista. Deja un interrogante. Que después nosotros hayamos hecho una ideología de eso y la hayamos creído, es problema nuestro, pero él lo dejó como interrogante. "De quien podría sí esperarse un testimonio justo sobre aquel que franquea este pase ...". En realidad habría que decirlo en pregunta: "¿De quién podría sí esperarse un testimonio justo sobre aquel que franquea este pase sino de otro que como él lo es aún este pase? Es decir, en quien está presente en ese momento el des-ser en el que su psicoanalista guarda la esencia de lo que le ha pasado (passé) como un duelo, ...". Ahí retoma lo de Melanie Klein, "... sabiendo así, como cualquier otro en función de didacta, que a ellos también se les pasará (passera)". Ahí hace un juego de palabras. Claro, los primeros encontronazos con la propia inconsistencia son dolorosos. Ustedes saben que duro tiene que ver con doloroso. Son dolorosos. Cuentan de algunas experiencias en París de tipos que andaban hechos zombis por la calle. Creo que además algunos jurados se metieron con psicosis no desencadenadas, es más, las desencadenaron. Pero si es un neurótico más o menos común, se le termina pasando, en definitiva se termina identificando a su falta de ser.

Ya fuera del texto de Lacan retomo los planteos de los colegas de Reanudando con Joyce, cuando establecen como hipótesis que el Seminario del Sinthoma es un seminario sobre el final de análisis. Creyendo seguir al Lacan de ese seminario, creo que el sinthoma, el cuarto nudo, es el que anuda el punto donde falla el anudamiento de los tres en cualquier tipo de estructura. Por lo tanto, efectivamente opera sobre fallas. Ninguno de nosotros cuando terminó su análisis se puso en bolas y salió a caminar por la calle, diciendo: no existo, no existo. Cada uno siguió acostándose con su señora, o con la amante, comiendo, ejerciendo su profesión, cuidando a sus hijos, etc., etc. Se produce nudos sobre puntos de falta en ser. Si no, sería esa ilusión que cada vez se escucha menos pero que hace quince o veinte años se escuchaba mucho, de que lo simbólico podría totalizar y que si lo simbólico totalizara, todo andaría mejor. Eso es ignorar que simbólico, imaginario y real es una estructura; imposible que no esté. Cuando no está va la esquizofrenia a su fase de demenciación, cada vez menos frecuente gracias a los psicoanalistas u otros terapeutas bien orientados y a los psicofármacos de última generación. En la Paranoia y en la Melancolía, aunque sea anudada por el delirio, la estructura de tres se sostiene con ese cuarto. Lo que dichos colegas dicen, si los interpreto bien, es cierto. Hay una cierta continuación en dicho seminario con el trabajo de la temática del fin de análisis. Porque justamente es el sinthoma el que hace que se nos pase el pase, no en el sentido de que no haya más pase, sino en ese punto del des-ser, tan angustiante, doloroso, deprimente, etc. "Quién podría mejor que este psicoanalizando en el pase autentificar allí lo que ya posee de la posición depresiva". Insisto, ahí es donde Lacan toma textualmente a Melanie Klein. "No exponemos así al viento nada de lo que es posible darse la apariencia si en ello no se está". Cuando alguien viene con falsa modestia, un analista puede darse cuenta de que viene con falsa modestia. Si viene con soberbia, que viene con soberbia. Es muy distinto que el viene pinchado pero no en el sentido melancólico sino cuando se cree un genio incomprendido y eso se nota también, si no el que viene ... qué se yo ... ¿Conocen el cuento del asadito de los santiagueños? Uno está haciendo un asadito, pasa un tipo muy rico y le dice:

–¡¿Cómo usted perdiendo el tiempo acá haciendo un asadito?!
–Sí, estoy tomando unos mates acá con mi hijo ...
–Por qué hace eso?
–Bueno, porque me gusta ...
–¡¿Bueno y ya que sabe hacer eso por qué no pone un puesto de choripanes?
Se las hago corta. El rico imaginó al santiagueño que terminaría teniendo una cadena de restaurantes.
–¿Y para qué todo eso?, le replica el santiagueño.
–¡Y ..., así tiene tiempo después para comer un asadito tranquilo y tomar unos mates con su hijo!
Esa es la diferencia entre el des-ser y el estar jugado absolutamente a un supuesto ser.
El santiagueño le dice: ya estoy comiendo el asadito.

El santiagueño. No está psicoanalizado, llegó por su propia cuenta. Es lo que a veces cuento de Atahualpa Yupanqui, llegó por su propia cuenta, él no se psicoanalizó jamás. Como él varios que podría nombrar. En Borges había algo de eso. Porque esa es la otra cuestión Ya que nombré a Yupanqui y a Borges, no es que el psicoanalizando que pasó a psicoanalista terminó con su psicoanalista, terminó su psicoanálisis, etc., resultó un superman, sin ningún problema, ni defecto, ni cuestión; eso sería justamente volver a creer en la consistencia del ser. No, cada uno va a arrastrar lo suyo, pero va a encarar de otra manera sus repeticiones y lo real de su vida en general. Estas condiciones son fundamentales para multiplicar la eficacia en el ejercicio del oficio de psicoanalista. Ustedes recuerdan que cuando le preguntan a Borges cuál ha sido su peor pecado, él decía: no haber sido feliz. Lo decía en serio. Como se habrán ido dando cuenta, no se puede regimentar qué es un fin de análisis. Comparto absolutamente lo que dijo Ricardo Estacolchic en su artículo publicado por www.psyche-navegante.com.ar “Si hay un código de fin de análisis entonces no es un análisis, no se puede codificar. Si la gente entra para lograr tal cosa eso no es un análisis”. Comparto ese razonamiento lógico, preciso y sencillo de Ricardo.

Preguntas y comentarios

Alejandro del Carril: una cuestión que se me ocurrió leyendo la Proposición del 9 de octubre. Porque vos generalmente planteas la cuestión del fin de análisis, en relación a que el sujeto pueda analizar las formaciones del inconsciente y sus repeticiones, que su inconsciente siga produciendo. Por otro lado, ahí Lacan plantea la cuestión del pase del psicoanalizando a psicoanalista, que habría un plus sumado a lo otro o vendría por otro lado. La cuestión de identificarse al des-ser y dejarse tomar por el significante cualquiera. Porque ahí habría una diferencia. Aquel que termina un análisis y se dedica a cualquier otra cosa no necesita llevar a cabo esto de dejarse tomar por un significante cualquiera, sino solamente por sus significantes. Después, si esto podrá tener algo que ver, ahí va como pregunta, qué pasa con los que trabajan como analistas, producen efectos en los análisis que conducen y no han finalizado su análisis. Si se da algún pase ahí que le permite a este analista a identificarse a su falta de ser y dejarse tomar por el significante cualquiera.

Sergio Rodríguez: a mi me pasó una cosa curiosa que por ahí es sólo personal. Que considero, por ahí me puedo equivocar, que han terminado su análisis conmigo dentro de los pocos que lo han terminado, muchos más no analistas que analistas. Eso me llama mucho la atención, no tengo respuesta, es más, tiendo a pensar si será una cosa mía. Curiosamente, esa gente no se ha planteado la cuestión de cambiar de oficio, esa fue muy interesante. Un ejemplo es el caso que planteé en todo el seminario. Esa mujer siguió en su posición de vivir de su profesión, trabaja políticamente y ahí tiene puestas todas sus fichas. Otro es un hombre digamos del medio artístico. Otra persona, a mí me sorprende, tiene una agudeza notable a esta altura para analizarse y para analizar. Es una persona muy vinculada a cuestiones que tiene que ver con la antropología y a las lenguas, es muy impresionante la captación que tiene, los análisis que hace. Con respecto a ella misma muchas veces me quedo callado a propósito y la dejo que vaya por sí misma. En el análisis mismo de sus sueños va muy rápido, ha variado mucho su posición subjetiva, síntomas de lo que ella se quejaba se han transformado o han tomado otra forma. A veces le hago un chiste, usted sería una buena analista, me gustaría traerla para el oficio porque sería un aporte, pero no quiere saber nada. A nosotros los analistas se nos agrega algo que tiene mucho que ver con los actores. Vos mismo presentaste el reportaje de Gassman y Mastroiani y lo de la caja vacía. Hoy uno de mis hijos que es actor, me citaba una cosa que les decía Augusto Fernández y que es muy aplicable: no hay buenos o malos actores, hay buenos o malos trabajos. Me parece una perlita. Me parece que con los analistas no hay buenos o malos analistas, uno tiende a creer que son mejores tales y peores aquellos, que tales trabajan mejor con tal tipo de pacientes. Pero quiero decir, vuelvo a la pregunta de Roberto Vecchiarelli, los define el trabajo que hacen, el trabajo que hace que produce al analista y no el analista produce al trabajo. En ese sentido la cuestión de poder identificarse al significante cualquiera no es sencilla, a nosotros tal vez nos empieza a parecer así porque estamos acostumbrados a hacerlo. A veces le digo en broma a Laura debo ser loco, completamente loco, porque me doy cuenta de que termina una sesión y empieza otra y soy totalmente distinto y no es que me estoy disfrazando. Estoy entrando en esa órbita, es como si el paciente me hiciera.

Participante: el cambio es otro instrumento.

Sergio Rodríguez: es así. Creo que tiene que ver con eso. Sabés que se discutió bastante esto porque en una época se decía, bueno así como lo planteó Lacan un carnicero puede ser analista. No, un carnicero no puede ser analista por más que haya llegado al final de su análisis. Si quiere ser analista va a tener que estudiar además una serie de cosas, va a tener que pasar por una serie de prácticas, y por una serie de pruebas. Pero sí, ese carnicero puede llevar una vida muy distinta a la que llevaba antes. Ahí entra un problema clave, porque esa es la dificultad clave que tenemos en este momento.

Les cuento ahora una discusión privada vía mail que tuve con una colega, no la voy a nombrar. Escribí un artículo que está en una de las revistas Imago Agenda, sobre el tema del didáctico, de la supervisión. En el artículo en algún momento planteo así al pasar, que es mejor tener algún título. Colega que me conoce hace muchos años, a quien yo no conozco en su práctica pero sí como intelectual psicoanalista, en el sentido de una persona que ha producido mucho, que es inteligente, que es laboriosa, tengo un gran respeto por ella. Me manda un mail muy enojada, diciéndome que no esperaba que yo dijera eso, porque entonces qué pasaba con gente como ella que no tenía un título habilitante. Le dije: esa pregunta no te la puedo contestar, porque no soy tu analista. Si vos me preguntás como amigo, como conocido, te diría: mirá, si podés tratá de conseguir un título habilitante. Te guste o no, si tenés alguna acusación de mala praxis y no tenés título no va ser lo mismo que tener un problema similar y tener título. Porque si no, los psicoanalistas parece que discutiéramos en el aire. Claro, la gente se toma de lo que fue un momento fundacional, el de Análisis profano[4]. Un trabajo de Freud. Pero fue un momento fundacional. Creo que recién ahí Freud advirtió que el psicoanálisis no era médico. Que le hayan hecho un juicio a Theodor Reik, le hizo a repensar toda la cuestión del psicoanálisis. Hasta ese momento Freud hablaba del médico en sus escritos de técnica, cuando se refería al psicoanalista.

Participante: Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico

Sergio Rodríguez: claro, consejos al médico por ejemplo. Cuando se le viene el juicio sobre Teodor Reik, tuvo que pensar a fondo y darse cuenta que el psicoanálisis tiene poco que ver con la medicina. Entonces, pasó a hacer una defensa del psicoanálisis como tal pero imaginando que tal vez se podría llevar el psicoanálisis a la universidad. Inclusive imaginó con qué materias. Los psicoanalistas tendemos a creernos la excepción, como que nosotros no tendríamos porque rendirle ninguna cuenta a la sociedad de lo que hacemos. Eso es muy complejo. También es cierto que esa idea servicial sobre la sociedad que tienen algunas profesiones, donde creen que la sociedad puede decidir sobre todo es una necedad. Hace poco, no me acuerdo en qué juicio un juez tomó un decisión no me acuerdo sobre qué cosa. Vos (Ethel Greizerstein) estuviste a punto de contestar en Clarín, porque un juez tomaba una decisión no me acuerdo sobre qué, asesorado por alguna bestia forense ...

Ethel Greizerstein: un paciente que quería hacer juicio por una medicación inadecuada.

Sergio Rodríguez: ah claro, porque era un TOC, un trastorno obsesivo compulsivo, ahora me hiciste acordar, hablando en lenguaje del DSM IV, un TOC. El paciente le reprochaba no haberle dado medicación. Si eso lo enfrenta un médico o un psicólogo, es una cosa. Recuerdo que a la colega que les contaba antes le aconsejé: mientras no tengas un título habilitante te aconsejaría no tomar pacientes graves. Porque es así, si un tipo se sube a una ventana y se suicida hay que cargarse lo que pueda venirse judicialmente.

Participante: además, ¿cómo sabés si el paciente es grave o no?

Otro participante: claro, hasta que no empieza el análisis ...

Sergio Rodríguez: pero se puede tener cierta idea. Creo que es mejor que la gente tenga su título. Al mismo tiempo creo lo mismo que Freud, que no es la academia la que puede dictar quién es un psicoanalista y quién no. Porque justamente, el eje de la formación del psicoanalista es su análisis y no los exámenes que da. En ese conflicto es en el que nos estamos moviendo.

Participante: ahí el analista siempre opera como un infiltrado

Sergio Rodríguez: ¿cómo?

Sigue el participante anterior: claro, opera como infiltrado de otras profesiones, con la chapa de psicólogo, de médico ...

Sergio Rodríguez: ¡y sí! Pero también hay un problema nuestro, no hemos sido capaces ... no, no es que no hemos sido capaces, tal vez es imposible. Freud hablaba del psicoanálisis como la tercera profesión imposible.

Participante: no tiene una solución, el catálogo de los catálogos, el teorema de Russell.

Sergio Rodríguez: el catálogo de todos los catálogos ... no tiene solución. No existe aquel catálogo capaz de incluir al propio catálogo en una biblioteca de catálogos que no se incluyan a sí mismos. Si incluye a todos, transgrede la consigna y si no se incluye la biblioteca quedará incompleta. Es imposible. Creo que frente a esto estamos en un imposible donde podemos seguir debatiendo, pero no ... creo que el teorema de Russell como el de Goëdel provocó molestia en las ciencias exactas.Ya no se creyeron ciencias absolutas. Ojalá nos lleve a nosotros a ser más modestos.

Participante: no atribuirse tener la verdad ...

Sergio Rodríguez: exacto, lo que nos lleva a ser más modestos; el significante cualquiera. Creo que vale la discusión pero no tiene solución o es muy difícil, yo aún no la avizoro.




[1]Seminario 8 de Lacan.
[2] En el sentido tanto de desechable, como de vano de una abertura = “ Arq. Parte del muro o fábrica en que no hay sustentáculo o apoyo para el techo o bóveda; como son los huecos de ventanas o puertas y los intercolumnios.” Diccionario de la Real Academia Española. Tiene sus equivalentes en francés.
[3] Seguramente se trataba de posiciones lo bastante conocidas en su círculo de seguidores de entonces.
[4] Freud a partir de la defensa de Theodor Reik.