Capítulo 1

Cruzando el río del psicoanálisis por el puente de un análisis

Deseo ir cruzando conceptos fundamentales en relación al desarrollo de la práctica clínica planteados por algunos teóricos de mi preferencia como Freud, Lacan y Winnicott; con un análisis que conduje durante diez o doce años. De esto hace un buen tiempo, terminó alrededor de 1983 ó 1984, no más. Tuvo varias vueltas; intenté caer lo menos posible en el típico discurso universitario. Lo que no dependió sólo de mi voluntad sino también de cómo intervinieron en el seminario que dio origen a este libro quienes participaron en él, fuese como otros docentes o como alumnos. El cruce que planteé, sería entre la práctica teórica y la teoría de la práctica[1]. Ese cruce vaticina encuentros y desencuentros. Recuerdo que cuando Lacan inauguró la sesión Clínica de Vincennes, se preguntó qué era la clínica psicoanalítica. Y se dio varias respuestas. Una: que consistía en interrogar lo que Freud había dicho o sea, tomar los escritos de Freud para analizarlos. Él se proponía y yo lo imito y me propongo ahora que el propio acto de transmisión de la enseñanza resulte un acto clínico. Otras de las respuestas que él se planteaba era que la clínica psicoanalítica (no son literales las citas, no importa) consiste en soportar lo imposible. En el sentido de que si realmente desarrollamos una práctica que trabaje con lo real de la vida que va golpeando a los pacientes nos vamos encontrando siempre con aquellos puntos donde lo imposible dificulta vivir la vida como habitualmente nos la queremos imaginar. Entonces, entre la teoría y la práctica hay encuentros y desencuentros. Aunque a veces uno escucha a algunos analistas que parecieran creer que la teoría lo sabe todo. Por lo tanto, si uno conoce todos los tomos de Freud, todos los seminarios de Lacan, y algunas cosillas más por ahí, todo está resuelto.

Sin embargo no es así. La práctica de ellos se lo indica permanentemente. Justamente ese es un rasgo básico del psicoanálisis. Por eso también el psicoanálisis cabalga permanentemente entre el arte y la ciencia. No es ni un puro arte, ni tampoco una pura ciencia. Los matemas, los nudos, todos ese tipo de artificios que utiliza Lacan, o Freud en el esquema de Psicología de las Masas y Análisis del Yo, o en el esquema del Yo en el Proyecto de Psicología para Neurólogos, son artificios que buscan precisar lo más posible la transmisión de la experiencia psicoanalítica y buscan para eso formatos de tipo científico. Pero después, cuando el psicoanalista está en la cancha, sabe que con eso no le alcanza. Que empiezan a surgir cuestiones en las cuales aquello otro puede servirle como una trama en la cual apoyarse pero tendrá que responder desde su propia creatividad. Ahí aparece el arte. Algunos son mejores artistas y otros peores, como pasa también en el arte. Pero no hay, me parece a mí psicoanálisis, sin arte y parte del psicoanalista.
Quien esté leyendo, quien está entrando a la lectura de este libro, está entrando a un encuentro, puedo vaticinar por lo que decía antes que habrá desencuentros. El estilo mío para dar bibliografía no es dar de tal página a tal página porque justamente no estamos en la secundaria ni en la universidad. Iré sugiriendo bibliografía que cada uno irá leyendo, según más lo enganche o no. En ese sentido, para esta cuestión del desencuentro les recomiendo de Lacan el cap V de Los cuatro conceptos del psicoanálisis –Tyche y automaton. Creo que puede resultarles útil. También Una carta de almor en Aún del mismo autor.

Ustedes, yo; creemos que sabemos qué hacemos. Yo, porque escribí el libro, ustedes porque lo van a leer, a lo que algunos suman que creen conocerme, y otros han recibido rumores sobre mí o han leído alguna cosa que haya escrito. Creemos que compartimos el sentido de aquellos enunciados. Cuando ustedes tomaron el índice, se encontraron con una serie de enunciados. Todos creemos que los compartimos. ¿Quién no quiere creer permanentemente que hay un sentido común? Si hay una frase que insiste en la Cultura es: “hay que tener un poco de sentido común”. Me acuerdo de una colega, muy inteligente, lúcida, pero con la que siempre discutíamos alrededor de esto. Ella decía: “hay que tener sentido común”. Yo en cambio le decía: “Es lo peor que te puede pasar, tener sentido común”. Entiendo, ella lo decía en el sentido de ser un poco civilizado, porque si existiera, no habría dificultades para vivir en comunidad.

La Argentina, y en verdad toda la aldea global, muestran diariamente que los humanos no estamos hechos para el sentido común. Por el contrario, sólo un gran esfuerzo de represión de deseos e inhibición o sublimación de pulsiones, permite a la especie sobrevivir hasta el presente. ¿Podremos en el futuro? Veremos.

Porque creemos en el sentido común, hablamos todo el tiempo sin mayores aclaraciones, y gracias a eso también nos equivocamos muy seguido. Les doy un ejemplo práctico de los seminarios, que en cierto modo se verificó desde el comienzo del que dió nacimiento a este libro. En los seminarios normalmente y no solo en los míos, siempre empieza un x número de concurrentes y terminan un 50% especialmente si son anuales. Esto se presta a un ejercicio de lectura clínica interesante. Lean los boletines de las instituciones. Si lo hacen, van a ver que cada vez se tiende a hacer seminarios más cortos, básicamente tres meses o semestrales, que terminan siendo de cuatro meses. Tratan de cubrirse con eso, de la deserción. Hasta donde se cubren o no, cada uno sabrá. No veo por qué tiene que ser una obligación cubrirse de la deserción. Esa deserción se produce por problemas personales, más en épocas como estas. Que aparece un trabajo nuevo, o alguien tuvo un hijo, o x. Pero me parece que si creemos que solamente eso es lo que ocurre, nos engañamos. Porque lo otro que sucede en la mayoría de los que interrumpen la concurrencia a un seminario, es que no encontraron en él lo que buscaban. El imaginario juega malas pasadas. Uno va a ese lugar creyendo que era un oasis, de pronto ocurre que era un espejismo, entonces va a otro. Ojo, que no estoy hablando de buenos o malos docentes, eso también puede contribuir. Si alguien es más hábil para enseñar seguramente va a tener menos deserción, y alguien menos hábil tendrá más deserción. Pero hay algo más de fondo, que tiene que ver con esta cuestión de que no hay encuentro que no sea fallido. Es así, porque el lenguaje es incapaz de recubrir totalmente lo real, y por lo tanto es incapaz de dar un sentido que llene absolutamente las expectativas de todos.

En los tratamientos también pasa. El candidato a paciente viene a que lo curemos. Partamos de esto. Se acabaron las “épocas de vacas gordas” cuando había mucha intelectualidad de Barrio Norte que se analizaba porque eso era lo que había que hacer. Cuando alguien viene y nos pide una entrevista, viene a que lo curemos. Busca en nosotros un médico. Los más avisados, o sea los que más conocen de psicoanálisis, un médico con particularidades. Con técnicas no claramente superponibles a las de los médicos, pero cuyos fines coincidirían con las de estos.
De entrada, con los tratamientos se plantean problemas claves de la ética, como el del fin y los medios.

Tal vez varios de ustedes se sorprendan de que diga que hay un cierto parentesco entre los médicos y los psicoanalistas. En general, el grueso del movimiento psicoanalítico está mucho más influido aunque no lo sepan, por las ideas de Foucault en ese terreno que por las de Lacan. Me refiero a los propios lacanianos. Ustedes saben, Foucault planteaba el tema del poder médico y armaba como una especie de contradicción entre médicos y psicoanalistas. Lacan no. En un artículo que también les recomiendo que se llama Psicoanálisis y Medicina, que está en Intervenciones y textos, plantea justamente, esta cuestión del parentesco entre médicos y psicoanalistas. ¿Por qué el parentesco? Porque el buen médico, lo digo así porque la industrialización de la medicina está destruyendo a los buenos médicos, hacía toda una disciplina del arte médico. Eso es lo que se está perdiendo por el encandilamiento y la presión que están sufriendo por la industria, la tecnología[2]. El buen médico no se encierra en la demanda del paciente. No porque alguien venga a pedir que lo curen de dolores de cabeza, el buen médico no va a pensar que tal vez eso tiene que ver con una vesícula perezosa. Que por lo tanto, mientras el paciente está demandando en relación a un síntoma, éste sólo se va a resolver en relación al funcionamiento de un elemento del cuerpo que aparentemente no tiene nada que ver con la cabeza.

Nosotros también escuchamos la demanda, pero no para resolver la demanda como tal, porque si no, no podríamos quedar trabajando en el terreno que el paciente nos busca que es el de la cura. Cuando estamos más o menos bien analizados, y hemos hecho una formación relativamente buena, recibimos a quien nos consulta en una posición que tiene algo de médica. En tanto el médico no se ata a la demanda del paciente, sino a las conjeturas que elabora a partir de cruzar signos y síntomas. Soy de origen médico, ejercí la medicina durante unos años. Nunca se me ocurría pensar que los signos eran otra cosa que signos y los síntomas otra que síntomas. No sé si ustedes saben la diferencia que hacen los médicos en ese terreno. Los signos son lo que se manifiestan evidentes en el cuerpo. Los síntomas: lo que el paciente dice sobre sus dolencias. Si percuto una matidez encuentro un signo, ahora si alguien me habla de que se le pone duro el estómago, me está transmitiendo un síntoma. Para mí como médico eran signo y síntoma, y punto. Nunca se me hubiera ocurrido la relación que tienen con el lenguaje. Si ustedes recuerdan: signo, remite a lo que significa algo para alguien. El síntoma tiene una relación muy grande con el habla y en consecuencia con la articulación entre significantes. Esas conjeturas sobre signos y síntomas los llevan a suponer un diagnóstico, un tratamiento y un pronóstico. Todo a verificar o contradecir, según los resultados del tratamiento. Esta es otra cuestión de un buen médico. Hace poco me enteré de un caso, que lamentablemente me tocaba con relativa cercanía, un poco lejana pero familiar. El médico le había diagnosticado un Parkinson. Él estaba convencido de que esta mujer tenía un Parkinson. Le dio una dosis, como no andaba le aumentó la dosis, y otra vez le aumentó la dosis. La mujer no sólo no estaba mejor, sino que perdía peso. Finalmente los familiares, muchos más sensatos que el médico, fueron a consultar a otro médico, por supuesto el otro armó la hipótesis aparentemente verificable de que no es un Parkinson.

Digo esto, porque también nos toca a los psicoanalistas. No estoy de acuerdo con esos psicoanalistas que dicen que no importa cómo sea la marcha de la cura, que la cuestión es analizar y analizar. No. Sandor Ferenczi, tuvo sus grandes locuras, pero también sus grandes y filosas conjeturas, observaciones y prácticas. Tomaba muy en cuenta no sólo qué estaba pasando en la transferencia, sino qué efecto estaba produciendo el análisis en la vida del paciente más allá de su consultorio. Para él, ese dato era un muy importante. Interrogaba su propia práctica, en sus resultados. Ahora, también la práctica del psicoanalista es radicalmente diferente a la del médico en tanto escuchamos más allá de lo que el entrevistado cree decir, pero lo escuchamos en eso que nos dice, y no en imaginaciones nuestras que tomemos como interpretaciones. Ahí nos separamos. Mientras que para el médico ahí comienza el camino de la percusión, palpación, auscultación y tecnología, para el psicoanalista en ese punto empieza el camino de: ¿qué me está diciendo? ¿De qué me está hablando? ¿Por qué se le apagó la voz en el momento en que me estaba diciendo tal cosa? Ahí el psicoanalista se está jugando básicamente a lo que el entrevistado enuncia en lo que le está diciendo.

Eso que nosotros escuchamos como un más allá de lo que el entrevistado cree decir, lo escuchamos en lo que nos dice, en lo que nos transmite por vía de las enunciaciones y sus modalidades, que pone en juego no sólo las palabras sino a todo el cuerpo del consultante y del consultado. Este también es un punto clave. Nosotros escuchamos las fracturas, las desarmonías en lo que el paciente dice, pero forma parte de eso también una sudoración inesperada, una lágrima impensada, una angustia que sentimos nosotros en el momento en que el paciente nos está relatando algo. Cuando por ahí detectamos que con ese paciente últimamente salimos particularmente cansados de las sesiones. ¿Qué pasa?¿Antes era más fácil para mí. Por qué me canso tanto? Lo cual va a originar el après- coup del analista. A uno se le pueden haber escapado una serie de cosas, ¿por qué no? Pero lo va a registrar de algún modo. Uno está atento a ese instrumento que es nuestro propio cuerpo. Nuestros oídos, nuestros ojos, la propia piel, los latidos del corazón, las contracturas musculares, la simpatía que nos causa lo que dice, el odio, el enojo, la indiferencia, en fin … Una cantidad de sentimientos y sensaciones que pueden ir surgiendo.

Esa posición nos permitirá oír una historia que, teniendo muchos puntos en común con lo que el paciente sabe que sabe sobre su historia, dejará filtrar lo que no registró. La mayoría vienen a hablar un poco de sus dolencias pero van enseguida a contar su historia, porque ellos mismos quieren escucharla y porque saben, o rápidamente advierten, que a los psicoanalistas nos encanta escuchar historias. Esa escucha nos permitirá leer esa historia que teniendo muchos puntos en común con lo que el paciente sabe que sabe, nos y le advertirá de otros, que no sabe que sabe y que emergerán por los puntos de su saber inconsciente. Y aun de otros que lo condicionan sin que estén registrados y sobre los cuales, sólo el pasaje al acto del analista facilitará registrarlos y trabajarlos. Porque ahí ya estamos hablando del pasaje de Freud a Lacan, en el sentido de que si Freud estaba concentrado en el inconsciente del paciente, Lacan va a desplegar, va a generar un trabajo en que el psicoanalista no es solo un arqueólogo como el que imaginó Freud, sino también un productor, un creador. Es un personaje que va a crear para que el paciente también pueda hacerlo en referencia a eso que no tiene registrado y que sin embargo le está condicionando la vida. Este será uno de los puntos que deberán ustedes poner en juego. Ambos tipos de cuestiones, me refiero a lo no sabido porque su saber se halla inconsciente y a lo no registrado, organizan inadecuadamente la vida con respecto a la castración del paciente. Esta cuestión es muy importante. Freud, en cierto modo lo imaginaba cuando decía que el final de los análisis se topaba con la roca viva de la castración, envidia del pene en la mujer y temor al sometimiento homosexual en el hombre. Independientemente de lo que se puede discutir sobre si se puede ir más allá o no, él captaba que el psicoanálisis no puede reelaborar todo, que hay un punto donde el sujeto tendrá que arreglárselas con su propia falla todo el resto de su vida. Esto en Lacan va aparecer mucho más trabajado y llevado adelante a través del concepto de objeto a.
Pero entonces, ¿de qué se trata el análisis? Fíjense lo de la Psicología del Yo, ahora puede parecernos muy tonto, pero tenían cierta lógica en cuanto a cómo ellos venían. Porque en Freud hay varios Freud, eso es obvio, como en cualquier teórico. A medida que van pasando los años desde la muerte de Lacan en él también encontramos diferencia en diferentes escritos y seminarios. En sus comienzos Freud definía a la práctica del psicoanálisis, como la de hacer consciente y lo inconsciente. Evidentemente tenía ilusiones de terminar con lo inconsciente a través del análisis. La gente de la Psicología del Yo, propone adaptar al medio. En cambio Lacan, que se la pasa tirándole palos a la Psicología del Yo, va a decir que el psicoanálisis lo que produce es la adaptación del sujeto a la castración. Fíjense, es una linda jugada la que él hace ahí. Por qué ¿qué es eso de adecuarse a lo que falta? Uno va a quedar siempre girando alrededor de esa falta, a diferencia de los psicólogos del Yo, que se imaginaban poder complementar los yo. El complemento cierra, como el machihembre, distinto es la adecuación a la falta, o a la castración, a la abertura, a lo imposible de cerrar. Entonces, ambas cuestiones, lo inconsciente y lo real le hacen al neurótico enfrentar inadecuadamente su castración. Con el psicoanálisis se puede lograr que algo de los reales sea trabajado por lo simbólico de tal modo de tornarlos más acotables, menos desgarrantes, más laborables y hasta transformables. El concepto nuestro de salud mental, no coincide con el ideal que tienen una serie de corrientes. No hay nadie de nosotros que se vaya a salvar de los desgarros que se le van a ir produciendo aun después de finalizados sus análisis y hasta el día de su muerte. El efecto que produce el análisis cuando tuvo suerte y anduvo bien, es que lo coloca a uno en mejores posiciones para arreglárselas con esos desgarros. La vida nos va a pasar como un tren, como a cualquiera.

Bien, quien va a ser nuestra analizada durante todo este año y a la que llamaremos Lucía, viene a entrevistarse conmigo después de otro análisis en la década de los setenta, con una colega formada en la APA. Institución que la colega había abandonado en defensa de posiciones de izquierda desde la que criticaba la neutralidad y abstinencia política de que hacía gala la primera institución psicoanalítica de la Argentina. La formación de esta colega había sido la tradicional de aquellos tiempos, un Freud leído desde un imaginario kleiniano. Esto que les digo no crean que es sólo una opinión de un lacaniano. Les cuento una anécdota personal con Horacio Etchegoyen, que me hizo quererlo y valorarlo mucho en aquel momento. Y sigo creyendo que es un colega de valía dentro del movimiento psicoanalítico, más allá de las diferencias que nos puedan separar. Una vez charlando, antes de dar una conferencia en la vieja revista Psyché, dice: –Mire Rodríguez, es muy fácil darse cuenta de si alguien es kleiniano o lacaniano. Si alguien le propone empezar a estudiar Freud desde los Escritos sobre la histeria, es kleiniano. Si alguien le propone empezar a estudiar Freud desde La Interpretación de los sueños, Psicopatología de la Vida Cotidiana y El chiste y su relación con el inconsciente, es lacaniano– La observación es perfecta. Y a mí me sirve en este momento para decir que uno va a estudiar a un teórico siempre desde un imaginario previo. Inclusive ese mismo imaginario previo se lo puede construir desde lugares de ese mismo teórico y eso va a dar lugar a diferentes lecturas sobre el mismo.

Bien, la colega esta se había formado en la APA en aquella época, por lo tanto era también fuertemente kleiniana y tenía algo de la Psicología del Yo, algo especialmente importante en la práctica, que era el hábito de primero había interpretar las defensas y luego lo reprimido. Dicho análisis había tenido resultados importantes había durado unos diez años. Era una mujer, una paciente, entre comillas y en chiste: “amansada”. Había pasado por diez años de diván bien aprovechados. Tengan en cuenta que en esos años trabajaban cuatro veces por semana. Todo lo cual la preparó mucho para mi trabajo después. En ese proceso por ejemplo, le había desaparecido una voz que tenía en el oído izquierdo y con la que ella conversaba. Conversaba con la voz. Era un hombrecito esa voz. Ningún delirio le fue necesario para responderle. No había habido forclusión del Nombre del Padre. En el análisis con la colega de APA dicha voz, desapareció. Habían terminado ese análisis de común acuerdo. La colega le había dado el alta, como se decía en esa época. Y habían decidido también de común acuerdo iniciar una amistad personal. Es interesante eso, porque da un cierto indicio del tipo de transferencia que se había armado. No prejuzguemos. Porque digamos, hay psicoanalistas que pueden decirles que el analista no puede ser amigo de su paciente. Depende, a veces sí, a veces no. Por supuesto, que hay determinado tipo de pacientes que si me propone iniciar una amistad después de su análisis conmigo yo no la iniciaría. Con otros no he tenido inconveniente. En el caso de estas dos mujeres, me parece que no incidió para nada mal, la relación amistosa que iniciaron.

Ocurrió que luego irrumpieron las tres A. Para los que son más jóvenes de los que están acá, la tres A era una organización terrorista, inspirada en López Rega que mató a una cantidad de gente acá en la Argentina allá por los años 1974 y 1975 y que había colocado en la lista de sus condenados a muerte a dicha analista. Lo que la decidió exiliarse. En ese período Lucía comenzó a padecer algunas cuestiones a las que hoy no me voy a referir pero que la empujaban a consultar de nuevo. Entonces le pidió orientación a su amiga y ex analista quien le dio mi nombre. Por efecto de un malentendido según veremos en otra clase. Yo la tomé porque me convenía, lo digo a propósito así, agregar una paciente a mi lista. Porque los psicoanalistas vivimos de lo que nos pagan los pacientes, esto también es interesante decirlo así porque nos toman a los analistas a veces como angelitos sin sexo. La tomé porque me convenía, porque me caía simpática, y porque despertaba mi solidaridad en tanto era una abogada con actividad destacada en el terreno de la defensa de los presos políticos. Fíjense que hasta ahora no les he dado ninguna razón analítica por la cual la haya tomado. No creo que haya estado exenta de mi decisión una postura políticamente rebelde y neuróticamente oposicionista de mi parte, según suele ocurrirle a algunas neurosis obsesivas de carácter. Me estoy refiriendo a la mía, no a la de la paciente. Como pueden apreciar, ninguno de los tres implicados caminábamos hacia el encuentro por lo que los otros dos creían que la consultante iba. Por lo que tampoco íbamos cada uno de nosotros por lo que creíamos. Lo que les dije –por qué la tomaba– era por lo que creía mi conciencia en ese momento. Aunque seguramente algo de por qué lo hacía sabía tanto en la conciencia como en mi inconsciente.

De paso acá estoy plantando algo importante para este seminario: que en los inicios de un tratamiento hay que tomar en cuenta por lo menos esas tres variables: el paciente, el analista y el derivador. Cuando uno se pregunta por qué alguien le derivó a alguien, ya uno comienza a conjeturar algunas cosas sobre ese alguien que está por venir (cosas que quedarán en stand by). Todo inicio de un análisis hay que ir leyéndolo desde la práctica del encuentro fallido con lo real. Creo que por eso Freud propuso el tratamiento de prueba. De paso a los que tengan ganas de empezar a ir leyendo, dos libros que van a servir. Son de Freíd: Sobre la iniciación del tratamiento y Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. Lacan en su práctica era común que desarrollara un largo proceso de entrevistas iniciales. En la APA estaba prácticamente codificado en aquella época, recomendar dos entrevistas diagnósticas y luego diván y comienzo. Lacan lo varió totalmente. Las entrevistas iniciales duraban a veces dos años. Él también era de atender seguido a los pacientes. Freud planteaba el interrogante: ¿hay transferencia o no? Es más, decía que no hay que interpretar hasta que no se inicie la transferencia, excepto aquellas interpretaciones que empujen la instalación de la transferencia. Esta cuestión es clave. Porque muchos colegas, apurados por tener pacientes, los mandan rápidamente al diván, a la asociación libre, etc.; y les pasa lo contrario de lo que buscan, el paciente interrumpe rápidamente. Las entrevistas iniciales persiguen el objetivo de una primera aproximación al diagnóstico y al reconocimiento de qué lo trae al entrevistado a la consulta. Cuál es su verdadera demanda, o sea la demanda inconsciente. No sólo el deseo inconsciente, también hay demanda inconsciente. Tal vez si nos ponemos rigurosos, si tratamos ajustar las cuestiones podríamos decir demanda pre-consciente, podríamos hacerla equivaler a los pensamientos latentes del sueño. En todo caso, la demanda del consultante, no es sólo lo que dice explícitamente.

La verdadera demanda nos irá poniendo mojones en el trayecto a recorrer hasta decidir si nos propondremos un análisis común, típico de las neurosis de transferencia, o que tomará los inicios particulares de otras patologías con otras modalidades de relación con lo simbólico. Ni qué decir, aquellos análisis que deberán ser desarrollados con los cuidados particulares que exigen los cuadros psicóticos o pre-psicóticos. El diagnóstico de la demanda nos dará a la vez una primera aproximación a la posición fantasmática del consultante. No es que nos indicará cuál es el fantasma primordial pero sí una primera aproximación. Porque justamente lo que va a contarnos el consultante al contarnos su vida, es su historia de repeticiones. Y es en esa historia de repeticiones, donde el fantasma se fue jugando. Eso podemos observarlo no sólo a través de esos puntos de repetición, sino en cómo queda posicionado en dichas repeticiones antes los otros, ante los semejantes, y ante el Otro. O sea ante ese lugar de la Ley, del significante, de la castración, etc.

Para decirlo más sencillamente. A pincelada gruesa, hay varios tipos de pacientes. Los que muy rápidamente se instalan en darle bolilla a sus formaciones del inconsciente, que se entusiasman en contarles sueños, en que ustedes se lo interpreten, en sorprenderse cuando uno les toma un equívoco y se lo devuelve. Hay otro tipo de paciente que al contrario, rechaza enojado y no quieren que se le insista con ese tipo de cuestiones. Hay otros que son muy cumplidores con la regla de la asociación libre, con los pagos. Hay otros, que uno observa que están todo el tiempo viendo por qué lado obtienen alguna ventaja. Son todas posiciones diferentes ante el Otro con mayúscula. No es porque nosotros seamos ese Otro con mayúscula, sino porque aparecemos encarnando ese lugar de sede de la Ley, la castración y el tesoro de los significantes. Conocer estas cuestiones nos facilitará ir situándonos para armar una apariencia, una máscara adecuada para que se instale la transferencia, para que de alguna manera por la positiva o por la negativa funcione el sujeto supuesto saber. ¿Por qué digo por la positiva o por la negativa? A veces, lo más habitual, el paciente se enamora de su analista. No en el sentido de que le declara su amor y se quiera casar, sino que la palabra del analista pasa a ser palabra santa. Después ya llegará el tiempo en que entrarán a los cachetazos. Pero de entrada puede ser así. Me pasó con un caso que de los cinco años que se analizó conmigo, los primeros cuatro se los pasó impugnándome en todas las sesiones todas las interpretaciones y enojándose conmigo al punto de agarrar almohadones y tirarlos, de no querer irse, de tener que irme yo del consultorio porque él no se iba, etc. Era evidente que estaba instalado el sujeto supuesto saber, no porque él me supusiera el saber a mí, al contrario. Él suponía en esos cuatro años, que yo era un idiota que no le servía para nada. Pero como les pasa a muchos hombres con sus mujeres y a muchas mujeres con sus hombres, estaba todo el tiempo tratando de lograr que yo sirviera para algo. ¿Por qué se mantienen ciertas parejas? Y, porque quieren cambiar al otro ¿Por qué no se buscan a otro que ya esté cambiado? No, qué goce trae. Eso le pasa a algunos pacientes, se pasan el tiempo tratando de que ese imbécil que tiene de analista les sirva para algo. Cuando empiezan a darse cuenta de que sirve para algo, empieza a terminarse el análisis. De paso, otra sugerencia bibliográfica, es la Proposición del 9 de octubre de 1967, también está en Intervenciones y textos, si no recuerdo mal editado por Manantial. En una ficha de la Escuela Freudiana de Buenos Aires y en Ornircar nº 1. En Ornicar está la desgrabación directa. En cambio después hizo lo que hacía con sus Escritos, peinó la desgrabación y la condensó. La publicación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires es el efecto de ese trabajo. Es interesante compararlos, se van a encontrar con cosas que desaparecen del texto peinado, es interesante preguntarse por qué. Les cuento una, en la de Ornicar. Lacan está embalado con la cuestión del saber, inversión del mensaje, etc., se refiere al holocausto del pueblo judío y dice que recibieron invertido su propio mensaje. Eso después lo saca. Creo que lo sacó por recomendación de alguno que le habrá dicho mirá que te van a decir que sos antisemita. Creo que es interesante lo que está diciendo, ya que la religión judía parte de la suposición de que es el pueblo elegido. Y es como si Hitler les hubiera dicho: sí, tienen razón, son el pueblo elegido. Lo malo fue para que lo eligió.

Es muy interesante esta cuestión del sujeto supuesto saber, porque lo que hace es liquidar lo de plantear el tema de la transferencia sólo como una descripción, o como una teorización por vía del sentido que era como estaba en Freud. Ustedes piensen que Freud lo que hace es describir: transferencia positiva, transferencia negativa, transferencia erótica y amor de transferencia. Luego conceptúa sobre que la transferencia lo es de imagos infantiles. En cambio Lacan lo va a plantear en otros términos que los traigo de entrada porque son muy importantes en general y en particular para el comienzo de los análisis. Advierte que lo que nos mueve permanentemente como sujetos son los agujeros en el saber. Agujeros en el saber, no por un afán intelectualista como les ocurre a algunos filósofos, sino porque esos agujeros nos convocan en la búsqueda para realizar de nuestra vida. Por lo tanto entrar a un tratamiento exige al paciente suponer que va a encontrar el saber que le resuelva las dificultades de su vida. Estoy diciendo todo con mi lalengua[3], no son citas de Lacan, pero la idea creo que sí. Eso lo lleva a plantear que el amor es efecto de suponerle el saber al otro, que se ama al otro porque se le supone saber hacer sobre lo que a uno lo aqueja. En la transferencia esto se ve muy claro. En ella se ama al analista porque se supone que él sabe cómo se van a resolver los problemas de la vida del consultante. Funciona también en el terreno del amor de pareja y otros diferentes tipos de amor.

El malentendido estructural es irresoluble pero por eso mismo trabajable. El goce de conversar está sostenido porque registrados los agujeros en los dichos, precipita el deseo de resolver los malentendidos. Trataremos de que no sean emisiones las nuestras en las que por enamoramiento de nuestras propias palabras nos engolosinemos y quedemos atrapados en el puro goce del significante. Es la masturbación discursiva de muchos universitarios. Recuerdo, tenía un profesor en Anatomía que era un coronel retirado del ejército, un cirujano del ejército. Todas sus clases era evidente que estaban aprendidas de memoria y estaban hechas para sentir cómo el público lo amaba desesperadamente, especialmente las mujeres. El señor era heterosexual. Entonces llegaba a la descripción de un ligamento, que se llama “ligamento de Riolano”. En ese punto decía: “Y el ligamento de Riojano …” hacía una pausa, nos miraba a todos, y continuaba “poetas a callar”. Ese es el discurso universitario típico, donde el tipo no está preocupado por el objeto a resolver, sino que está enamorado de cómo emite enunciados provenientes de otro que los produjo. El diálogo tiene que transformarse en una herramienta indispensable para que logremos, primera persona del plural, llevar adelante un intercambio que nos enriquezca para nuestra práctica. Eso depende del emisor y de los que reciben dichos enunciados. De si logran o no intervenir sobre la castración de lo emitido Mi anhelo es que logremos establecer una verdadera transferencia de trabajo. Esta depende tanto de que el mensaje de cada capítulo sea claro, como que esa claridad no encandile e impida ver los agujeros, los restos, que no pueden no quedar en cada emisión. Ahí la palabra la tendrá el lector.

Preguntas y comentarios

Participante: pregunta sobre la bibliografía.

Sergio Rodríguez: Son cosas que voy sugiriendo para que vayan leyendo. Donde más aprendí sobre la práctica de Lacan no fue ni en los Seminarios ni en los Escritos sino en lo que escribieron sus ex pacientes sobre sus análisis con él. Les recomiendo en general cualquiera de esos libros. Pero para lo que empezamos a trabajar ahora, hay dos libros que me parecen interesantes porque se refieren a las entrevistas iniciales que tuvieron con Lacan, que son el de Stuart Schneiderman Lacan: la muerte de un héroe intelectual y el de Betty Milán, El loro y el doctor. Es mucho más divertido este último porque es brasileña. Ficcionalizó su análisis, sabe escribir; el otro es un intelectual norteamericano, más riguroso pero menos ágil.

Participante: me gustaría que ampliaras un poco lo de la adaptación a la falta.

Sergio Rodríguez: el problema del neurótico es suponer que la dificultad en que se halla estancado es imposible de resolver, antes de intentarlo. Con lo cual se torna impotente, o suponer que todo lo que no resuelve es por impotente. Como entiendo lo que plantea Lacan lo de adecuación a la falta por lo articulado con otros artículos suyos y de algunos discípulos de él, por ejemplo Miller; es que la función del analista reside en enfrentar al sujeto con lo imposible, con lo real. Planteo también de Lacan, en la Ética del Psicoanálisis. Lo que lleva al mismo tiempo a tensar al máximo la potencialidad subjetiva, también poder reconocer lo imposible de resolver. En ese sentido se produce una adecuación a la falta, no se está tontamente intentando resolver lo irresoluble. Esto que dicho así parece una pavada, me llevó por lo menos cincuenta años de mi vida o más. Porque es complicada la cuestión, porque es fácil equivocarse por más o por menos. Pero el tema no es tanto eso por lo menos en mi experiencia como analizante o analizado a esta altura de mi vida sino más bien algo que ahí empieza la cuestión del arte, por lo cual sólo lo puedo transmitir metafóricamente. Es algo que tiene que ver con que se establece una cierta paz de espíritu en relación a las dificultades de la vida y en relación, en ese sentido, a lo real de la vida, a aquello que no se le puede dar fácilmente un sentido o una representación pero sin embargo nos está complicando la vida.

Se divulgó mucho en el movimiento psicoanalítico que al final del análisis uno está advertido. Me acuerdo de una discusión llamémosle política dentro del psicoanálisis con un determinado colega, cuando en un momento le hago observar algo de su propia falla: fijate la gente que te acompaña. Porque realmente era gente de poco valor como psicoanalistas, incluso como personas en algunos casos. Me contestó: “Sí, ese es mi imposible, ya estoy advertido de eso.” Evidentemente cree que el análisis le había enseñado cómo era, o sea concibe al psicoanálisis como una psicología y hasta como una psicopedagogía. Si en el análisis a uno le fue bien, de lo único que queda verdaderamente advertido, es de la existencia del inconsciente.

Eso también se liga a alguna interpretación que se hizo alguna vez del planteo de Lacan sobre identificación al síntoma. Si la salida del análisis como identificación al síntoma fuera ese famoso cuento: “me meo pero no me hago más problema”. En realidad el primer planteo de Lacan especialmente en los inicios, él habló de identificación al síntoma, pero fue elaborando sus cosas, en los finales él ya pone el centro en el sinthome lo que ya es otra cuestión. Donde obviamente aparece algo del síntoma pero en todo caso tiene más que ver con la sublimación y la nominación. Entonces esta cuestión de la adecuación a la castración la percibo como un efecto que produce el análisis. No lo que produce un libro que se lea, ningún curso ni un seminario, sino un análisis. Donde se enfrenta la vida desde una posición mucho más pacífica, sabiendo que efectivamente hay muchas cosas que no se pueden. No sé si te contesté, pero creo que la respuesta va por ahí.

Participante: vos planteaste algo así como que el psicoanálisis tiene que curar, como si esa fuera una finalidad a lograr, y hablabas de la ética jugando entre los medios y los fines. Cuándo el psicoanálisis comprueba que los medios determinan los fines. Recién cuando hablabas también, identificación al síntoma, como fines a lograr. Si los medios determinan los fines, habría alguna finalidad, qué sería curar en todo caso.

Sergio Rodríguez: Para mí es una pregunta difícil de contestar. Fíjense que uno de los trabajos fundamentales de Lacan sobre práctica clínica él la llamó “La dirección de la cura.” Además él nunca contradijo ese trabajo, lo sostuvo siempre, es más lo fue perfeccionando. Y metió la palabra cura. La pregunta tuya es buena. Qué es cura para un médico, se sabe. Es devolver al estado anterior al enfermar. En cambio para el psicoanálisis no es eso, es lograr acompañar al sujeto para que llegue a un estado que va a estar mucho más allá digamos de cuando él enfermó. Porque justamente enfermó porque no supo arreglárselas con su castración. Si la conversación que teníamos antes en relación a la adecuación a la castración es cierta, el psicoanálisis lleva a un punto donde uno se las arregla un poco mejor con su castración. Parece una definición muy general, pero no lo es. Luego se particulariza en cada uno de nosotros. Por qué, qué es la castración para cada uno de nosotros. Es más, uno podría decir: no hay la castración para cada uno de nosotros, hay las castraciones para cada uno de nosotros. Por eso los análisis llevan tanto tiempo y pasan tantas veces por un mismo lugar, porque cada vez que pasan por ese lugar se encuentran con la castración pero desde una atalaya diferente y en relación a un matiz diferente. Creo que el curar tiene que ver con eso. Eso explica también una cuestión que me parece importante, más en épocas como esta. En la década del setenta empezó toda la historia de la psicoterapias breves de objetivos limitados. Acá hizo escuela Fiorini, que es un tipo muy inteligente y conoce mucho de psicoanálisis, pero es un pragmático y arma toda una concepción alrededor de eso. En esa misma época tomaron bastante fuerza en la Argentina los sistémicos, ahora los cognitivos. Todos en definitiva tienen algo en común, eso es: prometerle a la persona, a propósito lo digo de esta manera, que ellos les van a curar ese punto que les molesta y no se van a ocupar de otras cosas. Que esos son delirios de los psicoanalistas que son filósofos, intelectuales, todo ese tipo de cuestiones. Me parece que los psicoanalistas caemos en una captura especular en la discusión de eso. Tengo observado en mi práctica, también en mi práctica en los hospitales, en las supervisiones que un psicoanalista trabajando seis meses con un paciente logra muchos mejores resultados que un psicoterapeuta breve en el mismo lapso con un paciente. Pero los psicoanalistas en lugar de hacerse cargo de eso, entran a discutir algo así como si los psicoanalistas solo consideraran su tarea útil si es llevada hasta el final, final, final de todo. No es así. Esto por otro lado no es una cosa mía sola. Lacan también ha planteado que cuando alguien considera que está feliz tiene derecho a levantar su opción por el psicoanálisis. En su lenguaje, interrumpir su psicoanálisis. Distinta es nuestra obligación ética ya que nos vamos a dedicar a curar a otros. Una obligación ética que nos exige obligarnos a ir lo más fondo posible, porque eso también nos va a transformar en un mejor instrumento para el trabajo con los pacientes. Hay una serie de matices y variantes. Por supuesto que lo mejor es llevar un análisis hasta el final. Y en lo de llevar un análisis hasta el final en esta paciente lo van a ver bastante, por eso me decidí a armar aquel seminario y este libro. Efectivamente, la modificación que se produce es de tal orden que el sujeto queda posesionado de otra manera. También uno ve esos pacientes que en el hospital, en el tiempo que les dan, seis meses, obtienen resultados muy importantes para su presente. También uno los ve tres o seis años después, volver a pedir otro tratamiento, lo cual no quita valor a lo anterior. Sólo que no fue suficiente, no quiere decir no fue útil.

Me acuerdo de un sistémico ahora, que me cae tan mal, es un argentino que vive en Nueva York, es un capo dentro de los sistémicos. Él tiene establecido un sistema de tratamiento por el cual a las doce sesiones el paciente de tratamiento tiene que estar curado. A la sesión número doce lo rajan, no lo dejan volver. Es ridículo. La cuestión de la cura pasa por los matices. Hay diferentes tipos de cura. Es evidente que hay personas que logran mejorar tal cosa o tal otra, el resto ahí lo dejan. Hay otros que no, que van muy a fondo. Con Ricardo Estacolchic conversamos mucho, mucho, sobre esto. En los últimos seis años de su vida, nos rompía mucho la cabeza el tema del final del análisis. Incluso, anecdóticamente, una vez quiso sacar un número entero de una revista, donde aquellos que considerábamos haber dado final de nuestros análisis diéramos testimonio de ello. Tomaba el ejemplo de Teodoro Reik, que escribió un libro entero sobre su análisis, donde cuenta intimidades difíciles de contar. Contó fantasías e historias propias sin ningún recato. No tuvo suerte Ricardo. El único que se animó fue él y otro colega al cual publicamos en Psyché-Navegante. Pero el mismo colega cuenta que no llegó a su fin de análisis. Recuerdo que ante el pedido de Ricardo yo escribí algo metafórico, armé un cuentito. Ricardo me dijo: eso no vale, ahí no estás contando lo que pasó en tu análisis. Le contesté: No, loco, así de frente, march, no. Sé que ahí estoy diciendo la verdad, pero no voy más de ahí.

Abrimos y empujamos todo un movimiento con Pura Cancina y Norberto Rabinovich en cuanto a tratar de armar un jurado de pase institucional. Ricardo vino a un par de reuniones. Después me dijo: Mirá, eso del jurado, ¿para qué? Si uno puede hablar con amigos psicoanalistas y contarle su análisis. Yo estaba más ortodoxo: no, porque el jurado, los pasadores ... .Recuerdo que en ese período hice tres experiencias de contarle mi análisis a colegas y escuchar lo que ellos me observaron. Pero todo informal, no dentro de las instituciones. A la vez, Ricardo me contaba algunas cosas de su análisis. Inclusive él me dio un trabajo que publicamos en Psyche-Navegante, se titula El sueño del final, donde él relata el final de su análisis. Luego de golpe, me dice, me decidí, voy a hacer el pase. Entonces pidió el pase en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, entró al jurado de la Escuela Sigmund Freud de Rosario, y formaba parte del jurado de confirmación de la Freudiana de Buenos Aires. Yo le preguntaba qué tal eso. Él trataba de interesarme.

Me llevo una sorpresa; cuando él muere me llama por teléfono una persona que había pasado a computadora su último trabajo que era justamente sobre el final del análisis. Donde él, evidentemente concentrando todo ese período de trabajo había maquinando alrededor del tema y no sólo maquinado, sino haciendo la experiencia de haber pasado por todas las experiencias que les conté. De haber hecho el Pase y de haber formado parte de un jurado. Ese jurado por un tiempo confirmó el Pase de varios colegas. Cuando leí el artículo, me corrió frío porque es toda una crítica a la postura lacaniana sobre la institucionalización del pase. No lo dice de esta manera pero uno lee como analista, en ese sentido también lee semiológicamente. Ricardo escribía todos los artículos de un tirón. Es el artículo que yo le conozco, él después de la mitad le pone un subtítulo: Código. Donde plantea la siguiente cuestión. En el ambiente lacaniano hablamos del atravesamiento del fantasma, la identificación al síntoma, etc. Si eso es así, se establecen ideales de fin de análisis. Si se establecen ideales de fin de análisis, se establecen códigos. Si se establecen códigos es todo lo contrario de un análisis. Es lo último que escribió y después murió.

Responder lo de la cura: hay que ser muy cuidadoso. No se puede ir más allá de estas cuestiones formales de la adecuación, de la confrontación con lo imposible. Porque en la medida en que uno comienza a meter sentido, significados, mete ideales y si es así, obviamente obstaculiza los análisis.

Participante: me parece que este tema de la cura va a abarcar todo lo largo del seminario, va a ser un eje. Porque hay de la práctica, de la ética, está todo resumido. Pensaba sobre el objetivo en la cura médica. Está muy claro desde el principio. En un análisis: ¿está claro? ¿Toda la neo génesis que va a ocurrir en la vida de esa persona, en nuestra propia vida como analistas? Me parece que es muy difícil plantearlo de antemano. Si se quiere el objetivo de la cura puede ser hasta un objetivo el conocer cuál va a ser la cura. No tenemos ideas. Para decir otra cosa, me gustó esto del encuentro. Como que eso del encuentro es producir siempre desencuentro. No para hacer juegos de palabras. Nos quedamos en esto: que la pareja es un imposible, entonces no existe nada. No, no. Si no el hecho de pensar el encuentro como desencuentro, ¿qué venimos a buscar? Y lo que venimos a buscar, seguramente nunca lo vamos a encontrar. Adecuarnos a la falta. Nunca lo vamos a encontrar, pero si encontraremos algunas cosas. Me parece que va a hacer interesante recorrer un camino y decir qué encontramos. En eso se nos juega esto. Si no perderíamos el tiempo.

Sergio Rodríguez: comparto totalmente lo que decís. En ese sentido algunos lacanianos encontraron una buena onda, que es diferenciar cura de curación. Colocan la curación del lado médico y la cura del lado psicoanalítico. Hay una pregunta famosa que creo le hicieron estudiantes de Letras a Lacan. Si él opinaba que las psicoterapias eran malas. Les contestó más o menos así: no, no, yo creo que son de lo peor. Ese tipo interesante de respuestas que daba él. Pero fíjense que interesante, si él hubiera dicho: sí son malas, hay cierra un sentido. Dice: son de lo peor. El lo que plantea es un par significante en oposición, lo mejor y lo peor. En comparación con el psicoanálisis son peor, pero eso no quiere decir que son descartables de por sí. Cualquiera de nosotros sabe por su experiencia en la medicina, en los hospitales, que hay enfermeros que producen cura. Hoy me reí mucho. Fue con un paciente que me contaba, es un paciente quejoso, él mismo se divierte con sus quejas. Cuenta que entra a la casa y estaba la mucama, que es la señora de confianza, estaba limpiando, arreglando. El le pregunta: ¿Tuve algún llamado? –No, no tuviste ninguno.

–Ves fulana que nadie me quiere!

–No, no es que nadie te quiere, es que se olvidan de vos.

Le metió un pelotazo notable. Me dio pie justamente para trabajar la cuestión del mensaje. Porque él me cuenta todo esto después de haberme contado antes que lo habían invitado a un asado, pero lo invitaron el mismo día. Le había estado dando vuelta la cabeza, si lo habían invitado por compromiso, casi no había ido. Después de eso, me cuenta esto. Y le digo: y tendrías que haberle pagado y que se fuera, para qué seguir limpiando.

Creo en ese sentido que la cura hay que tomarla en el sentido de que la puede hacer cualquiera, contamos anécdotas que son puntuales. Pero que la cura no es algo que queda encerrado en las cuatro paredes de un consultorio, en x sesiones regulares, con x interpretaciones de los analistas. Me parece que la cuestión es más compleja.

Participante: en realidad lo que quería preguntarte tiene relación con mis expectativas. Este imaginario que vos decías, a ver si compartimos. Vine, porque lo leí en la revista la propuesta. Me parecía que partía desde lo social. De cómo estamos ahora, de cómo estamos parados. Vos hablaste de la neutralidad y la abstinencia, y cuando hablaste de la paciente la contextuaste bastante en una determinada época. Quisiera saber si esos ejes los vas a trabajar en relación a ese caso o eso está excluido.

Sergio Rodríguez: sonrío porque tal vez es la primera puesta en acto que hagamos del encuentro y el desencuentro. En el siguiente sentido, sí lo que puse sobre lo social, si comparás el programa del Seminario en Imago Agenda de diciembre con el Imago Agenda de marzo, te vas a dar cuenta de que en la convocatoria hay variantes. En la primera no estaba metido lo de lo social. No estaba metido porque estaba dispuesto a dar un seminario más o menos como siempre. Pero a partir del 19 de diciembre de 2001 les dije que lo iba a modificar. La modificación está destinada a funcionar más como una interpretación. En el sentido de que se produjo una retracción en el movimiento psicoanalítico. No en el terreno político, donde a diferencia que en otras épocas ha habido una extroversión mayor, sino en cuanto a la elaboración, al trabajo conceptual. Entonces hago esos agregados. Ni se me había ocurrido pensar lo que vos me preguntas ahora. Va a estar, pero a través de la historia de aquel análisis. Que ocurrió en otra época, que tiene muchos puntos de diferencia a esta época y muchos puntos en común. Me parece que en relación a la pregunta que vos hacés tiene un punto clave en común que de paso, es una vieja discusión dentro del movimiento psicoanalítico. Que es la relación del acto del psicoanalista, y cómo habla por boca del analizante, el acontecer social. Están los famosos ¿rumores anécdotas? de Melaine Klein, que habrán escuchado. Cuando el pacientito le hablaba de las bombas y la V2 de los alemanes, ella le interpretaba que eran flatos o penes voladores. O la interpretación clásica de una época, cuando un paciente hablaba de sus problemas laborales, y le decían que estaba tratando de huir de sus problemas subjetivos. Me parece que ni una cosa ni otra, tienen ninguna lógica. Pero tampoco, tomar el acontecer social como pretexto para ignorar, el psicoanalista por lo menos, de cómo termine colocado ante ese acontecer el paciente. Y de cómo ese colocarse se relaciona con la trama sexual inconsciente que lo sobredetermina. O sea que el tema no está en interpretar huidas, en interpretaciones mecanicista icónicas, sino más bien en ser capaces de leer y escribir, cómo se trama el acontecer social con la historia de ese paciente y con cómo él se para frente al acontecer social. Una de las cosas que me llaman la atención del movimiento psicoanalítico actual es que hay psicoanalistas que por más de veinte años estuvieron planteando que no hay que meter la política en el psicoanálisis y ahora andan gritando desaforados por las calles ¡que se vayan todos!. Consigna anárquica, por más que haya sectores de izquierda que la defiendan. La cosa más sencilla que se les puede preguntar es: Si se van todos: ¿quién gobernará? ¿Vas a gobernar vos? Es interesante. Este hombre de izquierda que está tan de moda, Zamora, plantea que se vayan todos. Estos días un amigo psicoanalista me manda un e mail: okey que se vayan todos como dice Zamora. Le digo: che, ¿Zamora también se tiene que ir? No me contestó. Me parece que no hay que hacer ningún obstáculo a que entre el acontecer social, todo lo contrario, hay que abrir espacio a eso. Pero no para hacer una lectura política de izquierda, de derecha, de centro, o lo que sea. Sino para ver cómo está funcionando eso en esa subjetividad. Eso no quiere decir que cada uno de nosotros vaya a cacerolear o si quiere hacer piquetes, eso ya es cuestión de cada uno. No sé si te respondí pero esta es la idea con la que trabajo.



[1] Cercano a cómo lo solía plantear Louis Althusser.
[2] Ver Psicoanalistas en territorio médico de Benjamín Uzorskis.
[3] Término acuñado por Lacan para referirse a cómo deseo y goce se cruzan en cada uno de nosotros para, a partir de nuestra lengua materna, producir variantes de letras, significantes y usos, que van conformando una propia “jerga” “dialecto”, particularidades de emisión que llamó “lalengua”. Es a partir de ellos, cuando se generalizan en una comunidad particular, que se van produciendo particularidades en los usos de los idiomas y hasta nuevos dialectos e idiomas.