Al no haber algún S1, amenaza lo Uno

Sección: Última hora


Según una encuesta realizada por la consultora Analogías y publicada por el diario Clarín del martes 11 de junio, el 49% de la población está prefiriendo un líder fuerte y un 47% el mejoramiento de las instituciones democráticas. Con una rapidez que no los caracteriza para otras tareas, el ministerio del interior y/o la jefatura de la policía Federal tomaron al día siguiente la decisión de poner en las calles un 60% más de policías. Paralelamente circulaban rumores de marinos afilando sables o ¿reciclando picanas eléctricas?. El miércoles de 13 de junio con el aval del ministro de Defensa Horacio Jaunarena (radical) y del jefe del ejército Ricardo Brinzoni, en un seminario organizado por el Estado Mayor Conjunto, la mayoría de los exponentes hicieron apología del delito al promover contra los preceptos constitucionales la vuelta a la intervención militar en el espionaje y la represión interna. Paradoja: quienes tendrían que defender a la Patria defienden las posturas de Bush jr. principal cabeza(¿?) de los expoliadores de África, Eurasia, medio oriente y América del Sur. Hasta aquí, digo lo que podría decir cualquier periodista o político opositor.

Mis conjeturas de psicoanalista no se satisfacen con ese límite. Para profundizar el análisis pondré en juego algunos datos más del discurso social expresados a través de encuestas. La que trae cifras sobre el aumento de anhelos de que aparezca un líder fuerte y de baja de confianza en el reforzamiento de las instituciones democráticas aporta además, que el 47% de los encuestados cree que la situación económica va a empeorar y si le sumamos un 23% que espera que se mantenga igual, nos dice que el 70% no tiene esperanzas de que se salga de la malísima situación social que vive el país. Lo que más o menos coincide con lo que esperan para su situación personal: un 68 % no cree que mejore ya que un 41% supone que va a empeorar y un 27% que se va a mantener igual. En síntesis: la mayoría de la población está desesperanzada.

No obstante, otra encuesta publicada por el mismo diario el domingo 23 de junio indica que sólo un 20% de los encuestados no tiene ninguna expectativa puesta en futuras elecciones, mientras un 10% espera una profundización de la crisis y un 1% aumento de la violencia. En consecuencia un 31% tiene expectativas desfavorables. Un 29%, exactamente el mismo porcentaje que en la anterior esperaba una mejoría de su situación económica, espera una reactivación económica post electoral. El 25% cree que va a haber una renovación política y un 15% tranquilidad social. O sea, un 69% manifiesta esperanzas de mejorías.

Si comparamos ambas encuestas, nos encontramos con que las ilusiones en un líder fuerte no aparecen reñidas con los afanes de mejorar las instituciones democráticas, a pesar de que en la primera probablemente por la metodología con que facturaron las preguntas, la opinión pública aparezca dividida en partes casi iguales. La aclaración proviene de la segunda encuesta en la que un 69% deposita en las elecciones posibilidades de cambios. O sea, espera algo de una de las claves de la democracia: las elecciones. Pero eso no contradice que una parte importante, quizás mayoritaria de la misma, desea que de ellas emerja un liderazgo fuerte. Algo de eso se avizora en un Brasil que aparece mayoritariamente dispuesto a darle la presidencia a Lula. Y es un deseo que no deja de responder a la lógica de los vínculos sociales. La anomia y la anarquía no permite que las cosas funcionen, principal deseo de los amos compartido por los trabajadores.

La estupidez “democratista y libertaria” tipo Alfonsín, reflejo del “discurso delirante de los políticos”[1] derivó en la ruina no sólo de la economía con la seudo libertad para el ominoso Mercado, sino también de la enseñanza primaria, secundaria y universitaria, y de las normas mínimas de convivencia urbana. No hay serie si al 0 no le sigue el 1. Es el 1, retro fundando al 0 como 1º, el que permite que cualquier serie se inicie. Si se queda en cero, se queda en cero. Si se pasa al 1, el 0 queda retrosignificado como el 1º que inicia la serie en la cual el 1 pasará a ser el 2º número, con lo que queda instalada la serie al cumplir con el mínimo de 3 ya que el 2 resultará ser el 3º, abriendo la sucesión de los números naturales. Las encuestas expresan que la inexistencia de un 1 desde De La Rua en adelante, introduce angustia real, no simplemente señal, en una sociedad que sólo avizora 0. Historia repetida no sólo en la Argentina. Situaciones parecidas le abrieron paso a la guillotina en la revolución francesa, a Stalin en los comienzos de los soviets, a Hitler después de balancearse Alemania entre los espartaquistas y los nazis, a Franco en España después del subibaja entre anarquistas y comunistas por un lado y falangistas por el otro, al duce Mussolini después del experimento de los consejos obreros en Milán y la marcha sobre Roma de los camisas negras, y sin ir tan lejos, la dictadura desaparecedora de 1976 después de la tensión entre la nueva izquierda en ascenso y su organizaciones guerrilleras y por el otro lado las Tres A, el lopezrregismo y el Movimiento Sindical Peronista en la Argentina de los 70. Fueron todas experiencias en las que los que las consensuaron se ilusionaron conque la falta de un uno, podía ser suturada por un Mesías que cubriera el 0 con Lo Uno.

¿La mano dura, tome el color que tome, es la única solución posible a la anomia y anarquía que atraviesa nuestro país? Italia, después del fascismo, sostuvo en parte y aún hoy sostiene, otra posibilidad: la democracia parlamentaria. En parte también España e Inglaterra. El secreto de esa estructura formal de gobierno reside como hace poco lo explicaba el ex camarista y profesor de derecho Dr. Raul Zaffaroni en un artículo en la sección Opinión de Clarín, en que instala un presidente renovable cada x tiempo y que tiene como únicas funciones las protocolares y la de convocar a formar nuevos gobiernos a las agrupaciones componentes de ambas cámaras parlamentarias cada vez que un gabinete pierde la mayoría parlamentaria. En algunos de esos países, está función está en manos de monarcas constitucionales. Al mismo tiempo que hay un S1 intocable, este S1 tiene como única función abrir paso a la conformación de diferentes combinatorias (alianzas) acorde a lo que realmente va ocurriendo entre la masa. Es un S1 que “reina pero no gobierna”. Gobiernan las combinatorias provenientes de resultados electorales a través de alianzas devinientes de los mismos y que expresan sin lugar a dudas el estado de opinión de la masa. Dichas combinatorias funcionan al estilo del vientre del Otro proveyendo los S2 que más se acercan a expresar lo que pasa en el seno de la sociedad. No es la solución ideal, pero sí la que mejor puede expresar lo que esté ocurriendo en la opinión pública[2].

Sobre la paradoja de un liderazgo aparentemente débil, ya que no tiene otra función que convocar a las representaciones parlamentarias para que resuelvan por vía de programas mínimos y alianzas máximas las circunstancias que van atravesando las sociedades, lo que se instala en realidad es un liderazgo fuerte depositado no en un hombre o algún arma, sino en un sistema con mecanismos de renovación rápida y representativa. Se sabe que si el parlamento no encuentra la salida, el gabinete queda funcionado como soporte técnico mientras el S1 convoca a elecciones generales que renueven a aquel, generando nuevas posibilidades institucionales. Por supuesto qué, cómo cualquier gobierno se va a encontrar con que gobernar es imposible como ya lo señalaron los presocráticos y lo recordó Freud, pero tendrá a mano mecanismos que faciliten reintentarlo.

En definitiva, los que proponen un régimen parlamentario, aportan un proyecto más cercano a la estructura de lenguaje y sus tres registros, que cualquier otra forma de gobierno. Y no olvidemos que esa es la estructura básica, que para bien y para mal regula el funcionamiento del “hablante ser”.
En un momento que los tics del presidente ya no alcanzan para nada, promover reformas de esta índole parece más razonable que ceder a la tentación de una alianza inconsciente de una mayoría de la masa con las corporaciones del capitalismo salvaje. Así la misma lleve al poder a fuerzas armadas o a personajes como Macri – Tinelli.



[1] Lacan: seminario 3
[2] Un razonamiento similar sostuve en un artículo publicado en 1987 por el suplemento de psicología del diario La Razón.