¿Un chico de Cromañón o de Cromagnon?

Psyche Navegante No 69
www.psyche-navegante.com
Sección Práctica
Autores: Cecilia Martínez y Sergio Rodríguez


Tema: Una psicoanalista trabajó con un muchacho afectado por una neurosis traumática pos Cromañón. Dicho trabajo le facilitó al pibe, comenzar a analizar su neurosis constitutiva. Del significado al significante y sus registros: simbólico, real e imaginario.

Gonzalo, de 26 años, consultó a mediados de febrero en un hospital, de la Ciudad de Buenos Aires, presentándose como uno de los chicos afectados por el incendio de Cromañón[1]. Por lo tanto, portando el sentido conque el imaginario de algún Otro: medios masivos, movimientos políticos, estado, etc..., uniformó y masificó con dicho significado a cada ser que resultó afectado de diferentes maneras por la tragedia. “Después de lo que pasó, tengo miedo a morirme, a la oscuridad, a que me pase algo a mí o a mis hermanos. Antes era independiente. Los primeros días no me sentía mal, pero ahora, si no salgo con alguien, no me muevo.” El significante de la transferencia disparado por la situación traumática se desprendió del significado del Otro y se entrecruzó con la lógica temporal del sujeto. La queja del ser parlante afectado fue: re-caí en dependencia.

St Sq[2]
S (S1 S2 S3 .........Sn)

Podemos rescribir así el piso superior de la fórmula precedente:
“Perdí mi independencia” Analista del hospital X

En la primera entrevista, Gonzalo comienza a hablar sin pausa:
Relata que desde el incendio, volvió con su madre, después de diez años de vivir solo. Agrega que tuvo que dejar el trabajo que desempeñaba en un taller. Pudo sostenerlo durante los primeros días después del incendio, pero luego “flasheaba un montón de cosas”. Se refiere con esto a que cuando debía meterse debajo de un auto para arreglarlo, tenía la sensación de que el mismo se le venía encima “por más que supiera que estaba bien asegurado”. A esto se le sumaba que cuando salía a la calle a comprar algo, debía volver antes de llevar a cabo el recado porque lo invadía el temor de que algo le sucediera, sin que pueda dar cuenta de ese algo El trauma desanudó de su anudamiento significante, la ilusión de seguridad a solas, con implicaciones en los registros real, simbólico e imaginario. Lo exterior, el Otro, se le volvió inseguro.

Continúo enumerando sus síntomas: “Me cuesta dormirme, tengo pesadillas, me despierto asustado, hasta que me duermo escucho voces, los gritos, ruidos. Hay imágenes que no se me van: un montón de pibes tirados en la calle, todos en fila”. Gonzalo antepone a su relato este “lo que pasó” como un dato de partida. La analista le dice que si bien sabe que habla de los hechos ocurridos el 30 de diciembre, eso no dice qué es lo que le ocurrió a él en ese lugar. Esta intervención de la analista, ubicada a nivel del sujeto ($), abre paso a una cadena de significantes inconscientes:

“Perdí mi independencia” Analista X
“...eso no dice qué es lo que te ocurrió a vos en ese lugar” (S1 S2 S3.....Sn)

Comienza entonces a desplegar su relato, sobre el que volvió en varias entrevistas.
Cuenta que ese día, en lugar de ir al recital en un colectivo destinado a tal fin, como hacían habitualmente, él y cuatro amigos, fueron en auto y por eso llegaron algo más tarde “si no, hubiésemos estado adentro El adentro “callejero” se le tornó peligroso. Cuando llegaron, se encontraron con mucha gente saliendo desesperadamente del lugar.

Entró varias veces a sacar gente: “Veía todo como en una película. Jamás pensé que se iba a morir gente. Veía los cuerpos, pero no tomaba conciencia de que había muertos. Vi a un chico que conocía sacando gente; a la hora, lo vi tirado en una esquina y me dijeron que estaba muerto: ahí me di cuenta, pero pensaba: no se pudo haber muerto” Esta segunda escena le retrosignificó las primeras y se las tornó traumáticas. Dijo que de esta imagen no se olvida más, que no se la puede sacar de la cabeza.

Al entrar escuchaba gente llorando y pidiendo ayuda: “caminabas y pisabas gente como si nada. Se oían gritos. Afuera, las madres estaban desesperadas”
Comenta que se preocupó muchísimo por él: “me ponía mal pensar que me podían estar buscando sin saber que yo estaba bien. Llamé a casa y me quedé más tranquilo”. Temía que su madre estuviera preocupada. Se le re-presentó un fantasma: si su madre queda afuera o a la inversa: su madre es dañada y en consecuencia él. Como objeto fálico, se ofertó siempre para “salvar a la madre”, cubrir su castración. A veces estando, otras, yéndose para no obstaculizarle su elección de nueva pareja.

Cuenta que uno de sus amigos se desvaneció y que fue esto y el ver tirado al chico que conocía, lo que lo llevó a proponer que dejaran de entrar ya que a ellos también los estaban esperando: “pensé que tenía que volver a mi casa porque si me pasaba algo mi vieja se moría”. La analista le avisa y se va de vacaciones.
El día de su regreso, él falta. Su madre llama el viernes a pedido de su hijo, solicitando un turno que le es dado para el lunes. Él y su madre habían vuelto a ser “Uno”.

Dice que no quiere saber nada de nada, que está cansado y que sigue nervioso. Habla de Chabán, de la falta de justicia. Que lo estafaron los de CTI y que terminó en una discusión a los gritos. Se le pregunta qué le pasa con eso: “siento que me están estafando, que no es lo que habíamos pactado, que no tengo derechos, que son impunes y nadie hace nada”. La ausencia de la analista, lo retrajo inconscientemente al abandono del padre que cuando tenía 6 meses lo abandonó sin volver más. La analista le sugiere lo ancestral de ese sentimiento al decirle que él no se debe haber enterado hoy de estos tejes y manejes de las compañías de celulares, que la novedad es el modo en que reacciona. Dice que sí, que ahora no se calla nada. Le pregunta por este “ahora”. Dice que cuando sentía bronca no decía nada, se la bancaba solo.

Le dice la analista que esta bronca que siente ahora, debe tener su historia. Que da la sensación de que varios de sus dichos (referidos a la falta de justicia, a sentir que lo estafan, que lo traicionan, que nadie se hace cargo, que él no elige), parecen, por su insistencia, estar diciendo de algo más que lo acontecido en Cromañón, algo bastante más atrás en el tiempo y sobre lo cual, en el pasado, él no habría podido preguntarse.

A la semana siguiente, llega y permanece en silencio. Se le pregunta qué pasa: “por ahí un montón de cosas, pero me cuesta hablar. A lo que ya pasó, qué remedio le puedo dar”. Dice: “cosas que yo no pude elegir”. Aparece una nueva versión de su historia. Se evidencia que la analista había producido una reconstrucción fundamental, que inició el análisis de Gonzalo. Dice que no tenía libertad de entrar a su casa cuando quisiera (se salvó de Cromañón porque estaba afuera), etc: “cuando mi vieja se juntó, no me preguntó si yo quería. Saber lo que yo pensaba no importó, no contó”. Relata algo de su historia familiar. Cuando tenía doce años la madre adoptó a Ayelén, por entonces de un año: “A Aníbal (pareja de la madre) no le molestó. Además, mi vieja siempre tiene lo que quiere. Las mujeres siempre tienen lo que quieren. Tienen artilugios. Al principio, Aníbal tenía más poder de decisión, era muy autoritario, capaz que era un poco cómodo de parte de mi mamá, sino era volver a empezar de nuevo sola. Para no generar conflictos, me fui. Se fue para salvar a la madre. Nadie dijo nada. Me costó aguantarme la rabia. Hay cosas que no tuve y lo que tengo me costó demasiado”.

Falta a la siguiente entrevista. Pasados diez días, llama por teléfono para pedir un turno al que llega una hora tarde por lo que se le ofrece uno nuevo.
Llega media hora tarde. Dice que se siente muy desganado y triste. Dice que se siente estático, que antes tenía ganas de volver a trabajar, hacer cosas, que venía relativamente bien y ahora no quiere más que estar encerrado y solo. Se le pregunta por su tristeza: Dice que todo cambió, que él cambió después de lo que pasó, que algo murió en él y que le gustaría volver a tener la vida de antes: “yo antes, venga lo que venga le daba para adelante, contra viento y marea. Ahora, no me encuentro. Me siento como sentado sin entender nada: “por qué nos pasó esto a nosotros, el destino no fue justo con nosotros”. /.../ “tenía que resolver las cosas yo solo. No había tiempo para preguntarse”. Luego: “hace quince días le quería romper la cabeza a cualquiera, ahora estoy así. Es raro”. Está en duelo por el mito perdido de su omnipotencia. Quedó cuestionada su función de falo imaginario. A la próxima entrevista, llega una hora tarde. Se le dice que no es posible atenderlo, pero se le pregunta qué pasó. Dice que se olvidó, que se olvida de todo. Pregunto de qué otras cosas se está olvidando y dice: “en realidad, no me olvidé, me cuesta venir, me pongo a dar vueltas y se me hace re tarde”. Preguntado, dice: “quizás, no quiero enfrentarme con nada”. Se le propone pensar en ello y se le da un nuevo turno.

Busca ser tratado como el chico que no pudo ser, teme enfrentarse con una nueva ausencia. La intervención de la analista lo resitúa en un lugar más propio.
En el último encuentro, comenta que se siente mejor, aunque la semana pasada se le hizo difícil porque el atentado en Londres le recordó la tragedia de Once. De ésta, dice: “fue como si te hubieran cerrado la puerta en la cara, como si te hubieran abandonado a la suerte de Dios”. Dice que eso mismo sintió cuando se fue de su casa, que no tuvo elección. Se le preguntó por qué dice que no tuvo elección. Luego de relatar las restricciones impuestas por la pareja de su madre, dice: “estaba podrido de que me dijeran lo que tenía que hacer. Nunca me gustó que me digan lo que tengo que hacer. Cuando era más chico, mi vieja me enseñó a pensar. Tenía lugar para decir lo que yo pensaba. Me dejaba hacer lo que yo quería”. Interrogado sobre esto explica que cuando su madre le decía que no a algo, le daba una explicación de esa negativa y lo dejaba a él opinar: “Después, no había lugar de nada. Perdí mi lugar como persona, mi derecho a discutir ciertas cosas”. Se le dice que más que perder su lugar parece que quedó cuestionado cuál era ese lugar.
Comenzó el análisis de Gonzalo, dejó de ser uno de Cromañón, pasó a formar parte de la cadena de homínidos que se inició en Cromagnon[3]

“Perdí mi independencia” Analista X
“...eso no dice qué es lo que te ocurrió a vos en ese lugar” (“Después, no había lugar de nada. Perdí mi lugar como persona, mi derecho a discutir ciertas cosas”)

Germán García, en su libro Actualidad del trauma, afirma que la oposición entre fantasía y trauma es falsa. Plantea que a esta confusión se llega cuando se pierde de vista que el trauma no es algo extraño que se enquista, si no algo familiar que se ha vuelto extraño por el encuentro con un acontecimiento exterior. (O, cómo aparece acá, a la inversa pero equivalentemente) Lo traumático del acontecimiento no está ligado a la violencia del mismo sino a la sorpresa, a la contingencia de un encuentro con algo fuera de cálculo. Quedó situado en relación a lo real de un encuentro que desestabilizó el fantasma y rompió una realidad que resultaba consistente.

No se trata de pensar al trauma como algo exterior en lo que el sujeto no estaría implicado: “... no hay fantasma sin trauma, sin acontecimiento que lo despierte o, como diría Jacques Lacan, sin encuentro. A la serie de los acontecimientos externos (...) hay que sumarle otra serie. El problema es que hay que seguir ambas series.”[4]
En este material, mostramos lo que se articula del acontecimiento Cromañon con la historia singular de Gonzalo. No quedó de lado algo del acontecimiento, como encuentro con lo real. Se lo trabajó, avanzando en la serie del mito y la fantasía, sin descuidar el acontecimiento. No sólo hay disyunción. Hay conjunción disyunción <>: el acontecimiento traumático incidió determinantemente en el fantasma.
María Cecilia Martínez Sergio Rodríguez
Agosto, 2005



[1] Boliche de Rock en el que desde el 30-XII-05, fueron muriendo asfixiados cerca de 200 jóvenes
[2] Grafo del inicio de la transferencia escrito por Jacques Lacan en la Proposición del 9 de octubre de 1967
[3] El hombre de Cromagnon, cuyos restos fueron hallados en la cueva del mismo nombre, es considerado uno de los hombres prehistóricos. Iniciador en consecuencia, de la serie de “parlettres” de la que formamos parte.
[4] García, Germán: Actualidad del trauma. Grama Ediciones, Bs. As. 2005.