Tratamientos en una villa de emergencia


Psyche Navegante Nº 80
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Sección: Práctica


Ponencia presentada a invitación de la Asociación Psicoanalítica Argentina, el 16 de noviembre, en un panel de su Pre Symposium 2007.

Antes nombradas “villas miseria”, políticos y corporaciones mediáticas nos han acostumbrado a la políticamente correcta expresión: “villas de emergencia”. Los políticos la impusieron como una forma de dar a entender que estaban instaladas transitoriamente, así suelen llamarlas también: “asentamientos transitorios”. Pero diablos del Inconsciente meten su cola y el contexto - fenómeno “cartoneros” - mostró un poco más descarnado lo que siempre estuvo presente; lo real que dicho nombre, nomina. Familias que pueden lleva hasta tres y más generaciones en esos lugares u otros, pero siempre en emergencia. En la aldea global, es el fenómeno cultural y social que desnuda lo peor del malestar en la cultura.

A invitación de un pastor de la Iglesia Evangélica Alemana y de su compañera, colaboro en una de esas villas trabajando con chicos y familias afectadas por el alcohol, las drogas, -particularmente la Pasta Base de Cocaína-, y tendencias delictivas. Él, desde su saber bíblico y de la vida, ya que fue “villero”. Yo, desde lo que me dió el psicoanálisis, trabajando sobre mis modalidades de subjetivación de goces y de elisión de deseos. Y mi vida, ya que de chico anduve geográfica y amistosamente cerca de pibes entonces en esa condición, que distan muchísimo de ser las actuales. Tratamos de favorecerles buscar caminos menos destructivos y autodestructivos. En ese trabajo, sobre el que intercambiamos informaciones y conjeturas regularmente, y hasta interpretamos transferencias y jugadas inconscientes, tratamos de ir encontrando ciertas aproximaciones para entender esa desnudez de lo peor del malestar en la cultura.

Lo primero que salta a la vista, es la sensación de que no tienen un suelo firme en que apoyarse. Parecen trapecistas caídos a la red, a los tumbos, tratando de caminar sobre ella. ¿Qué hace tan laxa esa base? Las familias, en su mayoría con genealogías llenas de agujeros, son un campo de enfrentamientos permanentes. Reunidos alrededor de madres que no ejercen matriarcado, sino que a lo sumo funcionan como hermanas mayores y más sacrificadas. Esas familias se salen de sus enfrentamientos sólo para desafiarse con alguna otra familia o grupo adverso, o con los “gorras” (policía bonaerense). Es una paradoja frecuente que formen parte de la misma familia, “gorras”, tranzas (narcos de cuadra, de manzana) y chorros. Impresiona observar cómo una experiencia tan extrema, confirma conceptualizaciones de Freud, como la de las series complementarias y de Cooper y Lacan sobre los efectos de transmisión a través de tres generaciones.

Para ejemplo, les cuento que un muchacho de 22 años es de los que más pelea por no abandonar a sus amigos cuando caen en el PACO. Pertenece a una familia de más de 10 hermanos, pero en la cual, todos son hijos del mismo padre que sigue viviendo con ellos y con la madre. Con ellos, vuelven regularmente a la ciudad natal de los padres, a visitar a aquellos abuelos que aún viven Cuenta contento cómo los pueblerinos lo saludan afectuosamente a veces, y otras lo bromean por “aporteñado”. La casa de esa familia es una de las más grandes y mejor cuidadas de la villa y no es poco común que en ella, se reúnan vecinos y familiares a comer asado de Paty y chuparse vinos y cervezas. Pero lo más común, es que sean familias organizadas en torno a la madre o alguna abuela, porque los padres fueron diferentes y ya no están, o no se sabe quiénes fueron. O sean parejas que se pelean brutalmente, originando enormes rencores en los hijos. Los lacanianos solemos decir en nuestra la lalengua teóricamente correcta, “-que está en decadencia el Nombre del Padre”- A mí, se me hace cada vez más evidente que está ocurriendo algo mucho más grave. Lo que se está disgregando, sin alternativas a la vista, es la familia como primer generador de los lazos sociales y no sólo está decayendo el N del P. Y es un fenómeno que no afecta sólo a los “villeros”. Con otras formas, se hace presente en las capas medias y también en los “nobles” de los countries. Por lo tanto, no sólo está herido el presente, sino también el futuro, por los agujeros trans-generacionales que se van produciendo.

Es importante aclarar, que cuando hablo de miseria en las “villas”, no me refiero sólo a la dineraria, a veces mayor, a veces menor y fuertemente influyente. Por ejemplo, la caída en picada del 2001/2 con su secuela de desocupación e indigencia masiva, tuvo efectos arrasadores en la mayoría de los que quedaban expulsados del mercado de trabajo, facilitando su precipitación al alcoholismo, las drogas, la violencia contra la propia familia, etc. Pero tan importante como aquélla, es el empobrecimiento simbólico que está sobredeterminado por variantes diversas. Una, es el anteriormente referido crack en las series complementarias.

En la reunión con una familia en la cual la tensión es enorme y permanente alrededor de acusaciones mutuas entre las mujeres sobre evitar el trabajo en la casa y entre los hombres sobre pérdidas de trabajo y ausencias a los que tienen, nos pusimos de acuerdo con el Pastor, y se empeñó en ayudarlos a organizar un esquema de reparto de tareas domésticas y búsquedas laborales. Por supuesto eso no se efectivizaba más allá de dos días. Mientras, yo atendía a solas a los diferentes hermanos en el coche del Pastor en la puerta de la casa de la familia. Actividad a la que llaman, ir a El Confesionario, no por los de la iglesia católica, sino por el dispositivo del Gran Hermano que concentra el dominio de una voz, en dicho programa televisivo. Advertidos del crecimiento de la tensión agresiva intrafamiliar decidimos promover una reunión con todo el grupo. Cuando digo familia, no se entienda sólo vínculos consanguíneos o de pareja. Forman parte también, varios jóvenes que viven o no en esa casa, pero que se nuclean alrededor de esa madre y esos hermanos y se reconocen con apelativos de tía, abuelos, etc.

La reunión empezó con las recriminaciones habituales, concentradas en la única que en ese momento no estaba, la hermana menor de 14 años. Es la más díscola, la acusan de pequeños latrocinios internos, de no colaborar y estar reclamando siempre. Pretendían que se fuera a vivir con el novio, en cuya casa pasaba la mayor parte del tiempo. Es cierto que es la más peleadora, incluso físicamente. Lo que no conocen es que al novio, que está en una carrera técnica universitaria, lo pelea tanto como a ellos. En fin, una pequeña, bella y quejosa histérica, que goza con la insatisfacción de los deseos propios y los de sus amores. La reunión se orientaba a conjugarse en esa dirección. Hice notar que ella presentaba quejas similares, pero contra el resto. Se enfurecieron y empezaron a acusar a la madre de ser la culpable por haberla apañado siempre. Ahí recordé en silencio que la jovencita se me había quejado en El confesionario, de que trabajaba desde los 7 años cuando iba con los demás a cartonear. Intervino la madre tratando de defenderse y defenderla. Contó que cuando la piba tenía 6 años, la increpó exigiéndole conocer al padre. La mandó con su hermana (la de la señora) a hablar con él, que vivía a una cuadra y media. El hombre la rechazó argumentando que no tenía constancia de que fuera hija suya. Entonces la niña no volvió a intentar más acercarse a él. Un año después, 2001, comenzaría a cartonear con los hermanos y la madre. Todos se habían quedado sin trabajo y lo poco que lograban comer, era con los pesitos que juntaban vendiendo los desechos que recogían en sus salidas. Imaginemos esa párvula que había recibido tremenda herida narcisística meses antes, caminando las calles, escarbando basura sin saber demasiado por qué, pero sintiendo el desconcierto, la rabia y la tristeza de la familia. Fue una suerte que reaccionara histéricamente, otra posibilidad hubiera sido una depresión temprana, vaya a saber con qué destino.

Empezaron a desfilar los orígenes de cada uno. A la mayor, la madre “se la había traído de Entre Ríos”, su lugar natal. ¿Quién fue el padre? Un amor adolescente, referido por la madre pero nunca nombrado. Nombre tampoco pedido por la hija, que es la más pegada a su mamá, a quien tiene de ídolo. Los dos siguientes, eran hijos del único hombre con el cual convivió y que no reconoció legalmente a ninguno, pero mientras que uno era su protegido, el otro era puesto en duda. Ese “padre” se fue, según la señora fue echado, y tuvo otro hijo con otra mujer de la manzana de la vuelta. Terminó arrojado por policías debajo de un tren. Y según cuenta el mito, después de que lo castraron porque se había encamado con la esposa de uno de ellos. Entre los no de sangre, uno dice que su padre biológico está lleno de guita, pero nunca lo reconoció. En “devolución” él quiere y reconoce a quien siempre convivió con su madre y lo adoptó. Pero no vive más con ellos, porque en los últimos años, dicho padre adoptivo se metió en “tranzas y choreos”. Él quiere trabajar, pero no logra resistirse de vez en cuando a acompañar a este padre y su banda en algunas correrías, lo que preocupa fuertemente a toda la familia que haga lo posible para “rescatarlo”[1] de esas resbaladas. En esa atmósfera densa, en la que habían dejado de hacerse acusaciones mutuas y en cambio flotaban fuertes resentimientos contra los padres ausentes, la madre desplegó el relato de sus orígenes. Hija de un arriero que no cobraba en plata, sino con el usufructo de una pequeña parcela del campo de su patrón, en el cual criaba algunas vacas y animales de gallinero, con los que se alimentaban y cuyo excedente vendían. Hablaba de ese padre con una ambivalencia que se acercaba mucho a la bivalencia descripta por Enrique Pichon Rivière. Recordaba odiante, sus maltratos, abandonos y desamparos, a la vez que lo alababa por su decisión de mandar al hermano mayor con su hermana menor a la Capital Federal a trabajar y tratar de encarrilar a dicha púber que hacía desastres en el pueblo. De dicho hermano hablaba con mucho cariño, a la inversa que de la menor que hablaba con odio. Ya acá, él trabajó en un frigorífico mientras la más chica seguía en sus correrías, ahora, en la gran ciudad. Cierta vez el hermano se apareció en el campo diciéndole al padre que no podía con la chica, que ahora le había dicho que estaba embarazada. El padre le ordenó internarla en un colegio y él volvió dispuesto a hacerlo. En ese momento del relato, la voz de esta mujer que siempre aparecía gritona y demandante, comenzó a quebrarse, los ojos a ponerse vidriosos, y una lágrima tenue a derramarse de su comisura izquierda. Relata entonces que el hermano volvió a Buenos Aires y le comunicó a la hermanita que iba a ejecutar la decisión del padre. Ésta le respondió que entonces iba a contar que la criatura era de él. En ese instante recordé a la hija menor ausente en esa reunión y que se había logrado transformar en el blanco para el ataque de todos los demás. El hermano mayor de la señora, se fue y se ahorcó. A esta altura del relato, la señora temblaba. Le pregunté por qué no se animaba a llorar, que no era ningún pecado. Igual se contuvo, pero evidentemente, respiró más tranquila.
Ahí nos fuimos. Por esa noche, era suficiente.

Obviamente no hay divanes. El tratamiento personal se hace a la noche en la calle, en el asiento delantero del auto de un pastor luterano. Pasan por él, de a uno, la serie de hermanos. Por ahora en ninguno de los casos, sale de una catarsis quejosa sobre los otros miembros de la familia. Combinamos con reuniones familiares en las que mantenemos el secreto de lo escuchado en El Confesionario y en las que de un modo u otro, la escena se multiplicaba. Recién en esa última reunión, se pudo pasar a revisar los orígenes y sus horrores. Final abierto.

Observaciones Mínimas, pero Básicas.
1) Los chicos tomados por la pasta base de cocaína, no pueden explicar el plus de goce que les produce durante 20/40 segundos, fumar una dosis. Lo sienten superior a un orgasmo. El que finalmente me lo pudo expresar en palabras me dijo: "te sentís fashion".
Para tratar de tratarlos, hay que encontrar vías para disputarle al PACO lo real del cuerpo.
2) No lo llaman PACO, ni pasta, ni pasta de cocaína, sino BASE. Si a ésto uno le articula que lo que salta a la vista en la indumentaria, es que gastan sus escasos dineros es en zapatillas truchas Adidas o Nike y si recordamos que parece que siempre anduvieran a los tumbos en una red, cosa que en los raperos se manifiesta en lo imaginario corporal de su andar, se hace evidente que han perdido base y horizonte.
3) Su hablar fuera de los enunciados prácticos, se halla escaso de conectores, empobrecido de lógica y tiempos. Entonces, pierden también discurso, lazo social.




[1] Significante insistente entre los pibes del lugar. Adictos que han venido a verme, dicen querer rescatarse de “la base”, otra palabra clave.