19-X-87
Otra vez el deterioro económico y su síntoma de mayor impacto, el aceleramiento inflacionario mueven el piso de un gobierno constitucional. A diferencia de 1976 se encuentra al frente del mismo un líder con legitimidad propia y posición activa. Raúl Alfonsín en su discurso del 14 de octubre del presente año pone en marcha para enfrentar la crisis una serie de medidas económicas de coyuntura de las que no busca responsabilizar a nadie fuera del gobierno. A partir de esa raya propone a todos concertar un acuerdo político y otro económico-social imaginando al conjunto como un pacto de certidumbre garantizado por todos los sectores. En él residiría "toda posibilidad de crecimiento", según dice en su mensaje. La "gobernabilidad" ha pasado a ser el problema central para mantener la estabilidad de la transición a la democracia.
En la búsqueda por resolver ese problema central, es importante discernir las condiciones necesarias para factibilizar pacto y certidumbre. El presidente parte de que un efecto del 6 de setiembre de 1987 es que, independientemente de lo que pase en las elecciones de 1989, se estar frente a una situación de equilibrio de fuerzas entre los dos grandes partidos en los órganos de gobierno nacionales, provinciales y municipales por lo menos durante cuatro años. Ello los obliga a resolver las diferencias y aún la disputa por el favor electoral de la ciudadanía, manteniéndose dentro del respeto a reglas básicas que garanticen el funcionamiento del gobierno en sus diversos estratos. A diferencia de otras épocas, tanto la dirigencia radical como peronista aborrecen hoy el ruido de sables. Por lo tanto el presidente, observa acertadamente esa condición, como básica para favorecer entre ellos la tendencia al pacto. Ahora, cuando se atiende al panorama en las corporaciones y en los partidos provinciales de tradición conservadora y/o "procesista", el panorama es más complejo. Lo mismo ocurre con algunas organizaciones de la extrema izquierda, con mínima expresión electoral, pero cuya razón de ser es lograr el fracaso de la democracia como régimen político, para abrir camino a sus creencias dictatoriales como vía necesaria para la redención social. En relación a las corporaciones está en primer lugar la "caldera del ejército" ante la cual el discurso presidencial hace mutis. ¿Nuevamente la política del avestruz?
Si se toman en cuenta estas cuestiones, se podrá concluir que si el equilibrio cuatrienal es condición de posibilidad para el pacto, no es suficiente ni tampoco asegura certidumbre.
El axioma que funda la lógica de los partidos que creen en la competencia electoral es el sostenimiento de la democracia que se transforma así en el bien supremo de su ética.
Para las corporaciones, el axioma es la defensa de los intereses sectoriales. Eso hace que su relación con la ética de la democracia sea más complicada, especialmente en aquellos cuyos intereses difícilmente logren representantes políticos con cristalina y explícita mayoría electoral.
Dice Alfonsín: "Estamos convencidos que las imperiosas modificaciones de estructuras que el país reclama, no se sostendrán sino sobre la base de una amplia voluntad colectiva encarnada en los sujetos que habrán de protagonizarla". La cuestión entonces es cómo se pueden producir esos sujetos y su protagonismo.
Poniendo a operar algunos conceptos de Freud y Lacan, podemos plantear que un movimiento de esas características se puede constituir, si las propuestas de los dirigentes permiten a los sujetos, suponerles un saber hacer sobre la crisis. Esa suposición ser sustento de la identificación (al) los líderes, y de los ciudadanos entre sí en pro de ese fin.
Las elecciones de setiembre manifestaron una pérdida de credibilidad en la acción de gobierno del oficialismo. Creo un error guiarse sólo por las últimas encuestas y suponer que dicha pérdida se debe sólo a los problemas económicos. Es sabido que en encuestas hechas inmediatamente después de los hechos de semana santa y antes del envío al parlamento de la ley de obediencia debida, el oficialismo había trepado alto en las simpatías electorales.
Tampoco es acertado creer que el justicialismo ha recuperado el tipo de credibilidad de que gozaba en las mayorías, en vida de Perón. Síntoma de ello ha sido el 20% a 40% de indecisos que se mantuvo hasta poco antes del acto electoral.
Esa franja de sujetos es el producto más importante de los últimos años de experiencia política, pues su renuncia a la fidelidad, marca un límite a las dirigencias partidarias.
Entonces, para que pacto y certidumbre sean causa de crecimiento, primero deben ser causados. Para ello no basta con la transferencia que de por sí genera, el lugar presidencial. Tampoco el capital de simpatía y confianza que la figura que lo ocupa, atesora para una parte importante de la ciudadanía que trasciende incluso, los márgenes de quienes volvieron a votar a sus candidatos. Lo que claramente demuestran las últimas elecciones es que a pesar de estos dos elementos, su imagen de saber hacer, est claramente dañada.
En esa línea, tanto las medidas económicas de coyuntura como contradicciones en el enunciado del 14 de octubre, dificultan aún más, la credibilidad en el enunciador.
Por ejemplo, se advierte contra la puja distributiva que se propone resolver sobre la base de la equidad en el esfuerzo para lo cual se convoca a todos al acuerdo. Según la lógica y la experiencia no es creíble la concurrencia de todos a ese acuerdo. Sorprende el crecimiento electoral de Alsogaray en la Argentina y de la nueva derecha en el mundo occidental. Sin embargo creo que no ofrece misterios. Tienen un discurso creíble, prometen el desarrollo sobre la base, no de convocar a todos. Por ejemplo, cuando proponen el achicamiento del estado, la eliminación de beneficios sociales, dicen que va a ver perjudicados, no prometen prestigitaciones.
El presidente promete un cambio de orientación en la negociación de la deuda externa, pero libera el dólar financiero dos meses después de decir que se iban a cerrar las casas de cambio, mientras la acelerada remarcación de precios barrió anticipadamente los aumentos salariales previos a los congelamientos.
Porque es cierto que el "esfuerzo con injusticia se vuelve impracticable", es que el presidente, si quiere hacer creíbles sus palabras, no debe convocar a todos para el acuerdo económico social, sino sólo a las mayorías interesadas en "esfuerzo con equidad". De una convocatoria así, el pacto y la certidumbre, pueden ser efectos, que entren a funcionar en el campo de la causa.