Seamos realistas, pretendamos lo imposible

SEAMOS REALISTAS, PRETENDAMOS LO IMPOSIBLE (1)


Es habitual en la política, que desde el llano se prometa y desde el poder no se cumpla. Es erróneo pensar que esto le ocurre sólo al centro del espectro (Perones y Alfonsines mediante). Le ocurre también a las izquierdas (Fideles y Felipillos) y a las derechas (Reaganes y Alsogarayes).
Producida la rectificación, surge la protesta, ante la cual los acólitos dan la explicación debida y los opositores aprovechan la brecha para acusar de demagogia (¡vieja palabra griega!), de trampa, de incumplimiento.

Esas acusaciones presuponen en el acusado una mente lúcida y perversa que sabiendo que no podría cumplir, prometió para ganar. Sostengo que, si bien esto siempre, en parte es cierto, no es lo principal. Lo principal es que el actor político está convencido de que su accionar es portador del máximo bien. Por lo tanto cree en la esencialidad de sus promesas, aunque sepa que en ellas hay paradojas que en algún momento optará por su verdad, o sea por lo que considera fundamental en su programa. Promete entonces lo imposible, porque construye sus promesas tratando de dar cuenta de lo real de la sociedad, que cuestiona a lo establecido. Y cuando intenta desde el poder, realizarlas, se encuentra con la resistencia de lo establecido.

Frente a lo real, o sea a lo no significado de la sociedad, se producen a grandes rasgos, dos situaciones posibles.

1) Las crisis. Lo real emerge desnudo, denunciando la ausencia de una significación eficaz. La sociedad no se queja pero hace síntomas. Ejemplos paradigmáticos son las sociedades más estables del socialismo de estado, o lugares que atraviesan crónicas miserias sin queja social. Suele comprobarse ahí, que un sentido político, o religioso "explica" lo real y mantiene el inmovilismo social, pero sin lograr evitar los síntomas. Es más, estos en parte, pueden ser leídos en articulación al sentido en que dichas sociedades se sostienen. Pero si esas sociedades, son paradigmáticamente ejemplares del aplastamiento prolongado de lo real por lo establecido, en toda sociedad, lo establecido domina, aunque fallidamente, a lo real.

Creo que esta lógica de prometer lo imposible, para luego realizar lo posible, es inherente a la política. Y no por intereses mezquinos, sino por efecto de la estructura discursiva. La posibilidad de un discurso anticipatorio es ilusoria. Todo discurso opera retroactivamente, resignificando, y sosteniendo o corrigiendo, según lo indique la experiencia, lo realizado.
Pero también es inherente a la estructura de la práctica, que no pueda haber una experiencia de realización sin una propuesta discursiva que la anteceda. Y que por lo tanto se sitúa anticipatoriamente, destinándose a errar. (2).

Hace poco un filósofo, tomando en cuenta la caída de las grandes utopías del siglo XX se solazaba, planteando que eso llevaba a proponerse sólo lo posible. No se daba cuenta que estaba proponiendo una nueva utopía, o sea, un nuevo imposible.
Ahora bien, si estas reflexiones son válidas para la política en su conjunto, ¿cómo plantearse, las diferencias entre políticas? Dicho planteamiento es clave, para la ubicación de quienes sostenemos la utopía de producir una sociedad que se sostenga en la ética de la democracia política y la solidaridad social.

Sostener este planteo exige partir de un axioma: rechazar cualquier tipo de disyunción entre democracia y solidaridad social. Nos proponemos entonces, un imposible. Podemos suponer que en la realización práctica, habrá tendencia a la disyunción (3). Es lo que históricamente se le ha planteado al marxismo desde la derrota de la Comuna de París en adelante. Los comunistas se propusieron lo posible, priorizando hasta absolutizarlo, al término socialismo de la disyunción, identificándolo a la vez con erradicación del capitalismo privado. Intentándolo, hasta en su versión cooperativa, para eliminar cualquier asomo de competencia que amenazara con el temido fantasma de la acumulación desigual y su corolario de desigualdades sociales. Fue la culminación de una utopía que supuso posible racionalizar absolutamente la sociedad.

Transcurrida la experiencia, comprueban que se re-produjeron desigualdades en el mismo seno de lo que tenía que alumbrar al comunismo, la propiedad estatal. Paralelamente decayó la iniciativa y se rutinarizó y disminuyó eficiencia la producción en general. Y lo que es peor se acható el pensamiento y se perdió la creatividad por efecto del centrismo piramidal. Tímidamente hoy van retomando el camino de darle un lugar aunque muy limitado, a la iniciativa privada. Y aún en medio de contradicciones y vaivenes, experimentan las reformas económicas. En cambio, llamativamente, excepto las experiencias Nagy en Hungría 1958 y Dubceck en Checoeslovaquia 1966, reprimidas violentamente por el ejército ruso, y alguna temida alusión en la revolución cultural china, nunca dichos partidos intentaron democratizar ni siquiera islotes, de la vida política en esos países. Esto es efecto de la confluencia, de una ideología economista, que piensa a la sociedad como efecto simple de la estructura económica y de una reacción conductista que, cuando padece el fracaso de la simplificación, intenta superarla por la vía de estímulos y castigos. Adhiriéndose, a la falsa conciencia que el capitalismo tiene de sí, cuando supone que la iniciativa se engendra principalmente en el afán de lucro y en la competencia.

Los socialdemócratas en cambio, optaron por la democracia. De sus resultados es mucho más difícil hablar, pues el propio carácter de la opción hizo de la experiencia algo mucho más desigual y multiforme. Por dar un solo ejemplo, se torna muy complejo comparar la experiencia del partido laborista inglés con la de la socialdemocracia sueca. No obstante hay un elemento común, ha quedado fuera de la época el "estado de bienestar" y su articulación entre economía y sociedad ha sido puesta duramente en cuestión, de diversas maneras, y especialmente, por el desempleo.

Es notorio que un momento de perplejidad abarca a esta área de la izquierda. Pero también lo es, que efecto de la opción por la democracia está recorriendo un camino confuso, complicado, lleno de idas y vueltas, pero también mucho más rico y creativo, que las aburridas recurrencias entre estímulos materiales o ideológicos y con la constante omnipresencia represiva, en el Este.

Un punto aparte merece el Partido Comunista Italiano. No ha producido renunciamientos espectaculares como el de la Socialdemocracia alemana al marxismo en el congreso de Bad Godesberg. Sí, se desalineó del Este y tensó al máximo la democracia en su seno. Dejó de lado fórmulas previas y pre-juicios y fue construyendo una alternativa compleja y aún contradictoria que responda a la contradicción de ser en la nación poder y oposición, en razón de la distribución desigual de su influencia por regiones. No presenta ninguna teoría total de su política, sino fundamentaciones variadas referidas también por variados dirigentes, si bien algunas son centrales como en su momento "el compromiso histórico" de Berlinguer, o ahora la "democracia de masas" de Ingrao para resolver la relación comunistas en el poder-comunistas en los movimientos de masas. Lo característico es el abandono de las certezas y el sostenimiento experimental de las proposiciones. En ese marco no reniegan de los conflictos, a la vez que les buscan un encuadre normativo que permita que los trabajadores defiendan incluso por la vía de las medidas de fuerza sus reivindicaciones, pero de tal manera que se perjudique lo menos posible a la sociedad en su conjunto. Lo más interesante de ellos, es que prefieren pagar el precio de la "incertidumbre" (4) y de la solución parcial, al deslumbramiento de las soluciones totales".

Lo resultante, en un país arruinado por la guerra, y lidiando con una poderosa Democracia Cristiana apoyada por las tropas norteamericanas y la iglesia, es que han sabido hacer de las zonas gobernadas por ellos las más ricas de la península, sin pagar con empobrecimiento obrero ni recortes a la democracia y contribuyendo al mejoramiento general del país, que es hoy una de las potencias en ascenso en Europa.
Concluyo entonces, que confrontando las tres experiencias (comunista clásica- socialdemócrata y comunista italiana), queda claro que, empujados a la disyunción, hay que optar por la democracia sin perder en el camino las metas socialistas.

En la Argentina de hoy, estamos sobradamente en la tensión disyuntiva. Desde el gobierno, lo más habitual es plantear para el priorizamiento de la democracia el desmedro del nivel económico social del país. Digo país, porque no es solamente de la clase obrera y los sectores más desposeídos. Se están vaciando ya no sólo instrumental sino también ediliciamente, universidades, escuelas y hospitales. Como en un país cercado, lo que se rompe no se repone. El deterioro salarial desborda a la clase obrera alcanza a profesionales, militares y cuerpos judiciales. Cuando la justicia repara el viejo incumplimiento de la ley de jubilaciones, el estado amenaza con transgredir. Así, un gobierno que ha hecho de la ética de la solidaridad uno de sus sostenes, se enfrenta a una paradoja. Desde esa ética, ¿por qué lo sería más, pagar puntualmente a los banqueros que pagar la deuda a los jubilados?

La crisis es profunda. El vaciamiento nacional que orquestó el "proceso" es descomunal, remontarlo no es sencillo. La propuesta de convergencia democrática de Alfonsín plantea una serie de puntos de llegada altamente deseables. Está atravesada además por una consecuente concepción democrática para el funcionamiento de la sociedad.

Como socialista y demócrata comparto ambas cuestiones. Como pensador político no puedo dejar de preguntarme como hacerlas posibles. Ahí creo que, instrumentar la marcha hacia los primeros y crear condiciones de posibilidad para la segunda tensa a la disyunción, esa es la paradoja argentina. Se lo quiera o no, es ahí que la cuestión de la deuda externa aparece como un tope a lo posible. Frente a ella se esbozan tres posiciones: 1) No pago. 2) Pago puntilloso.3) regateo con diversas modalidades de moratoria. El gobierno, batallando por el tratamiento político de la misma, se ha mantenido más cerca de la prolijidad en el pago. La izquierda "revolucionaria" sueña con que el no pago lleve a la ruptura con el bloque capitalista y al ingreso a la división internacional del trabajo en el CAME o sea quedar bajo la hegemonía soviética. Además de la siniestra amenaza a la democracia que de ello resultaría (lo que en realidad tiene que ver con el ideal de esa izquierda), es una ilusión, pues ese sistema no está para nada en condiciones de cubrir lo que un cerco económico retaliativo del sistema capitalista supondría para nuestra economía. No hace falta más que ir a Cuba para comprobarlo de visu. Por lo tanto, desde una posición socialista para la cual es clave la ética de la solidaridad, el mejor camino es el de un obstinado regateo con diversas formas de moratoria. Ello dejaría una mayor disponibilidad para una serie de inversiones que comiencen el camino hacia algunos de los objetivos propuestos por el presidente.

Esa política exige un fuerte bloque nacional que haga posible el respeto del pacto democrático. La fortaleza de ese bloque es impensable si además del partido gobernante no lo integran importantes segmentos del peronismo. Ante la dificultad que opone a ello la anarquía en el mismo y la ausencia en la mayoría de dichos segmentos de un programa claro, la propuesta de convergencia debe ir acompañada por la voluntad del partido gobernante de integrar a posiciones de gobierno a sectores de ese movimiento, tanto en la cúspide como en cortes transversales a diversas alturas. Alrededor de esa alianza principal seguramente se nuclearían otras corrientes. Por otro lado, si propuestas de ese estilo y para esos fines fueran rechazadas, se crearían otras condiciones y correlaciones de fuerza en la opinión pública que donarían una nueva plataforma para una política de cambios en el país.
Seamos realistas, pretendamos lo imposible, para que la frontera de lo posible caiga del lado de la ética de la solidaridad.



REFERENCIAS
1) Consigna del mayo francés (1968)
2) En el doble sentido de equivocarse y circular
3) Esta idea está presente en "Acerca de la democracia en América Latina". Albert Hirchsman, "La ciudad futura" Nº 1.
4) Ver artículo citado en 3).