"Que el mundo fue y será una porquería/ ya lo sé..." (1); el "ya lo sé", del segundo verso marca, por la articulación entre ya y lo sé, un tránsito en la posición subjetiva de Discepolín, en su saber. ¿Qué? "¿Que el mundo fue y ser una porquería?". Él sabe que eso fue y ser así (En el 506 y en el 2000 también!). ¿Lo supo siempre? ¿Se desayunó en la época en que escribió esa letra? Del tango en sí, es difícil concluirlo. No obstante, hay un pero que nos da una pista: "Pero que el siglo veinte es un despliegue/ de maldad insolente/ ya no hay quien lo niegue/ Vivimos revolcaos/ en un merengue/ y en un mismo lodo/ todos manoseaos..."
El pero, indica, que si todo eso siempre fue así, hay algo que cambió. Y es entonces, que al comienzo de la segunda estrofa, encontramos el significante que en ese contexto le dé significación al "pero". "Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor!...". Ese significante es hoy, y quiebra la cadena del pasado al futuro (506- 2000) para recortarla en el presente: HOY. Pero entonces, ¿qué es lo nuevo que ocurre hoy? Que "Todo es igual!/ Nada es mejor!", "...los inmorales/ nos han igualao". La primera persona del plural indica que la consecuencia de ello ha sido una pérdida para Don Enrique y quienes mantenían valores morales. Esa es la razón para él, de que vivamos "...en un mismo lodo/ todos manoseaos...". Esa es "la maldad insolente" que ya no hay quien la niegue. Esa maldad hiere el amor propio del autor que se siente así, dolorosamente manoseado.
Insolencia de la maldad, falta de respeto, aluden a una caída de las diferencias, como problema en sí. Tan es así que los dos versos siguientes dicen: "Cualquiera es un señor!/ Cualquiera es un ladrón!". Como se ve, ya el problema no es tan sólo la mezcla de lo "malo" y lo "bueno" sino además la pérdida de los referentes jerárquicos, del "escalafón". La cuestión ya no es solamente la existencia del ladrón y que sea lo mismo ser tal, que haber nacido "honrao", sino, y peor, que cualquiera es un ladrón.
En esos versos dice, lo que a mi modo de ver marca su principal sorpresa: el siglo XX atropella a la razón. ¿A qué razón? A la razón bíblica: "...y herida por un sable sin remaches/ ves llorar la Biblia/ contra un calefón...". La lógica de esa sorpresa tiene un axioma que termina de voltearlo: Dios no es justo, "Que allá en el horno/ nos vamo a encontrar!". "...que a nadie importa si naciste honrao!". Si en el horno (el infierno), nos vamos a encontrar todos los igualaos, no cabe duda que a "nadie" en el texto, está en lugar de Dios injusto. Eso justifica y sobradamente el colapso del sujeto -"No pienses más/ sentáte a un lao,...". Mientras escribo esto adviene a mi conciencia la última frase de Jesús en la cruz:"¡Padre, por que me abandonaste!".
Discepolín, "adelantado del postmodernismo", registró lúcidamente el fracaso de dos de los grandes relatos de la modernidad; el cristiano y el racionalista. Su desgracia residió en que lo hizo desde sus ilusiones modernistas, que resultaron entonces fracasadas. Antes dije: "Eso justifica y sobradamente el colapso del sujeto", ahora me corrijo, pues caigo en cuenta que esa frase me identifica a la posición discepoliana (restos de mi propia melancolía), me corrijo y digo: "el colapso de 'ese' sujeto". Sujeto producido por exceso de creencia en Dios y la Razón y porque, al ser horadados ambos por lo real de un cambalache que los terrícolas tratan de arreglar como pueden, ordenados por la única razón eficaz, la del deseo, y por la muerte como único límite, real, al goce, siente que caen las "verdades naturales", denunciadas ya en los siglos XVIII y XIX, pero sin poder ser sustituidas con éxito por las promesas racionales de aquellas centurias. El exceso de creencias le impidió reinterrogarse, quedando preso de la lógica binaria del todo o nada: o se cree o no se cree. La falla entonces, no es tal, es fracaso. Y junto con Dios y la Razón cae el sujeto, sentado a un lao e impedido de pensar.
Claro, que tal vez eso, le pasa porque por ser hombre, está marcado por la obligación fálica. Discépolo sobre lo mismo, no dice lo mismo, cuando canta desde una mujer. Por suerte todavía podemos escuchar en "Qué Vachaché" la voz de Tita Merello cantándonos (si, a nosotros los hombres) desde esa mujer que se encuentra con los mismos problemas que don Enrique insistiría en enunciar casi diez años después: "...Si aquí ni Dios rescata lo perdido...". "...El verdadero amor se ahogó en la sopa,/ la panza es reina y el dinero Dios". "...la razón la tiene el de más guita .../...la honradez la venden al contado/ y a la moral la dan por moneditas.../...Que no hay ninguna verdad que se resista/ frente a dos pesos moneda nacional...Hoy ya murió el criterio,/ vale Jesús lo mismo que el ladrón".
En su mensaje hay tres diferencias con Cambalache. 1) Ella ha "asumido" (diría la jerga psicologista, barrio norte) que ya "ni Dios rescata lo perdido". 2) Por eso se puede burlar del "gilito embanderado" y 3) avivarlo de que su error está en haber "piyao la vida en serio".
Pero, como el que escribe desde esa mujer es Discépolo, no puede desligarse de su ser de objeto atrapado en la lógica binaria, y entonces, a la vez que zafa del colapso del "sentáte a un lao/ no pienses más", propone como salida la identificación al "mal", "vender el alma, rifar el corazón,/tirar la poca decencia que te queda,..." para acceder al goce y a la inflación narcisista, "Lo que hace falta es empacar mucha moneda"..."Así es posible que morfés todos los días,/ tengas amigos, casa, nombre...lo que/ quierás vos".
Hombre del siglo, más específicamente de la crisis de los años 30, su lectura de la misma lo anticipó a la de los 70/80. Pero se soportó en una estructura subjetiva que a la vez que le permitió una extrema lucidez sobre lo que le pasaba, le impidió seguir el consejo que escribe por su pluma esa mujer -no piyarse la vida en serio-. Lo que probablemente tuvo que ver con algo que en "Duelo y melancolía" (1915) llamaba la atención a Freud, y que consiste en que, en los melancólicos "Tiene que haber existido por un lado, una fuerte fijación en el objeto de amor y, por el otro y en contradicción a ello, una escasa resistencia a la investidura de objeto"(1). Gracias a ésta, son críticos lúcidos e implacables, pero en razón de "la fuerte fijación" que no les permite resignar el vínculo a pesar del conflicto, encuentran como única salida "la identificación narcisista con el objeto" ("No pienses más/ sentáte a un lado", o "vender el alma, rifar el corazón,/tirar la poca decencia que te queda").
¿Cuál es el objeto que perdió Discépolo? Recurro a su biografía y encuentro su propia respuesta "De mi infancia conservo pocos recuerdos. Mejor dicho, procuro no conservarlos. Tuve una infancia triste. Nunca pude decir aquello de cachurra monta la burra ni hallar atracción en jugar a las bolitas o a cualquiera de los demás juegos infantiles. (Como se ve, nunca pudo dejar de piyarse la vida en serio. SR) Vivía aislado y taciturno. Por desgracia, no era sin motivo. A los cinco años me quedé huérfano de padre, y antes de cumplir los nueve, perdí a mi madre. Entonces mi timidez se volvió miedo y mi tristeza desventura./.../ Recuerdo que entre los útiles tenía un pequeño globo terráqueo. Lo cubrí con un paño negro. Me parecía que el mundo debía quedar así para siempre".(2) "El mundo fue y ser una porquería ya lo sé..."
Puedo recurrir a su biografía, pero no me conforma, pues subsiste la siguiente pregunta: ¿en los que podríamos llamar los "tangos sociales" de Discépolo, parafraseando lo de los "escritos sociales" de Freud, ¿qué es lo perdido? Después, psicoanalistas, podremos decir que eso es desplazamiento de objetos mucho más primarios. Pero si pretendemos "interpretar" sus tangos, ser importante que delineemos las máscaras que dibujan sus letras y por cuya pérdida Discépolo se lamenta. A esta altura debo una explicación al lector. Cuando empecé este trabajo tenía en mente analizar solamente "Cambalache", pero el seguimiento letra a letra me fue llevando a otros tangos y a elementos de su biografía hasta encontrarme con el horror (desde saber cómo fue su muerte), de que por lo menos ya en 1933, en el tango que, paradojalmente lleva por título "Tres esperanzas", anuncia que no le queda ninguna duda y preanuncia con bastante precisión cual va a ser su final, bajo el repiqueteo incesante de un significante que se repite en varias de sus letras -"gil".
1933: la crisis del 30 había levantado "Villa Cartón" en el puerto, tal vez la primera villamiseria de nuestra historia, los desocupados "yiraban" como linyeras en los techos de trenes de carga buscando changas por todo el país, se estaba tres años después de la inauguración de la "década infame" y de la cadena de golpes de estado que arruinarían al país. En Alemania, Hitler ascendía al poder, en la URSS, el régimen se había "stanilizado" establemente.
En ese contexto escribe: "No doy un paso más,/alma otaria que hay en mí,/me siento destrozao, murámonos aquí!/ Pa' que seguir así, padeciendo a lo fakir,/ si el mundo sigue igual.../ si el sol vuelve a salir.../La gente me ha engañao/ desde el día en que nací./ Los hombres se han burlao,/ la vieja la perdí.../ No ves que estoy en yanta y bandeao por ser un gil.../ Cachá el bufoso...y chau.../ vamo a dormir!/ -/Tres esperanzas tuve en mi vida,/ dos eran blancas y una punzó.../ Una mi madre, vieja y vencida, otra la gente, y otra un amor./ Tres esperanzas tuve en mi vida/ dos me engañaron, y una murió...
La que murió, él mismo lo dice en el tango, fue la vieja, que fue una de sus esperanzas (seguramente la más importante) entre sus cinco años en que muere el padre y los nueve en que muere ella. Pero por la letra nos enteramos que era "vieja y vencida". ¿Desde siempre o a partir de la muerte del marido? No lo sabemos. Lo que sí podemos entender es que Discepolín la recordaba como una esperanza "vieja y vencida" desde antes de su muerte. Las otras dos lo engañaron. ¿Cuáles? La gente y un amor. Estas son dos, las recurrentes de sus tangos sociales. En: ¿Qué "sapa", señor?, "La tierra está maldita/ y el amor con gripe, en cama.../ La gente en guerra grita, bulle, mata, rompe y brama".
En "Yira...Yira...": "Verás que todo es mentira,/ verás que nada es amor,/ que al mundo nada le importa...". En: ¿Qué Vachaché? insiste: "El verdadero amor se ahogó en la sopa". En Cambalache se queja: "El que no llora no mama/".
Lo perdido entonces fue su fe en la gente y en el amor. Pero esa pérdida acompañó a la del Dios que le faltó a la cita y a la de la madre que lo engañó. Es así que en "Tormenta" relata: "Aullando entre relámpagos,/ perdido en la tormenta/ de mi noche interminable, Dios!/ busco tu nombre.../ No quiero tu rayo/ me enceguezca entre el horror,/ porque preciso luz/ para seguir.../ Lo que aprendí de tu mano/ ¿no sirve para vivir?/ Yo siento que mi fe se tambalea,/ que la gente mala vive, ¡Dios!/ mejor que yo..." Y en "Desencanto" denuncia: "oigo a mi madre aún,/ la oigo engañándome.../ (porque la vida me negó/las esperanzas/ que en la cuna me contó)".
Discépolo que en los años 1917-18-19, había frecuentado a artistas de la talla de Fascio Hebecquer, Riganelli, Quinquela Martín, Juan de Dios Filiberto y escuchado sus ideas anarquistas, en el año 1951 decide tomar partido públicamente a favor del peronismo creando su extraordinario personaje radial "Mordisquito", látigo implacable de oligarcas, "niños bien" y señoras gordas y que fascinaba hasta a los que éramos "contreras" de izquierda. Eso precipitó de parte del gorilaje en formación un aluvión de calumnias contra el maestro.
Herido en su amor propio volvió a sentirse engañado por "la gente" y carente de su "amor". Se sintió abandonado una vez más y se hundió en las sombras.
Dejó hablar a Tania, su compañera: "Poco a poco mi Chachi se fue muriendo de ganas, de amargura. Suspendió abruptamente la temporada de Blum. Renunció al placer de la redada tanguera de la madrugada, a que me acostumbró toda la vida. Se recluyó en el silencio. Dejó de comer. /.../ Aquel resplandor se iba consumiendo lentamente... Llegço a pesar 37 kilos y a revivir en aisladas ironías: "Pronto las inyecciones me las van a dar en el sobretodo", fue una de las más risueñamente patéticas. Hasta que se apagó del todo en aquel fatídico 23 de diciembre de 1951". En la cárcel de la lógica binaria y a manos del verdugo pulsional oral, encontró su final. Recordemos: 1933 -"No doy un paso más,/ alma otaria que hay en mí,/ me siento destrozao, murámonos aquí!". Observemos -primera persona del plural-, su muerte es la de los otros, la de los que lo han engañado. Su muerte mata a los hipócritas. "Pa' que seguir así padeciendo a lo fakir"/.
Nuevamente recordemos, murió anoréxico y caquéctico, en una época en que en Buenos Aires, uno de los espectáculos de más éxito eran los fakires haciendo ayuno dentro de transparentes cajas de vidrio.
1930 (nuevamente recordemos -crisis del 30-) Yira...Yira"...Verás que todo es mentira,/ verás que nada es amor,/ que al mundo nada le importa...". 1926. En su segundo tango: "El verdadero amor se ahogó en la sopa". Y, en la musa inspiradora de este análisis, Cambalache, 1935: "El que no llora no mama/" 1951, como nos cuenta Tania, Discepolín no llora más, hace ironías. Si todo es mentira, mejor tragar nada de amor e interés de la gente.
Mejor que yo, todo ésto lo dice este diálogo entre Gardel y Discépolo. "Gardel: Decime, Enrique...que has querido hacer con el tango "Yira...Yira..." -Discépolo: Con "Yira...Yira..." Gardel: Eso es. Discépolo: -Una canción de soledad y desesperanza... Gardel: -Hombre! Así lo he comprendido yo. Discépolo: -Por eso es que lo cantás de una manera admirable. Gardel:-Pero el personaje es un hombre bueno,¿verdad? Discépolo: Sí, es un hombre que ha vivido la bella esperanza de la fraternidad durante cuarenta años. Y, de pronto, un día, a los cuarenta años, se desayuna con que los hombres son unas fieras. Gardel: ¡Pero dice cosas amargas!. Discépolo: -No pretenderás que diga cosas divertidas un hombre que ha esperado cuarenta años para "desayunarse" ...(4). A pesar de lo analizado, no puedo dejar de emocionarme al transcribir este diálogo entre la "transparente ingenuidad" gardeliana y la amarga lucidez discepoliana. Pero en esta oportunidad la emoción no me "embarga" y su sombra no me aplasta. Puedo continuar el análisis. El "los" y el "son", nos informan que a la vez que se colocaba por fuera de la categoría, universalizaba el carácter de "fieras" para los hombres. Y su acto final, encadenado a la lógica binaria, fue: no tragarlos.
UN EPÍLOGO DEL MÁS ALLA.
Como final, una pregunta interesante a hacerse es, por la, hasta ahora, vigencia inmortal, en Buenos Aires y otras zonas de la Argentina, del mito discepoliano. ¿En qué nos representa, qué tanto lo amamos?
Si en Cambalache, la ausencia de Dios a la cita, es causa del desorden del mundo, en los otros es la grela (la mujer), que fayando y fayando, larga parao.El mito fundador de nuestro país reconoce la anterioridad de una madre -España- y por inmigración, desplazamiento y seducción -Europa-. A posteriori un padre: San Martín.
¿Cuál fue el legado parental? De la madre: por razones políticas, económicas y de objetivos de inmigración: "una suerte q' es grela y fayando, fayando, nos larga parao".
La madre nos parió tras el aborto genocida de los hijos de la tierra. En realidad, lo que afectó de una nueva cultura, nos pareció piratesco, criminal, incivilizado, de la dictadura de los militares del proceso, la "política de desaparición de personas" con su secuela de miles de "N.N.", era la norma en los representantes de la madre España. Norma que adquirió el estatuto de natural y que fue continuado por los Rosas y los Rocas. Por eso Videlas, Masseras y demás fanáticos que habitan el "gheto" de las fuerzas armadas tienen tradición en la que inscribirse. Luego vendrían otros representantes de la madre: los inmigrantes. Exiliados económicos y/o políticos, trajeron ideas de liberación social y aún, nacional.
Pero arrastraban también otra idea, venían a "hacerse la América". Esta contenía modificada, la de los filibusteros de la conquista. Entre sus medios no se contaba ya la guerra, el esclavismo, las masacres; pero, persistían sus fines. Discépolo, descendiente de italianos, fue como todos los hijos de "este" país, tributario de esa paradoja. Las naciones de las que amamantamos, procuran "hacerse" la nuestra. Por lo tanto sus promesas para nosotros, no resultaron más que engaños, como no podía ser de otra manera. Si las promesas se cumplían era porque "la América" se la hacían ellos, y si no, el fracaso lo heredaban los hijos. En la otra vertiente, el destino de las ideas anarquistas y socialistas, también dejaron incumplidas las ilusiones. Analizando retroactivamente, es difícil suponer que el "Desencanto" no fuera un destino probable para los argentinos.
"Oigo a mi madre aún,/ la oigo engañándome.../ (porque la vida me negó las esperanzas/ que en la cuna me contó)".El tema de la mentira y del engaño femenino es el gran recurrente en el tango.
La mentira es fundante para la historia de la América hispano-portuguesa, aunque originada por una equivocación, la creencia de Colón en que había llegado a las Indias Orientales.
En nuestra historia funda, ya que la Revolución de Mayo se hace en nombre de Fernando VII y no sin consecuencias. Prometer un camino y seguir otro, es una insistencia repetitiva. Los federales acentuaron el centralismo porteño y los que los derrotaron supuestamente hegemonizados ideológicamente por los unitarios coronaron su epopeya con una constitución federal. Más cercanos abundan los ejemplos en esta segunda mitad del siglo.
Podemos pensar así, que la "avivada" porteña, una de nuestras lacras sociales, es efecto de marcas de nuestra historia que transmiten un algo de verdad, no somos quienes creemos y deseamos ser otra cosa que lo que somos.
Sólo una rebelión sostenida contra ciertos legados de los padres puede hacer posible un cambio y para que "ello" ocurra, ser decisivo reposicionarse ante la singularidad de la falla en la función del padre, en la singularidad de nuestra historia.
Para trabajar esta cuestión partir de citar algunas cuestiones planteadas por el psicoanalista Héctor Rúpolo en su trabajo "Los no tan simples bordes de una carta". Lo hago porque, que yo sepa, es el primer psicoanalista argentino, que trata algunas claves de las marcas dejadas por San Martín en nuestra cultura y de una manera, que considero de utilidad. Dice por ejemplo: "Quiero destacar lo que fue uno de sus valores mayores, ese que de alguna forma nos legó. Tal vez ocupa para nosotros ese lugar de padre por el siguiente valor: nunca confundió el lugar que ocupaba -en función de su campaña- con su persona. Y esto es de mucho peso, pues su objetivo era liberar a los pueblos, y que éstos se dieran los gobiernos que quisieran. Las glorias no eran para él; por el contrario siempre renunció a todo tipo de exaltación de su persona. Lo cual ustedes ven hace un legado ético. Pero a diferencia de los héroes sofocleanos, que de alguna forma terminan pasando ese límite sostenido por los pilares de la piedad y el temor, nuestro héroe -a mi entender- no atravesó ese límite.
Es que allí donde se enfrentó con ese límite, allí es donde se jugó lo que denominaremos: su salida de escena. Pero su renuncia fue siempre interpretada en la Argentina como uno de sus más grandes valores: ante la posibilidad del enfrentamiento y derramar sangre hermana, renunció. /.../
Su renuncia es lo que hizo decir a nuestro héroe: "Serás lo que debas ser y sino no serás nada".Estaremos contestes, en que esta frase de San Martín nos devuelve a algo ya trabajado en ese artículo, la lógica binaria que condenó a Discépolo.
Agrega Rúpolo: "Se sabe que el líder es tal porque funciona como el ideal del yo de la masa. El proceso de idealización es absolutamente imprescindible para que la masa se constituya.
Ahora bien: el análisis de la idealización puede llevar a establecer otros caminos distintos que el de la simple idealización implicada desde cierta moral, inclusive cierta moral común para nosotros. Esta moral común para nosotros podría ser: el enaltecimiento. Lo que se significa como, la grandeza de ciertos hombres que frente a una partida que están por ganar, para no enfrentarse con su rival renuncian". En este punto se arremolinan en mi memoria Yrigoyen frente a Alvear, Eva Perón cuando su candidatura a la vicepresidencia, Discépolo en el mismo año, con su anorexia suicida, Perón en septiembre de 1955, Frondizi en 1958, Alfonsín en semana santa de 1987, Menem ni bien asumida la presidencia.
Agrega Rúpolo: "Al final de su campaña su renuncia fue ceder en su deseo frente al Otro con mayúscula, y no al pequeño otro que era su adversario". Desplegar esta afirmación para facilitar su comprensión y para continuarla con una interpretación propia. Estas renuncias siempre aparecen encubiertas por la idea de que se producen para evitar el choque entre hermanos (la gente que engañó a Discépolo, por ejemplo). Pero en verdad se producen ante crisis en anudamientos imaginarios de la sociedad, para resolver los cuales se hacen necesarias resignificaciones que reestructuren esos anudamientos. Por ejemplo, Yrigoyen tendría que haberlo hecho ante la alvearización liberal-conservadora de "La Causa". Juan Domingo Perón y Eva Perón en 1951 ante el machismo oligárquico en las FF.AA. y en otros estratos de la sociedad; Juan Perón ante el gorilismo en ascenso dentro de las FF.AA. en 1955; Frondizi ante los planteos militares, Alfonsín ante la idea de resolver con todos, las secuelas del genocidio ejecutado por las FF.AA. como institución, ante la hegemonización de la economía por los bancos acreedores y los grupos económicos monopólicos.
Como se ve, suele renunciarse a la razón, por temor al efecto que produzca sostener el deseo. Deseo que es efecto a su vez, del espacio vacío que deja lo que falla en lo simbólico. Por ejemplo: el deseo de una gran patria latinoamericana pregonada por Bolívar se obturó, con su no aceptación, de que los dos grandes jefes se unieran para conducir los tramos finales de la lucha. Lo mismo cuando "La Causa" es taponada por alvearización, la "justicia sexual" por el machismo oligárquico, la "justicia social" por el gorilismo en ascenso, y el "Nunca más" por el avance complementario de los "carapintadas" y de los "caralavadas". Estoy diciendo entonces que, a través de las generaciones, se heredó aquel pecado original del "Padre de la Patria": cuando una falla en la cultura desata el deseo, la renuncia a él por piedad y/o por temor al fraticidio, y la lógica del todo o nada que también nos legó, nos lleva a ser: nada. Renunciantes, caemos aplastados por la sombra de ese objeto materno tan paradojal. El día que estoy terminando de escribir este artículo aparece un reportaje a Astor Piazzolla en el que repite el vacuo sonsonete materno arcaico,"...el problema mayor de los argentinos es que no les gusta trabajar".
Viejos temas sobre el apostolado, el deber y la deuda, son puestos permanentemente en circulación. Por ejemplo, últimamente con la huelga de los maestros. En el contexto de la solidaridad social producirían una significación. En el del sometimiento a los poderosos otra: el de ofrecerse en sacrificio a dioses implacables. Creo que tiene algo que ver con eso, el clima de melancolía que se extiende entre algunos sectores de nuestra sociedad.
En conclusión, pienso que la trascendencia que Discépolo y particularmente su tango "Cambalache", mantienen sobre nosotros, se debe a que como muy pocos lograron expresar el cruce de caminos de nuestra tragedia nacional. En el cual sólo un cambio en nuestra posición subjetiva, podría transformarlo en drama, con distinto desenlace al de los trágicos "desencantos" repetidos.
REFERENCIAS:
(1) Cambalache.
(2) En "Como nacieron mis canciones" de Enrique Santos Discépolo.
(3) Tania: "Discepolín y yo".
(4) Cortometraje filmado por Gardel y Discépolo en 1932.