Lectura del pensamiento de Joseph Ratzinger a través de su polémica con Jürgen Habermas

Psyche Navegante No 67
Sección: Última hora


Habemus Papam ¿Benedictus XVI, sostendrá las ideas Ratzinger, para trabajar con esta época?

El diario La Nación del 14 de mayo de éste año y no Clarín, a pesar de que lo anunciara en la auto publicidad para Ñ, publicó un intercambio de ideas y polémicas llevado a cabo entre el ilustre heredero de la Escuela de Frankfurt, Jürgen Habermas y el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, actualmente Papa. Resulta de gran interés leerlo, pues muestra “a cielo abierto” las preocupaciones de dos importantes pensadores sobre los efectos sociopolíticos y culturales, del desarrollo científico técnico y las ideologías acuñadas por posmodernistas de diverso cuño. Desde ese atalaya reflexionan cuestiones atinentes a síntomas actuales de degradación de la Cultura. En función de la actualidad que adquirió debido al peso que devendrá de su nueva investidura para la Cultura de la época, haré algunas puntuaciones según mi lectura, de la exposición llevada a cabo por el entonces Cardenal Ratzinger. Antes de entrar propiamente en tema, no quiero dejar de criticar la necedad de algunas posturas que echaron a andar un rápido veredicto sobre el perfil del nuevo Papa, tomando en cuenta solo aspectos parciales de su biografía. Por ejemplo, su pertenencia juvenil a las filas nazis. Eso fue cierto, así como su deserción del ejército alemán un mes antes de su derrota. También lo fue, su cercanía a los teólogos de la liberación en las décadas de los 60/70 durante un auge de oleadas revolucionarias en diversos puntos del planeta.

También lo es, su reinstalación en posiciones doctrinarias más tradicionales ni bien producido el reflujo de aquellas, remachado con la caída del muro de Berlín. Creo que nos encontramos ante un Papa que es un típico “animal político”, con lo mejor y peor, de todo buen animal político. Particularmente con una captación muy fina de la oportunidad. Eso, que según en que vereda haya quedado cada participante de un hecho político, llamará oportunismo o sentido de ubicación. Pero también, como en todo político de raza, ubicación en función de los objetivos fundamentales a que apuntan sus creencias.

Ratzinger parte de advertir como premisa de los tiempos actuales, lo siguiente: “En (la[1]) aceleración del tiempo de la evolución en la que nos encontramos hay, a mi entender, ante todo dos factores característicos de un fenómeno que hasta ahora se había desarrollado lentamente: por un lado la formación de una sociedad global en la que los distintos poderes políticos, económicos y culturales se han vuelto cada vez más interdependientes y se rozan e interpenetran recíprocamente en sus respectivos espacios vitales; por el otro[2], está el desarrollo de las posibilidades humanas, del poder de crear y destruir, que suscita mucho más allá de lo acostumbrado la cuestión acerca del control jurídico y ético del poder” Hay una vacilación en su entendimiento del fenómeno. Cuando dice: dos factores de un fenómeno no los está planteando en exclusión mutua. En cambio cuando dice: por un lado y luego por el otro produce una disyunción excluyente, a mi modo de ver equívoca, en tanto la globalización y la interdependencia se hicieron posibles y hasta necesarios (sintomáticos) por efecto de lo que Ratzinger nombra como desarrollo de las posibilidades humanas y que como afirma son de poder de crear y destruir, lo que vuelve a suscitar la cuestión del control jurídico y ético del poder. Si suponemos a la globalización e interdependencia en disyunción con el desarrollo científico tecnológico, podemos caer en la fantasía de creer que se puede hacer dar marcha atrás a dicho para utilizar o combatir la globalización, según le convenga a la ética de cada uno.

Desde la invención de la rueda en adelante, pasando por la máquina de vapor, la imprenta, la pólvora o la energía nuclear, la historia muestra que es imposible eliminar inventos que resulten atractivos a los humanos. Lo único que se puede hacer con eso, es tratar de orientar su aplicación hacia los mejores destinos posibles, sin hacerse la más mínima ilusión de que dicho intento no tendrá que entrar en la maraña de egoísmos y negociaciones consiguientes, típicas de los deseos y goces de los animales parlantes. Orientarlos hacia los mejores destinos posibles, cada bicho parlante lo decide según la ética en que se inscribe. O sea: según los intereses a que se identifica en cada circunstancia para su accionar práctico. Resulta sorprendente que sobre éste punto, el actualmente Papa, afirme: “La cuestión de qué es realmente el bien, especialmente en el contexto dado, y por qué hay que hacer el bien, aunque sea en perjuicio propio, es una pregunta básica que sigue careciendo de respuesta.

Me parece evidente que la ciencia como tal no puede generar una ética, y que por lo tanto, no puede obtenerse una conciencia ética renovada como producto de los debates científicos”. El futuro Papa elude aquí una pregunta mayor: ¿el bien, es siempre lo mejor?.
Con excepción del psicoanálisis que no forma parte de las ciencias “duras”, estas cuando investigan, responden solamente a la ética de develar el enigma que acucia al científico en función del objeto investigado en dicho momento. No puede tener presente muchos efectos posteriores del producto de su investigación. Algunos, porque les quedan reprimidos o renegados. Otros, porque sólo la retrosignificación del producto en funciones se los informará. Hasta tanto, sólo pertenecen al campo de lo real, o sea de lo no sabido. Los científicos cuando llevan adelante reuniones de deontología (ciencia o tratado de los deberes) dejan en stand by sus deseos y goces de científico, para intercambiar ideas como ciudadanos responsables sobre como dichas posiciones pueden incidir positiva o negativamente en un contexto dado. Con el psicoanálisis ocurre algo levemente diferente, en tanto su ética lo obliga a ponerse al servicio de confrontar al sujeto con aquellos reales que causan sus deseos, absteniéndose de juicios críticos que obstaculizarían dicha función. Es por esta razón que la ética del psicoanálisis favorece con su práctica la realización del sujeto y en eso se diferencia de las ciencias duras. Pero se parece, en tanto abre la caja de Pandora del infierno que habita dicho sujeto. Será responsabilidad de éste, los actos que lleve adelante como efecto de dicha apertura.

Ratzinger, luego de defender a la democracia como la forma más adecuada del orden jurídico, se apercibe de que “las mayorías también pueden ser ciegas o injustas” advirtiendo que “el principio de la decisión mayoritaria no resuelve tampoco la cuestión de los fundamentos éticos del Derecho” /.../ que se fundamentaría en “valores que se sustentan por sí mismos, que tienen su origen en la esencia del ser humano y que por tanto son intocables para todos los poseedores de esa esencia” Lo dice sin dejar de advertir que “esa evidencia no está reconocida ni mucho menos en todas las culturas”. Luego hace un ajustado recuento histórico sobre la sobrevivencia de la humanidad durante el siglo XX y sobre la aparición del terrorismo pos. 21 de septiembre del 2002 como amenaza. Fundamenta el carácter de aquella, sin dejar de observar “de qué fuentes se alimenta?”. Dice: “... resulta muy inquietante que el terrorismo consiga, aunque sea parcialmente, dotarse de legitimidad. Los mensajes de Ben Laden presentan el terror como la respuesta de los pueblos excluidos y oprimidos a la arrogancia de los poderosos, como el justo castigo a la soberbia de estos y a su autoritarismo y crueldad sacrílegos. /.../ En parte, el comportamiento terrorista también es presentado como defensa de la tradición religiosa frente al carácter impío de la sociedad occidental. En este punto cabe hacerse una pregunta sobre la que igualmente deberemos volver después: si el terrorismo se alimenta también del fanatismo religioso –y, efectivamente, así es, ¿debemos considerar la religión un poder redentor y salvífico o más bien una fuerza arcaica y peligrosa que erige falsos universalismos y conduce, con ellos a la intolerancia y el terror? Subrayo lo de falsos universalismos, porque dicha formulación indica la creencia de Ratzinger en que habría algún universalismo no falso. Luego denuncia a la ciencia como una nueva amenaza contra el ser humano. “Hoy el hombre es capaz de crear hombres, de fabricarlos en una probeta, por así decirlo. El ser humano se convierte así en producto, y con ello se invierte radicalmente la relación del ser humano consigo mismo. Ya no es un regalo de la naturaleza o del Dios creador: es un producto de sí mismo. El hombre ha penetrado en el sancta sanctorum del poder; ha descendido al manantial de su propia existencia. La tentación de intentar construir ahora, por fin, el ser humano correcto, de experimentar con seres humanos, y la tentación de ver al ser humano como un desecho y en consecuencia quitarlo de en medio no es ninguna creación fantasiosa de enemigos del progreso. De acuerdo, pero eso estaba ocurriendo ya por la vía de la automatización y robotización de las tareas que está expulsando mano de obra y circunvoluciones de cerebro, en la mayor parte del planeta.

Si antes debíamos preguntarnos si la religión es realmente una fuerza moral positiva, ahora debemos poner en duda que la razón sea una potencia fiable. Exacto, ambas ofrecen costados positivos y negativos al acerbo cultural. Tanto que Ratzinger, como la ponencia de Habermas que no comento por razones de tiempo y espacio, tiene el mérito de sacar este tipo de debates del enfrentamiento especular, imaginario, dogmático de argumento contra argumento, para llevarlo a un terreno en el que tome peso la apertura significante. La de Ratziger es una ponencia que da para muchos comentarios más, pero sólo tomaré un último párrafo para plantear la que considero diferencia fundamental entre la metodología del psicoanálisis para analizar los problemas de la Cultura, con respecto tanto al método religioso como al de la razón, cuando se intenta modularla sólo por el proceso secundario pre-consciente, consciente.

Dice Ratzinger: “...yo hablaría de la necesidad de una relación correlativa entre razón y fe, razón y religión, que están llamadas a depurarse y redimirse recíprocamente, que se necesitan mutuamentey que deben reconocerse frente al otro.
Es importantes que las dos grandes integrantes de la cultura occidental se avengan a escuchar y desarrollen una relación correlativa también con esas culturas (las grandes culturas no occidentales) Es importante darles voz en el ensayo de una correlación polifónica, en el que ellas mismas descubran lo que razón y fe tienen de esencialmente complementario, a fin de que pueda desarrollarse un proceso universal de depuración.

En el que, al cabo, todos los valores conocidos o intuidos de algún modo por los seres humanos puedan adquirir una nueva luminosidad, a fin de que aquello que mantiene unido al mundo recobre su fuerza efectiva en el seno de la humanidad”
El pensamiento de Ratzinger parte de la ilusión de que complementando razón y fe para incidir en un polifonía intercultural, se lograría depurar universalmente los males que amenazan al planeta y la especie. El psicoanálisis descubrió que es lo inconsciente y sus producciones lo que, para bien y para mal mueven a los humanos. Descubrió que el inconsciente es producto de la incapacidad del lenguaje para recubrir totalmente lo real lo no sabido, y más aún que es reproductor permanente de nuevos reales. De ahí que el psicoanálisis (más allá de las ilusiones de algunos psicoanalistas) parte de la idea de que no hay otro universal posible que el de lo que lo niega: la castración, el agujero en el lenguaje. De ahí que: 1) sabe que toda epopeya salvífica que se proponga la armonía universal, no puede encontrar complementarios. Por el contrario, acentúa los fundamentalismos y su efecto segregante y disgregante, aunque siempre, con las mejores intenciones de buscar el bien a través de depuraciones. 2) que nada puede saberse antes del acto, que sólo en su a posteriori se puede producir la retrosignificación necesaria que conduzca a correcciones que mejoren los efectos. 3) por la misma razón, no operamos tratando de suturar la falta, sino de trabajar a partir de ella para que los sujetos se reubiquen más acorde con sus deseos y goces de una manera que puedan sobrellevar lo mejor posible las necesarias transacciones con los otros, los síntomas para vivir.



[1] En la traducción de La Nación no figura el artículo -la- posiblemente por un error de imprenta
[2] El subrayado en negritas es mío (SR)