La crisis en los consultorios

Epígrafe: "La única cosa que mantuvo mi espíritu en estos días y seguirá haciéndolo es el optimismo que debo a colaborar con el psicoanálisis, un movimiento espiritual que cuenta indudablemente con un futuro. Contemplados sub especie psicoanálisis, los recientes y terribles acontecimientos no cobran otro significado que el de meros episodios en una organización social aún muy primitiva. Y aún si nuestras esperanzas nos engañan y la humanidad ha de seguir siendo víctima de su inconsciente hasta el fin, en todo caso hemos tenido el privilegio de echar una mirada tras las bambalinas, y el conocimiento de la verdad puede compensarnos de muchas privaciones y aún de gran parte de nuestro sufrimiento” Fragmento de una carta escrita por Sandor Ferenczi a Sigmund Freud en 1919 y citado por Santiago Dubcovsky en su libro “Psicoanálisis Real”.

A fines del 2001 la crisis nacional, que venía enseñoreándose también en los consultorios de los psicoanalistas, estalló como un misil inesperado o que no se quería ver venir. “Verleunung” hubiera dicho el viejo Sigmund.

Los impactó de maneras diversas. Una: un porcentaje alto de pacientes iniciaron su éxodo, atrasaron sus pagos, pidieron rebajas de honorarios, espaciaron la regularidad de sus sesiones golpeando severamente la economía familiar de los psicoanalistas. Dicho éxodo fue consecuencia no sólo de las habituales resistencias, reacciones terapéuticas negativas, o de errores en la praxis, que se generan en todo psicoanálisis. Pasó a serlo también, de despidos, rebajas de sueldos, pérdida de rentabilidad de los negocios, cesantías, quiebras o concursos de acreedores de las empresas, achicamiento del número de pacientes en tratamiento con colegas que también estaban analizándose, etc. Otra manera: adquiere el color depresivo y angustioso del relato de los que se analizan invadidos por el temor a perder el trabajo y por el deterioro de las condiciones laborales. Aumento de las exigencias y horas de trabajo, a cambio de menos pesos en el bolsillo.

También se hacen presente el crecimiento de las dificultades en la vida de los padres jubilados y parientes a cargo, tanto de los pacientes como de los psicoanalistas, prácticamente sin obras sociales (especialmente PAMI) y con salarios de bolsillo progresivamente magros. Finalmente, a los que más o menos seguían flotando, el “corralito” de – (Cavallo, De La Rúa, Duhalde más encariñados con los dueños de los bancos que con la población)- terminó de acorralarlos. No es fácil para los psicoanalistas, no salir de cada sesión impregnados de la tonalidad de los pacientes.
Todo esto, trae a análisis muchas cuestiones. Analizaré sólo algunas que vienen a mi memoria y que selecciono en función de cómo ponen a prueba nuestro oficio.

Comienzo transcribiendo un fragmento de historial y luego de sesión. Se trata de un paciente que tras la apariencia de lo que se llamaría neurosis obsesiva de carácter, porta un verdadero “self” típico de quien muy tempranamente hubo de sobreadaptarse. Cuando tenía 4 meses una grave enfermedad del padre “obligó” a la madre a enviarlo a la casa de una cuñada por mucho tiempo, en términos relativos a lo que es el pasaje del tiempo para un bebé. Su piel reaccionó con una feroz eczema que lo llevaba a rascarse impiadosamente. Lo que “obligó” a los familiares a mantenerle los bracitos introducidos en sendos tubos de cartón que le impidiesen flexionarlos y los conservasen alejados del cuerpo para que no se rascara. En verdad, fue una metáfora inicial de una modalidad relacional de esa pareja de padres con su único hijo. En los tiempos en que habitualmente reina “su majestad el bebé”[1], reinaba la madre sacrificando a su hijo para “salvar” a un padre débil. Fue un buen alumno, nunca tan bueno como uno de los primos.

También su padre resultaba disminuido en comparación con el hermano, al que la madre de nuestro paciente admiraba y ponía permanentemente de ejemplo. Tal como lo hacía con el primo en cotejo con el hijo. En fin, una familia que cumplía con uno de los principales pattern del sueño americano: la competición permanente. La respuesta del sujeto fue un intento desesperado, irrenunciable, de identificarse al falo, a través de alguna vez poder ganar la partida. Lo que lo llevó de cabeza, pies y manos, a la sobreadaptación. Así lo encontró su adolescencia. Seguro de que ninguna mujer lo iba a amar nunca, inhibido en su capacidad de amar. La primera que se le arrimó, lo hizo desde un mito familiar en el que un padre terrible arrasaba y al que ella valerosamente enfrentaba. En su “novela familiar” esperaba un “caballero andante” que por ella arremetiera contra el padre tirano. ¿Que mejor oportunidad para nuestro héroe para mostrar/se, las cualidades que el entorno familiar y él mismo nunca le habían reconocido?.

Unidos libraron un combate desigual contra el monstruo. Finalmente triunfaron (¿?), jovencísimos se casaron (o se cazaron). Y vino la nueva epopeya. Los hijos, con los que no iban a hacer lo mismo que los padres hicieron con ellos. La carrera universitaria, a la que ella renunció altruistamente para cuidar a los nenes y para que el marido pudiese acelerar la suya. Cosa que éste hizo, para inmediatamente pasar a desarrollarse exitosamente en su profesión y expandirse económicamente como industrial. Claro, estamos hablando de otro siglo, el siglo XX. Pero el almanaque impiadoso trajo el XXI, y todo cambió.

Se desató una crisis familiar que puso al desnudo que la pareja no había sido tal, sino un bloque. Dicho en términos de nuestra Lalengua[2] psicoanalítica, una unión entre sincrética y simbiótica, en la que ella había quedado totalmente indiferenciada y absorbida por la pregnancia de él. Lógicas consecuencias: monotonía, aburrimiento y escasez en las relaciones sexuales, agresividad desplazada a uno de los hijos, sobrelibidinización del otro que pasó a constituirse en la razón de la vida de sus padres. Varias mujeres habían entretenido el paso de los años en él, sin despertarle nunca mayor inquietud. Hasta que abierta la crisis familiar por la descompensación del hijo desplazado, hubo una que le “rompió la cabeza al marido” y el “corazón” a la esposa. Graves acontecimientos se sucedieron vertiginosamente en ambos miembros de la pareja, lo que hizo que además de producirse un traumático divorcio, fueran a analizarse todos los miembros de la familia.

En este contexto, se fue desarrollando en estos dos últimos años el análisis de él. Difícil, pues oscila entre las fuertes resistencias de un yo sobredimensionado como reparación a un “en – nombre – del – padre”[3] frágil, con resistencias devenidas de una dotación significante excesivamente fallida para el encuentro de este hombre con las vicisitudes más habituales de lo real de su sexualidad, familiaridad y sociabilidad. Las dificultades personales que atravesaba impactaron dañosamente en el manejo de su industria. “Sobre llovido, mojado” se desató la recesión, y a partir de diciembre del 2001 el caos gubernativo, económico, político y social. Su empresa fue fuertemente afectada hasta el borde de la quiebra por efecto de la división de bienes, consecuencia del divorcio y de la crisis nacional sobre agregada. A esa altura encontrábamos un paciente en graves y peligrosas dificultades de todo tipo y en lo atinente a la responsabilidad del analista, particularmente las psíquicas. Intenta interrumpir, retoma rápidamente. Trata de espaciar demasiado las sesiones, se interpreta y trabaja con el tema.

Se encuentra una salida transaccional: rebaja de honorarios y apertura de un espacio de, además de sesiones regulares más alejadas, la posibilidad de agregar sesiones a pedido y pago de una parte a “mejor fortuna”[4] . Se agravan los acontecimientos. Por hechos reales que se “le vienen encima” y por acciones de él. Durante un periodo aumenta sensiblemente la frecuencia de las sesiones. A la vez se esfuerza por “ir achicando la deuda económica”. Se van trabajando las novedades y dentro de la gravedad y en un movimiento en serrucho, difícil y despaciosamente, va mejorando.

Sobre el final de una sesión pregunta: -¿Y a usted, no lo afecta la crisis económica?. Le contestan con una observación y otra pregunta: -Usted sabe que le rebajé en dólares un 30 % los honorarios. Además el dólar ahora se fue a 100 por 100 de lo que estaba. O sea que le estoy cobrando un 30 % de lo que le cobraba. ¿Qué le parece, me afecta o no?. Miró, sonrió y dijo: -¿Sabe que no lo había pensado?
Me interesa analizar la viñeta, no por ella en sí misma que no deja de pertenecer al género, -situaciones particulares de los análisis-, sino por algunas cuestiones formales que podamos elucidar de la misma.

1. Por vía de la observación y la pregunta subsiguiente, el analista entrega una información sobre sí mismo, que estaba siendo renegada por un paciente en el cual este mecanismo de defensa tiene un peso importante[5]. La “confesión contratransferencial” ha sido siempre una de las intervenciones analíticas que ha tenido “peor prensa” en todas las corrientes psicoanalíticas y en la gran mayoría de sus teóricos. Para este paciente tuvo mucha importancia, pues le permitió advertir que “casas más, casas menos, igualito”[6] que su analista idealizado.

2. La discusión y las transacciones alcanzadas en los honorarios y la regularidad de las sesiones, hizo que la temática económico-social no quedara por fuera de la transferencia sino que se desenvolviera en ella. Permitiendo trabajar con lo real de la misma para hacer operar lo simbólico y terminar arribando a una salida imaginaria que estableciera una nueva realidad para la marcha de ese sujeto en análisis. En ese movimiento pudieron ir analizándose sus diferentes estrategias yoicas destinadas a evitar enfrentamientos, que terminaban ubicándolo bajo el dominio del otro, lo que a la vez daba exutorio a sus pulsiones masoquistas. Y a que cuando fallaban dichas estrategias, desataban un goce sádico casi ilimitado.

3. ¿Y del analista qué? Sostenerse creativamente y sin sujeciones dogmáticas en su posición, facilitó la puesta en acto del “deseo de analista”[7]. El paciente comenzó a separar sus ideales “altruistas” de su ser de objeto, lo que le permitió ir elastizando y minorando su yo. ¿Pero vamos a suponer que ese operar del analista era solamente un efecto del “deseo de analista”? ¿Nos imaginamos a los analistas, ángeles que sólo gozan fuera del ejercicio de su oficio? ¿Nos creemos que al analista no le produce goce que las curas que conduce vayan bien? ¿Qué la obtención de dinero para la satisfacción de sus goces, para el mantenimiento de su familia, sea suficiente? Éste analista aguzó su habilidad en el ejercicio, no sólo como efecto del “deseo de analista”, sino también para “defender su quintita”. Y estuvo bien. Lo malo es cuando el analista para “defender su quintita” arrasa con “el deseo de analista” y por lo tanto con los análisis que conduce. Aunque los pacientes, no se vayan del consultorio.



[1] Sigmund Freud: “Introducción del Narcisismo”
[2] Neologismo acuñado por Lacan para nombrar las modificaciones que se van produciendo en las lenguas por efecto en los sujetos, de tener que dar cuenta de lo reprimido y lo real no sabido, bajo la presión de deseos inconscientes y posiciones de goce.
[3] Concepto de Lacan que alude a los significantes encontrados por el sujeto en el padre para identificarse en su devenir. Y poder, desde el anudamiento real – simbólico – imaginario responder, cuando es convocado a ejercer funciones metonímica y/o metafóricamente relacionadas con la función paterna.
[4] Figura jurídica, por la que se fija una deuda sin plazo concreto de pago, sino condicionada a la mejoría de los problemas económicos del deudor.
[5] Aprovecho para señalar que según mis observaciones, la renegación o desmentida es el mecanismo de defensa con mayor peso en la masa hasta que se desata innegablemente un desastre. Luego la salida suele ser el accionar odiante del despecho o la inhibición angustiosa, tipo ataque de pánico.
[6] Alusión a la chacarera en la que un santiagueño a la vuelta de su viaje por Nueva York relata sus impresiones rematando con un “casas más, casas menos, igualito que Santiago” Equivalente al dicho de León Tolstoi: “Describe tu aldea y describirás el mundo”. Experiencia diaria para todo psicoanalista que lo sea.
[7] Discriminación hecha por Lacan, relacionada con el concepto de abstinencia y neutralidad de Freud, por la que un analista se mantiene en su posición si trabaja orientado por obtener la máxima diferencia entre ideal y objeto. La modificación propuesta por Robert Levy –de, en vez de: del- pone en juego el análisis del analista mientras está analizando al paciente.