05 de mayo de 1992
Eliseo Verón en una conversación transcripta por I.S. con el título El fin de lo imprevisible y publicada en Cultura y Nación -Clarín del 30 de abril de 1992- produce dos afirmaciones contradictorias que en la oscilación, generan un espacio fértil para retomar la reflexión.
Verón señala fenómenos de última hora posibilitados por cambios técnicos en la captación y procesamiento de la imagen, tributarios de la posibilidad de combinar videofilmación videograbación y videotransmisión asociadas a la difusión de las videocámaras de uso personal. En ese contexto analiza nuevos géneros: los Reality Show, las Cámara Sorpresa y la filmación casual con su posterior transmisión, de incidentes imprevisibles como fue la voladura de la embajada de Israel en Buenos Aires o bloopers no preparados.
Dice Verón: "Reality Show son dos palabras que están en una especie de cortocircuito. Porque justamente lo real es lo no puesto en escena: el diferido y la recreación colocan las cosas más claramente del lado de la representación. Hay, en cambio, usos que hace la TV de las filmaciones privadas que nos ponen directamente frente a la duplicación de lo real, o su desdoblamiento. Son aquellos programas que se construyen con accidentes, de imprevistos graciosos (como los boopers) o trágicos. Coincidencia perfecta de lo real y su representación (*), la captación en vivo del incidente es por definición lo no previsto, lo no programado (y en este sentido lo opuesto al ceremonial), ¿como es que estaba alguien allí para registrarlo? Esto obliga siempre a una cierta explicación: por qué el autor de la filmación estaba en el lugar mismo y en el momento mismo en que ocurrió la tragedia. Como si hubiera algo de obsceno en estar registrando imágenes con la cámara cuando estalla la embajada o cuando cae la bengala, mirando con un medio técnico la catástrofe que nadie esperaba" Más adelante agrega: "La captación por los aficionados de esos momentos que no deberían haber sido captados genera el fantasma de una coincidencia perfecta y total entre lo real y su representación: como si todo el mundo estuviera en todas partes filmando todas las cosas. Si todo es captado, lo insólito desaparece, porque lo imprevisible va a quedar adentro".
En la primer cita la reflexión veroniana cree que hay coincidencia perfecta de lo real y su representación, en la segunda se da cuenta de que sólo se genera un fantasma de una coincidencia perfecta y total entre lo real y su representación La diferencia es importante, pues a pesar de la apariencia engendrada por los nuevos inventos, lo real sigue siendo inaprehensible en razón de la estructura de la que el sujeto es efecto. Por fuera de la re-presentación del hongo de humo filmado por el videoasta ocasional, quedó todo lo que pasó en la embajada y alrededores en ese momento puntual, con la excepción claro está de la imagen de ese humo, que por otra parte es re-presentada desde uno sólo de sus ángulos. Mutatis mutandis, lo mismo podemos decir sobre la imagen de la bengala que por supuesto excluía, para dar el ejemplo mas obvio, el dolor en el cuerpo de la nena. Esta imposibilidad estructural de representar lo real, causada por la inevitabilidad de tener que re-presentar, por imágenes, palabras o actos, lo que se quiere comunicar, produce el espacio potencial necesario para que la comunicación no pueda no ser, un acto de re-creación. En ese espacio se alojan también las condiciones necesarias para la creatividad que, sin embargo, para producirse, necesita sumar condiciones de posibilidad poco presentes en los medios de comunicación masiva, especialmente la de arriesgar a no lograr inmediata aceptación por parte de la masa de consumidores de lo emitido por el medio en cuestión, lo que sabemos va en contra del rating y del target en televisión y radio o de las ventas de ejemplares y publicidad en los diarios.
Entonces lo real no es representable en todas sus dimensiones. En las que la videosorpresa re-presenta una de sus apariencias (el hongo de humo) no sólo no son representativa de lo real por parcial, por lo que se le escapa, sino que por la misma condición le es imposible no disfrazarlo, deformarlo. Y no sólo por lo que "muestra" y lo que no muestra sino porque inmediatamente entra en relación al contexto en que se lo emite y en el que la emisión se difunde, produciendo inevitablemente efecto de sentido. Por ejemplo emitir las imágenes del salvaje atentado a la embajada de Israel sin conexión con las salvajes acciones de represalias previas por parte de las Fuerzas Armadas israelíes a los campos de refugiados palestinos en Líbano, produce un efecto de sentido muy distinto al que se hubiera producido si se emitían las imágenes en articulación. De igual modo no se produce el mismo efecto en el teleespectador al haber ocurrido el hecho en nuestro propio país que si hubiera ocurrido allende los mares. De una manera se puso de manifiesto exclusivamente la pulsión mortífera que arrastra al integrismo islámico. De la otra se hubiera mostrado la constante realimentación entre la misma y la que mueve al militarismo israelí. Entiéndase que en este punto no me intereso en una crítica a los medios (la noticia era el hecho de la embajada) sino en un ejemplo más, de como no hay emisión sin mensaje y el mensaje está condenado a ser parcial. Por lo tanto en la mejor de las suertes podrá decir la verdad sólo a medias. Sin duda, lo real se pierde, por más que se desarrolle la tecnología.
Quiero señalar dos cuestiones más. Cada vez se torna más evidente que es noticia vendedora la que pone en pantalla altos grados de sufrimiento en alguien o en algunos. Hay noticieros que edifican su rating haciendo del mismo la "estrella" y hasta fabricándolo (maestro José de Zer). Esto no es novedad, de antiguo la prensa que más vende suele ser la sensacionalista, la que usa titulares catástrofe en la primera plana que condensan relatos de asesinatos, accidentes, guerras, etc. Y en la antigüedad el circo romano debía su rating a gladiadores y cristianos inmolados en sus arenas. En consecuencia, la mirada atraída por lo siniestro no es ninguna novedad. Lo novedoso reside en el efecto que produce la noticia truculenta condensada y transportada por los satélites a la inmensa mayoría de los puntos del globo. Para el romano que concurría al Coliseo lo que ocurría, ocurría ahí, la relación era entre su mirada, la de sus pares, la del emperador y la de la víctima sacrificial en la arena. El mundo se reducía a lo que ocurría en su espacio. Quedaba velado que eso mismo, otras cosas, y en ese mismo momento podían estar ocurriendo en múltiples espacios similares. El satélite y la concentración de las agencias noticiosas nos hace suponer que lo que estamos viendo es "toda la noticia y al instante". El aldeano romano podía suponer que su aldea era el mundo, su imaginario se construía por una ilusión excluyente. El aldeano postsatelital supone que el mundo es su aldea. Su imaginario se construye por una ilusión de inclusión. Ambas suposiciones se construyen sobre la ilusión de universalidad, típica del imaginario y a la que las comunicaciones informatizadas y de transmisión satelizada de la imagen y la voz contribuyen fuertemente. La exclusión de la diferencia por la ilusión de universalidad refuerza las tensiones agresivas pues entonces el diferente no es tal, sino que está: -fuera de lugar, es enemigo.
Lo que mas angustia al ser humano es no saber sobre lo que lo puede afectar. De ahí la fuerte atracción que ejercen los medios masivos de comunicación porque le hacen suponer que le proporcionan un saber sobre el mundo, particularmente sobre el sufrimiento. Ahora bien, justamente porque la mayor angustia es causada por no saber y como demostrábamos antes representar lo real es imposible -siempre hay un no saber en danza -el fantasma de una coincidencia perfecta y total entre lo real y su representación defiende de aquella. Si la pantalla re-presenta el sufrimiento de otro, nos recuerda que no estamos ahí y nos permite gozar sádicamente de ese otro real re-presentado y que no es nosotros.
Por último, la pregunta común ¿cómo es que estaba alguien allí para registrarlo?, generada a partir de la aparición de las videohome introduce la sospecha lógica de que todo el mundo podría estar en todas partes filmando todas las cosas, incluso las escenas mas íntimas de nuestra vida privada. Estamos nada más ni nada menos que ante una nueva forma del "Gran hermano" descripto por George Orwell en 1984. Todos estamos ante la gran mirada que nos sigue a todas partes, en las casas, en los supermercados, en los bancos, en las rutas, en los semáforos, etc.
La paranoia: ¿dejará de ser una patología particular para convertirse en el modo de estar en el mundo los seres parlantes, gracias al "progreso" tecnológico?
(*) Las negritas son señalamientos míos (SR)