El amor, en los tiempos del full life corporativo

Psyche Navegante No 73
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Sección: Acrílicos urbanos

Tema: Una historia de amor y ¿muerte? entre triunfadores

¡Fantástico el fin de semana en el country! Desde mucho antes de que se hubiera separado, no habían tenido algo parecido. Los pibes a full. La cama inmejorable. Es más, no podía creer que pasados los 50 volviera a funcionar como un pendex de treinta. A pura potencia, varias veces en los tres días, de todas formas y por todos lados. Mejor, un lujo. Además, tenis, escolaso, asados y vinos de lo mejor.

Miguel manejaba tranquilo. Habían salido temprano contra probables embotellamientos. Descansado, la máquina del laburo[1] había empezado a perseguirlo. Venían bien con la facturación, pero el martes se jugaban dos contratos grosos de los que dependía un cierre del ejercicio a toda orquesta. Si se caían, empezar a remar de nuevo. Y aunque recién promediaba el año, el cansancio duplicaba o triplicaba el habitual. No sabía por qué, pero estos últimos años se cansaba mucho más que antes. Pensó, lógico, no es lo mismo un cuerpito de 50 y tantos que uno de treinta. Pero inmediatamente recordó que los juniors se quejaban de lo mismo. ¿Pero entonces, que pasa? Trabajaba igual cantidad de horas, más o menos 10 por día. Claro, sin contar cenas y almuerzos de trabajo que además de hacerle pisar los mejores restaurantes de Puerto Madero, comer sus platos preferidos y conocer los mejores vinos, habían engrosado su abdomen, elevado su presión arterial y aumentado el colesterol. Aunque de esto último el médico le había dicho que tenía más que ver con el estrés y la escasa actividad física. Pero ahora que Malena había vuelto y estaba hecha una loba, actividad física no le iba a faltar. El country con el tenis y a veces hasta algún picadito[2] le iban a devolver la relación con el cuerpo que le faltaba.

Envuelto en esos pensamientos, advirtió que pasaban por los Jardines de Babilonia y recordó las noches gozadas ahí con Cristina, la secretaria que tuvo de amante y que en parte generó el quilombo matrimonial. Siguió mirando al frente, manejando firme y ni pestañeó.
Sin embargo..., 30 segundos después..., Malena empezó. -Que porque no se apuraba, que ya que habían salido antes para que ir despacio, que los chicos atrás se habían quedado dormidos, que claro, que después la que los tenía que despertar, bañar darles de comer y acostarlos era ella, mientras él se iba a al de plasma a mirar los goles del mundial... Una tromba. Atinó a defenderse como pudo. -¡Pero querida si sabes que te ayudo, que desde que volvimos estoy muy cambiado, que siento a los chicos tan míos como tuyos..., que yo también los baño y después les doy de comer!
-¡Sí lo mismo me decías poco antes de que nos separáramos y te fueras con esa Cristina....!
Ahí se le hizo la luz. Pero..., si ni sabía adonde iba con Cristina, ni movió un músculo ni una ceja cuando pasó por el telo[3]... ¿Cómo se avivó? Se confirma, es una bruja y no hay poronga que le venga bien. Antes, porque me apuraba para ir a ver a esa... Ahora, porque no me apuro. Antes, que por qué no la ayudaba. Ahora que la ayudo “de mentiras”.
Estalló y dijo: -¡basta! Llegaron a la casa y se separaron por última vez. Decidió no hacer más méritos. Mientras mejor se portaba, ella más lo odiaba.
Malena, mientras buscaba una buena abogada que no es lo mismo que una abogada buena, más bien todo lo contrario, pensaba: ¡Já! Este volvió para que no hubiera que repartir los bienes gananciales. Pero está muy equivocado conmigo. ¡Lo voy a dejar en pelotas!? (Se acordó del goce en la cama del country pero expulsó rápido la imagen, no fuera a “ablandarse”) ¡¿Qué se cree que me voy a quedar cuidando a los chicos mientras él disfruta nuestros bienes con esa puta de la secretaria!? ¡Claro, la muy pendeja compite fácil, no tiene la celulitis ni las arrugas, ni los rollitos de una señora de un poco más de 40. Pero ya la voy a ver dentro de 20 años! Aunque..., ¿estaré, dentro de 20...? Pregunta maldita. Sintió que comenzaba a desinflarse.
Mientras, Miguel se había instalado en su antiguo bulín[4]. Primero, todo bien. Puerto Madero quinto piso de lujo, la vista atravesaba el río y tocaba las costas uruguayas. Servicio de mucama y conserjería, estaba hecho un bacán. Un bacán, pero con un huevo menos, que era lo que le salía el alquiler del bulo. Pero, bueno, todo tiene su precio. Calmado un poco, cazó el teléfono y llamó a Cristina. ¡Para que esperar hasta verla el lunes en la oficina! Mejor adelantarle la buena nueva. Finalmente había dado el paso que ella tanto le había pedido.
Sintió que el bulo se hundía bajo sus pies. Una voz fría, metálica, le respondió del otro lado del teléfono. -¿Qué te separaste definitivamente? Ya es tarde querido... Años pidiéndotelo y vos pidiéndome paciencia. ¿Sabes? Conocí a otro. Mucho más joven que, vos, winer, no está como vos todo el tiempo temiendo que uno más pendejo le serruche el piso. ¡Él se dedica a serrucharlo! Hace fierros, y en la cama es un león. ¡Esperaste demasiado, viejo...! Estoy en otra.
Con un hilo de voz Miguel respondió: -¿Y me vas a dejar así nomás..., justo ahora que me decidí? ¿No te importa nada de mí y las noches pasadas, y el viaje a Buzios y nuestro plan de hacer Europa juntos...? ¿Tirás todo por la ventana por un mocoso, por un mequetrefe?
-¿Mequetrefe? El mequetrefe, ya les rompió el culo a varios como vos y está dispuesto a seguir rompiéndolos. ¡Así que cuídate que anda suelto!
En un flash, Miguel recordó a todos lo que había desbancado en su intensa vida laboral. Entonces le retrucó –Ya me vas a contar dentro de 20 años, cuando le toque a él.
Cristina sin perder el aliento, le espetó. -¿Sabes lo que falta para 20 años? Mientras, te aseguro que la voy a pasa re-bien. Y con un dejo de crueldad irónica que a oídos de Miguel sonó mortífero, agregó: -dentro de 20 años, vaya a saber donde estarás vos. En cambio yo, voy a estar retozando con algún junior con ganas de escalar.
Sin poder evitarlo, ni endurecer su voz, agregó Miguel: -¿no te importa nada de mi dolor, vos que decías que estabas en el mundo para calmar los sufrimientos que me producía Malena?
Cristina le retrucó mientras le colgaba el teléfono: -¡Los que te producía Malena, de los míos, andá que te cure Lola!
Con el teléfono en la mano y aún sin poder creer lo que había pasado, Miguel sintió un fuerte dolor en el pecho. Colgó y fue corriendo a buscar el número de teléfono de urgencias, para llamar una ambulancia de Optimus Card. El equipo médico que está para servirlo y que nunca lo abandonará, recordaba entre sus últimas brumas memoriosas, antes de caer al suelo.
[1] Argentinismo que quiere decir trabajo. Inyectado en dicha lalengua desde el italiano “laboro”.
[2] Partido de fútbol entre amigos o conocidos ocasionales
[3] Argentinismo para nominar a las casas de citas
[4] Argentinismo para designar al departamento extra que tienen algunos (generalmente varones) para llevar a sus amantes