Diferencias de estructura, para organizarse psicoanalítica y no corporativamente

Psyche Navegante No 64
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Sección: Fatigando conceptos


Tema: Desde el congreso internacional de 1910, los psicoanalistas buscamos organizarnos a los fines de nuestro oficio. Partiendo de analizar nuestros mitos: algunas ideas.
145 líneas (incluidos los pie de página)

¿Cómo formar un lugar de interés para la producción y profundización del psicoanálisis en intención[1] y en extensión[2], capaz de disponer de instrumentos diversos y eficaces de transmisión y cultivo?.
Lo real de mi vida me ha confrontado durante unos cinco sextos de la misma, a tener que compartir liderazgos o asumirlos directamente. Desde esas funciones participé muy habitualmente en movimientos políticos, barriales, estudiantiles y más tarde en cuatro, cinco o seis, según como se las cuente, iniciativas organizacionales del movimiento psicoanalítico. Diferentes fantasías soportaron cada una.

En cada uno de esos lugares he llevado adelante aciertos importantes, y cometido errores de dimensiones similares. No me arrepiento de nada de lo que hice, pues sé que siempre procedí con las mejores intenciones. Claro que por eso mismo aprendí duramente, en lo que pueden resultar a veces: las mejores intenciones.
Los tres psicoanálisis (tal vez 4) en los que fui analizante y muchos de los psicoanálisis que conduje, me facilitaron analizar dichas experiencias y lograron algo mucho más importante, dejarme con las condiciones de posibilidad necesarias, para seguir psicoanalizando mis formaciones del inconsciente y las encrucijadas nodales con las que me sigue confrontando mi vida.

Como lo he planteado frecuentemente en reuniones y artículos, dichas experiencias analizadas, y lo que fui conociendo a través de libros y comunicaciones personales sobre la historia del movimiento psicoanalítico, quedaban necesariamente confrontadas con las desplegadas en organizaciones constituidas con fines diversos. Esa mitología previa me dio los insumos necesarios para relanzar, por lo menos mis conjeturas, sobre las formas más adecuadas para una organización psicoanalítica.

Parto para ello de una cuestión básica. La disyuntiva ética está mal planteada, cuando se la concentra en si el fin justifica o no los medios. Planteadas así las cosas, el peso del juicio proviene de la pregunta moral. Queda por fuera lo decisivo. Que por la dependencia del ser parlante del lenguaje, la incidencia de los medios adoptados sobre los fines, es equivalente a la del significante sobre el efecto sujeto en sus tres registros: imaginario, simbólico y real. Los actos producidos toman por retrosignificación: valor significante. A la vez no es poco común, que el sujeto se vea enfrentado a elegir no entre lo mejor y lo peor, sino entre lo más y lo menos peor.

Gobernar es uno de los imposibles conque se las tiene que ver diariamente el humano, en tanto la columna vertebral de su organización como hablante ser es narcisista y no puede no serlo. Esa razón hace que la política, no pueda ser otra cosa que el arte de lo posible, ya que es el de la regulación de los narcisismos en competencia, en concurrencia y que exige habitualmente soluciones negociadas. De ahí que en la política (de estado, de partido, de sindicato, de familia, etc...) la cuestión de poder sea básica. De ahí deriva también, que es difícil imaginar una organización que no necesite disponer de un centro, en el cual se delegue el Poder.

Pero el psicoanálisis no tiene que gobernar nada. El psicoanálisis lo que debe hacer es colaborar con los sujetos, de a uno o agrupados, para que encuentren en sus anudamientos, en los calces entre las existencias en sus registros Simbólico e Imaginario con las sorpresas de sus encuentros con lo Real, para que acerquen lo más posible sus deseos (inconscientes por supuesto) a sus goces, sin quedar fuera del discurso que los enlaza a los vínculos sociales. En ese punto tiene que prestar mucha atención a los elementos que como cuarto nudo puedan reanudar los puntos débiles del nudo Borromeo de cada uno y de cada grupo, pero sin otro insumo que los que traen por sí mismos y lo que los actos que acometan les agreguen.

La ventaja que pueden aprovechar las organizaciones psicoanalíticas, la perdió Freud cuando disolvió el grupo de los miércoles y pasó fundar la Asociación Psicoanalítica Internacional con sus organizaciones miembros. La entrevió Lacan cuando planteó que las mismas debían funcionar sobre la base del discurso del psicoanalista y la perdió cuando experiencias frustras lo llevaron a centrar sus expectativas en el mecanismo del pase, en sus instancias de realización, y en la restauración de los grados (significante clásico en ejércitos e iglesias). Finalmente, ninguno de los dos logró eludir la creencia imaginaria obsesiva, de que produciendo reglamentos se pondría coto a los desbordes anomizantes a que suelen conducir las creencias y posiciones histéricas.

Aquella ventaja reside en la necesaria (no cesa de escribirse) debilidad del movimiento psicoanalítico. Claro que a condición de que la pasiones expansionistas del yo, cebadas por las lógicas pulsionales de dominio y devoración, no empujen a sus miembros a tensarse de tal manera que se refugien en lo que tradicionalmente burocratiza a cualquier organización: la faz puramente imaginaria de las transferencias, los reglamentarismos, los ordenamientos cronológicos (ciclos electorales prefijados al margen de la lógica temporal; discriminadas con diferencias pero en continuidad, por Freud y Lacan) las aspiraciones numerales. Del mismo modo que las creencias en la democracia como "gobierno del pueblo y para el pueblo", lo que no es lo mismo que la defensa de los derechos societarios de los participantes.

Lacan dijo: "El psicoanálisis no triunfará sobre la religión; la religión es indestructible. El psicoanálisis no triunfará; sobrevivirá o no." (Actas de la Escuela Freudiana de París. VII Congreso. Roma 1974, ediciones Petrel, Pág. 21. Más conocida como La Tercera de Roma). Imaginarios como los de las religiones o de las ideologías políticas sostienen aunque sea precariamente, la ilusión necesaria (que no cesa de escribirse), de que la civilización es favorable a la especie, que la va a salvar. De esa creencia devienen humanismos diversos (religiosos propiamente dichos, agnósticos, ateos y hasta científicos). La debilidad del psicoanálisis proviene entonces de que, para atravesar lo imaginario, él labora en pro de que lo simbólico agujeree lo real. Como las religiones y las ideologías políticas es imposible que desaparezcan, o sea, no van a cesar de escribirse, el psicoanálisis no puede triunfar. Si triunfara, se escribiría y dejaría de ser psicoanálisis. Lo más que logra el psicoanálisis es, contingentemente, escribir algo. No como otra ideología, sino sólo (y ni más ni menos) que como herramienta capaz de poner en operaciones: nuevas letras, nuevas combinatorias significantes que produzcan nuevos saberes sobre lo que amenaza a la vez puede ser fuente de mejor estar de los seres parlantes: lo real. A esas operaciones solemos llamarle interpretaciones, intervenciones. Sólo apoyándonos en esa debilidad: intervenir contingentemente, cultivándola como capacidad, no intentando escribir ninguna “welltaunschung”, cosmovisión; se tornará factible que el psicoanálisis sobreviva.

Psyche Navegante, sin proponérselo desde saberes previos, pero sí tomando en cuenta historias previas y dejándose habitar por los deseos de analista que de una manera u otra, en mayor o menor medida, han ido causando a la mayoría de sus participantes; no trabajó desde el acantonamiento en argumentos, sino desde la pasión desprejuiciada por leer las letras, los significantes que transportaban los discursos de otros autores y/o participantes en las reuniones. Interpretando lo que en ellas se decía y relanzando sus cadenas significantes. Así, predominantemente, se produjeron transferencias a lo que se decía, cayéndose pocas veces en situaciones en las que la imagen del otro obturara el intercambio. Se fue haciendo evidente que en la mayoría predominaba el deseo del analista como fuente de producción, en desmedro de rivalidades o fascinaciones imaginarias. Fuimos encontrando de esta manera una modalidad que facilita, no asegura, que el Discurso del psicoanalista esté frecuentemente en funciones para el movimiento de los enlazados en discurso (valga la redundancia). Recordemos. Discurso del analista:

a $
S2 S1

Como la interpretación está dirigida a las enunciaciones del sujeto (del inconsciente, se entiende) en función del contexto discursivo de lo que se está debatiendo, no tienen porque implicar personas ni complejos de Edipo. Este tipo de funcionamiento en esta forma de circunstancias, le quita validez al aforismo acuñado por José Bleger: "Toda interpretación fuera de sesión es una agresión" (Si lo hubiera dicho sólo por las sesiones de análisis personal). Lo que está en sesión en las circunstancias del psicoanálisis en extensión, es el grupo. Entonces por el contrario, si la interpretación es acertada, genera condiciones de posibilidad para que el S1 producido, abra en el discurso grupal la posibilidad de nuevas combinatorias provenientes de otros participantes y que pongan en movimiento un enjambre de S2, que renueven la producción (dicho S1 puede pasar a funcionar efectivamente como +1, “plus un”).

Es desde esta concepción, en los múltiples sentidos de éste significante, que afirmo que la forma que mejor cuadra a los agrupamientos de psicoanalistas, es la que pone a su frente a las tareas a cumplir según la circulación de deseos de analistas y en función de la ética del psicoanálisis y no de las personas. Las personas deben subsumirse al logro de dichos objetivos y deben hacer de la administración una herramienta necesaria, pero sometida a aquellos. De ahí que lo importante de un agrupamiento de psicoanalistas no sea su número, sino la calidad psicoanalítica de sus productos. Es momento en este artículo, para rendir homenaje a don Enrique Pichon Riviere y su idea de que en los grupos operativos, la tarea era la debía coordinarlos. Idea idealista para las organizaciones artificiales de masas, pero que entreveía un camino posible para las organizaciones psicoanalíticas, aún no recorrido, por lo menos que yo sepa.

Claro que esto exige como pago, una pérdida; renunciar a una cara del narcisismo, la más perjudicial e inhibitoria, en pro de pasar a cobrar por el mostrador de su cara más vital, más positivamente activa, capaz de ceder un objeto para ampliar el espacio de la causa (de deseo).
Conjeturar sobre la base de la experiencia no hubiera sido posible, sin todos los que me acompañaron hasta ahora en la construcción y desarrollo de lo que por el momento, son nuestras dos principales iniciativas –revista y página- y muy en particular sin los pocos con quienes venimos desde hace muchos años recorriendo este camino en la búsqueda por organizar del modo más adecuado posible, para estimular la producción psicoanalítica. A ellos les agradezco. También, a todos los que de un modo u otro han pasado por el staff de Psyche Navegante contribuyendo a su montaje y desenvolvimiento. Incluyo a los que luego tomaron otras rutas. Algunos por propios deseos, otros por eso, como quienes fundaron las secciones La Historia Presente –Ignacio (Nacho) Lewcowickz- y su esposa y compañera –Cristina Corea- que lanzó MeDios TV, pero también, que como mi inolvidable amigo Ricardo Estacolchic, finalmente fueron arrancados por la muerte. De todos ellos aprendí mucho y me sentí muy compañero.

También estuvieron los que no supieron ser recíprocos con lo que recibieron de nuestros emprendimientos, lo que los depreció ante mi concepto y a alguno peor, me llevó a despreciarlo. A ellos también les agradezco, porque me mostraron nuevamente lo que no es infrecuente ver, las peores caras del ser humano.



[1] Análisis intenso de los hablantes, uno por uno
[2] Extensión del uso de herramientas del psicoanálisis a situaciones que agrupan a los hablantes más allá del 1 a 1