En cualquier guerra, el factor sorpresa puede ser decisivo. El principal, suele estar motivado por la aparición de nuevas armas. Los indígenas fueron derrotados desde el inicio por los conquistadores españoles, debido en parte, a que éstos usaron la caballería y la pólvora que aquellos desconocían.
Dicho factor tiene efecto sobre las tres dimensiones en que se registra la experiencia humana. Cuando lo real de la sorpresa (lo que queda por fuera del saber sabido hasta ese momento) no llega a inhibir totalmente, lo simbólico trata de inscribirlo y tramitarlo de alguna manera. La sorpresa deconstituye el imaginario vigente. A veces la sorpresa es producida por apariencias puramente imaginarias. Volvamos a la epopeya española. Sabemos que la victoria de Hernán Cortés se debió en gran parte a que los indios suponían que en algún momento llegaría un dios blanco al que tendrían que subordinarse. Los españoles aprovecharon el color de su piel, para usar dicha creencia en favor de sus intenciones de conquista. Lacan analizó en "La agresividad en psicoanálisis" cómo los combatientes usan el peso de las imágenes para aterrorizar a sus enemigos. Esas imágenes pueden ser solamente plásticas, pero también sustentadas en acciones. Por ejemplo, exhibir en una pica la cabeza de un degollado.
Lo que hasta ahora es una guerra en ciernes se distingue en ambos bandos, por la utilización de nuevas armas.
Los norteamericanos anuncian que pondrán en ejecución todo su arsenal actualizado. Según declararon, la política de desaparición de personas será una de sus armas. Sabemos en carne propia como duele, ya que la experimentaron primeramente en nuestro país. Pero cuentan también con otras sofisticadas armas de espionaje y ofensiva. Satélites, informática, electrónica, rayos láser, armamento nuclear, químico, y bacteriológico, armaduras personales y escudos antimisiles, le permitirían producir en el enemigo enormes daños con pocas bajas propias. Buena parte de ese arsenal fue experimentado en Irak, Bosnia y los Balcanes en general. No obstante, no todo funcionó a la perfección. Según informaron las cadenas noticiosas habituales, varios de los soldados de la OTAN aparecieron dañados en la posguerra por radiaciones de los proyectiles que habían utilizado sus propias tropas. Al centrarse en cuidar que sus soldados sufran el menor daño posible para conservarlos como combatientes potenciales, les trasmiten el mensaje de que salvar la vida propia es un bien supremo. Bien supremo ironizado por un refrán habitual entre los militares para justificar las retiradas: "Soldado que huye, sirve para otra batalla".
Como parada imaginaria aterrorizante, inscribamos el planteo de Bush: - "Se está con EEUU o se está con el terrorismo"-
Del otro lado, diversas organizaciones integristas y fundamentalistas islámicas (no sólo las que responden a Bin Laden) han llevado a cabo muchas acciones con comandos suicidas. O sea, con gente que para el éxito de su acto guerrero, elimina su propia vida. El mensaje que forma a esa tropa es el de que su propia vida sólo es un bien, si se la pierde en función de ofrendarla para destruir al enemigo. El bien supremo reside en su "buena muerte" para cumplir esa misión.
No está de más recordar un hecho. La desintegración del imperio soviético produjo dos vectores que es conveniente tener en cuenta en el nuevo paralelogramo de fuerzas. El primero reside en que hasta entonces el monopolio del armamento más masivamente letal -el atómico- lo tenían dos grandes, poderosos, y ricos estados. La resultante era un equilibrio que anulaba la utilización de ese arsenal. La desintegración soviética y el ingreso al "club nuclear" por parte de la India y Pakistán introdujeron un cambio ominoso en el tablero. Estos estados tienen un "problema a solucionar", la densidad de poblaciones hambrientas. Encima, parte de esas poblaciones está animada por la idea antes expuesta -de la "buena muerte"- Para muchos de sus "halcones", disponer de armas atómicas es una tentación a mano, para "solucionar el problema". La segunda cuestión: el desmembramiento del imperio ruso, que no hay que olvidar tuvo como una de sus causas últimas la derrota del ejército rojo en Afganistán, trajo la desintegración, degradación y empobrecimiento de sus tropas. Lo que sumado al poder alcanzado por las mafias, entregó al tráfico ilegal, armas atómicas, químicas y bacteriológicas de destrucción masiva. Se cree que hoy están en poder de organizaciones de todo tipo, incluidas las creyentes en el suicidio para derrotar al enemigo. Algunas de esas armas pueden haber sido contrabandeadas al interior de países que dichas organizaciones consideran enemigos para ser activadas cuando lo consideren oportuno.
La reacción del gobierno norteamericano ha sido acentuar como estrategia defensiva sus aparatos de espionaje y vigilancia, junto a la restricción de las libertades civiles a la vez que la ampliación de las militares: autorización de secuestros, asesinatos, control de la prensa, etc. Ha habido pilotos de aerolíneas que pidieron licencia para portar armas.
Ante lo real de la "nueva arma" -los hombres misiles- los norteamericanos inspirados por el proverbialmente escaso de inteligencia George Bush y reaccionaron desde el imaginario del farwest y colgaron el cartel de Wanted! Life or death. Creo que cometen un error técnico, militar y político. Técnico, porque dejan de lado hechos como que una pelea en los límites acotados de un pasillo o una cabina de avión se transformaría en un descontrol que fácilmente sacaría de las pantallas de radar y de la comunicación radial a la nave durante más de 30 segundos. Según las últimas declaraciones de funcionarios del ministerio de defensa, eso obligaría a las FFAA de USA a abatirlo, cosa que probablemente ya ocurrió con el avión 4, caído en Pistburg. Militarmente, porque si para atacar Afganistán intentan pasar por Pakistán se colocan en serio peligro de encontrar una reacción poco amistosa de los chinos continentales, viejos aliados de los paquistaníes y en eterno alerta por la cuestión de Taiwán. No se puede olvidar que hace poquísimo tiempo derribaron en su territorio un avión espía de EEUU. Devuelto luego de ser prolijamente inspeccionado, en módicos paquetitos con más valor simbólico que práctico. La posible reacción china se podrá apoyar fácilmente en la mayoría Talibán, tanto dentro de la población como del ejército. Finalmente, error político porque le descompaginaría toda su política de alianzas.
Es evidente que nos encontramos ante un nuevo tipo de guerra. De un lado Atila Bush prometiéndole a quien no esté con él, que por donde pase no crecerá más el pasto. Del otro, quienes tienen la certeza de que accederán al mejor de los paraísos dejando su vida para matar indiscriminadamente a los otros. O sea: lo peor de la pulsión de muerte disparada a pleno. En la publicidad de un programa periodístico de la CNN una polemista dice: ¡Ojo por ojo y el mundo quedará ciego!. Nosotros podemos decir: ¡Vidas por vidas, y el planeta perderá, por lo menos una especie: la humana!
Este contexto hace crecer la angustia en los seres parlantes. En primer lugar, porque a ciencia cierta nadie sabe qué puede ocurrir. El derrumbe de las torres, derrumbó la ilusión de que en el planeta había algún lugar invulnerable. Las "garantías del Otro"[1], fueron duramente puestas en cuestión. En segundo, porque un cierto sentimiento de culpa se anida en muchos causado por la sensación de que lo que está ocurriendo se debe a que hay muchas cosas que los gobiernos votados por las mayorías hicieron mal. Por lo tanto, esa mayoría que los votó tiene también cierto grado de implicancia en lo que ocurre y peor aún; en lo que puede ocurrir. Estas son angustias ante lo real por una parte y ante la crítica del superyó por otra.
Pero además aparecen viejos sentimientos originados en causas actuales. Uno es el de siniestro. Lo más familiar, el prójimo, se vuelve absolutamente extraño y aún enemigo. La primera reacción es la segregación a los que se supone de la "otra" etnia, aunque hayan compartido Nueva York por varias generaciones. Distinguibles por el idioma de sus ancestros, los rasgos, el color de la piel. Dicha segregación no defiende a los que la ejercen. Los fundamentalistas islámicos han instalado una experiencia en la sociedad a la que se pueden identificar muchos otros desesperados. Estos pueden tener la misma piel, los mismos rasgos y el mismo idioma que los segregadores. No podemos olvidar a aquellos jóvenes del ejército republicano irlandés encarcelados en las prisiones de Gran Bretaña, que prefirieron morir en ayuno que ceder ante Margaret Thatcher, la "dama de hierro" del fundamentalismo neoliberal. Sus continuadores actuales, podrían recoger la "idea misil" y darle un disgusto grave a Tony Blair y sus ministros de la "tercera vía" pero carne y uña con el socio conservador. Recordemos que hace pocos meses el IRA en Londres, "embocó" un cohete en uno de los pisos de la legendaria Scotland Yard.
Lo siniestro, genialmente descrito por Freud en su antológico artículo, se hace espantosamente presente, lo más familiar puede resultar lo más peligroso.
Y finalmente los simples miedos. Freud distinguía a los miedos de la angustia, porque aquellos aparecían ante amenazas concretas. La angustia, que Freud planteó como sin objeto, Lacan prefirió describirla como miedo al miedo. La gente tiene miedo a que se desate la guerra con todos sus monstruos: arrasamiento de ciudades y poblaciones, pestes de la guerra bacteriológica, hambrunas y envenenamientos por agentes químicos.
Les confesaré mi mayor miedo. Es a la estupidez de la masa cuando se identifica a líderes a los que le suponen saber hacer, y resultan no ser más que idiotas aplastados por su imaginario, reforzado por las exigencias incivilizadas de sus pulsiones sádicas y masoquistas.
Sergio Rodríguez
Psicoanalista, autor de: “En la trastienda de los análisis”
[1] Me refiero a la creencia del neurótico que en algún lugar está la garantía que él siente no tener
Dicho factor tiene efecto sobre las tres dimensiones en que se registra la experiencia humana. Cuando lo real de la sorpresa (lo que queda por fuera del saber sabido hasta ese momento) no llega a inhibir totalmente, lo simbólico trata de inscribirlo y tramitarlo de alguna manera. La sorpresa deconstituye el imaginario vigente. A veces la sorpresa es producida por apariencias puramente imaginarias. Volvamos a la epopeya española. Sabemos que la victoria de Hernán Cortés se debió en gran parte a que los indios suponían que en algún momento llegaría un dios blanco al que tendrían que subordinarse. Los españoles aprovecharon el color de su piel, para usar dicha creencia en favor de sus intenciones de conquista. Lacan analizó en "La agresividad en psicoanálisis" cómo los combatientes usan el peso de las imágenes para aterrorizar a sus enemigos. Esas imágenes pueden ser solamente plásticas, pero también sustentadas en acciones. Por ejemplo, exhibir en una pica la cabeza de un degollado.
Lo que hasta ahora es una guerra en ciernes se distingue en ambos bandos, por la utilización de nuevas armas.
Los norteamericanos anuncian que pondrán en ejecución todo su arsenal actualizado. Según declararon, la política de desaparición de personas será una de sus armas. Sabemos en carne propia como duele, ya que la experimentaron primeramente en nuestro país. Pero cuentan también con otras sofisticadas armas de espionaje y ofensiva. Satélites, informática, electrónica, rayos láser, armamento nuclear, químico, y bacteriológico, armaduras personales y escudos antimisiles, le permitirían producir en el enemigo enormes daños con pocas bajas propias. Buena parte de ese arsenal fue experimentado en Irak, Bosnia y los Balcanes en general. No obstante, no todo funcionó a la perfección. Según informaron las cadenas noticiosas habituales, varios de los soldados de la OTAN aparecieron dañados en la posguerra por radiaciones de los proyectiles que habían utilizado sus propias tropas. Al centrarse en cuidar que sus soldados sufran el menor daño posible para conservarlos como combatientes potenciales, les trasmiten el mensaje de que salvar la vida propia es un bien supremo. Bien supremo ironizado por un refrán habitual entre los militares para justificar las retiradas: "Soldado que huye, sirve para otra batalla".
Como parada imaginaria aterrorizante, inscribamos el planteo de Bush: - "Se está con EEUU o se está con el terrorismo"-
Del otro lado, diversas organizaciones integristas y fundamentalistas islámicas (no sólo las que responden a Bin Laden) han llevado a cabo muchas acciones con comandos suicidas. O sea, con gente que para el éxito de su acto guerrero, elimina su propia vida. El mensaje que forma a esa tropa es el de que su propia vida sólo es un bien, si se la pierde en función de ofrendarla para destruir al enemigo. El bien supremo reside en su "buena muerte" para cumplir esa misión.
No está de más recordar un hecho. La desintegración del imperio soviético produjo dos vectores que es conveniente tener en cuenta en el nuevo paralelogramo de fuerzas. El primero reside en que hasta entonces el monopolio del armamento más masivamente letal -el atómico- lo tenían dos grandes, poderosos, y ricos estados. La resultante era un equilibrio que anulaba la utilización de ese arsenal. La desintegración soviética y el ingreso al "club nuclear" por parte de la India y Pakistán introdujeron un cambio ominoso en el tablero. Estos estados tienen un "problema a solucionar", la densidad de poblaciones hambrientas. Encima, parte de esas poblaciones está animada por la idea antes expuesta -de la "buena muerte"- Para muchos de sus "halcones", disponer de armas atómicas es una tentación a mano, para "solucionar el problema". La segunda cuestión: el desmembramiento del imperio ruso, que no hay que olvidar tuvo como una de sus causas últimas la derrota del ejército rojo en Afganistán, trajo la desintegración, degradación y empobrecimiento de sus tropas. Lo que sumado al poder alcanzado por las mafias, entregó al tráfico ilegal, armas atómicas, químicas y bacteriológicas de destrucción masiva. Se cree que hoy están en poder de organizaciones de todo tipo, incluidas las creyentes en el suicidio para derrotar al enemigo. Algunas de esas armas pueden haber sido contrabandeadas al interior de países que dichas organizaciones consideran enemigos para ser activadas cuando lo consideren oportuno.
La reacción del gobierno norteamericano ha sido acentuar como estrategia defensiva sus aparatos de espionaje y vigilancia, junto a la restricción de las libertades civiles a la vez que la ampliación de las militares: autorización de secuestros, asesinatos, control de la prensa, etc. Ha habido pilotos de aerolíneas que pidieron licencia para portar armas.
Ante lo real de la "nueva arma" -los hombres misiles- los norteamericanos inspirados por el proverbialmente escaso de inteligencia George Bush y reaccionaron desde el imaginario del farwest y colgaron el cartel de Wanted! Life or death. Creo que cometen un error técnico, militar y político. Técnico, porque dejan de lado hechos como que una pelea en los límites acotados de un pasillo o una cabina de avión se transformaría en un descontrol que fácilmente sacaría de las pantallas de radar y de la comunicación radial a la nave durante más de 30 segundos. Según las últimas declaraciones de funcionarios del ministerio de defensa, eso obligaría a las FFAA de USA a abatirlo, cosa que probablemente ya ocurrió con el avión 4, caído en Pistburg. Militarmente, porque si para atacar Afganistán intentan pasar por Pakistán se colocan en serio peligro de encontrar una reacción poco amistosa de los chinos continentales, viejos aliados de los paquistaníes y en eterno alerta por la cuestión de Taiwán. No se puede olvidar que hace poquísimo tiempo derribaron en su territorio un avión espía de EEUU. Devuelto luego de ser prolijamente inspeccionado, en módicos paquetitos con más valor simbólico que práctico. La posible reacción china se podrá apoyar fácilmente en la mayoría Talibán, tanto dentro de la población como del ejército. Finalmente, error político porque le descompaginaría toda su política de alianzas.
Es evidente que nos encontramos ante un nuevo tipo de guerra. De un lado Atila Bush prometiéndole a quien no esté con él, que por donde pase no crecerá más el pasto. Del otro, quienes tienen la certeza de que accederán al mejor de los paraísos dejando su vida para matar indiscriminadamente a los otros. O sea: lo peor de la pulsión de muerte disparada a pleno. En la publicidad de un programa periodístico de la CNN una polemista dice: ¡Ojo por ojo y el mundo quedará ciego!. Nosotros podemos decir: ¡Vidas por vidas, y el planeta perderá, por lo menos una especie: la humana!
Este contexto hace crecer la angustia en los seres parlantes. En primer lugar, porque a ciencia cierta nadie sabe qué puede ocurrir. El derrumbe de las torres, derrumbó la ilusión de que en el planeta había algún lugar invulnerable. Las "garantías del Otro"[1], fueron duramente puestas en cuestión. En segundo, porque un cierto sentimiento de culpa se anida en muchos causado por la sensación de que lo que está ocurriendo se debe a que hay muchas cosas que los gobiernos votados por las mayorías hicieron mal. Por lo tanto, esa mayoría que los votó tiene también cierto grado de implicancia en lo que ocurre y peor aún; en lo que puede ocurrir. Estas son angustias ante lo real por una parte y ante la crítica del superyó por otra.
Pero además aparecen viejos sentimientos originados en causas actuales. Uno es el de siniestro. Lo más familiar, el prójimo, se vuelve absolutamente extraño y aún enemigo. La primera reacción es la segregación a los que se supone de la "otra" etnia, aunque hayan compartido Nueva York por varias generaciones. Distinguibles por el idioma de sus ancestros, los rasgos, el color de la piel. Dicha segregación no defiende a los que la ejercen. Los fundamentalistas islámicos han instalado una experiencia en la sociedad a la que se pueden identificar muchos otros desesperados. Estos pueden tener la misma piel, los mismos rasgos y el mismo idioma que los segregadores. No podemos olvidar a aquellos jóvenes del ejército republicano irlandés encarcelados en las prisiones de Gran Bretaña, que prefirieron morir en ayuno que ceder ante Margaret Thatcher, la "dama de hierro" del fundamentalismo neoliberal. Sus continuadores actuales, podrían recoger la "idea misil" y darle un disgusto grave a Tony Blair y sus ministros de la "tercera vía" pero carne y uña con el socio conservador. Recordemos que hace pocos meses el IRA en Londres, "embocó" un cohete en uno de los pisos de la legendaria Scotland Yard.
Lo siniestro, genialmente descrito por Freud en su antológico artículo, se hace espantosamente presente, lo más familiar puede resultar lo más peligroso.
Y finalmente los simples miedos. Freud distinguía a los miedos de la angustia, porque aquellos aparecían ante amenazas concretas. La angustia, que Freud planteó como sin objeto, Lacan prefirió describirla como miedo al miedo. La gente tiene miedo a que se desate la guerra con todos sus monstruos: arrasamiento de ciudades y poblaciones, pestes de la guerra bacteriológica, hambrunas y envenenamientos por agentes químicos.
Les confesaré mi mayor miedo. Es a la estupidez de la masa cuando se identifica a líderes a los que le suponen saber hacer, y resultan no ser más que idiotas aplastados por su imaginario, reforzado por las exigencias incivilizadas de sus pulsiones sádicas y masoquistas.
Sergio Rodríguez
Psicoanalista, autor de: “En la trastienda de los análisis”
[1] Me refiero a la creencia del neurótico que en algún lugar está la garantía que él siente no tener