Disgregaciones en la "aldea global"

Psyche Navegante Nº 59
Sección: La historia presente


Tema: Se cruzan una serie de condicionantes complejos que dificultan la constitución de imaginarios que aseguren el vínculo social. Esto, estimula la disgregación en la “aldea”.

El psicoanálisis, que nació de y para, la cura de las neurosis, fue captando que tanto los síntomas de ellas como cualquier otra formación de los inconscientes, se producen en la relación con los otros. A partir de ese descubrimiento su ética no puede ignorar como incide lo que ocurre socialmente, en la producción de dolencias psíquicas. Y por lo tanto el aporte que puede hacer a la sociedad, analizando con sus herramientas lo que en ella ocurre.

El análisis de su práctica, le enseñó a Lacan que las sociedades funcionan según cómo se les articulan los tres registros de la experiencia humana: real, simbólico e imaginario. Y que el que anuda los lazos sociales es el imaginario. Lo que es resultado de que los discursos con que se ordenan, son significados por los enunciados que en ellas circulan.

Parto de que para Lacan Imaginario significó: Imagen, sentido, efecto de sentido. Los imaginarios, sobre la base de reprimir deseos que funcionan inconscientes, soportan la función de la demanda que articula para bien y para mal el lazo social. Entonces, el Imaginario sostiene a los enunciados discursivos y a la posibilidad de los seres parlantes de funcionar en sociedad.

Enfermedades como la esquizofrenia, y otras demencias como el Alzheimer van destruyendo este registro y su función. En sus estados avanzados imposibilitan la relación con los demás. Fenoménicamente dichos finales presentan una fuerte disgregación de la apariencia humana. Lo que no ocurre con paranoias, melancolías y parafrenias, que también dificultan los vínculos sociales debido al carácter cerradamente egocéntrico que determina el imaginario reordenado a partir de alucinaciones y delirios, pero sin llegar a impedirlos en términos absolutos. A excepción de cuando llevan al suicidio.

En la crisis que atraviesa “la aldea”, llama la atención una fuerte tendencia a la disgregación de las sociedades actuales. Afecta duramente a los países mas pobres, entre ellos el nuestro y también a algunos de los más ricos, como EE.UU. Indicios: delincuencia por fuera de sus tradicionales códigos propios, corrupción desbocada trasminando todos los estratos de la sociedad y deshilachando el entramado social, difusión masiva de diversas adicciones, degradación económico social de continentes enteros como el africano y en parte el sudamericano, degradación del ecosistema con consecuencias graves como los grandes deshielos y sus efectos sobre mares y climas, subidas y caídas abruptas de nuevas formas religiosas (como las de los pastores electrónicos o algunos segmentos evangelistas), reciclamiento de antiguas creencias orientales asociadas a prácticas de formas de vida, hábitos alimentarios y curativos. Convulsiones de liderazgos políticos y de corporaciones económico financieras, ausencia o debilitamiento extremo de creencias políticas, caída de la influencia de las religiones monoteístas más tradicionales como la católica y la judía, introversión del Islam, fragmentación de países, guerras desencadenadas en contra de la mayoría de la opinión pública mundial y de la ONU como su sistema de representación, decadencia sin claras sustituciones alternativas de la familia monogámica paterno céntrica en las geografías en que predominaba, “transparencia” obscena, banalizada y de mal gusto de los grandes medios masivos de comunicación particularmente la televisión. Al mismo tiempo que con la selección con que destacan noticias, generan una realidad demasiado desligada de lo real y en consecuencia impotente para su tratamiento.

Las causas que parecieran soportar esta fenoménica tienen como característica la de funcionar como tales, al mismo tiempo que resultar efectos. La principal, es la ruina progresiva del imaginario social, su disgregación. Reconozco como principales cuatro causas interrelacionadas. 6.1) La explosión ocurrida con el desarrollo tecnológico, alegóricamente similar a las de la fisión nuclear. Particularmente referido a la informática, comunicaciones, materiales duros, robotización de la producción, reingeniería de la comercialización. 6.2) Como efecto de todo eso, aceleración y condensación de la actividad laboral en quienes se mantienen empleados. 6.3) Hegemonía de la economía por parte de los grandes capitales financieros basados principalmente en las bien llamadas sociedades anónimas. 6.4) La obstinación de los seres humanos en reproducirse, que combinada con la “epopeya” médica de alargar la vida está superpoblando el planeta. No en relación a sus potencialidades naturales y la multiplicación de las mismas por los desarrollos científicos y técnicos, sino a la modalidad de aprovechamiento de estos. Los desajustes que se están produciendo en la estructura de producción, llevan no sólo a que la cantidad de pobladores es muy superior a lo que está en condiciones de soportar, sino que contiene además un número de longevos que revientan los sistemas actuales de seguridad social y familiar. Francia y Alemania son ejemplos últimos. El nuestro, ya es crónico.

La explosión tecnológica ha generado la capacidad de producir cada vez más con menos mano y seso de obra. Para lo cual se requiere una alta capacidad y concentración mental en los que manejan las nuevas máquinas. 7.1) Efecto de eso y también del desarrollo de las comunicaciones (el teléfono celular y el mail son ejemplos patentes) se acelera la actividad de los que se mantienen empleados, tomando un paso demasiado alejado del paso humano Lo ejecutivos y directivos de las grandes corporaciones han pasado del antiguo “full time” a lo que ellos mismos denominan “full life”, sin tomar debida nota de lo que dicen. No registran que están diciendo que ofrendan su vida entera a la empresa. 7.2) Pero la posibilidad de producir con menos manos y seso de obra, cruzada con la tendencia de los amos a seguir la regla del máximo beneficio, que no depende de buenas o malas intenciones sino de la repercusión en las posibilidades de competir, expulsa trabajadores del mercado laboral. Lo que está llevando a la paradoja de que se produce para precios cada vez más bajos a la vez que para un mercado de clientes cada vez más estrecho. Habrá que ver si los economistas, patronos y políticos se ingenian para resolver este cuello de botella, de lo contrario la especie peligra. Entonces: a la vez que crece el desempleo estructural, aumenta en tiempo y condensación la actividad de quienes conservan sus empleos. Lo que se manifiesta en estrés, agotamientos físicos y mentales, mayor sensibilidad para el desencadenamiento de cuadros depresivos, sicóticos, fenómenos psicosomáticos y síntomas anoréxicos y bulímicos.

La hegemonía del capital financiero (fondos de inversión, AFJP, bancos, corporaciones para la compra reingeniería y venta de empresas) trae como resultado: 1) se pierde el “oficio” particular de cada capitalista y la única referencia pasa a ser la obtención de mayores ganancias dinerarias. Lacan decía que el “dinero es el significante que mata todas las significaciones”[i]. El capitalismo hegemónico actual, es un capital que no promueve para las masas ninguna ilusión sobre su razón de existir. Y tienta a los capitalistas a desembarazarse del riesgo y el esfuerzo de encabezar producciones industriales. Apuesta a punto y banca. Por otro lado es un modo de producción en que los amos han perdido la relación presencial, cuerpo a cuerpo, cara a cara con los trabajadores de las empresas en que invierten. Queda esa función a los ejecutivos de las mismas. De esa manera los trabajadores no son más que números en planillas. Lo que les torna más fácil borrarlos, sin sentir afectados sus sentimientos.

La longevidad estimulada por la medicina actual promueve la subsistencia de masas cada vez mayores de seres humanos marginados de la producción y pendientes de los seguros sociales con estados debilitados por la transferencia de lo que eran sus fuentes de ganancias a las empresas privadas.

El entrecruzamiento de todos estos factores ha volteado en dominó a los que la Cultura rosada llamó grandes relatos y la neoliberal ideologismos. En nuestra lalengua lacaniana: imaginarios. Al no estructurarse alternativas que los reemplacen, cayeron todo tipo de ilusiones fuera del dinero. El dinero no sólo es incapaz de impedir la disgregación, sino que la estimula. El dinero solo no da imágenes ni rasgos para la identificación. Hay lugar solamente para deseos puros, puros deseos sin objeto que dibujen fantasías, escenas de realización. El deseo puro impulsa al sacrificio y/o la agresión, al matarse por matarse y al matar por matar. Un ejemplo último es el crecimiento de suicidios sin enunciados epopéyicos en las tropas norteamericanas en Irak.

En todo este panorama merece un párrafo aparte la función de la religión y en particular la católica. Los intelectuales, en gran proporción, cultivamos el ateísmo, o nos declaramos agnósticos y de prácticas laicas. Eso nos ha llevado mayoritariamente a operar críticamente hacia las religiones. Recorrió el planeta la afirmación de Carlos Marx: “La religión es el opio de los pueblos”. Apoyada en la gula de rating de los medios y en cierta ayudita de personajes y capitales tipo Bush, se ha extendido una campaña de denuncias contra perversiones sexuales extendidas entre algunos curas y obispos católicos en EE.UU. y Centroamérica (caja de resonancia de su norte). Llamativamente la misma tomó más cuerpo durante la guerra contra Irak y con denuncias sobre hechos ocurridos hasta treinta y cuarenta años antes. ¿Habrá tenido algo que ver esta repentina campaña moralizadora de los mass media, con que el Papa tomó una decidida posición contra la guerra? Las religiones más tradicionales juegan una función importante en el sostenimiento de un imaginario que soporte al vínculo social. Ahí está el beneficio que aportan y también el perjuicio. Beneficio en tanto pueden favorecer una relación más civilizada entre la gente, sabemos que no siempre lo han hecho. Perjuicio, en tanto favorecen un conservadorismo no siempre beneficioso y que obstaculiza las novedades, a veces favorables. Ocurre como con la televisión, son opiáceas. Pero acolchonan agresividades.

La gran diferencia que tienen con las prácticas de pastores electrónicos y brujos y brujas de barrio, está en que el paraíso lo ofrecen para el más allá, lo que les permite mantener encendidas esperanzas y su función de ligar a la gente. Los electrónicos prometen todo ya. Salvar, curar, conseguir trabajo, arreglar problemas de amores, etc., en medio de grandes show hipnóticos que generan atmósferas transitorias de enamoramientos. Salidos del templo o de la casa del brujo, cada uno vuelve a encontrarse con la dureza de la vida y los efluvios caen hechos trizas. Por eso esas prácticas, a la vez que atraen permanentemente grandes masas, logran retenerlas poco tiempo.

Planteo que frente a las religiones como ante cualquier fenómeno humano, hay que funcionar analíticamente para detectar los pro y los contra en función de las circunstancias que se atraviesan en cada tiempo. En estos, las religiones están favoreciendo mucho más el sostenimiento de imaginarios necesarios que ciertas prácticas económicas y políticas que los está destruyendo.



[i] “La carta robada” en Los Escritos