Revista Psyche Navegante N° 58
Seccion: Ultima Hora
Tema: La renegociación de la deuda externa desnuda lo más humano de la estructura. Esta, sostenida entre las paradojas del narcisismo, el deseo y el goce, tiende a la corrupción. Sus síntomas dan el tono de correlaciones de fuerzas, a veces también paradojales.
El “festival” menemista dejó un país en ruinas. “El jefe y sus apóstoles” vendieron la parte productiva de las propiedades del estado. Argumentaron: 1) que los capitalistas por propio interés las harían producir mejor, lo que redundaría en beneficio tanto de sus trabajadores como de sus usuarios –Bernardo Neustad- dixit, 2) que esa política nos haría entrar con ventajas en el “primer mundo” y la “globalización” 3) que con el producido de dichas ventas nos desprenderíamos de la abultada deuda externa que había ido acumulando la dictadura y luego el gobierno de Raúl Alfonsín.
Terminado el “apostolado” se hizo evidente que: 1) la mayoría de las empresas privatizadas se dedicaron a acumular grandes ganancias que remitieron al exterior y descuidaron mantenimiento y mejoras. Otras fueron recicladas y revendidas varias veces (como algunas multimedias y editoriales). En consecuencia: los servicios que inicialmente fueron mejorados, progresivamente se están deteriorando. Varias abultaron sus “ganancias”instalando trampas contables y de letra chica, estafas mínimas a los usuarios. Lo engorroso de los trámites para resarcirse y la escasez de los montos, en general paralizaron la defensa de los consumidores. Montos escasos para cada consumidor, pero sumados, ganancias enormes para los estafadores. 2) lejos de entrar al mítico “primer mundo” pasamos a detentar una de las economías más regresivas de la “aldea global”, que nos hundió en los últimos lugares del ranking planetario. 3) Retirado Menem por efecto dos votaciones sucesivas, mediadas por la revuelta masiva contra el continuista De La Rúa, la deuda externa es muy superior a la heredada por “el jefe”.
El gobierno actual lleva adelante las negociaciones para su pago sobre la base de dos presupuestos básicos: 1) producir una quita importante en el monto a pagar 2) en su defecto estirar los plazos de pago a 42 años. “Muñecos” como López Murphy, que como ministro de economía de De La Rúa no llegó a serlo 18 días por los despropósitos que dictaminó como reajuste para “honrar la deuda”, insistió en sus campañas electorales con dicha posición. Puso en juego supuestos valores morales para avalarse.
El pago de una deuda adquirida en las condiciones en que la fue adquiriendo Argentina: ¿es una cuestión moral? De serlo: ¿de que moral se trata? No cabe duda que de una amoral[i] como resultado de su ética corruptora. ¿Pero, esta ética produce simplemente víctimas y victimarios?. ¿Es efecto exclusivo de la maldad de “los malos”? ¿Qué podemos dilucidar de ella los psicoanalistas a partir de la experiencia y utilizando la lógica y formalización de los discursos inventada por Lacan, así como la del anudamiento borromeico de la experiencia humana? ¿Esas elucidaciones pueden tener algún sentido práctico para pensar el futuro político, económico y social del país?
La adquisición y el desarrollo exponencial de la deuda externa argentina responde estrictamente a la estructura de discurso del estafado, absolutamente equivalente al del corrupto. Podemos escribirlo de esta manera: Discurso del corrupto =
Y leerlo así: el corruptor desde el lugar de la verdad de ese discurso sostiene al corrupto como agente que opera sobre los otros, tomándolos como puros objetos. Dicha posición de objeto, produce sujetos divididos entre sus síntomas. A veces fascinados buscando identificarse al corrupto, otras enfrentándolo angustiados y enfurecidos (diciembre del 2001). Muchas veces, al modo de la renegación, coinciden ambas ideas al mismo tiempo. Es un discurso formalmente homólogo al universitario. De ahí que en los otros produzca también síntomas similares. Lo mismo solemos encontrar en la estafa. El estafado se queja a los oídos de quienes se presten para oírlo. Pero si uno no es ensordecido por lo que oye y escucha que dice el estafado en lo que dice, puede advertir que es muy común que el estafado lo haya sido obnubilado por sus propios deseos de estafar. Ilustro: -cierta vez me hallaba haciendo un trámite en una comisaría y entró una anciana desesperada. Había sido estafada. Le habían hecho uno de los cuentos más habituales. Al salir de un banco luego de cobrar su jubilación, alguien con cualquier pretexto, le pidió que le cuide un supuesto paquete de dólares. Para avalarse le mostró los que estaban arriba de todo. Le explicó que lo razonable era que le pidiera una garantía. En “caución” se llevó el sueldo de la viejita. Como no volvía la anciana desenvolvió el envoltorio y encontró unos pocos dólares en la cubierta y una gran pila de recortes de diario, rellenando el resto-. La pregunta lógica es: ¿Por qué la anciana aceptó el encargo del desconocido, entregó su aval y se quedó esperando? Porque consciente o inconscientemente se le cruzó la fantasía de que, tal como ocurrió, el extraño no volvería. Ella entonces, se apropiaría de una suma de dinero mucho mayor que la que había cedido en garantía. Esta parte de su cálculo es la que la hizo “caer” en la estafa.
Las AFJP y los “jubilados y plomeros” de Alemania o cualquier otro país europeo, ocupan el lugar de la viejita. Entregaron sus dineros a fondos de inversión buitres que les prometieron ganancias extraordinarias prestándole ese dinero a economías que no eran sustentables (como les gusta decir ahora a consultoras, economistas neoliberales y políticos de igual signo). El viejo refrán, “la avaricia rompe el saco”, volvió a mostrar su sabiduría. Kirchner les dijo que lo que el gobierno propone es lo que van a poder cobrar, porque a los muertos no se les puede cobrar nada. La política que estimularon los “vivos” de esos fondos mató nuestra industria. Eso, por los que se rasgan las vestiduras por haberse dejado estafar por esos fondos y buscan creer que la Argentina es quien los estafó.
Pero y de nosotros los argentinos ¿qué?. No debemos “sacar el cuerpo”. Particularmente los dirigentes políticos menemistas, sus aliados dentro del peronismo y gente como Chacho Álvarez y De La Rúa que continuaron la “convertibilidad” de Cavallo buscando asegurarla reinstalándolo en el Ministerio de Economía. Tampoco debe sacarlo aquella masa que renegó de lo que era evidente y reeligió con “el voto cuota” a Menem, aborto del “parcto” de Olivos con Alfosín y su séquito. Parte de ellos votaron luego a esa Alianza sin principios que llevó de presidente a “un muñeco sin pilas” y con el programa continuista de los 90 del XX. Parte de ellos después de haber caceroleado contra el “corralito” terminaron votando a Nito Artaza que iba de candidato por el partido que gobernaba cuando se lo instaló, o por Mauricio Macri, delfín de Franco, uno de los más beneficiados con los negociados “del Jefe”. Puede facilitarnos entender este fenómeno, recordar que no se manifestaban alternativas más o menos consistentes al “pensamiento único” delineado por los Thatcher, Reagan y los teóricos del fundamentalismo neoliberal. ¿Pero fue esa la única razón? Nuevamente acudirá en nuestra ayuda el esquema de discursos. La articulación corrupto corruptor, para tomar dimensiones muy amplias como ocurrió en la Argentina en la década del 90, precisa extender el fenómeno a una parte amplia del tejido social, necesita cómplices a escala. Es entonces que el corrompido fusionado con el corruptor busca corromper a otros. Ese fenómeno podemos escribirlo así: Discurso del corruptor =
Y podemos leerlo de esta manera: la asociación de corruptores y corruptos para “ampliar negocios” apunta a corromper a sectores numéricamente importantes de las sociedades. Para lo cual dejan caer sobre ellos “migajas del banquete”que generen encandilamientos. Esto no sólo se expresa en la utilización de reparto de mercaderías a “punteros” y votantes. También chantajean con los altos niveles de desempleo a los que mantienen sus empleos, y sobornan con planes asistencialistas a los desempleados. Por eso prefieren no impulsar reactivaciones de la economía manufacturera que al emplear a la gente, le generarían mejores condiciones para tironear en negociaciones salariales y de condiciones de trabajo. De ahí que este discurso logre embolsar como corrompidos a los mantenidos en sus trabajos. Y que como plus producto produzca no sólo mercancías sino también desempleados. Claro que la verdad que sostiene a dicho discurso es la escisión del sujeto que sostiene al agente y que queda dividido entre sus ambiciones y el sentimiento de que “tira demasiado de la cuerda” como lo reflejan las palabras de George Soros citadas al pie. Es un discurso que en se efecto de producir no sólo mercancías sino también desempleados, se emparienta con el discurso del capitalista discernido por Lacan. Pero no es el mismo.
Las medidas aplicadas hasta ahora por Kirchner apuntan a poner nuevamente en pie la producción más que a ampliar los planes asistencialistas. A la vez no deja caer a estos de golpe por no tener aún como reemplazarlos. Esta política le ha dado tela a alguna minoría de dirigentes de agrupamientos piqueteros minoritarios para tratar de tensar al máximo los ánimos sociales. De eso formó parte “el apriete” al ministro de trabajo en su despacho, respondido prestamente por el gobierno con la denuncia ante la justicia.
Se levantaron un coro de voces oponiéndose a la judicialización de la protesta social. Es lo deseable, pero para eso la protesta social debe mantenerse dentro de los márgenes legales. De lo contrario se estaría buscando anomia y anarquía. Probablemente desde un imaginario revolucionario que mostró su fracaso rotundo durante el siglo XX y que no encuentra razón actual, en tanto el gobierno se ha mantenido estrictamente dentro de los marcos de la ley.
En todo este maremagnum de acontecimientos, algo que llama la atención es que un cantidad importante de políticos que acompañaron con sus votos las propuestas de Menem y De La Rúa. Eso encuentra explicaciones diversas. Oportunismo y arribismo ante el apoyo de que dispone el Presidente y su política, evidenciado en las elecciones que mayor número de votantes abarcaron. Pero en los menos deshonestos de dichos políticos también ha golpeado la experiencia. Se les hizo evidente que la utopía neoliberal no sólo llevó al país al desastre sino que los dejó a ellos sin base de sustentación durante el período en que la gente en la calle gritaba ¡que su vayan todos!. Los políticos también quedan tensados como sujetos entre los tres registros (R.S.I.) de la experiencia. Cuando lo real recubre al nudo, buscan imaginarios para tratar de armar nuevas realidades, nuevas articulaciones entre lo simbólico y lo imaginario que les permita atrapar la política como objeto. Perciben que sino se les escurre. Es un fenómeno repetitivo en toda sociedad. En él se basan los diferentes tipos de transferencia que se arman entre sectores de la masa y distintos jefes corporativos. En esa lógica van cambiando posiciones muchos líderes políticos y sociales. A veces genuinamente. Otras, buscando “que algo cambie para que todos siga igual” como dijo Lampedusa en el célebre Gatopardo.
Los analistas de la política y los movimientos sociales debemos tener en cuenta esta diversidad de movimientos y posibilidades.
[i] En el diario La Jornada de México Georges Soros, insospechable de anticapitalista, dijo: “Al buscar remedios no basta con hacer escarmiento en unos cuantos delincuentes: todos estamos implicados y deberíamos rexaminar nuestra visión del mundo./../ El fundamentalismo del mercado es una ideología falsa y peligrosa. Es falsa por lo menos en dos aspectos: en primer lugar, interpreta en forma por demás errónea el funcionamiento del mercado, pues da por sentado que los mercados tienden al equilibrio y que éste garantiza la distribución adecuada de recursos. Los economistas académicos han ido mucho más allá del equilibrio general -la teoría en boga son los equilibrios múltiples-, pero los fundamentalistas del mercado siguen creyendo que están respaldados por principios científicos sólidos, no sólo de economía, sino por la teoría de la supervivencia del más apto enunciada por Charles Darwin. En segundo lugar, al equiparar los intereses privados al interés público, los fundamentalistas del mercado confieren una calidad moral a la persecución del interés individual. Pero si los mercados financieros no tienden al equilibrio, como sostiene la teoría de la reflexividad, tampoco se pueden equiparar los intereses privados al interés público. Dejados a su propio arbitrio, los mercados financieros son proclives a conducir a extremos socialmente destructivos. La falacia de atribuir calidad moral al mecanismo del mercado cala aún más hondo. Lo que distingue a los mercados es precisamente que son amorales, es decir, las consideraciones morales no encuentran expresión en precios de mercado.”