Ciudad Futura Nº 1

01 de agosto de 1986


El error de un acierto
Por Sergio Rodríguez


A veces no es difícil organizar la memoria, especialmente cuando los hechos no sucedieron mucho tiempo atrás o también, cuando se trata de hechos demasiados importantes como para que puedan ser facilmente corroídos por el olvido.

Recuerdos

16 de junio de 1955. Bombardeo sobre la Casa de Gobierno. El Partido había dicho: en caso de golpe, salir a la calle. Allá fuimos con un camarada y un amigo. Una columna de humo se elevaba tras “la rosada”. Las primeras manifestaciones de gráficos y metalúrgicos llegaban en ropa de trabajo, la mano desnuda, al grito de ¡la vida por Perón! ¿Y el Partido? Ausente. Los comunistas no encontrábamos dónde situarnos.

Septiembre de 1955. El Partido terminaba todos sus llamamientos con una frase: unidad de comunistas, peronistas, radicales, socialistas, demócratas-progresistas y demócratas-cristianos contra el golpe de estado. Mi padre, antiguo ex-comunista, contradecía la consigna del Partido: tenía ilusiones en la Marina como la mayoría de los afiliados. Esas ilusiones tenían alguna lógica, pues en la Segunda Guerra Mundial la marina había simpatizado con los británicos. De ahí su imagen democrática. Desde el 4 de junio de 1943 hasta entonces, la izquierda había sido muy perseguida; aún caliente el cadáver de Ingalinella.

Tras el triunfo del golpe, el PC convocó a la plaza a la asunción de Lonardi, supuestamente a “presionar” en defensa de YPF. ¡YPF sí, California no!, se perdía entre los cánticos y bocinazos de la “paquetería” que, haciendo la churchiliana V de la victoria, gritaba ¡libertad!

Junio del `56 y lo que vino después nos enseñó de qué se trataba: libertad para matar obreros.
Los comunistas nos centramos en la lucha reinvindicativa aprovechando la “libertad”. Y también agarramos algunos sindicatos.
Si alguna duda nos asaltaba, el ejemplo soviético nos tranquilizaba. Más allá de las calumnias burguesas, ese ejemplo era la garantía. Hasta que el XX y XXII Congreso del PCUS y el conflicto chino-soviético, en la vorágine de una década, conmovieron también esa creencia.

1963. Las viejas certezas ya no pueden sostenerse, el responsable sindical de la Fede de Capital y otros, se fraccionan con los círculos Recabarren. Portantiero y otros con Vanguardia Revolucionaria. En Córdoba, Arico y lo que va a ser Pasado y Presente.
Se había consolidado la revolución cubana. Para muchos, una nueva ilusión. El Comandante Segundo, con heroísmo ciego, la encarnaba en los montes de Salta. Nada se entendía, administraba Illia.

Los duros dimos nuestra última prueba de fidelidad al Partido, aplicando su lógica: al que “duda” se le “explica”, al que se opone se lo echa. Pero ya nada era igual, muchas cosas pesaban sobre nuestras espaldas. En el choque entre “azules y colorados” el Partido nos había empujado al apoyo a los azules.

Se nos precipita a la disidencia. Codovilla “descubre” el “giro a la izquierda” en el peronismo. Se siente en buenas condiciones para hacer borrón y cuenta nueva. Convoca al XII Congreso, postergado durante más de 15 años. Por toda explicación: lo mejor atentó contra lo bueno[1]. Lanza la idea del partido unido de la revolución socialista, según el nuevo molde de la revolución cubana, de acuerdo al cual impulsa una consigna secreta instrumentada hasta ciertos niveles de dirección: preparar el futuro “ejército popular revolucionario”. Los cuadros de la juventud y buena parte de los Partidos se sintieron vivificados y se lanzaron a la tarea. “Curiosamente”, cuando Onganía dio su golpe, o sea, cuando se cerraron las posibilidades democráticas de acceso al poder, la nueva tarea fue desechada. En cambio, en pleno gobierno de Illia, la dirección nos había mandado a incendiar colectivos dentro de los planes de Vandor.
Un lector desprevenido puede preguntar ¿a qué tanto recuerdo?

No hubo errores, no hubo excesos

Tanto recuerdo para mostrar que hoy, en la preparación del XVI Congreso del PC, no se discuten errores del pasado sino una historia, efecto de la lógica de una línea.

Una lógica cuyo axioma es: los representantes no son designados por los representados, sino que se creen tales en tanto diseñan un programa de transformaciones económico-sociales y un lineamiento de acción que, según creen, es el que corresponde a los sectores sociales que creen representar. Pero que además, “por el peso de las ideologías dominantes, esos sectores no harán suyo hasta mucho después de la toma del poder”. Si uno se guía por el hecho de que en los países que dominan los comunistas nunca se permitieron elecciones pluralistas, se puede llegar a la conclusión de que es un programa y una acción que los sectores que creen representar nunca han hecho plenamente suyos. Ese axioma, que condensa su concepción de partido y de poder, tiene como consecuencia no aspirar al poder por vía democrática. A él solo aspiran a través de caminos que hagan posible el asalto, sin esperar a ser mayoría. Para ello deben poner su reflexión en cómo ser más poderosos en la contienda armada y en cómo atraer hoy a alianzas (trampas) a los enemigos de mañana.

Para esta lógica es imprescindible la alianza con algún sector de las Fuerzas Armadas. Y en ellas no interesan particularmente los sectores que aspiran a un funcionamiento democrático de la sociedad, sino los que tengan sueños de grandeza. Elegir por los nacionalistas o los liberales trae sus consecuencias. Tradicionalmente las diferencias que aparecen dentro de la cúpula del PC argentino no giran en torno de discusiones sobre el mantenimiento de una política independiente o la renuncia a la misma, por lo general esas diferencias están relacionadas con distintas apreciaciones sobre cuál es el sector de las FFAA con el que conviene aliarse. Vieja discusión entre el Condovilla “nasserista” y el Rodolfo Ghioldi “liberal”.

Este es el fondo de lo que sostiene Athos Fava cuando dice que la más grave equivocación fue no haber vislumbrado con suficiente claridad el monstruo que se estaba gestando en el país con el arribo de los militares al poder[2].

Necesariamente, también las alianzas políticas y sindicales son pensadas desde aquél núcleo axiomático. Si se cree que el nacional-populismo es un buen camino hacia el poder, el arco de alianzas tendrá ese sello y habrá que estar dispuestos a tragarse los sapos que sea preciso, inclusive ahorcados, fusilados o en nuestro caso, desaparecidos. A la vez, será necesario despreciar la democracia y combatirla, pues facilita …los proyectos de dominación clasista, de modernización de la dependencia, de establecimiento de nuevos diques de contención a las masas[3]. En cambio, si se piensa que el populismo no puede jugar un papel revolucionario, entonces se opta por apoyar las “brechas democráticas” que den un respiro para la acumulación de fuerzas, aunque sea al precio de resignar reivindicaciones sociales. Efecto de esa tradición es que las jóvenes oposiciones, como parece ocurrir actualmente, pongan sus ojos en experiencias guerrilleras (ahora se da con la salvadoreña) apuntaladas a su vez en experiencias asiáticas, y se propongan hacer, a partir de pequeños agrupamientos izquierdistas como el Frepu, la mancha de aceite que se expande entre los incautos.

Todas esas “versiones” que también hoy seguramente fundamentan a diferentes fracciones, son efecto de distintas modalidades de elaboración del mismo núcleo axiomático.

El error del acierto

1966-1967. La situación en la Fede se hace insostenible. Fracasado un intento de “ablandamiento”, el Partido interviene a la juventud, con lo que decidimos la escisión. Acierto.

Independizada del adversario, se acabó la cohesión de la oposición. Como en el don Pirulero, cada cual atendió su juego. La fragmentación siguió tres líneas principales. Dos, tomaron como referente la problemática nacional: los que se integraron a la experiencia FAL-ERP, desde la óptica del guerrillerismo marxista-leninista y los que fueron agregándose tras FAL 22-ERP 22-FAR-Montoneros, en un intento de fusionar el marxismo-leninismo con el peronismo. Y en lo que finalmente sería el PCR primó el criterio –sustentado por Otto Vargas- de centrarse en un referéndum internacional: primero la URSS, hasta que la entrada de los tanques soviéticos en la Praga de Dubceck la tornó insostenible; luego la ilusión en el eje Cuba-Corea-Vietnam, y por último China. Esto tuvo consecuencias pues a partir de su acercamiento a los dirigentes chinos, el PCR orientó sus alianzas por el rasero del antisovietismo, según las enseñanzas de la otra cara del espejo, el PC, que piensa las suyas según el comercio de la URSS. (Teniendo esto en cuenta, sería interesante que el XVI Congreso del PC computara a la cuenta de la propuesta de “convergencia cívico-militar” con Videla, la posición de éste favorable a la URSS cuando los países de la OTAN decidieron el boicot cerealero por la invasión a Afganistán. Gentileza que, no está de más recordar, la URSS y algunos de sus aliados devolvieron en la ONU obstaculizando el tratamiento de la cuestión de los derechos humanos en la Argentina).

Cuatro presupuestos

1) Autoasignación de la representación de la clase (iluminismo de vanguardia).
2)Descreimiento en la vía democrática para el acceso al poder; imprescindibilidad del aliado militar.
3) Dictadura de los representantes autodesignados.
4) Delegación en algún país extranjero del liderazgo revolucionario.

Tales fueron los presupuestos de aquella época, que hoy reivindican algunos en el PC. Creímos que desplegando rigurosamente su lógica “tocaríamos el cielo con las manos”. Sólo los terribles golpes posteriores nos hicieron a algunos, reflexionar y entender que si para pensar la cuestión del acceso al poder nos habíamos equivocado de época y de lugar, en relación al tipo de poder (dictadura del Partido, la burocracia y las nuevas Fuerzas Armadas) tampoco habíamos sacado las consecuencias ocurridas en los países comunistas entre finales de la década del `50 y comienzos de los `60.

Todo parece indicar que la oposición de izquierda, con posibilidades de ganar el Congreso del PC, enceguecida por las vilezas oportunistas de la vieja dirección no ha sacado las consecuencias apropiadas de la experiencia de los del “66”. Si así ocurre será lamentable por ellos y por una sociedad que no está en condiciones de soportar nuevas aventuras.




[1] Tal fue la síntesis de la razón por la cual el PC no realizó sus Congresos durante más de 15 años.
[2] Athos Fava, “Crisis”. Nº 42
[3] Athos Fava, “Qué pasa”, Nº 272, 23 de mayo de 1986.