Súbitamente murió Ricardo Estacolchic

Queridos seres queridos de Ricardo, estimados compañeros de la Escuela Freudiana de Buenos Aires a quienes agradezco la invitación a participar de este homenaje, y demás compañeros del movimiento psicoanalítico.

Ricardo Estacolchic era una buenísima y bella persona. Además un gran psicoanalista. Les leeré uno de los múltiples mensajes que me llegaron y que habla de eso mejor que como lo puedo decir yo. Es de Gustavo Aranda, que fue uno de sus amigos dilectos cuando vivió en Buenos Aires y con quien seguía carteándose: "Querido Sergio: gracias por avisarme, aunque sea una tan triste noticia. Hemos perdido un amigo incomparable. Hace poco le decía en carta manuscrita, que era como preferíamos comunicarnos, que siempre lo asociaba a esos versos de Borges, referidos a otro Ricardo -Güiraldes- célebremente macanudo también: Nadie podrá olvidar su cortesía./Era la no buscada, la primera./Forma de su bondad, la verdadera./Cifra de un alma clara como el día.

Ricardo Estacolchic fue un hombre complejo, tanto y probablemente más, que el común de los mortales. Pero con una particularidad que no a todos distingue: quiso vivir su vida de tal manera que sintiera que valía la pena vivirla. A eso los psicoanalistas solemos definirlo desde Lacan: como que trataba no ceder en su deseo. Por eso recurrió a analizarse y llevó su análisis hasta el final, sin darse tregua cuando eso dolía o resultaba difícil. A partir de cierto momento de aquel, buscó enfrentar las complicaciones que le traían a él y a sus seres queridos sus deseos en su relación con su goce, tratando que los daños imposibles de evitar, resultaran los menores posibles para ellos y para él. Ordenó sus complicaciones de tal modo, que cada uno de nosotros recibió de él, lo más que podía dar. Nunca pedía nada a cambio, pero recibía gozoso lo que se le daba.

Tensó hasta los límites de lo imposible sus complejidades. Quizás, cuando como Ícaro decidió ir más allá, su corazón le dijo basta. Pero no había sufrimiento, ni dolor, ni temor en su rostro. Tal vez descanso. Seguramente no advirtió que se moría, por lo tanto perdió la vida contento, se sentía en su mejor momento. Estaba muy alegre por haber hecho su pase, y por estar investigando febrilmente sobre el final de análisis. Estaba muy contento también, con que bajo su presidencia la Escuela Freudiana de Buenos Aires hubiera podido comprar esta linda casa. Era tan genuinamente modesto, que una vez comentando el asunto le dije: "la verdad, es que la gente de la Escuela tiene que hacerte un monumento, no sólo terminó el ejercicio sin déficit sino que además se compraron una casa" Riéndose me contestó: "No te olvides que soy un ruso" a lo que riéndome le retruqué: "bueno, pero no sos el primer ruso que es presidente de la escuela" lo que terminó el episodio en medio de nuestras carcajadas. Así fue buena parte de nuestra relación, y no porque tanto él como yo no hayamos atravesado dramas y hablado amistosa y francamente de ellos. Pero en algún momento surgía un toque de humor. Eso me hizo decirle alguna vez: "gracias al análisis pasaste de ser un personaje de Dotoievsky a uno de Sholem Aleijem". Observación que lo puso muy contento.

Pocos días antes de su muerte, hablábamos sobre algún tipo de analistas que cree poder saber que es lo mejor para sus pacientes e intentar inducirlos a eso. Entonces me dijo: "mirá, no sé a cuantos de los muchos que traté habré curado, pero si sé que a ninguno le hice daño porque siempre me guié por el respeto al sujeto". En ese dicho, resumió, lo fundamental de su ética.
Se arregló lo mejor que pudo con su vida. Se fue de ella sin demasiadas deudas, en cambio somos muchos, los que tendremos que hacer honor a nuestras deudas con él. Seguramente por las calles de Buenos Aires, por la plaza de Sarmiento y Bulnes, o por algunos de sus bares, lo encontraremos con su caminar cansino, o jugando al ajedrez con jubilados, o haciéndonos reír con algunas de sus humoradas o de sus gestos desmedidos.

Paulo Medeiros, un colega brasilero me envió un hermoso mensaje de condolencia. En una de sus partes cuenta que Joao Guimaraes Rosa cuando se hizo cargo de su asiento en la Academia Brasileira de Letras dijo: "as pessoas nâo morrem, ficam encantadas" . Y Medeiros, obviamente refiriéndose a Ricardo agregó: "Assim o creio em relaçâo a certas pessoas". Comparto su creencia.
Lo único que enseña el psicoanálisis, es que lo importante de un hombre no es su muerte, sino, si vivió su vida. Ricardo Estacolchic la vivió hasta su máxima tensión.

Cuando relató su pase en Intersecciones, contó lo que consideró su sueño de fin de análisis. No lo recuerdo en toda su extensión, sí que transcurría en un acto quirúrgico en el que en un momento el cirujano le dice: "paquete vasculonervioso". Días después, charlando sobre el mismo le hice notar el juego significante, a lo cual me respondió con una risotada cómplice. Como amigo que soy, no puedo contener un dejo de resentimiento y repetirle lo que su Otro le espetó en el sueño que él elaboró: "¿pa' que te vas, culo nervioso!"

Sergio Rodríguez 11 de abril del 2001