Nuevas ofertas tecnológicas + voracidad = cansancio y fallas de memoria

Dos fenómenos han ido extendiendo su presencia en nuestros consultorios en estos tres últimos años, aproximadamente. Ya en los comienzos de las actividades anuales, recién terminadas las vacaciones y casi sin distinción de edades, se manifiestan quejas por cansancio y contracturas de diversas partes del cuerpo; en particular cintura escapular, sumada a veces a lumbalgias y bruxismo acompañados en ocasiones por cefaleas a consecuencia de pinzamientos cervicales. A la vez, las dificultades con la memoria de nombres propios y de compromisos o acciones recientes – elemento que solía aparecer más o menos a partir de los 60 años – se empieza a hacer presente a partir de los 40 años o un poco más. Los médicos, rápidamente tienden a atribuirlo al estrés descripto por el Dr. Hans Selye en 1936. Sin embargo, Selye lo presentó como Síndrome de Adaptación General (SAG) en tres estados: Alarma de reacción, cuando el cuerpo detecta el estímulo externo. Adaptación, cuando el cuerpo toma contra-medidas defensivas hacia el agresor. Agotamiento, cuando al cuerpo comienzan a agotársele las defensas[1]. El “sin embargo”, lo escribo porque como se puede advertir, el estrés es una medida de alarma y defensa del organismo ante lo que percibe como agresión. Hay psicólogos, a veces psicoanalistas, que tratan de seguirlo por psicopatologías conocidas como la depresión u otras en tren de ser bautizadas: “de fin de siglo”, “de borde”, “de época”. Todos ellos, encubrimientos lacaneadores vergonzantes, para no usar vituperados motes ingleses como borderline. Cuando dicen “de época”, dicen mucho y no dicen nada, en tanto sólo registran efectos sin rastrear en causas y razones.
El estrés fue descrito a principios del siglo XX, pero acompaña a los seres parlantes desde antiguo. Los cansancios crónicos que describo al inicio, asociados a defectos en la memoria, no tienen como base, por lo menos única, dicha alarma. Lo nuevo, lo epocal, no determina necesariamente estrés ni depresiones. Cansancio y dificultades de memoria, las observo en todo tipo de psicopatologías y más aún, en gente que lejos de estar deprimida, suele estar sobre activa y no como reacción.
¿Entonces de qué se trata? El desarrollo combinado de las nuevas tecnologías de informática y comunicaciones han generado condiciones de posibilidad para multiplicar a niveles inesperados el trabajo cerebral. Nuevamente la letra y el significante, sostenes del trabajo científico y sus derivaciones tecnológicas, han favorecido no sólo producir mercancías que alivian el trabajo muscular y multiplican su eficacia y productividad. Producen además, restos sin significar, nuevos reales que se inciden sobre el cuerpo y la mente. O sea, ampliaron los registros simbólico e imaginario y sus producciones al tiempo que, imprevistamente, generaron reales, inesperados y radicalmente no sabidos.
Mi intento es comenzar a desbrozarlos. Resolverlos, resultará más difícil.
Parto de la siguiente observación: En estos tres últimos años, se ha extendido y diversificado de diversas formas la utilización de las computadoras, Internet, correos electrónicos y chats a lo que se agregó en este último período, el uso intensivo de los teléfonos celulares no sólo con su función de voz, sino también de mensajitos de texto, de recepción y contestación de correo electrónico, fotografía, videos y otras que se me escapan. Sumémosle a eso que, por lo menos hasta el momento, la política neoliberal, aprovechando estos avances tecnológicos y muchos otros en provecho de las grandes corporaciones, la concentración financiera y la superexplotación laboral, logró extender la jornada de trabajo a 10 horas y más. Complementariamente instaló la desocupación estructural, radicalmente diferente del ejército industrial de reserva de las crisis cíclicas de diferentes modos de producción. “Diferente”, porque es una desocupación insalvable en tanto las nuevas máquinas suplen cada vez mayor cantidad de mano y seso de obra y facilitan que cuando los asalariados se defienden, las empresas se “des-localicen”, trasladándose a países pobres donde mano y seso de obra, resultan mucho más baratos.
Recapitulando: mayor cantidad de horas de trabajo y mayor concentración de actividad por hora, no sólo en el horario laboral sino también en los “descansos”. El fenómeno es de tal envergadura que se ha producido un nuevo significante para los niveles directivos de muchas corporaciones. En las búsquedas laborales, escriben: -director de sección x-, con dedicación “full life”-, en vez del antiguo “full time”. La lalengua[2] corporativa, se adapta a estos nuevos fenómenos. Esta mayor actividad es de acumulación de enunciados, casi sin enunciación, a la vez que rutinaria y predominantemente repetitiva. Lo típico aparece en la emisión de noticias, tanto en TV, como en radio y gráfica. Los efectos sujeto, quedan aplanados por las generalizaciones, las identificaciones histéricas, y actuaciones ante las cámaras. A la vez, para ahorrar tiempo y dinero ¿se destruye, se transforma? la lengua. Tanto en su gramática y ortografía, como por el exceso de apócopes, más la infición e inflación de términos “spanglish”.
Un ejecutivo que atiendo, recibe de promedio 70 llamadas diarias, a lo que se le suman los mensajes de texto, los e-mailes, además de las reuniones presenciales y almuerzos, cenas y reuniones sociales de trabajo y representación. Otro que trabaja para una trasnacional me contaba que se les han trastocado los tiempos, pues si algún colega advierte una dificultad en la subsidiaria inglesa o taiwanesa, o cualquier “esa”, levanta el teléfono y le habla, encontrándolo muchas veces en pleno sueño. O sea, no solamente trabajan mucho más, sino que descansan peor. Además, en cada unidad de tiempo de trabajo desgastan mucho más energía metabólica cerebral, y como efecto de la discontinuidad e intranquilidad del descanso, éste se les puebla de contracturas musculares. Entonces los médicos les recomiendan actividades corporales. etc. que a la vez que resultan efectivamente útiles contra el sedentarismo, desgastan más energías y metabolismo. Hasta aquí, casi un panorama neurolingüístico descripto por supuesto, no por alguien formado en cursos breves y acelerados de los que se pueblan los “new letters” de psicoterapias, sino que toma serimente aportes de las neurolingüísticas.
¿Qué puedo decir de esto como psicoanalista? No pretendo decirlo todo, ya que como todo psicoanalista soy limitado. Tampoco tratando de usar herramientas de otras disciplinas que no domino. Pero sí, puedo decir algo. Utilizaré conceptos fundantes de nuestra teoría, que han resultado del análisis de las prácticas iniciales y posteriores.
El primero de ellos es la represión. Mecanismo que se sostiene en el desplazamiento, la metonimia, las sucesiones de palabras en el eje horizontal diacrónico de los enunciados que articulados a lo metafórico o sea las obligadas elecciones de palabras en el eje vertical, sostiene olvidos, origina desechos, y da a leer “entre líneas” significados ocultos. Funciones del lenguaje que nos imponen elegir una palabra y no otra para decir lo que queremos, a la vez que nos hacen pagar el precio de no disponer exactamente de la palabra que queremos, para decir exactamente lo que deseamos. Como consecuencia, mientras mayor es el bombardeo de palabras sobre nuestro sistema perceptivo, menor es la posibilidad de entender a fondo lo que se nos dice y mayor la de olvidar. Es por eso que la exponenciación de la información desinformante de los medios masivos de comunicación, más la transformación de los celulares y las computadoras en elementos para mantener ocupadas las manos y la mirada, de por sí, amplían tempranamente el campo de los olvidos en términos relativos al pasado reciente.
¿Pero por qué estas nuevas tecnologías succionan rápidamente la atención y la ocupación de cada vez mayores masas de hablantes, particularmente jóvenes? En este punto interviene otra de las primeras cuestiones que advirtió Freud, reforzado por Abraham, Wilhelm Reich, Winnicott y Lacan, como resultado de analizar la experiencia psicoanalítica. El lenguaje interviene desde la voz, la mirada, la piel, los gestos y los olores de la función madre sobre el cuerpecito de la criatura desde el embarazo en adelante. Dicha intervención, lógicamente, se centra en los agujeros que en la criatura funcionan como puente, entrada y salida de los intercambios fundamentales con el exterior y que durante mucho tiempo van a necesitar de ese fundamental asistente que será quien ocupe el lugar de madre. Como consecuencia, el lenguaje no sólo va a resultar ordenador y organizador (a pesar de sus fallas), sino que también, va a quedar profundamente influido en sus futuros usos, por lo ocurrido en dichos tiempos iniciales. De ahí que la pulsión, definida por Freud y no contradicho por ninguno de los teóricos importantes del psicoanálisis, funciona como borde entre lo somático (corporal) y lo psíquico (anudamiento borromeico de los registros simbólico, real e imaginario por efecto del significante). Eso determina que las primeras vivencias, experiencias, las más cercanas al nacimiento y que tienen luego larga predominancia marquen, - labios, llenado digestivo, olfato, mirada y audición-, y funcionen fuertemente como presión sobre el Inconsciente, sus deseos y sus goces.
Las innovaciones tecnológicas a las que me referí anteriormente, en su multiplicación exponencial, ofertan a las pulsiones amplias y fuertes fantasías de realización. A la mayoría de los seres humanos, los domina impetuosamente la voracidad, el mirar disecante, la escucha de lo que se les rehuye. En los labios se sostienen el cigarrillo, el “porro”, el “paco”, el mate, las bebidas alcohólicas y de otros géneros, en los dientes la masticación devoradora siempre excesiva o inhibida. La nariz aspira olores y cocaína. Como puede relatar cualquier habitante de barrio, pueblo chico, casita de villa, edificio de departamentos, la mirada y el oído curiosean filosamente rasgos de los prójimos y de los otros en general. A todo eso le dan nuevo alimento las nuevas tecnologías descriptas en los comienzos de este artículo. Lo que hace que el sobrepeso de su consumo, sea resultado no sólo de su existencia, sino también de cómo la misma se articula a la red pulsional que nos constituye y al servicio de la cual solemos esclavizarnos. La pantalla televisiva y de la computadora, ofertan permanentemente nuevos alimentos a oídos y miradas.
Vivimos enredados en una lógica de incorporación, retención y expulsión. Dicha lógica, según épocas de la Cultura sobredeterminadas por aconteceres en las economías y las relaciones sociales de poder, va tomando tendencias distintas. En algunas predominan las posiciones retentivas, por ejemplo la primera mitad del siglo XX. En otras, la propensión a incorporar, especialmente en bonanzas inmediatas a períodos de grandes privaciones. La actual se distingue por la pasión de querer incorporar todo y no perder nada. De ahí el fuerte desarrollo de industrias de reciclaje.
Pero, el enorme porcentaje de pobres, hace que éstos deban conformarse con incorporar sólo mirando. Los que tienen acceso a comprar, se llenan de aparatos con un exceso de funciones de las que usan solamente algunas. Lo nuevo, es la industria del reciclaje, que combina: incorporación, expulsión y vía el reciclamiento, nuevas formas de retención.
Entonces, la aparición más temprana de los trastornos de memoria y cansancio crónico, son indicios de una época que supuestamente simplificando el trabajo, ha multiplicado inesperadamente la actividad, sobreocupado las percepciones y tramitaciones de lo percibido y como consecuencia: el desgaste de los seres hablantes.
¿Qué rutas tomaremos para recorrer los tramos finales hacia la muerte? ¿Seguirá imponiéndose el ideal de los laboratorios farmacéuticos, sus aliados ratzingerianos del Vaticano, ciertos cirujanos estéticos, médicos de otras yerbas, y algunos “personals trainers” de prolongar sobre vivencias sufrientes, vegetativas, en nombre del Ideal Supremo de aumentar la extensión biológica de los seres humanos?
Mientras, no encontramos cómo contraponernos a los efectos arrasadores que sobre cuerpos y mentes, están teniendo las nuevas tecnologías gozadas vorazmente por las grandes corporaciones y por la voracidad de la mayoría media del sentido común.

[1] Síntesis de Wilkipedia
[2] Neologismo inventado por Lacan, para referirse a neo formaciones que aparecen en las lenguas de determinados grupos, por formaciones del Inconsciente que trasmiten deseos y claves de goce y que por condiciones socio culturales de las circunstancias, quedan socializadas.