El cuerpo, entre la biología y el lenguaje: desea y goza

Autores: Sergio Rodríguez y Alejandro del Carril
Quizás esto plantea esa pregunta que nadie hace, la pregunta acerca de la noción de información, cuyo éxito es tan retumbante que puede decirse que penetra a la ciencia toda. Estamos en el nivel de la información molecular del gen y los enrollamientos de las núcleo-proteínas en torno a los ejes de ADN, enrollados a su vez unos con otros, todo esto ligado por lazos hormonales: mensajes que se emiten, se graban, etc. Nótese que el éxito de esta fórmula tiene como fuente indiscutible una lingüística que no es sólo inmanente; por el contrario, está claramente formulada. En fin, esta acción se extiende hasta el fundamento mismo del pensamiento científico, al articularse como neguentropía.
¿Es eso lo que yo, desde otro lugar, en mi lingüistería, recojo, cuando empleo la función del significante?
¿Qué es el significante?
El significante- tal como lo promueven los ritos de una tradición lingüística que no es específicamente saussuriana, pues se remonta hasta los estoicos desde quienes se refleja en San Agustín- debe estructurarse en términos topológicos. En efecto, el significante es primero aquello que produce efectos de significado, y es importante no elidir que entre ambos hay una barrera que franquear.
Jacques Lacan: Seminario 20: Aún
Clase 2. A Jakobson. 19 de Diciembre de 1972

Desarrollos de estudios biológicos acerca de la incidencia del sistema nervioso en las conductas humanas y específicamente en lo atinente a la actividad sexual, vienen poniendo énfasis últimamente en una supuesta alternativa binaria excluyente: se trataría de establecer si la conducta sexual es libre o está determinada. Una respuesta que suele darse, es que está determinada ya que obedecería a programas genéticos. Los experimentos permiten establecer que determinadas conductas se corresponden con la excitación de determinados circuitos neuronales, atribuyéndoseles a estos últimos el lugar de la causa última de las conductas registradas.
Estas conclusiones mono-deterministas por exclusión, parecen inscribirse en oposición a una supuesta teoría antigua que sostendría la creencia en la libertad humana. El hecho de poder registrar el correlato neurológico de las conductas haga creer en un determinismo biológico, revela que estos biólogos tienen una idea espiritualista de la libertad que se correspondería con la prescindencia del cuerpo como tal, o mejor dicho, de un cuerpo subordinado al psiquismo, entendiendo por éste a las representaciones concientes de un individuo. Poder registrar las excitaciones neuronales, ha dado lugar a una inversión causal según la cual, la mente se encontraría subordinada a la biología.
Nos parece que resulta de sumo interés, para el psicoanálisis, intentar dar cuenta del lugar que ocupa el sistema nervioso en la economía libidinal del ser hablante y dar razones que vayan más allá de esta dicotomía excluyente que se plantea entre psique y soma.

Partimos de sostener lo que nos enseña la experiencia del Inconsciente, respecto de la dependencia absoluta que tiene la criatura humana durante los primeros años de vida, que hace que su desarrollo biológico dependa de los cuidados recibidos y de como hayan sido administrados por los encargados de su crianza (padres u otros) y de cómo el pequeño ser en cuestión reaccione ante los estímulos internos y externos. De ello resulta que el ser hablante no presente homogeneidad respecto de sus congéneres en los modos de experimentar su cuerpo y las relaciones con los otros. A diferencia de lo que pasa en los animales existen en los humanos múltiples formas de gozar y desear. Esta influenciabilidad en la biología humana, que Freud postuló hace más de un siglo, se ha visto comprobada por los últimos estudios llevados a cabo por medio de estudios por imágenes que realizan científicos, médicos y biólogos. Estos suelen decir que la biología se ve afectada por el medio social y cultural en que el individuo se halla inmerso. Lo que no alcanza para dar cuenta de la multiplicidad de efectos distintos producidos en cada humano proveniente de un mismo contexto social, cultural y familiar.
Las experiencias relatadas por Spitz[1] acerca de niños abandonados, criados en hospitales, que morían o sufrían grandes perturbaciones en su desarrollo (psicosis, autismo, etc…) confirman lo que el trabajo analítico enseña. Que en el humano la biología se halla muy sobredeterminada por factores no naturales. Como decíamos antes, necesita de algún o algunos otros, interesados muy especialmente en la criatura por nacer y recién llegada al mundo. El deseo y el goce del Otro primordial es causa necesaria para la puesta en marcha y sostén del desarrollo biológico, que a su vez pondrá sus límites a los deseos y goces referidos. Incluso podríamos pensar a la biología heredada, como influenciada por el asentamiento en ella de las huellas dejadas por las experiencias de los antepasados, como nos lo enseñan los llamados fenómenos psicosomáticos. Postulamos, como también lo hacen neurobiólogos de la talla del premio Nobel Eric Kandel, la necesidad de renunciar a concebir la biología como separada del psiquismo. Nos referimos con éste, al funcionamiento del ser hablante por sobredeterminación de sus registros Real, Simbólico e Imaginario, su producción inconsciente de neo formaciones con la función de sostén principal del actuar humano. La Cultura, es su realización. Formalmente constante en su estructura, cambiante en sus producciones. Con estos tres registros y su hijo fundamental (el Inconsciente) y los complejos bioquímicos, moleculares, genéticos, neuronales y gliales, se hallan en constante interrelación e influencia mutua.
Lo que el trabajo analítico con el Inconsciente nos ha mostrado, es la función fundamental que cumple el lenguaje en la constitución de dicho aparataje. Como no reducimos el psiquismo a lo que es percibido concientemente por el individuo, y hemos podido comprobar que la existencia del psiquismo inconciente no es innato ni se refiere a algo irracional o emotivo, sino a que una estructura como la del lenguaje se instala a través de los agujeros de intercambio con el exterior, de la “relación de piel” con el Otro primordial. La que da lugar a la formación durante los primeros cinco años de vida, de una matriz procesadora de las señales del contexto y del interior del propio organismo, que afectan al futuro hablante. A esta matriz la llamamos fantasma y hemos comprobado las innúmeras derivaciones que tiene. Es el lenguaje según la lengua que se habla en cada cultura, desde los diferentes idiomas, hasta diferencias menores según los dialectos de cada zona geográfica o clase social. Sin ignorar las modalidades de uso en cada familia, grupo de personas y ser hablante singular, que a proposición de Lacan llamamos lalengua, proveniente de la socialización de formaciones del Inconsciente. Estas diferentes formas aportan elementos y modalidades de relación entre éstos, trasmitiendo información de los fantasmas en funciones. Fantasmas, constituidos por un conjunto de significantes (representantes que representan al sujeto del inconsciente para otros significantes), que producirán las imágenes con que el sujeto de linconsciente representa su propio cuerpo, al contexto y su relación con él. Se le brinda así la posibilidad de armar una gestalt que le de unidad y funcionamiento al cuerpo. La dificultad para la constitución de dicho fantasma, por ejemplo en sujetos psicóticos y autistas, produce graves alteraciones en el funcionamiento del cuerpo. En sujetos neuróticos las variaciones son menores y difíciles de captar para quien no observe con atención.
Pero son esas variaciones, ínfimas para el cálculo estadístico, las que conforman los modos singulares de gozar y desear que sostienen con vitalidad a los cuerpos. El desprecio por estos modos singulares no es sin consecuencias, ya que da lugar a gran parte de los sufrimientos del cuerpo y del alma, incluyendo allí, a la mayoría de las llamadas enfermedades mentales.

En el New york times del 14 de abril de 2007 Nicholas Wade publicó un artículo titulado “Los genes dictan la compleja danza de la atracción” en el que intenta dar cuenta de investigaciones realizadas que llegarían a la conclusión que da título al mismo. Comienza diciendo que “En lo que se refiere a cuestiones de deseo, la evolución deja muy poco librado al azar. La conducta sexual no es libre, según van descubriendo los biólogos, sino que obedece a programas genéticos. El deseo entre los sexos no es un asunto de elección. Los hombres heterosexuales tienen circuitos nerviosos que los impulsan a buscar mujeres. Los de los varones homosexuales, por su parte, los llevan a buscar otros hombres”. No dice nada sobre los bisexuales, travestis, transexuales, heteros que se hacen homos y viceversa, etc, que muestran taxativamente lo pobre de esta teoría, que pretende definir la modalidad de goce, solamente por el objeto elegido y dando por entendido que hombre y mujer serían categorías unívocas y naturalmente estables, sin dar cuenta porqué esto debería ser considerado así.
Sigue diciendo que “El cerebro de las mujeres puede estar organizado para la selección de los hombres en mejores condiciones de hacerse cargo de ellas y de los hijos. Todo ello se completa con otros programas nerviosos que inducen el amor romántico, seguido de relaciones estables.
Se trata de una danza muy intrincada, y todo para lograr el éxito en el plano evolutivo: criar el mayor número posible de chicos para que lleguen a la edad adulta. El deseo puede parecer el centro de la conducta sexual humana, pero es sólo el acto central de una obra cuyo libreto está escrito en los genes.” Lo que el periodista llama deseo responde a la fallida representación conciente del mismo, lo que en psicoanálisis llamaríamos anhelo. Él afirma que la conciencia está predeterminada y cree que son los genes la que la determinan totalmente, pero no puede dejar de suponer que los genes obedecen a un plan a su vez predeterminado, que consiste en criar chicos que lleguen a adultos. No advierte que esta suposición es previa a la acción genética y obedece a la creencia en un plan cuya finalidad estaría escrita en los genes. Lo que el periodista no se pregunta pero se halla implícito en su planteo, es quién habría escrito dicho plan. La respuesta está a la vuelta de la esquina. Quien sería sino dios, en tanto imaginarización de un sujeto conciente a quien se le supone que sabe y hace todo. Salvo que se suponga que el plan está inscripto en la naturaleza y que no fue inscripto por nadie. En caso de ser así nada garantiza que dicho plan se mantenga infinitamente y no pueda mutar de un momento a otro, lo que revelaría que dicho plan se halla formado por los prejuicios comunes a un importante número de científicos. No a todos, ya que muchos como Kandel hacen notar la vigencia de las teorías de Darwin para explicar las mutaciones genéticas que dieron origen a diferentes especies, incluyendo la humana.

“El cerebro del hombre heterosexual está orientado hacia las mujeres como objeto de deseo. La prueba más concluyente son casos de accidentes de circuncisión, en que bebés varones perdieron el pene y se los crió como mujeres. De todos modos, al crecer, siguieron deseando a mujeres, no a hombres.” Es subrayable que la pérdida de pene fue debida a un accidente, producido por una operación simbolizante de la entrada a su etnia como varones. ¿Luego se los crió como mujeres? Ese habrá sido el intento. Pero seguramente no fue al margen de los relatos explícitos o implícitos de causas y razones que los llevaron a perder el pene. Además de la dotación genética XY y de la preeminencia de hormonas masculinas, lo que los sobredeterminó, fue la transmisión simbólica inconsciente de padres y abuelos y no los “cassettes” que hayan intentado implantarles las orientaciones médico psicológicas más o menos conductistas y/o cognitivistas que hayan dominado a los padres y a educadores de dichas criaturas.
“Se cree que la masculinización del cerebro conforma determinado circuito nervioso que hace deseables a las mujeres.” Subrayamos que las palabras “se cree”, indican que no hay ningún tipo de verificación. A lo sumo fantasía de algún o algunos científicos. Hace varios años, el diario Clarín publicó que un investigador norteamericano había descubierto el gen de la homosexualidad. Algún año después, el mismo diario informó que se había comprobado erróneo lo que hasta ese momento había sido considerado un descubrimiento. También se publicó que quien lo había “hecho”, era homosexual. Seguramente hubo alguna articulación entre su elección de sexualidad, los efectos que la misma acarreó a su subjetivación y su error en la investigación.
“De ser así, ese circuito tiene conexiones diferentes en el caso de los varones gay. En experimentos en los que se muestra a grupos de hombres fotografías de hombres o mujeres deseables, los varones heterosexuales experimentan excitación al ver a las mujeres, mientras que los homosexuales se excitan al ver a otros hombres.” Como referimos arriba, los experimentadores obviaron de un plumazo, la diversidad de modalidades de elección sexual y de tiempos de la vida en que suelen pasar al acto de variar, lo que hasta ese momento había sido la misma. También, las experiencias de muchas personas de haber pasado del predominio de una modalidad a otra y más adelante volver a la primera.
Se parte en este apartado de una serie de presupuestos que intentaremos dilucidar. En un primer momento se supone que la sexualidad está jugada solo en los genitales y al verificar en la experiencia que esto no es así se la traslada directamente al cerebro. Se produce así una doble reducción, 1º a lo genital 2º a lo cerebral, dejando el resto del cuerpo de lado. Y luego se intenta sostener este supuesto mediante experimentos con imágenes planas que excitan solamente a la mirada especular, sostén principal de lo imaginario dejando de lado las demás senso-percepciones: olfato, oído, tacto, gusto. O sea, que están sacando conclusiones generales a partir de medir los efectos en el cerebro de percepciones visuales planas. A su vez estos estudios por imágenes son vistos por especialistas en diagnóstico por imágenes, lo que continúa sosteniendo la pregnancia escópica en la organización de la experiencia. Además el experimentador se supone poseedor del saber acerca de lo que sería un hombre y una mujer deseables. ¿Cómo lo sabría, a no ser que fuera bisexual (según su teoría) y que hubiera hombres y mujeres universalmente deseables? Se hace evidente que disquisiciones de este tipo no hacen otra cosa que confirmar el fantasma del experimentador.


La última parte del artículo de Wade produce un giro inesperado. Leamos lo que dice: “Una cantidad muy grande de genes relacionados con el cerebro está situada en el cromosoma X. La repentina emergencia de los cromosomas X e Y en el funcionamiento del cerebro es algo que llama la atención a los biólogos evolucionistas. Dado que los hombres tienen sólo un cromosoma X, la selección natural puede impulsar rápidamente cualquier mutación ventajosa que surja en uno de los genes de X. Así, si esas mujeres exigentes buscaran que sus posibles compañeros fueran inteligentes, ello explicaría por qué se acumularon tantos genes relacionados con el cerebro en el X.”
El giro del artículo desmiente lo que venía afirmando. Si los genes mutan en los portadores, de acuerdo a las demandas que reciben de otros, eso estaría indicando que no son solamente los genes los que dictan las conductas y por lo tanto el mono-determinismo genético es erróneo. Según la afirmación de los especialistas lo único que se podría afirmar hasta aquí es un probable determinismo femenino del hombre. El hombre (como especie) se halla determinado por la o las mujeres que lo rodean, capaces de hacer mutar hasta sus genes. Resultará entonces muy difícil no pensar que si la primer mujer de cada hombre o mujer, es su madre o sustituto, dichos científicos reniegan con su mono-determinismo genético, de lo que el psicoanálisis le reveló a Freud hace más de cien años, la influencia enorme que ejerce en la constitución del cuerpo y la psiquis, la primer mujer de cada ser hablante: su madre. La diferencia es que Freud supo advertir la existencia de cierto margen de libertad a esa influencia, cuestión ésta con la que esos científicos no quieren saber nada. A ese margen de libertad, Freud lo llamó elección de defensa, Lacan, responsabilidad del sujeto. De ahí proviene la posibilidad de no ser efectos simples de combinaciones genéticas, y de poder acceder aunque sea parcialmente a deseos propios sin quedar absolutamente pegados a los deseos de los otros. El psicoanálisis se ha mostrado hasta ahora, como el método más eficaz para sostenerlos. Esa libertad del deseo no es espiritual, ya que atañe directamente al cuerpo nutriéndose de él y retornando al mismo (incluyendo al cerebro como parte importantísima) para insuflarle vitalidad.
[1] Spitz, R. "El primer año de vida", 3º reimpresión,
México, 1977