Los dichos de los padres muestran, sobre la base de algunas condiciones comunes, como la “novedad les pega” de manera singular. También que comparten sentimientos y problemáticas generales de una paternidad producida después de las edades más habituales. No aparecen entrevistas a hombres maduros que hayan recibido esa paternidad como una carga y mala jugada del destino, u otros, que directamente la hayan rechazado. “Pero... que los hay, los hay”.
Subrayo algunas cuestiones. A través del nombre puesto a una de las criaturas y en otra circunstancia como adverbio, se repite la palabra milagro. Para esos entrevistados dichas hijas vinieron de “un más allá” y no sólo de su decisión. Otra cuestión que se repite es el dilema de si van a funcionar más como abuelos que como padres. La diferencia de edad con la madre del chico, también les “hace ruido”.
A diferencia de los animales, en los hombres la paternidad no es una puramente “natural”. Como lo describe el Gato Dumas, mucho lo aprendemos en la escuela de la vida con errores y dolores. No somos instintivamente padres. Y ese aprendizaje ocurre en medio de una “marea humana” que cree saber como es ser padre y que hay estereotipos para eso. De ahí la anécdota repetida de que les digan abuelos. Una paternidad tardía, especialmente cuando hubo otros hijos antes, ofrece la ventaja del camino recorrido. Aunque puede ocurrir también, que el mismo no haya dejado las enseñanzas necesarias. Tiene el beneficio de llegar en un momento en que esa misma experiencia ha minimizado valores que otrora se sobredimensionó, pero también puede llevar a subestimarlos demasiado. Es el conflicto en los abuelos. A lo que contribuye que el tuteo con la muerte, subraya los sentimientos tiernos. A veces, en exceso.