Cansados de la fatiga

Genera una de cada cinco consultas clínicas. Afecta a hombres y mujeres por igual. Parece que la fatiga se origina en un pequeño centro cerebral: el hipotálamo.

Muchas personas padecen una sensación de fatiga, tanto física como intelectual, que reduce su capacidad de trabajo y le impide realizar hasta las tareas más sencillas. Curiosamente, no aparece como consecuencia de haber realizado un gran esfuerzo como sería esperado, sino que se manifiesta ante las comunes actividades diarias. Incluso, este inexplicable cansancio –astenia en el lenguaje médico- puede manifestarse sin que se haya realizado ningún tipo de esfuerzo. Su instalación es progresiva y no hace distinción de sexo ni edad. En investigaciones iniciales se destacó que era más común entre las mujeres pero es algo que se ha ido descartando en estudios posteriores. Se calcula que genera una de cada cinco consultas en medicina general.

Los síntomas más comunes son la fatiga muscular (sensación de agotamiento o cansancio con esfuerzos mínimos, hormigueos), la fatiga intelectual (atención lábil, dificultad para concentrarse, pérdida de memoria, lentitud mental), la disminución de la vitalidad (pérdida de iniciativa, inhibición, pérdida de interés, desaliento) y sensaciones atípicas (intolerancia a los ruidos, a la luz, zumbidos de oídos, vértigo, visión borrosa).

Dos características destacan a este cansancio: la primera, que no tiene relación con la actividad realizada ni tiene una función reparadora, ya que a pesar de que se descanse, la falta de energía persiste. La segunda es que se experimenta desde el comienzo del día, aun antes de haber realizado cualquier gasto de energía (“me levanto cansado”); la fatiga normal, en cambio, se percibe al final del día, después de haber concretado la actividad.

La falta de energía repercute en la vida cotidiana de quien la padece, tanto a nivel físico, intelectual, sexual, laboral, recreativo y aun sus relaciones interpersonales. Es, además, un problema penoso, ya que con frecuencia se agrega la falta de compresión de la familia, de los amigos y hasta del mismo médico (“usted no tiene nada”). Para quien lo padece a veces lo peor es la soledad, el aislamiento y la incomprensión que tiene que enfrentar aunque, en realidad, la fatiga existe, tiene causas y, especialmente, tiene solución.

El actual conocimiento neurobiológico ha permitido descubrir que su origen radica en cambios funcionales de la actividad del hipotálamo, un centro cerebral muy pequeño pero de enorme importancia, ya que es el encargado de regular las funciones claves para nuestro bienestar. De él depende el estado de animo, el apetito, el deseo sexual, el sueño, la liberación de hormonas y las defensas inmunológicas. Su disfunción acarrea, en consecuencia, trastornos en todas estas áreas. Junto a la glándula hipófisis ajustan diversas condiciones físicas del cuerpo para que éste funcione de manera óptima. Los cambios en el hipotálamo causan pérdida de energía y de interés como si hubiere poca batería o poca pila. En una persona sana la energía máxima se produce entre las 12 y las 15 horas del día, mientras que en la fatiga máxima ocurre entre la medianoche y las 3 de la madrugada.

Modificaciones producidas en lugares alejados del cerebro actúan sobre el hipotálamo y desincronizan el reloj biológico. Esto significa que se rompe la normal concordancia horaria entre el momento en que el organismo genera habitualmente la energía y los momentos en los que dicha energía debe ser utilizada para realizar las tareas cotidianas. La consecuencia, entonces, es el cansancio.

Como causas existen varias factibles: cambios químicos cerebrales, conflictos psíquicos (antiguamente llamada neurastenia), agentes infecciosos, hiperactividad del sistema inmunológico, cambios hormonales y virosis, entre otras.

A veces los tratamientos han experimentado los más diversos recursos, ensayándose todo tipo de medicamentos. Cuando, por el contrario, se identifica la causa original del cansancio, es posible prescribir un tratamiento que aspire a ser más efectivo.