23 de abril del 2001
El Dios "ráting" mira Big Brother, lo que preocupa a "la Su" y a Marcelo Tinelli.
¿Qué atrapa a esa mirada? Cuando miramos la pantalla, vemos una mercancía terminada tras un denso trabajo de producción. Los "habitantes" de la casa que lleguen a "la" final, habrán trabajado 24 hs diarias durante 112 días. Como parte de ese trabajo buscarán eliminarse mutuamente. Excepto el que se lleve los 200.000 u$s, el resto trabajará de "estrella" (a ser olvidada en su mayoría cuando termine el programa) casi gratis. Además, hay camarógrafos y microfonistas, escenógrafos, personal de mantenimiento, publicitarios, psicólogos, sociólogos, guionistas y muchos más. La fábrica que arma[1] el producto, completa su plantilla con la dirección de Claudio Villarruel, Soledad Silveyra, Marcos Gorban, Sergio Vainman María Cháves Paz (psicóloga) y Beto Quevedo (sociólogo) Más de 100 laburantes. Esta descripción, puede facilitarle al lector captar, que cuando ingresa a la "hinchada" de Gran Hermano, no accede, como publicita el canal, "a la vida en directo", ni "es bienvenido a la vida real".
Mira la apariencia (careteo, packaging, semblant) de la mercancía construida con lo que ocurre entre 12 personas que trabajan 24 hs. diarias en condiciones absolutamente artificiales. En especial por el total aislamiento a que son sometidas. Lo que ha inventado entonces, el señor John de Mol[2], y que atrapa la mirada y los oídos, es una nueva forma de telenovela.
¿Qué la caracteriza? Tres elementos. Uno: transcribo lo dicho por Sergio Vainman, su guionista en jefe, en el cuadernillo que editó la oficina de prensa de Telefé. "El trabajo del equipo de guionistas de Gran Hermano difiere del que hacemos habitualmente en televisión. En lugar de recrear la realidad circundante escribiendo el texto para la ficción, acá tendremos que extraerlo de las historias que sucedan efectivamente dentro de la casa. El espectador necesita ver, en media hora, qué está pasando y para eso se hace imprescindible que ese relato se base en un concepto televisivo, con la misma economía de lenguaje y síntesis de imagen que requiere una telenovela, por ejemplo". O sea, han reducido la vida real que extraían de la realidad circundante a lo que ocurre dentro de la casa, para, con el resumen de eso, construir una telenovela para hacer creer que es real. Dos: la votación con la ilusión "democrática", de que votando podrán incidir en algo. Tres: que la Diosa Fortuna les sonría. En Lacanés: que una de las formas del Otro, los distinga. En este reality show, atraen la mirada y los oídos la novela que los telespectadores esperan, la ilusión democrática y la posibilidad de ganar premios, que alguna vez la suerte los acompañe.
¿Qué esperan de ella? Lo que esperan de cualquiera. Amores, odios, intrigas, traiciones, suspenso, buenos y malos. O sea, lo que ocurre en la cotidianeidad de sus vidas. Pero con una diferencia que tranquiliza, la de que les ocurre a otros. Por lo tanto no es él el que sufre, y además se siente menos desgraciado, al ver que a otros también les ocurre. Un aderezo: La promesa, tecnológicamente "asegurada", de verlo en directo. Muchos ojos para mirar y oídos para oír (30 cámaras, 70 micrófonos). La masa, voyeur, espera escenas de sexo explícito, duchadas al desnudo, etc. Aquello que las telenovelas maquillan. Para estimular esa espera, el merchandising a través de su revista titula: Tamara. SEXO, DROGAS y ESPERANZA[3]. El público espera que algunos de sus propios deseos reprimidos, sea puesto en escena, por otros (los habitantes de la casa).
¿Qué encuentran? Que los varones conspiran para ir echando a las mujeres. Pero también, que "democracia y justicia" - la ley no importa - se dan la mano y Big Brother cambia el reglamento y decide que a uno de los nominados también lo nomine la votación pública. Se refuerza así, la ilusión de "interactividad y transparencia, de democracia y participación". También encuentran alguna "transa" (franeleo, diríamos los del siglo pasado) de más bajo voltaje que lo que pueden fingir actores profesionales. Pero principalmente encuentran confesiones escabrosas. Por ejemplo: Una de las participantes, mientras amaga toqueteos con otro, le cuenta que anduvo con un tipo que tenía otros compromisos. Da a entender que mujer e hijos. Le dice que mientras para ella el amante no significaba demasiado, éste se enamoró y renunció a todo para irse con ella. Que incluso se las había ingeniado para ir con la familia de la "habitante" a las graderías. O sea que lo que decía, lo decía ante la mirada y los oídos del renunciante. Mientras rozaba a su interlocutor con las piernas, le susurraba que lo que a ella le gustaría, es que él (el interlocutor) se enamore de ella. Imaginemos "el buen momento" que estaría pasando el que "había abandonado todo por ella", mientras televeía la escena. El público también encontró al más chico del grupo "confesando" desenfadadamente su bisexualidad. Lo que logra el aplauso entusiasta de varios de los "habitantes" y del sexólogo León Gindin, por hacer esa confesión en esta sociedad "homofóbica y discriminadora". La confesión, como se verá, le ganó puntos en los TVidentes que han hecho de "la transgresión" el "becerro de oro" de la cultura "posmo". En consecuencia: encuentran el libreto de lo que la mayoría no se anima a hacer. Aunque ahora, autorizados por El Gran Hermano, tal vez muchos corran presurosos a imitar[4]. Exhibicionismo, sadismo, masoquismo, etc.
¿Y cómo es esa casa? Surrealista. Tiene 595 m2 de los cuales 248 son de superficie cubierta y 347 de jardín. Living, cocina, dos dormitorios con seis camas, un solo baño y pileta de natación climatizada de 30 m2, establo con vaca, ternero, gallinero con 8 gallinas y una huerta de 24 m2. Por sus dimensiones, es una casa que a la vista del televidente aparece como de clase media "up" para arriba. Es lógico entonces, que como señalan encuestas, el programa sea más mirado por las clases más pobres, las que sólo en TV pueden ver algo así.
Eso lleva a la cuestión del target. Una pregunta pertinente es: ¿por qué tiene más rating El Big..., que El Bar. Se pueden argumentar cuestiones técnicas: antena, llegada, etc. Sin embargo me parece más importante atender que, a pesar de que la edad de los participantes es similar, entre 20 y 35 años, la selección de los perfiles y la escena propuesta es diferente. Todos responden al fenómeno posmoderno de la adolescencia prolongada. Se observa en el tipo de diálogos, tanto en la casa como en el bar. Pero mientras la casa de por sí y las actividades propuestas, llevan a la cotidianeidad de la masa media, en el bar la propuesta es mucho más "hard" e inclinada a "la noche" (o sea un sector que aunque amplio, minoritario). Pero, ¿por qué en ambas se apeló a esa franja juvenil, por qué no se incluyó "gente mayor"?. Porque la sociedad actual, a diferencia de todas las precedentes, le supone el saber a los jóvenes y no como en las previas, a los mayores. ¿Y nuevamente, esto, por qué? Porque la multiplicación tecnológica y la aceleración de sus ciclos reconversivos, son más rápida y efectivamente captados por los más chicos. Ejemplos típicos: padres llamando a los hijos para que los ayuden a programar el televisor, la video, o para resolver alguna dificultad con la computadora. La sociedad confunde saber técnico con saber vivir.
Hace poco se descubrieron pinturas rupestres, muy anteriores a la escritura, en las que hay gente bailando. El espectáculo ha convocado la mirada y los oídos de los seres parlantes desde tiempos inmemoriales. Independientemente de cómo haya surgido, de cómo surja en cada acto creativo particular, lo evidente es que juega una función muy importante: evitar que los sujetos estén confrontados permanentemente con lo real. Cierta vez un sociólogo chileno recorría callampas con una encuesta sencilla que preguntaba: "¿ud, por qué mira televisión?" El habitante de una casilla lo tomó de la mano y lo hizo atravesar el piso de tierra y los pocos metros que separaban la entrada de la pared posterior en la que había un ventanuco. Lo abrió, le mostró que lo único que se veía era la pared miserable de la otra casilla y le preguntó: "¿qué quiere, que mire esto todo el día?". El espectáculo facilita sublimar las pulsiones, también las agresivas, y en términos relativos, acota la tendencia al suicidio/asesinato que constantemente pulsiona en los seres humanos.
Pero por eso mismo, el predominio de determinados géneros y tramas, metaforiza las épocas de la Cultura. No fueron lo mismo las maratones en la Grecia de Pericles, que el circo romano en la época de Calígula y Nerón; la quema de "brujas" en la edad media, que los artistas de la legua en las plazas de los burgos renacentistas.
Big Brother, y en general realitys y talk shows, se parecen más al circo romano. El aullido de la gente (que era una forma de votar y participar en esa época) inclinaba el sentido del pulgar del emperador. Los gladiadores recibían raciones de subsistencia. Y todo era transparente, el César no ocultaba su amor por la sangre.
Así como por el tipo de espectáculo, las épocas de la Cultura se distinguen por si predomina el cinismo, o la hipocresía, la trasgresión o el acatamiento a las leyes. Ninguna augura el paraíso, que está perdido para siempre sin haber existido nunca, a pesar de la creencia antropo/religiosa. Pérdida debida no sólo, a que el deseo siempre es egoísta y no piensa en como afecte al otro. También porque por eso mismo, a veces menos veladamente (cinismo) otras más veladamente (hipocresía) el humano busca efectivizarlo para gozar, cuidando del prójimo con el que goza, un poco menos o un poco más, pero siempre poco. No obstante es importante percibir una diferencia. Las Culturas más hipócritas, suelen corresponder al momento de "ascenso" de una época. Las más cínicas, a cuando la degradación comienza a destruirlas al validar el "vale todo". En esas circunstancias suele ocurrir que el cinismo, que nació para denunciar la hipocresía, se transforma en arma para sostener la degradación. La mitomanía de la transparencia y la trangresión con el que alardea nuestra farándula (ciertos políticos, deportistas, periodistas, y miembros del "show bussines") no es más que el intento de contagiar su degradación al resto de la sociedad, para que sumada, ésta los sostenga. Por ahora, Dios Ráting y Encuesta de Opinión parecen indicar que lo logran.
¿Por qué digo mitomanía? Porque la verdad sólo puede ser dicha a medias. Todo discurso intenta sostener la verdad del que lo agencia, pero como el efecto de sentido del mismo va provenir de la significación que le den aquellos a quienes va dirigido, la verdad emergerá a medias y según el punto de escucha y de vista de quienes crean interpretar el sentido de la misma. Esta es la razón de fondo por la que nadie tiene acceso a la verdad, ni aún en los vínculos reales: ni El Gran Hermano.
Big Brother realiza la fantasía de George Orwell de una forma muy particular. Para quienes no leyeron la novela 1984 el folletito de prensa de Telefé aclara que en ella: "Un dictador impersonal podía controlar cada palabra y cada movimiento de los habitantes de una de las grandes naciones en que había quedado dividido el mundo". Este programa, a través de diseminar la creencia de que la "masa del circo romano" controla desde su pantalla lo que hacen 12 perejiles, genera las mejores condiciones para que millones de teleespectadores sean observados en sus gustos, sus reacciones, etc. por un dictador impersonal: El Mercado. Sin gastar en encuestas y ganando millones de dólares, se enterará a través de votaciones y dichos: sobre qué vender, cómo vender, a quién vender, y hasta dónde "tirar del hilo".
[1] Con insumos de Endemol productora originada en Holanda
[2] Productor holandés
[3] Nº 2, del 2 de abril del 2001
[4] Ver: Enamoramiento e hipnosis en Psicología de las masas y análisis del yo de Sigmund Freud.