Artículo Sin Título

30 de abril de 1996


Tres -casi sinónimos- encarnan al demonio, para "almas bellas y bien pensantes, cultoras de la bondad y el humanismo" desde que a alguien se le ocurrió cuestionar al poder. Los mismos son: absoluto - totalitarismo - fundamentalismo. El primero, más en circulación cuando se puso en cuestión al feudalismo y a las monarquías "absolutas". El segundo en la primera mitad de este siglo, cuando fascismo y comunismo pretendían arreglar "el desorden bajo los cielos" con soluciones totales, finales, revolucionarias. Y finalmente, rayando al próximo milenio: fundamentalismo. Principalmente, desde algunas tendencias religiosas. Pero no solamente.

Atendiendo a lo que el trabajo con el inconsciente nos enseña, podemos afinar el lápiz y encontrar que esos -casi sinónimos- por ser efecto de un posicionamiento del sujeto en la estructura pueden representar también, a quienes supuestamente se ubican en las antípodas. Por ejemplo: en defensa de la democracia. Es el caso de Mariano Grondona. Hace a la lógica que lo anima, que en puntos culminantes de su intervención en la vida pública, lo haya hecho desde dichos deslizamientos. Cuando le "dio letra" a los "azules" de Onganía en la década del 60, o ahora cuando le dio cámara a los encapuchados, en nombre de la democracia.

Tres frases dichas por él en su programa, nos ayudarán a leer una problemática clave de la Cultura, subjetivada en esta ocasión en un profesor universitario-conductor periodístico de televisión. Dijo que para no volver a cometer errores, se propone:
1) sostener la democracia total,
2) que el soberano es el pueblo, y que en consecuencia se
3) autoprohibe censurar. Creo que la repetición del error, resulta de su creencia en la democracia total. La democracia tiene límites, está fallada (castrada diríamos los psicoanalistas) como cualquier otra formación de la Cultura. El principal de ellos proviene de que, para subsistir, tiene que hacerlo limitada por la necesidad de autodefenderse de los que pretendan destruirla.

De ahí resulta, que en democracia los ciudadanos tienen derecho a participar, pero sólo con medios democráticos. La Civilización, cuando sostiene a la democracia, inconscientemente reconoce su castración, su límite y lo hace trabajar. Creer en la democracia total, es creer en una democracia sin límites. Resulta ordenadamente lógico a esa creencia, transformarse en instrumento de quienes prometiendo una democracia total, sean Onganías o torpes, ataquen a la democracia real, por medios antidemocráticos.

No existe civilización sin el ejercicio de algunas prohibiciones básicas que devienen en privaciones. Para que el niño entre al mercado de la vida, el padre tiene que prohibirle el acceso al interior del cuerpo de la madre y por lo tanto privarlo del mismo. De igual manera, las leyes tienen que imponer algunas prohibiciones para que funcione el intercambio social (aunque sea fallidamente). Tal es así, que con su acto el Dr. Grondona no pudo evitar prohibir. Simplemente, volvió la prohibición contra sí mismo (y sabemos desde Freud, que ese es uno de los modos de accionar de lo pulsional). Tampoco el pueblo es soberano, justamente porque no puede decidir sin límites, su límite es la ley (que, en consecuencia, cuando funciona es la única soberana). Por otra parte, como nuestra misma democracia lo muestra, mayorías populares suelen no querer ser soberanas, y prefieren encaramar monarcas a repetición.

Absolutismo, totalitarismo, fundamentalismo, no son camisetas de nadie en particular (ideologías). Son posiciones subjetivas, a veces inconscientes, a las que conduce la creencia en que algo de lo humano puede ser total, absoluto o fundamental. Sostengo por lo tanto que también existe el fundamentalismo democrático y que también es peligroso.