Oralidad: siglo XXI

(En las nuevas hogueras inquisitoriales: tecnologìa y dinero)

“Las neurosis de la infancia nos han enseñado que en ellas se conoce sin trabajo, a simple vista, mucho de lo que más tarde sólo es posible discernir mediante un investigación exhaustiva. Esperamos algo semejante respecto de las enfermedades neuróticas de siglos anteriores, y así ocurrirá, en efecto, con tal de que estemos preparados para reconocerlas bajo rótulos diversos que los de nuestras neurosis de hoy. No nos asombre que las neurosis de esas épocas tempranas se presentaran con una vestidura demonológica, puesto que las de nuestra época apsicológica aparecen con vestidura hipocondríaca disfrazadas de enfermedades orgánicas.” Sigmund Freud: Una neurosis demoníaca en el siglo XVII.

Empezaré diciendo que en nuestra época psicológica, las neurosis aparecen con vestiduras psicológicas (sabrán disculpar la redundancia) Y como efecto, veladas y tornadas (las neurosis -nuevamente pido disculpas) más deseables. Pero no sólo de psicología vive el hombre. También está la televisión, y en todos lados. Mucho más que la psicología. Es más, indigesta de psicología a los psicólogos y al común de los mortales -en primera fila a las revistas del corazón. Con haber mirado a una atildada y aseñorada doctora de la NBC enseñando a vivir en el 2000, les alcanzaría para aseverar lo que digo. Ella sabe todo, con escucharla y seguir sus consejos, cualquiera podría llegar a no morirse. Aunque si son un poco perspicaces, puede que mueran de risa.

Televisión, revistas del corazón, psicólogos (no psicoanalistas) y cirujanos plásticos repiten por la positiva o la negativa, la misma (parafraseando a don Arturo Jauretche) zoncera: “La belleza es el bien esencial de nuestra sociedad, porque otorga poder y dinero, y la cirugía puede crear belleza”[i].Decir esas cosas, sí que es índice de lucidez .Seriamente, el mismo ciruja dice: “En Inglaterra hicieron un estudio de campo. Tomaron presidiarios de alta peligrosidad y les hicieron operaciones estéticas. ¿Conclusión? La mayor parte pasó al pabellón de buena conducta”. ¡Lombroso y Martin Bormann dixerun! ¿Pero, estoy tratando de decirles que la relación con la imagen del propio cuerpo no tiene ninguna importancia? Nada de eso. Forma parte de una de las tres dimensiones en las que los seres parlantes registramos nuestra experiencia. Además, de la que por su consistencia -para bien y para mal- abrocha, sostiene la estructura. Para bien, porque gracias a eso creemos que nos entendemos. Para mal, porque sus espejismos, impidiéndonos entender, nos hunden en los laberintos que en sus pesadillas desvelaban la lucidez Borgiana.

Bulimia, anorexia, “border lines” (cuando la lengua inglesa hegemonizaba al psicoanálisis) patologías de borde ahora que algunos criollos tratan de liberarse del peso del gran maestro francés, son los nombres que la psicología promueve. Lo digo así, porque considerarlas de borde, hace suponer que habría otras de centro, lo que tira por la borda al descubrimiento central del psicoanálisis. Que consiste en la verificación de que el sujeto -por serlo del Inconsciente, es ex-céntrico, o sea de borde. En consecuencia cualquiera de sus sufrimientos del alma también. A los psicólogos provenientes del campo lacaniano eso se les complica, cuando no se dan cuenta de que Lacan se descentró de perseguir las vicisitudes del ser parlante a través de los cuadros psicopatológicos heredados de la psiquiatría y navegó con mayor dedicación, los diversos posicionamientos de aquel, en distintas realidades discursivas. Articulados a los diferentes anudamientos, de su estructura Real, Simbólico, Imaginaria.

Una, probablemente eterna discusión, atraviesa a la humanidad. ¿Cuerpo y alma? ¿Cuerpo solo? En muchos ha sufrido una ligera transformación a: ¿cuerpo y televisión? Ellos creen que todas las desgracias que ocurren, entre otras las llamadas adicciones, bulimias y anorexias, son culpa de la T.V. Ignoran que la gran hermana es esclava del zapping, el ràting y del nivel mental de sus dueños (patrones y teleconsumidores) Esta ignorancia no es pequeña, pues por un pase de prestidigitación, declara inocente a la masa que gozosamente devora boxeadores sanguinolentos, negros famélicos y semitas matándose, blancos en trance místico suicidándose en masa, o modelos y futbolistas combatiendo a muerte su vejez treinteañera. Raquel Mancini y Diego (nuestro ex Dieguito) Maradona ¡dixen!. El zapping no es más que el accionar gozoso y elector de esa masa (la misma que llenaba al Coloseo romano) y el rating su resultado electoral.

En vez de repetir las tonteras que nos vienen de la caja boba, no per sè, como creo haber demostrado anteriormente, sino por sus condicionantes, analicemos el discurso del Otro, o sea del inconsciente, vehiculizado en lo que muchos de sus actores dicen. Por ejemplo: “Rocío no confía en el ratón Pérez. Desde que se le empezaron a caer los dientes de leche los convierte ella misma en dinero. Se los vende a los tíos con un propósito de ahorro extravagante para sus seis años: “Quiero el arito que no te deja comer grasas”, cuenta iluminada por un aviso de compra directa que vio por televisión. “Tengo que ser un palo para ser modelo. No hacen nada y ganan mucha plata”[ii] ¡Esta criatura si que vale oro! Condensa en pocas frases casi toda la sabiduría de la Cultura que habitamos. Vayamos por partes. A los seis años, no confía en el ratón Pérez. ¡Pobre! Ya perdió el espacio transicional (Winnicott) en el que sus objetos transicionales -el ratòn Perez y los dientes de leche- le hubieran facilitado ese pasaje tan difícil de la primera infancia a la latencia. Lejos de ello, ella ya es todo una adulta que piensa en las cosas serias de la vida: como acumular dinero sin hacer nada.
Ya sabe que ese es el modelo primer mundista, como le gusta decir a eso que tuvimos por presidente. Pero además, ya cayó en la trampa que le tiende la estructura. Cree que los modelos (y no cerremos en un solo sentido al significante, extendámoslos no sólo a las mancinis, impliquemos a los rubios macris o a los cuadrados y gallegos Perez Companc -nada ratones ellos- o a los morochos maradonas) no hacen nada. No sabe la niña de las jornadas agotadoras de gimnasios y noches de “Éxtasis” de ellas y de teléfonos celulares, vida afamiliar en aviones, gastronomía de trabajo y fines de semana de negocios o competencias de ellos. Quiere ser un palo. Cercano homofónica e icónicamente a falo. Resultado, fantasía infantil reducida por los ideales jíbaros (con perdòn de esta noble tribu por utilizarla para la alegoría) del éxito medido por la “optimización de los beneficios” y del sacrificio del cuerpo para esos fines. Orgullosa, aprende a palpitar las reacciones del mercado a través del de los tíos. Pero le ocurre ¿sólo eso?. “Que dice cuando se articula como enunciación en ese enunciado “Quiero el arito que no te deja comer grasas” a “Tengo que ser un palo para ser modelo”. Será demasiada perspicacia de psicoanalista, suponer que cuando se encontró con el aviso de Sprayette, nuestra adulta niña fue conmovida en su inconsciente falta de respuesta a: ¿por qué ella tiene un arito entre sus piernas en vez de un apéndice colgante y eréctil como otros chicos?.
No comer grasas puede asegurarle que su cuerpo sea un palo que atraiga la mirada, tanto como a ella se la atrae ese órgano eréctil que no posee y que otros si. Tiene razón entonces, el arito no la dejará comer grasas. ¿Parece exagerado? Lean lo que dice Elena Soria de 48 años, sudorosa después de una hora de aparatos “Me mato. El médico me dijo que esto -sacude con desprecio el interior de sus piernas- no se arregla con ‘lipo”[iii].Se matan y sabemos que muchas veces, no metafórica, sino realmente. ¿Para que? Para arreglar lo que desprecian en su entrepiernas.

Hay algo imposible de resolver para la Cultura. La castración. ¿Que queremos decir con esto los psicoanalistas? Que los seres humanos, a pesar de disponer de la palabra que nos dio un poder inmensamente superior a las otras especies animales, no podemos decir todo y por lo tanto mucho menos resolver todo. La palabra está castrada y por más que hablemos, siempre nos queda la sensación, cierta, de que falta algo. Esa sensación no se presenta, cuando estamos enamorados o locos. Los que como sabemos, son estados bastante parecidos y que entre otras cosas se emparientan por la desconexión con la realidad. Por aquella razón el valor de cada uno de nosotros es incalculable. Pero a eso son muy pocos los que se resignan. La mayoría se la pasan tratando de saber cual es su valor y cual el del otro. Esto ocurre desde temprano. Hagamos ficción: desde que por primera vez a un niño la mamá tarda en responderle y por oposición desde que mejora su diligencia, se le plantean las preguntas: ¿Qué valgo para el otro? ¿Qué vale el otro para mi?. Como la respuesta es imposible, se aparenta responderla con valores de uso. Y reaparece la castración, porque el valor de uso no significa a lo que la pregunta aludía. Cuando la niña descubre que entre sus piernas no cuelga ningún valor de uso, mientras que entre las del varoncito sí y que este además lo usa, suele caer en la creencia de que por eso vale menos que aquél. O sea, de que lo que es un hecho universal de la Cultura, le ocurre nada más que a ella y la disminuye. Tengamos en cuenta que de no mediar violaciones, a su vagina recién le encontrará valor de uso después de la pubertad. Y de mediar violaciones, todo se complicará aún más, pues el genital se le puede aparecer como un valor de uso negativo.
En cambio la imagen del cuerpo femenino -equivalente al de la madre- primer objeto erótico y significante, puede curar la herida abierta en el amor propio por el sentido negativo dado a la diferencia sexual anatómica. Mientras el saber popular suele decir “que el hombre es como el oso, mientras más feo más hermoso” , no tiene ningún dicho equivalente para las mujeres (por lo menos que yo conozca) y cuando se ve a algún varón demasiado preocupado por su imagen, suele desconfiarse de su masculinidad y no pocas veces, acertadamente.
Entonces, por capricho del destino, a la mujer le ha tocado cargar con una desgraciada imaginería por portar particularmente algo que se vive como depreciante y que en verdad es de portación universal, la castración. A esa pesada carga la mujer le responde con embellecer su cuerpo. Los psicoanalistas con mucha experiencia, saben que es un índice preocupante, que en su presentación una mujer se nos aparezca “desarreglada” “descuidada”, significantes que ellas mismas utilizan y que nos dan indicio de que las cuentas con su castración imaginaria están difíciles. O sea, hace a la estructura del ser parlante -a como anuda lo Real entre lo Simbólico y lo Imaginario, que una falta real, desconcierte siempre al anudamiento de la realidad.
El hecho real de que mientras el pene adquiere tempranamente valor de uso y por lo tanto de cambio para el varón y en cambio eso no ocurra en el mismo tiempo con el genital complementario en las mujeres, hace que los chicos y chicas supongan a esto como una falta en ellas. A la que responden dándole a los cuerpos de ellas, valor simbólico de falo imaginario. O sea, de lo que supuestamente indicaría en el macho que no falta nada. Ergo, si la moda dice que ser bella es ser gordita (comienzos del siglo XX) tenderán a serlo. Si dice que hay que ser gordas (algunas tribus de islas del Pacìfico) se dejarán criar en corralitos para evitar gastar calorías y poder gozar de la obesidad. Pero si como en la actualidad, indica que hay que ser flacas, lo serán aunque arriesguen anorexias, bulimias o comas y trastornos psíquicos post-lipoaspiraciones. Así como en los siglos XIII y XIV, prefirieron la hoguera de la inquisición a renunciar a representar su ser de goce, que los curas nominaban brujerías, posesión diabólica. Otras más adaptadas, prefirieron visiones con entrega mística, o autoflagelaciones por fantasías pecaminosas para los ideales de época.

Pero en estos fenómenos intervienen no sólo las creencias de moda en cada época. Les da energía un hecho capital de la economía psíquica efecto de la equivocación de bajarnos de los árboles. El cuerpo humano necesita de un gasto de energía que el sedentarismo se lo impide y para el que la actividad sexual sola no alcanza. De ahí la importancia de la gimnasio manía, la marcha, el aerobismo, la bici manía y los deportes en general. La otra opción deriva en ellos, a la ingesta excesiva, al alcoholismo y drogadicciones diversas. En ellas, a bulimias, anorexias y otras adicciones. Hábitos insanos reforzados por fantasías sexuales inconscientes -de fellatio, de devoraciòn del pene o de los pechos, que no tramitadas, sostienen a dichos síntomas. Según un artículo de Claudia Acuña en Clarín del 16 de octubre de 1996 Lucho Avilès dijo en su programa: “Pero que susto por medio rollo. Esta sociedad está enferma, dejémonos de jorobar con las mujeres sardinas”. Medio rollo: fijémonos como lalengua actual usa un mismo significante -rollo- en dos sentidos: preocupación por la imagen del cuerpo, y ocupación enfermiza de la mente. Y califica con un sentido para la devoración -sardina- a estas mujeres.
En una cultura bulímica, en la que mandan -devoradores y vomitadores- y sus marginados son “anoréxicos” por obligación, estas mujeres, que pretenden devorar èxito en dinero, gran ideal fàlico de la època, terminan siendo tragadas por la gran boca de una estructura oral que tragándolas y tragándolas (lipoaspiradas o anoréxicas) se desliza vertiginosamente tragando y vomitando a reventar.

SERGIO RODRIGUEZ
Agosto 2001

[i] Cirujano plàstico Jorge Juri en revista Noticias 1034.
[ii] “El furor del cuerpo” Alejandra Daiha. Noticias 1034
[iii] Ibidem.